jueves, 30 de abril de 2020

Jueves 30 de abril

Jueves de la 3ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Insiste el Evangelio de San Juan en recordarnos la importancia de la fe. La fe no sólo nos conduce a la vida eterna, la fe nos da vida eterna ya, en esta tierra, en este momento, aunque sea de forma parcial.
            “Gracias Señor, por la vida, por la esperanza, por el amor”

Nadie puede presumir de la fe frente a los demás. La fe es un regalo de Dios: “Nadie puede venir a mí, si el Padre no lo atrae”. Dios atrae a todos; en todos ha puesto la sed de la vida eterna, el hambre de su amistad. Pero podemos resistirnos a esta atracción. Podemos acallarla, podemos dejarla para mañana...

Señor,
son muchas, cada vez más,
las cosas que nos apartan de Ti.
Esas preocupaciones estériles,
esos frívolos placeres,
esos inútiles cuidados,
esas ilusiones inconsistentes,
esas causas triviales,
esos vacíos deberes...

Muchas y muy variadas son las cosas
que eclipsan tu diáfana presencia
entre nosotros.
El orgullo,
que nos impide aceptar la ayuda de los demás;
la envidia,
que corroe todo horizonte;
el remordimiento,
que mantiene abiertas tantas heridas;
la pereza,
que acumula cargas cada vez más pesadas;
el ansia de seguridad,
que nos lleva a atesorar más de lo que necesitamos...

Pero a pesar de todo.
Tú eres más fuerte que todas esas cosas.
Te haces presente en nuestra desidia y torpeza
-superando muros, silencios y olvidos-
simplemente porque gritamos
o nos ves tristes y perdidos.
Crees en nosotros aunque te demos crédito negativo.
¡Atráenos, cada vez más fuertemente, hacia Ti!

Florentino Ulibarri


El pan de la Eucaristía es anticipo de la fiesta que Dios prepara a todos sus hijos…

La mesa está llena.
Se sirven manjares exquisitos:
la paz, el pan,
la palabra
 de amor
 de acogida
 de justicia
 de perdón.

Nadie queda fuera,
que si no la fiesta no sería tal.
Los comensales disfrutan
del momento,
 y al dedicarse tiempo
 unos a otros,
se reconocen,
por vez primera, hermanos.

La alegría se canta,
los ojos se encuentran,
las barreras bajan,
las manos se estrechan,
la fe se celebra…

…y un Dios se desvive
al poner la mesa.  (José María Rodríguez Olaizola, sj)

Gracias, Dios, por este pan.
Gracias, por esta esperanza.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 29 de abril de 2020

Miércoles 29 de abril

Santa Catalina de Siena

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 11, 25-27

En aquel tiempo, Jesús exclamó: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar"

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús reza, da gracias por las maravillas que el Padre hace en el corazón de los sencillos, como Santa Catalina.  En el año 1353, cuando ella tenía 6, vive la primera experiencia sobrenatural. Desde ese día Catalina es una persona totalmente distinta. Parece que ya no vive para lo material sino sólo para lo espiritual. Por consejo de sus padres y ante la insistencia continua de su hermana, Catalina empieza a arreglase, vestir a la moda, a teñirse el pelo y a llenarse de coloretes. Tiene 12 años. Ante la muerte de su hermana, Catalina promete que no buscará más lo mundanal y material sino solamente lo espiritual y sobrenatural. Es lo que ella llamará su "conversión". Sus padres y hermanos que desean para ella un brillante matrimonio se dedican a hacerle insoportable esa vida de espiritualidad. En 1363 se hace Terciaria dominica. Fue necesario conseguir tres sacerdotes para confesar a los pecadores que iban a consultar a la santa. En 1376, el Papa, por influencia de Catalina, vuelve a Roma desde Avignon. El 29 de abril muere en Roma a la edad de 33 años.

Hoy Dios sigue haciendo milagros en la vida de muchas personas. Pedimos luz para descubrir y un corazón que sepa agradecer.

Dios quiere bendecir a todos, pero sólo los que tienen un corazón de pobre, humilde, sólo puede entrar en la vida de los que han apartado de su horizonte el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia... Como diría San Pablo, la fuerza de Dios se muestra perfecta en nuestra debilidad.
            “Señor, haznos pobres y sencillos”
            “Gracias por mostrarnos la grandeza de lo pequeño"

Nos unimos a la oración de Jesús, que da gracias por la gente sencilla, que acoge y vive su Evangelio

Te doy gracias, Padre, de todo corazón
por los pobres que nada tienen y aún reparten,
por las personas que pasan sed y agua nos dan,
por los débiles que a sus hermanos fortalecen,
por los que sufren y comparten su consuelo,
por los que esperan y contagian su esperanza,
por los que aman, aunque el odio les rodee,
por los que se conmueven ante un amanecer,
ante un recién nacido, ante un gesto de amor.

Te doy gracias, Padre, de todo corazón,
por los humildes que piden y acogen tu perdón,
por los que se estremecen al escuchar tu Palabra,
por los viven con gratitud la posibilidad de dar la vida,
por los que se alimentan en el pan de la Eucaristia,
por los que saben apoyarse en sus hermanos,
por tus hijos que se emocionan al llamarte Padre.

Ayúdanos a crecer en sencillez y humildad,
a acoger agradecidos tu Palabra y tu amor.

Podemos alegrarnos y dar gracias por muchas cosas…

La fiesta, la música, la chispa, el éxito,
el acierto, el afecto,
el prestigio, lo entretenido,
las pequeñas comodidades,
un rato en buena compañía,
caer bien,
conocer gente,
tener amigos,
algún gesto de ternura,
un buen libro,
unas risas…
…todo esto, sí.

Pero hay más:
la gratitud, por tantas oportunidades,
los fracasos, que son escuela,
los errores, si nos hacen humildes,
la soledad, porque nunca es completa,
las etapas malas, que siempre terminan,
las batallas internas, porque estamos vivos,
los grandes ideales
que dan sentido a las grandes entregas,
la fe, a las duras y a las maduras,
y tantas historias cotidianas
en las que se gesta lo eterno.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 28 de abril de 2020

Martes 28 de abril

Martes de la 3ª semana de Pascua A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 6,30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: "¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo." Jesús les replicó: "Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo." Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de este pan." Jesús les contestó: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús hizo muchos signos delante de los judíos, pero ellos no se cansan de pedir señales, pruebas... Nosotros también pedimos pruebas para creer. La mejor prueba es Él mismo. Si te acercas a Él, serás más libre, crecerá tu esperanza, tu ilusión... ¿Qué dices a Dios?

