Martes de la 3ª semana de Adviento
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 21, 28‑32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
—«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le
dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero."
Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
—«El primero.»
Jesús les dijo:
—«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la
delantera. en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto,
vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Teóricamente nosotros somos del grupo que hemos respondido generosamente
a la llamada de Dios a trabajar en su viña, pero en la realidad
¿trabajamos o no? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Estamos atentos para que Dios nos pueda llamar a trabajar en su viña?
La mejor manera de no tener que trabajar es estar sordo a las llamadas
de Dios. Y Dios nos llama desde su palabra, desde las personas que nos
rodean, desde el interior del corazón...
¿Cómo podrías escuchar mejor al Señor? ¿Qué te dice? ¿Qué le dices?
Además Jesús nos promete sorpresas: Los publicanos y las prostitutas os
llevan la delantera en el camino del reino de Dios. En el reino de Dios
no valen títulos, ni denominación de origen. Se trata de creer en Jesús y
avanzar por el camino de la justicia.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, yo quiero acogerte en este adviento, en esa navidad, quiero abrirte las puertas de mi corazón de par en par.
Sabes que mi mayor deseo es trabajar en tu viña, para que la esperanza y el amor de la Navidad lleguen a todos.
Señor, quiero acogerte, pero pocas veces encuentro tiempo, deseo trabajar en tu viña, pero me dedico a otras cosas.
Ayúdame,
Señor, a no dejarme llevar por el orgullo, la pereza, el miedo, la
prisa, el qué dirán, los compromisos que me fabrico para sentirme
importante...
Líbrame de todo lo que me aleja de lo que más
quiero y deseo: vivir contigo, acoger tu amor, trabajar a tu lado, en
favor de los más débiles, para construir juntos tu Reino.
Señor, que no sea de los primeros en querer y desear y de los últimos en ponerme manos a la obra. Amén.
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Todas tus parábolas, una vez iniciadas,
tienen un final
que nos alcanza como lanza afilada.
Recogen, en síntesis, lo que es historia cotidiana
de pugna y respuesta
a tu respetuosa invitación y llamada.
Y expresan en pocas palabras humanas
nuestra rebeldía
que algo tendrá que ver con tu espíritu y semejanza.
Los hay que saben expresar muy dignamente
respeto y obediencia:
es lo que se espera de gente religiosa y prudente.
Pero se quedan en la caravana en la que estaban;
no les da la gana
de interpretar tus gestos, hechos y palabras.
Dicen sí, porque es la respuesta correcta,
pero no hacen nada
aunque la brisa sople con fuerza y en dirección buena.
Y los hay que, desde el principio, se rebelan
y no quieren ser
ni siervos, ni beatos ni hijos deudores.
Saben recapacitar para encontrar en camino,
respuesta adecuada,
para trabajar la viña y vivir como hijos.
Quizá, Señor, te agrade más la frescura y rebeldía,
nuestra libertad,
que las palabras adecuadas de una respuesta perfecta.
Quizá temas más nuestro ser e historia vacíos
de amor y vida
que todos nuestros cuestionamientos e impertinencias.
No sé lo que dije,
hace un instante...
pero he venido,
me has acogido
y estoy contento...
y muy satisfecho.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.