Moisés alimentó a los israelitas, pero el que verdaderamente dio el pan fue Dios. Muchas personas nos ofrecen su ayuda, su palabra, su aliento. A través de esas personas Dios mismo nos socorre, nos habla, nos anima...
            “Señor, tú eres el origen de todo bien. Gracias”
            “Haznos instrumentos de tu amor en el mundo”

Todo lo que somos y tenemos se lo debemos a Dios. Todo es gracia. Y entre todas las gracias hay una especial, que destaca por encima de otras: Jesucristo. Jesucristo es Dios mismo, que se nos da como pan para saciar nuestra hambre.
            “No sólo nos das cosas, Señor, Tú mismo te nos entregas. Gracias”
            “Ensancha nuestra generosidad, ayúdanos a entregar la vida”
            “Perdona nuestra falta de gratitud y de generosidad”

Señor, tenemos hambre y sed...
de amor, de esperanza, de alegría, de entrega...
y Tú nos dices: Yo soy el pan de Vida, Tomad y comed gratis.
La oración en un banquete, la Eucaristía es una fiesta;
servir a los pobres y trabajar en tu viña, un regalo increíble.

Pero ponemos excusas:
somos demasiado jóvenes o demasiado viejos,
tenemos mucho que estudiar o mucho que divertirnos,
el trabajo ocupa todo nuestro tiempo,
hoy no puedo, tengo prisa, quizá mañana.

¿Qué nos pasa, Señor?
Tenemos sed y no bebemos el agua más fresca.
Tenemos hambre y no comemos el pan más tierno.
Tenemos frío y no nos acercamos al fuego que no se apaga.
Nos sentimos solos y no nos dejamos acompañar por Ti.

Señor, te pido que, al menos hoy, no te ponga excusas
y me acerque a Ti, sin miedos, sin reservas, sin prisas.
Que al menos hoy acepte el pan de tu amor y el vino de tu alegría.
Que al menos hoy sepa servir a quien me necesite.
Que al menos hoy sepa compartir la alegría de ser tu hijo.

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Estaré con vosotros todos los días.
A cualquier hora y en cualquier lugar.
Siempre. Es mi palabra y mi promesa.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Seré vuestro camino de vida,
la luz que alumbre vuestras noches y días,
el agua que os refresque en vuestras fatigas,
la puerta que os dé entrada y acogida,
la raíz vitalizadora de todas vuestras empresas,
el amigo y guía que siempre os hará compañía...

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Pero también seré, y que no os pille de sorpresa,
el fuego que acrisola vuestro ser y pertenencias,
el viento que os empuja siempre fuera,
la verdad que rompe todos vuestros esquemas,
el ladrón que os adelgaza y aligera
y el Señor que os quiere en la tierra.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Y esta es la fórmula de mi definitiva alianza
con vosotros y la Humanidad entera:
vosotros seréis mi cuerpo visible
y mi sangre que da vida;
y yo seré el pan que os alimenta
y el vino que os alegra e ilusiona.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Yo alimentaré vuestro cuerpo
y vuestra esperanza desestimada.
Yo mantendré vuestra llama y amor
y os haré fuertes contra el dolor.
Yo os invito a crecer y madurar
hasta llegar a la sazón.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Vosotros elevaréis, allí donde viváis,
el signo de un Dios comprometido con todos,
siendo pan hecho carne,
vino convertido en sangre,
palabra corporal y verdadera
y encarnación en nuestra historia.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

¡Misterio de intimidad humana y divina!
Vosotros seréis, en adelante, mi pascua,
mi presencia tierna y salvadora,
mi encarnación en la tierra,
la buena noticia que todos anhelan,
la primicia de lo que os espera.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Mis brazos para estrechar soledades,
mi boca para clamar contra seculares injusticias
que se clavan en la carne de los más débiles,
mis pies para salir tras los perdidos y olvidados,
mi corazón para latir al unísono
con todos los corazones que desfallecen.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Estaré con vosotros todos los días.
A cualquier hora y en cualquier lugar.
Siempre. Es mi palabra y mi promesa-.

Es tu palabra y tu promesa, Señor

Florentino Ulibarri.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 27 de abril de 2020

Lunes 27 de abril

Lunes de la 3ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 6,22-29

Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les contestó: "Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La gente sigue a Jesús, pero Él sabe bien cual es la razón principal de este seguimiento: “me buscáis porque habéis comido pan hasta hartaros”. ¿Por qué seguimos nosotros a Jesús? ¿Por qué somos cristianos? ¿Buscamos a Dios o vamos tras el pan o la tranquilidad que nos regala? Nos lo plantemos. Y pedimos a Dios que nos ayude a purificar nuestra amistad con Él y con los demás.

Si quieres, Señor, puedes purificarnos...
de nuestra desmesurada búsqueda de comodidad y "bienestar";
de nuestros horizontes chatos;
de nuestra mirada miope que incluye a los nuestros y deja al margen a tantos...

Si quieres, Señor, puedes purificarnos...
de los prejuicios con que reducimos a los demás por miedo,
de la violencia con la que nos tratamos,
de la indiferencia incluso con los más cercanos...

Si quieres, Señor, puedes purificarnos...
de nuestras hipocresías,
de nuestros cansancios y desencantos,
de vivir como si no existieras,
de buscar sólo tus regalos y olvidarnos de Vos...

Si quieres Señor, puedes purificarnos...
de nuestras faltas de confianza,
de nuestras inseguridades,
de nuestro regateo de amor.

Si quieres, Señor, puedes llenarnos de tu compasión,
despertarnos tus sueños,
fascinarnos con tu persona y con tu mensaje,
tomarnos el corazón para la construcción de tu Reino,
hacernos disponibles a tu llamada.



Trabajad por el alimento que perdura hasta la vida eterna.  ¿A qué dedicamos nuestro tiempo, nuestras preocupaciones, nuestro trabajo?

Muchos anuncios,
muchas promesas,
muchas rebajas,
muchas oportunidades,
muchas gangas...

Muchas voces susurran
constantemente
sus ofertas.

Con sus llamativas,
vanas,
huecas,
lights palabras
cubren su pobreza
y cantan sus dudosas alabanzas.

Mas no me satisfacen,
pues ni me alimentan,
ni me quitan el hambre,
ni me liberan de los espíritus que traen males,
ni curan mis enfermedades,
ni alumbran mis rincones .oscuros.
ni me traen buenas noticias,
ni riegan mis esperanzas sociales
ni satisfacen mis necesidades,
ni me defienden de sus intrigas,
ni me acogen como persona,
ni me dan buenas sensaciones...

En este mar de palabras,
de propaganda sofisticada,
de ilusiones engañosas,
de ofertas apetecibles,
de oportunidades al alcance,
de verdades sin misterio,
de doctrinas nuevas,
de productos con lábel,
de soluciones a la carta...
de predicadores sin conciencia...
yo sólo quiero dar crédito
a tu palabra buena y nueva,
valiosa y gratuita,
que me ofrece vida,
la dignidad y la alegría.
Yo sólo quiero darte crédito
a ti, que eres la palabra y la vida.

Creo, Señor, en ti,
y creo que eres la Palabra auténtica.

Florentino Ulibarri


La obra que Dios quiere esta: que creáis en el que él ha enviado. La obra de Dios es la fe. La fe es un regalo de Dios, un regalo que tenemos que cuidar como el don más frágil y precioso. ¿La cuidamos, le ayudamos a crecer? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 26 de abril de 2020

Domingo 26 de abril

Domingo de la 3ª semana de Pascua A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 13‑35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
—¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
—¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo:
Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús Resucitado se acerca a sus discípulos abatidos, camina contigo también cuando sufres. ¿Qué le dices?
¿A quién te acercas?

Jesús escucha, te escucha. ¿Qué le dices?
¿A quién escuchas tú?

Jesús anima la esperanza con la luz de la Palabra. ¿Qué le dices?
¿A qué personas animas tú? ¿cómo lo haces?

Jesús se queda con nosotros, se queda contigo en la Eucaristía. Damos gracias
¿Cómo la celebras? ¿Cómo la deberías celebrar? ¿Qué dices a Dios?

Se derrumbó el momento al encontrarnos
y al tiempo sucedió algo infinito.
Generoso, me diste tu presencia
cuando a solas tomaba mi camino.

Iba decepcionado, cejijunto:
Atrás dejaba la ilusión de un mito.
Así pensaba al menos. No sabía
que era yo un ciego aún sin lazarillo.

Iluminó el pasado tu palabra
y el presente cobró claro sentido.
El futuro se abrió como una rosa
de esperanza, de amor y de equilibrio.

Quise tenerte siempre. Sonreíste
y bendijo tu cruz mi nuevo signo.
Te borraste de pronto ante mis ojos,
pero en el corazón sigues conmigo.

Luis Carlos Flores Mateos, sj (Pensamientos de Ejercicios)


Mientras caminábamos tristes,
te has acercado respetuoso
a nuestras dudas, temores y desánimos.

Has hecho el camino con nosotros
aceptando nuestro ritmo y paso,
conversando con lenguaje llano y claro.

Con tu palabra y presencia viva
nos has abierto la Escritura
y los caminos de Dios en la historia.

Has calentado nuestro corazón,
has abierto nuestros ojos cegados
y nos has devuelto alegría e ilusión.

¡Quédate con nosotros al declinar el día
y comparte nuestro pan y techo, sin prisa,
antes de enviarnos a ser personas nuevas!

¡Quédate con nosotros y haznos compañía,
vamos a conversar un poco más de tu utopía
y de los horizontes abiertos en nuestras vidas!

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 25 de abril de 2020

Sábado 25 de abril

San Marcos

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

San Marcos se dejo seducir por Cristo. El amor de Dios llenaba su corazón de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

El que crea y se bautice se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdona, para entregar su vida…
            “Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”

Echarán demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. Cogerán serpientes y beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará daño.
          
Es fácil amar lo amable, rozar lo bello,
admirar brillos y fachadas,
agujero negro de miradas distraídas;
aplaudir lo exitoso,
jalear lo apuesto,
empujar aún más alto
lo que no toca techo.

Difícil es adentrarse en el caos
oculto tras el rostro cordial.
Deambular por las estancias
pobladas por demonios de dentro,
las memorias
que encadenan nuestro vuelo a derrotas pasadas,
los amores difíciles,
las batallas perdidas,
los gritos que, sin darlos,
martillean en cada rincón.

Difícil, pero posible.

Todos necesitamos,
alguna vez,
alguien
que toque, con ternura,
nuestras cicatrices.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.

¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.

Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos acompañas siempre.

Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.

Nos envías para servir. Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.

Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.

Inspirada en una homilía del Papa Francisco en la JMJ Rio de Janeiro 2013


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 24 de abril de 2020

Viernes 24 de abril

Viernes de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 6,1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo."
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo." Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie." Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo." Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús no tenía la obligación de dar de comer a la multitud, pero su corazón generoso no se queda tranquilo despidiendo a aquellas gentes sin darles de comer. Resucitar es superar la obligación e ir siempre más allá.
            “Señor, perdona y cura nuestra falta de generosidad”
            “Gracias Señor por las personas que tienen un corazón grande”

Bien pudo hacer Jesús solo el milagro. Pero quiso dejarse ayudar por sus discípulos y por el muchacho que ofreció lo que tenía. Resucitar es dejar atrás el individualismo y contar con la colaboración de los otros.
            “Señor, perdona y cura nuestro individualismo”
            “Gracias por las personas que cuentan conmigo, con los demás”
            “Dame Señor un espíritu de colaboración”

Después de comer y saciarse, la multitud quiere llevarse a Jesús para hacerlo rey. Pero él se retira. Resucitar es renunciar a puestos y privilegios para cumplir la voluntad de Dios.
            “Señor, ayúdame a hacer siempre tu voluntad”
            “No consientas que me deje llevar por el aplauso de los demás".

Señor Jesús,
gracias por tu corazón compasivo,
un corazón que nunca pasa de largo
que siente nuestras hambres más profundas
y nos ofrece gratis el mejor alimento.

Jesús Resucitado,
gracias por compartir con nosotros
el pan bendito de tu vida nueva,
el vino bueno de la alegría eterna,
el agua fresca de la esperanza cierta.

Señor nuestro,
danos un corazón como el tuyo,
un corazón cercano y generoso
para compartir el pan, el vino y el agua
con todos los hambrientos del camino.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 23 de abril de 2020

Jueves 23 de abril

Jueves de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Hijo de Dios da testimonio del amor del Padre. En esta Pascua, Cristo resucitado nos invita a ser testigos de este amor. Pero nadie nos garantiza el éxito fácil. Cuesta mucho aceptar el testimonio de Jesús; cuesta más aceptar el testimonio de los cristianos.
            “Señor, perdona y cura nuestra terquedad para creer”
            “Danos fuerza para ser testigos de tu amor,
              paciencia cuando nuestro testimonio no sea aceptado
              y fidelidad cuando la tentación nos empuje a abandonar”

Queremos darte gracias, Señor,
por las oportunidades que nos das
para crecer en nuestra Fe, paso a paso,
sintiéndonos parte de este pueblo que confía en Ti.

Te damos gracias
porque has bendecido nuestra vida
y notamos tu presencia de Resucitado
en la gente que nos rodea
y en las muchas oportunidades que nos das
para vivir nuestra Fe
en medio de una sociedad que, con tanta facilidad, te olvida.

Haz que esta alegría que hoy sentimos
se prolongue y se propague
como lluvia que moje nuestra vida y la de todos.
Haz que seamos testimonio para oros,
ánimo y soporte para los desfallecidos
y que entre nosotros llevemos el sello de tu amor.
Que empeñemos nuestra vida
en seguir fielmente las huellas de Jesús,
quien dio su vida por cada uno de nosotros,
para que nosotros aprendamos también a entregarla.

No nos abandones, Señor, en este empeño
y danos siempre un corazón agradecido.


Dios no da el Espíritu con medida. Tampoco nos da un Espíritu de segunda categoría. Nos da el mismo Espíritu de Jesús. Pero a veces no puede hacer su obra en nosotros porque no le abrimos el corazón.
            “Envía Señor tu Espíritu de vida
              y abre mi corazón para recibirlo”

No hay que esperar a llegar al “cielo” para experimentar la vida eterna. El que cree, el que se entrega... tiene vida eterna ya, ahora, en esta tierra. Pero también podemos sufrir ya “el infierno”, si no creemos, si no vivimos en el amor.
            “Gracias por el regalo de la vida eterna,
              ayúdanos a superar los obstáculos que no nos dejan disfrutarla
              y danos generosidad para compartirla”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 22 de abril de 2020

Miércoles 22 de abril

Miércoles de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús, el Hijo de Dios, ha nacido y vivido, ha predicado y curado, ha amado y sufrido, ha muerto y resucitado para salvarnos, para que tengamos vida eterna, para que disfrutemos de la misma vida de Dios. Damos gracias.

Dios no puede hacer más. Nos toca a nosotros creer en él, acogerle, acoger su mensaje en nuestra mente, en el corazón, en la vida de cada día.
            “Señor, creo pero aumenta mi fe”

Tenemos que reconocer nuestra maldad, nuestra pobreza, nuestro pecado: sabemos donde está la luz, la felicidad, la alegría... pero preferimos la tiniebla, la tristeza, el sin-sentido.
            “Señor, perdonamos”
            “Danos sabiduría para descubrir la luz
              y valentía para dejarnos iluminar".


Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y soledades, con la fuerza de su amor, de tu amor.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, se hizo humano como nosotros, se sometió a la limitación del tiempo, a los rigores del frío y el calor, el hambre y el fracaso, la cruz y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, nos regaló su Palabra para convencernos de que en tu corazón sólo hay amor, compasión y perdón.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, quiso quedarse entre nosotros en el pan de la Eucaristía, en la luz de su Palabra, en la comunidad de los creyentes, en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Padre, tanto nos amaste que nos envías a muchas personas buenas, que nos invitan a seguir el camino de la verdad, la justicia, el amor y la entrega.

Padre, tanto amas a la humanidad que me llamas a mí, pobre criatura tuya, y me envías para que sea portavoz de tu Palabra y portador de tu amor.

Gracias, Padre, por tanto amor. Mil gracias, Padre.

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No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías
sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado,
liberar a quien está aprisionado,
curar a quien está herido,
acoger a quien está desamparado,
lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo,
levantar a quien ha caído,
salvar a quien se siente culpable,
perdonar a quien ha pecado,
devolver la dignidad a quien la ha perdido.

Tú que crees en nosotros,
Tú que esperas de nosotros,
Tú que nos amas más que nosotros mismos,
Tú que eres mayor que todos nuestros pecados,
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 21 de abril de 2020

Martes 21 de abril

Martes de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,5a.7b-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu." Nicodemo le preguntó: "¿Cómo puede suceder eso?" Le contestó Jesús: "Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Nacer de nuevo, nacer del Espíritu es arriesgado. No se sabe de dónde viene el Espíritu y a dónde va. No se sabe a dónde te puede llevar. Ser cristiano es dejarse llevar por el Espíritu, con docilidad, con alegría, con fe. Ser cristiano es mucho más que cumplir unas normas. Es abrirse a la novedad de Dios.

Jesús, como a Nicodemo, me invitas a nacer del Espíritu,
pero nacer del Espíritu no es fácil,
no es empresa que pueda acometer solo.
 

Estoy acostumbrado a tener todo está bajo mi control,
a que todo dependa de mí:
de mis fuerzas y mi talento, de mis creencias y mis normas,
de mi manera de ver y analizar la realidad.
Estoy acostumbrado a marcar el rumbo, a ir donde quiera.
 

Hazme entender que nacer del Espíritu es otra cosa.
Es estar dispuesto a marchar contigo
adonde no pensaba ir,
mirar contigo donde antes desviaba la mirada,
es acercarme y abrazar contigo
realidades y personas que antes rechazaba.
 

Dame unos oídos muy abiertos y atentos
para percibir susurros y latidos de vida,
para descubrir tu presencia y escuchar tus llamadas
donde aparentemente solo hay fragilidad y desnudez, aridez y desierto.
 

Ayúdame a confiar en ti plenamente,
a dejarme llevar por tu mano,
a tener el corazón abierto de par en par
para que tu Espíritu me transformarme,
para que tu fuerza me aliente y me recree,
para cumplir contigo mis mejores sueños.
 

Adaptación de un texto de José Mª Rodríguez Olaizola, sj

 
De lo que hemos visto damos testimonio. Jesús “ha visto”, ha vivido la alegría, el amor, la comunión, la misericordia de Dios, porque es el Hijo de Dios, es Dios mismo. Y da testimonio. Hay muchas personas que hacen lo mismo. Han experimentado el gozo, la generosidad, el perdón de Dios... Y dan testimonio. Damos gracias por ellas.

En esta Pascua estamos llamados a experimentar la vida, la alegría, la esperanza que nos trae el Resucitado. Y dar testimonio. ¿Cómo vas a responder a esta llamada? Cuéntaselo a Dios.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 20 de abril de 2020

Lunes 20 de abril

Lunes de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él." Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios." Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Nicodemo fue a hablar con Jesús de noche. Era de noche porque no había nacido de nuevo, porque no había nacido del Espíritu. Era de noche, pero se acercó a la luz, a la Luz.
            “Aunque sea de noche en mi corazón, me acerco a Ti”
            “Que nunca me acostumbre a caminar a oscuras, Señor”

Nicodemo alaba a Jesús, pero Jesús no se deja halagar. Mas bien plantea al visitante nocturno un paso adelante: “hay que nacer de nuevo”. En nuestro camino de fe estamos llamados a avanzar siempre. No podemos detenernos. Tenemos tanto camino por recorrer...
            “Señor ¿por dónde tengo que avanzar?”
            “No dejes que me conforme con la mediocridad”

Nacer de nuevo. Nadie puede nacer por sí mismo. Necesita un padre y una madre: El Espíritu y el agua (los sacramentos). Tenemos que salir de la comodidad, acercarnos a los pobres, a la comunidad cristiana... para que nos dé el aire del Espíritu y podamos renacer.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, me esfuerzo cada día por seguirte, aunque muchos de mi amigos pasen de Ti. Busco la verdad y la justicia, como Nicodemo.

Y Tú me pides algo desconcertante: "nacer de nuevo". ¿Nacer de nuevo a mi edad, Señor? ¡A duras penas consigo corregir mis defectos, como para "nacer de nuevo"! Pídeme, Señor, que comparta algo con los pobres. Pídeme, Señor, que asuma algún compromiso. Estoy dispuesto a hacer cosas por ti y por los demás.

Pero no me pidas "nacer de nuevo". No sé qué es "nacer de nuevo", No sé cómo podría "nacer de nuevo". Me resisto a "nacer de nuevo", aunque intuyo que ese es el verdadero camino. Rompe las rutinas, las seguridades, los apegos que no me dejan "nacer de nuevo". Ayúdame a entender que yo solo no puedo "nacer de nuevo". Nadie puede darse a luz a uno mismo. Sólo Tú, sólo tu Espíritu, sólo tu Amor pueden hacer posible que yo "nazca de nuevo". Ayúdame, Señor, a abrirte mi corazón de par en par. Ayúdame a dejarme conducir por tu Espíritu. Ayúdame a dejarme transformar por tu Amor.

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Sigue curvado sobre mí, Señor,
remodelándome,
aunque yo me resista.
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tú, puede decirme
lo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelva
de mis caminos
que no son como los tuyos.

Sigue curvado sobre mí
tallándome
aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad, -Tú bien lo sabes-,
tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.
Lábrame los ojos y las manos,
la mente y la memoria,
y el corazón,- que es mi sagrado-,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.

Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tú tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tu me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu “conversión”
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.
Y empiece a ser hermano,
a ser humano,
a ser persona.

Ignacio Iglesias, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 19 de abril de 2020

Domingo 19 de abril

Domingo de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros."
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo."
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."
Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros."
Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."
Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!"
Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Ninguno de los discípulos destacó por su credulidad en la resurrección del Señor. Y en el número 1 de la lista de los descreídos encontramos al bueno de Tomás. Necesitaba pruebas para creer y pruebas de categoría. A veces también nosotros somos así. No nos basta la fe, necesitamos comprobar todo.
            “¡Señor mío y Dios mío, haz crecer la semilla de mi fe”
            “Perdona nuestra falta de fe en tus palabras”
            “Ayúdame a comprender a los que les cuesta creer”

Es verdad que Jesús no siempre nos concede pruebas contundentes. Pero también es cierto que a veces nos brinda encuentros parecidos al de Tomás. En ocasiones Dios nos regala experiencias en los que sentimos su presencia de una forma especial.
            “Señor, gracias por manifestarte, por mostrarnos tu presencia”
            “Enséñanos Señor a recordar y revivir las experiencias de gracia”

Estas señales milagrosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en Él. Jesús nació, vivió, amó, sufrió, murió y resucitó para que todos tuviéramos vida, para que fuésemos felices, para dar sentido a nuestra vida... para salvarnos de todo pecado que nos aleja de la vida, para  liberarnos del miedo y de todo aquello que achata nuestra alegría.
            “Gracias, Señor, por buscar mi felicidad y la de todos”
            “Gracias por las personas que animan la vida del prójimo”
            “Dame fuerza para compartir la Vida con los que viven sin vivir”


Gracias, Señor, porque quisiste regresar de la muerte trayendo tus heridas. Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera su mano en tu costado y comprobara que el Resucitado es exactamente el mismo que murió en la cruz.

Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede amordazar el alma y que cuando sufrimos estamos también resucitando. Déjame que te diga que me siento orgulloso de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.
También a nosotros nos concedes el regalo de tocarte, de sentirte a nuestro lado. Ábrenos los ojos de la fe, para reconocerte resucitado en los hermanos, en las llagas de los pobres, en la Comunión. Abre nuestros brazos para acogerte con amor.

J. L. Martín Descalzo (adaptación)

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Dichoso tú, Tomás, que viste las llagas
y quedaste tocado;
te asomaste a las vidrieras de la misericordia
y quedaste deslumbrado;
palpaste las heridas de los clavos
y despertaste a la vida;
metiste tu mano en mi costado
y recuperaste la fe y la esperanza perdidas.
Pero, ¿qué hicieron después, Tomás, tus manos?

Ahora, ven conmigo
a tocar otras llagas todavía más dolorosas.

Mira de norte a sur,
de izquierda a derecha,
del centro a la periferia,
llagas por todos los lados:

Las del hambriento,
las del emigrante,
las del parado,
las del sin techo,
las del pobre pordiosero,
las de todos los fracasados. ¡Señor mío!

Las del discapacitado,
las del deprimido,
las del accidentado,
las del enfermo incurable,
las del portador de sida,
las de todos los marginados. ¡Dios mío!

Las del niño que trabaja,
las del joven desorientado,
las del anciano abandonado,
las de la mujer maltratada,
las del adulto cansado,
las de todos los explotados. ¡Señor mío!

Las del extranjero,
las del refugiado,
las del encarcelado,
las del torturado,
las de los sin papeles,
las de todos los excluidos. ¡Dios mío!

¿Quieres más pruebas, Tomás?
Son llagas abiertas en mi cuerpo
y no basta rezar: ¡Señor mío y Dios mío!
Hay que gritarlo y preguntar por qué;
hay que curarlas con ternura y saber;
hay que cargar muchas vendas,
muchas medicinas...
¡y todo el amor que hemos soñado!

¡Trae tus manos otra vez, Tomás!

Florentino Ulibarri

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La mañana del domingo
los discípulos estaban encerrados
sin salida.
El miedo a los judíos,
la traición al amigo,
el fracaso del proyecto,
la muerte implacable,
aprietan el pecho,
paralizan el cuerpo
y encierran la vida
como piedra de sepulcro.

La mañana del domingo
los discípulos estaban encerrados
sin entrada.
Jesús se hizo presente
y abrió de par en par
el miedo a la alegría,
la traición al encuentro,
el fracaso a la comunidad
y la muerte a la vida.

La mañana del domingo
los discípulos estaba tan cerrados
que nadie podía entrar,
ni ellos salir de sí mismos.
Jesús rompió los cerrojos
de la puerta y del espíritu.
Con luz de resurrección
se abrieron unos a otros,
y ante la comunidad de testigos
se abrió a la vida nueva
toda Jerusalén cerrada
por órdenes del sanedrín
y por sellos imperiales.

Benjamín González Buelta, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 18 de abril de 2020

Sábado 18 de abril

Sábado de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16,9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Evangelio de hoy es un resumen de los relatos con los que hemos ido rezando durante toda la semana.

Experimentar la presencia del Resucitado es maravilloso. María Magdalena y los que caminaban al campo lo han sentido. Pero ser testigos de la resurrección es muy duro: ¿qué hacer cuando se siente en el corazón la alegría más grande y nadie quiere dejarse llenar de ese gozo inmenso?
            “Señor, haznos testigos fieles de tu resurrección,
              aunque nadie crea que Tú vives,
              aunque nos sintamos incomprendidos, impotentes”

Id por todo el mundo y anunciad a todos la Buena Noticia. En cada aparición el resucitado envía a los discípulos a anunciar la Buena Noticia de la Resurrección. Anunciar la buena noticia requiere creerla, acogerla, vivirla y comunicarla con paciencia y humildad.
            “Envíame, Señor. Estoy dispuesto”
            “Que cada día crea y viva con más profundidad la Buena Noticia”

Seguimos pidiendo a Jesús que nos resucite, con Él, a una vida nueva.

Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.

Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.

Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.

Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio
para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Tengo mis puertas y ventanas abiertas
para que entres en mis entrañas
y descoloques y centres mi corazón
en tus proyectos y ofertas.

Escucho, en silencio y con asombro,
el rumor de tantos ángeles humanos
que sugieren tu presencia y rostro
con sus gestos, hechos y abrazos.

Creo en tu creación manifiesta,
creo en tu promesa y esta tierra,
creo y gozo las primicias del Reino:
me siento tocado por tus obras y signos.

Acojo tu paz buena y gratuita
para no vivir con miedo y angustiado
ahora que te vas a la casa del Padre.
¡Y espero que vengáis a vivir conmigo!

Por eso, me dejo conducir por tus caminos
con tus regalos –gubia y Espíritu-
hacia esos lugares olvidados y rotos
para ser testigo de tus pasiones y mimos.

Así, aunque me encuentre perdido,
siento que mi vida tiene sentido
y me desborda la alegría de ser testigo
pobre y herido, pero bendecido.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 17 de abril de 2020

Viernes 17 de abril

Viernes de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Juan 21,1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar." Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo." Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: "No." Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis." La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor." Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: "Traed de los peces que acabáis de coger." Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Vamos, almorzad." Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se aparece otra vez a sus discípulos. Y sin embargo, parece que es la primera. Les cuesta darse cuenta de que es el Señor. El primero que lo reconoce es Juan, el discípulo amado, el discípulo que permaneció fiel al pie de la cruz con María, el evangelista que más habla del amor. Los ojos del amor son los descubren la presencia del Señor, los que penetran hasta lo más profundo, lo que tienen más alcance.
            “Haznos, Señor, cada día más conscientes de tu Amor”
            “Cambia nuestro corazón de piedra por otro de carne”
            “Cura, Señor, nuestra ceguera para descubrirte”

Una de la cruz que más nos cuesta asumir es trabajar sin obtener resultados, faenar toda la noche sin pescar nada, comprometernos y no conseguir ni el objetivo más pequeño, tratar de educar y no dejar la más mínima huella... Parece que el trabajo, el compromiso y la cruz son inútiles,  sin sentido. Entonces la tentación se disfraza de sensatez y queremos abandonar la tarea, el trabajo, la misión.
La resurrección nos recuerda que no hay cruz sin vida, no hay compromiso sin resultado, no hay amor que se pierda sin dar fruto. Por eso, Jesús Resucitado nos anima a echar la red de nuevo.
¿Qué te dice Jesús? ¿Qué le dices?

Desde que tú te fuiste no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos echando inúltimente las redes de la vida
y entre sus mallas sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos? ¿Desde hace cuántos años
no nos hemos reído? ¿Quién recuerda
la última vez que amamos?

Y una tarde tú vuelves y nos dices: «Echa tu red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma,
saca del viejo cofre las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón, levántate y camina.»

Y lo hacemos, sólo por darte gusto. Y, de repente,
nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor que recogemos
que la red se nos rompe, cargada
de ciento cincuenta nuevas esperanzas.

¡Ah, tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría!

J.L. Martín Descalzo

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Di con el corazón: Jesús es Señor.
Di con los labios: Jesús es Señor.
Grábalo en tus entrañas: Jesús es Señor.
Cántalo con tu voz: Jesús es Señor.
Anúncialo a los cuatro vientos: Jesús es Señor.
Pregónalo con fe y gozo: Jesús es Señor.

Jesús es Señor:
antorcha de libertad,
fuente de alegría,
viento de paz,
victoria sobre toda muerte;
estandarte en lo más alto de la tierra,
sol en las profundidades de nuestro ser,
meta de nuestro caminar,
compañero de vida y esperanzas...
que nadie podrá quitar.

Jesús es Señor:
de él brota la vida,
en él nuestra esperanza,
con él todo bien,
a él nuestro reconocimiento,
para él nuestra voluntad,
por él nuestra plenitud;
él nuestra justicia,
él nuestra salvación...
que nadie podrá quitar.

Jesús es Señor:
no hay más señores;
los señores del dinero y de la salud,
de las armas y de las leyes,
del poder y de los negocios,
de la democracia y de la razón de estado,
de la carne y del templo,
todos los príncipes de este mundo,
señores de las tinieblas,
están vencidos.

Jesús es Señor,
el único Señor,
el Crucificado,
el perfumado,
el que deja el sepulcro vacía,
el que nos preceda a Galilea,
el que vive y el que nos hace vivir;
el que nos cura y salva,
el que recrea nuestra esperanza,
ayer, hoy y siempre.

Jesús es mi Señor,
No hay otros señores.
Jesús es nuestro Señor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 16 de abril de 2020

Jueves 16 de abril

Jueves de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24,35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo."
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

¡Cuánto cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro! Los que caminaban a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Sin embargo, se aparece Jesús y ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma, no acababan de creerlo.
            “Nos cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”

¡Paz a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos hace en Pascua: paz para nuestro corazón, paz para las familias, los pueblos, el mundo entero, un don que tenemos que pedir y acoger.
            “Señor, resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”
            “Entra Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”

Les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras hablan de la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida, de nuestros sufrimientos y alegrías.

No se anuncia.
No se le espera.
Nadie lo ve ni oye.

Pero, poco a poco,
todos lo notan,
porque se pone en medio
y nos saluda a su estilo,
como siempre:
Paz a vosotros.

Es la magia del Dios que nos ama.
Jesús de Nazaret
ya está presente.
Nada puede detenerlo.
Atraviesa puertas y ventanas,
derriba muros y vallas,
se cuela por poros y brechas,
transforma a las personas,
recrea todas las cosas,
renueva la tierra y la historia.

Es la magia del Dios que nos ama.
Y aunque la duda se instale
en nuestro corazón y mente,
él sigue adelante
mostrándonos sus llagas
de dolor, pasión y amor.
pues lo suyo es compartir
con amigos y desilusionados
lo mejor que tiene y trae:
la esperanza del reino ya presente.

Es la magia del Dios que nos ama.
Basta y sobra un gesto de vida:
buscar la misma longitud de onda,
asomarse a las ventanas,
desempolvar las sandalias,
entrar en su cauce,
seguir su estela desconcertante,
prenderse de sus llagas...
dejarse azotar por su palabra...
y caminar alegre y sin nada.

Es la magia de los que aman.
Y todo se renueva.
Jesús de Nazaret ha resucitado.
Nosotros somos testigos de estas cosas.
Es la magia del Dios que nos ama
y resucita.

Florentino Ulibarri
 

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A veces iré distraído
y a mi vera serás
peregrino ignorado.

Tú hazte notar.
Puede que vaya
sumido en fracasos,
rumiando derrotas,
lamentando golpes,
arrastrando penas
sin ver el sol radiante,
la vida que bulle,
tu manos tendidas.

Tú toca mi hombro
e importúname.

Acaso perdido en palabras
no escuche Tu voz
desvelando lo escrito
en el cielo, en la historia,
en el acontecer de cada día.

Tú grita.
Quizás no te lo pida,
no te abra la puerta,
ni me de cuenta
del hambre
que nos atenaza.
Pero Tú quédate.

Tal vez, al conocerte,
te quiera retener
en mi casa, a mi mesa
apresando el instante.
Tú te irás de nuevo,
dejando en mi pecho
el fuego de mil hogueras,
y la alegría del reencuentro.

José María Rodríguez Olaizola sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 15 de abril de 2020

Miércoles 15 de abril

Miércoles de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Iban caminando entristecidos. El Resucitado se les acercó. Les preguntó. Y ellos le cuentan la razón de su tristeza: la muerte de Jesús de Nazaret. Se desahogan.
            “Señor, yo también te presento mis tristezas y preocupaciones”
            “Ayúdame a acercarme al que sufre y a escuchar su dolor”
            “Ayúdame a reconocerte en los que caminan a mi lado”

Después de escuchar, Jesús habla y comienza a explicarles desde la Palabra de Dios todo lo ocurrido. La Palabra de Dios es una luz que ilumina la vida entera y especialmente las zonas más oscuras de la existencia.
            “Señor, tu Palabra me da vida, esperanza, alegría”
            “Señor, dame sabiduría para explicar tu Palabra”
            “A veces no quiero escucharte. Perdóname”

Invitan a Jesús y Él se quedó con ellos. Y lo reconocieron cuando, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Aquella fue la primera eucaristía celebrada por el Resucitado con los suyos.
            “Señor, te has quedado entre nosotros. Gracias”
            “Gracias por partir el pan de tu vida en cada Eucaristía”
            “Perdona Señor mi falta de amor a la Eucaristía”.

Toca seguir caminando,
más allá de la sombra y la duda,
más allá de la muerte y el miedo,
bebiendo palabras prestadas,
confiando en las fuerzas ajenas
si acaso las propias se gastan.

Toca seguir caminando,
acoger al peregrino,
relatar tu historia,
escuchar la suya
aliviar tristezas,
compartir mesa y vida.

Toca seguir caminando
con los ojos abiertos,
para descubrir al Dios vivo
que nos sale al encuentro
hecho amigo, pan y palabra.
En marcha, pues…

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Lo mismo que los dos de Emaús aquel día
también yo marcho ahora decepcionado y triste
pensando que en el mundo todo es muy fuerte y fracaso.
El dolor es más fuerte que yo,
me acogota la soledad y digo
que tú, Señor, nos has abandonado.
Si leo tus palabras me resultaron insípidas,
si miro a mis hermanos me parecen hostiles,
si examino el futuro sólo veo desgracias.
Estoy desanimado. Pienso que la fe es un fracaso,
que he perdido mi tiempo siguiéndote y buscándote
y hasta me parece que triunfan y viven más alegres
los que adoran el dulce becerro del dinero y del vicio.
Me alejo de tu cruz, busco el descanso en mi casa de olvidos,
Dispuesto a alimentarse desde hoy en las viñas de la mediocridad.
No he perdido la fe, pero sí la esperanza,
sí el coraje de seguir apostando por ti.

¿Y no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo como aquella mañana con los dos de Emaús?
¿No podrías descubrirme el secreto de tu santa Palabra
y conseguir que vuelva a calentar mi entraña?
¿No podrías quedarte a dormir con nosotros
y hacer que descubramos tu presencia en el Pan?

Martín Descalzo
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Apareciste
cuando el alma
no tenía prisa
ni de llegar,
ni de crecer,
ni de morir.

Cuando te fuiste,
el cuerpo
no hizo balance
ni de ausencias,
ni de caricias,
ni de preguntas.

Y me dejaste
una sorpresa,
una certeza,
un corazón.
¡Nunca te fuiste!

Benjamín González Buelta, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 14 de abril de 2020

Martes 14 de abril

Martes de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabia que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La historia de María Magdalena es impresionante. Amaba a Jesús con toda la fuerza de su corazón. A quien mucho se le perdona, mucho ama. María sigue a Jesús cuando es abandonado por casi todos. María lo acompaña cuando Jesús sube al Calvario, es testigo de su muerte, está allí cuando es colocado en el sepulcro. Y en la mañana del domingo María está junto al sepulcro de Jesús, llorando.
            “Señor, dame un corazón que sepa amarte como María”
            “Dame la fuerza de tu Espíritu para acompañarte siempre”
            “También a mí me has perdonado mucho. Te amo, Señor. Gracias”

María ama, pero no cree que Jesús pueda estar vivo. Su pena y sus lágrimas no le dejan ver claro: no se da cuenta de que le hablan dos ángeles, confunde al Señor con el hortelano...
Jesús la llama por su nombre: ¡María! Y aquella mujer se vuelve, clava su mirada en Jesús, su corazón se estremece y las lágrimas de la pena dan paso a las de la alegría: ¡Maestro!
Ojalá que en esta Pascua todos los cristianos escuchemos al Señor en nuestro corazón, pronunciado con amor nuestro nombre. Ojalá nos alegremos tanto como María.
            “También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor”

Señor, tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy, ahuyentas de mi corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas. Gracias, Señor, por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por mí.

Señor, María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su corazón de mujer y dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que también yo, Señor, sea agradecido, te ame, te siga con confianza y te sirva con generosidad.

Señor, Magdalena estuvo siempre a tu lado, en tu pasión, muerte y sepultura. Que también yo esté junto a Ti, en los que sufren, cuando no te sienta cerca y cuando la fe me traiga más problemas que satisfacciones.

Señor, tú premiaste la fidelidad de la Magdalena saliendo a su encuentro después de tu resurrección y llamándola por su nombre, para convertir su duelo en danzas.Señor, que escuche mi nombre salido de tu corazón y me deje alcanzar por ti, por tu alegría, tu paz, tu fuerza...

Señor, tú confiaste a María Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y cuentas conmigo para transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu, para cumplir esta misión con la alegría y la entrega de María Magdalena. Amén

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Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros:
«Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner los ojos,
nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón.

Desde que tú te fuiste nos han quitado el alma
y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza,
ni encontrarnos una sola alegría que no tenga venenos.

¿Dónde estas? ¡Dónde fuiste, jardinero del alma,
en qué sepulcro, en qué jardín te escondes?
¿O es que tú estás delante de nuestros mismos ojos y no sabemos verte?
¿estás en los hermanos y no te conocemos?
¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos
y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte?

Llámame por mi nombre para que yo te vea,
para que reconozca la voz con que hace años
me llamaste a la vida en el bautismo,
para que redescubra que tú eres mi maestro.
Y envíame de nuevo a transmitir de nuevo tu gozo a mis hermanos,
hazme apóstol de apóstoles
como aquella mujer privilegiada
que, porque te amó tanto,
conoció el privilegio de beber la primera
el primer sorbo de tu resurrección.

Martín Descalzo


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 13 de abril de 2020

Lunes 13 de abril

Lunes de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A lo largo del tiempo de Pascua, las lecturas evangélicas nos narran las apariciones del Señor a sus discípulos. El encuentro con Jesús resucitado es un estallido de alegría.
            “Señor, gracias porque también quieres encontrarte conmigo”
            “Señor, yo también quiero encontrarme contigo”
            “Contágiame la alegría de la Pascua”

Del encuentro con el Resucitado nace la misión: “Id a decir a mis hermanos...”. Jesús mismo envía. Nos envía para anunciar su resurrección, para que también otros puedan encontrarse con él y llenarse de alegría
            “Señor, ¿A dónde me envías? ¿cuál es mi misión?”
            “Señor, aquí estoy, envíame, estoy dispuesto”
            “Perdona mi pecado contra la alegría de la Pascua”

La fuerza de la resurrección puede resucitar a un muerto, pero no puede dar la fe a quien no la quiere, no puede abrir el corazón de aquellos que quieren estar cerrados. Ésta es la historia de los sumos sacerdotes. Y es también nuestra historia. Muchas veces no nos dejamos resucitar por el Resucitado, no abrimos el corazón.
            “En esta Pascua, Señor, te abro el corazón de par en par”
            “Perdona mi cerrazón y mi falta de fe”

Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en las manos la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,
sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.
Gracias por este gozo,
gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar inauguraste
la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,
este milagro de ser hombres y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.

José Luis Martín Descalzo

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Pasar de nuestros refugios a la plaza,
del silencio a la denuncia,
del miedo a la valentía,
de la mentira a la verdad,
de la seguridad a la intemperie,
del sueño a la vigilia,
de la estupidez a la sabiduría,
de la cerrazón a la apertura,
de la petición a la alabanza,
de la ley al Evangelio...

Pasar de nuestro mundo a la aldea de enfrente
de la indiferencia al compromiso,
de la cobardía al coraje,
del odio al perdón,
de la tristeza a la alegría,
del rencor a la reconciliación,
del ruido al silencio,
del desarraigo al arraigo,
de la posesión al compartir,
de la esclavitud a la libertad...

Pasar de nuestros dominios al reverso de la historia,
del agobio a la paz,
de la injusticia a la justicia,
de la indeferencia a la solicitud,
del egoísmo al amor,
del poder al servicio,
de la oscuridad a la luz,
del temor al gozo
de la sorpresa al seguimiento,
del desaliento a la esperanza...

Pasar de nuestro mundo a tu regazo,
de nuestra soledad a tu compañía...
¡Soltar lastre!
y preparar así tu pascua,
para pasar de la muerte a la vida.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.