Jueves de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 40-49
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que os dé a beber un
vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin
recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría
que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida,
que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el
Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el
gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego.
Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Todas nuestras acciones que hacemos tienen su repercusión en nosotros mismos, en los demás, en el proyecto del Reino de Dios.
Las acciones buenas, por pequeñas e insignificantes que parezcan: dar un
vaso de agua, sonreír, guiñar un ojo... Cualquier cosa que hagamos nos
engrandece, alegra a quien está a nuestro lado, y hace que el Reino de
Dios se haga presente un poco más. Es como una pizca de sal que da buen
sabor a la vida.
Y las acciones malas, aunque parezcan intrascendentes, también tienen
sus reprecisiones negativas. Por eso, este Evangelio nos llama a evitar
cualquier ocasión de pecar, de hacer daño, de escandalizar.
Sin embargo, no solemos valorar las acciones pequeñas, sean buenas o malas. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Cenar con los amigos,
abrirles el corazón sin miedo,
lavarles los pies con mimo y respeto,
hacerse pan tierno compartido
y vino nuevo bebido.
Embriagarse de Dios,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Visitar a los enfermos,
cuidar a ancianos y niños,
dar de comer a los hambrientos
y de beber a los sedientos;
liberar a presos y cautivos,
vestir a los desnudos,
acoger a emigrantes y perdidos,
sepultar dignamente a los muertos.
No olvidarse de los vivos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Enseñar al que no sabe,
dar buen consejo al que necesita,
corregir al que se equivoca,
perdonar injurias y torpezas,
consolar al triste,
tener paciencia con las flaquezas del prójimo.
Pedir a Dios por amigos y enemigos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Trabajar por la justicia,
empeñarse en una paz duradera,
decir no a las armas,
desvivirse en proyectos solidarios,
reducir nuestras cuentas y carteras,
superar las limosnas.
Amar hasta el extremo,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Ofrecer un vaso de agua,
brindar una palabra de consuelo,
denunciar leyes injustas,
parar el viaje de los negocios propios,
cargar con el herido
aunque no sea de la familia,
salir de mi casa y círculo
–chiringuito, grupo o castillo–.
Construir una ciudad para todos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Realizar el trabajo debidamente.
No defraudar a Hacienda.
Respetar la dignidad de todos.
Defender los Derechos Humanos.
Romper fronteras y guetos.
Dudar de fortunas y privilegios.
Crear desconcierto evangélico.
Amar como él nos ama,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Etcétera, etcétera, etcétera...
Un gesto sólo, uno sólo
desborda tu amor,
que se nos ofrece como manantial de vida.
Si nos dejamos alcanzar y lavar,
todos quedamos limpios,
como niños recién bañados,
para descansar en tu regazo.
¡Lávame, Señor!
¡Lávanos, Señor!
Florentino Ulibarri
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Arranca la mano de piedra,
que aprieta con saña
y apunta con odio,
cocina maldades
y pone cadenas…
Verás cómo crece
la mano de carne
que acuna y aquieta,
que quita cerrojos,
que escribe poemas
Arranca la pierna de piedra
que al pisar aplasta,
que avanza sin norte,
y, cerril, patea.
Verás cómo crece
la pierna de carne,
que baila ligera,
que te lleva, lejos,
donde Dios te llama,
donde el hombre espera.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 28 de febrero de 2019
miércoles, 27 de febrero de 2019
Miércoles 27 de febrero
Miércoles de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 38‑40
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:
—«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús respondió:
—«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“No es de los nuestros”. Es una expresión que ponemos muchas veces en la boca demasiado apresuradamente. Nos podríamos preguntar en qué momentos hemos dicho estas palabras u otras semejantes. ¿Quién no es de los nuestros, el que no forma parte de nuestro grupo, el que no piensa como nosotros, el que tiene la piel de otro color, el que viene de tierras lejanas? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu. Gracias, Señor.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 38‑40
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:
—«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús respondió:
—«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“No es de los nuestros”. Es una expresión que ponemos muchas veces en la boca demasiado apresuradamente. Nos podríamos preguntar en qué momentos hemos dicho estas palabras u otras semejantes. ¿Quién no es de los nuestros, el que no forma parte de nuestro grupo, el que no piensa como nosotros, el que tiene la piel de otro color, el que viene de tierras lejanas? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu. Gracias, Señor.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 26 de febrero de 2019
Martes 26 de febrero
Martes de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 29-36
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Como a los discípulos del Evangelio, a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos instruye sobre el misterio de su presencia en nuestro mundo, el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.
Discípulo significa seguidor, aprendiz; pero en el Evangelio a menudo los discípulos no entienden nada, y hoy, además tienen miedo a preguntar, les falta una fe sólida, necesitan profundizar más.
No es Jesús el que aleja a los discípulos de la realidad, son ellos los que miran hacia otro lado, los que se preocupan por quien es el más importante. Frente al orgullo y al afán de poder, Jesús nos llama al servicio y nos invita a ser acogedores.
¿Experimento cada día que soy importante, en la medida que soy más servicial?
¿Descubro la presencia de Dios en los que se acercan a mí, sobre todo en los más indefensos, necesitados y desvalidos?
¿Acojo a los demás como si acogiera al Padre?
Para salir de uno mismo
y andar por la vida,
para dejar lo ya conocido
y pasar por Samaría,
para conjugar tolerancia y radicalidad
a lo largo del camino,
para crear espacios evangélicos
y entrar en tu reino...
dame mirada corta, de orfebre,
que descubra, aprecie y ame
lo más diminuto y escondido,
y una mirada larga, de centinela,
para ver el horizonte que me espera
más allá de las montañas y la niebla.
Y esto, Señor, dámelo cada jornada
para poder gozar y recrear
lo que tu Espíritu siembra con mimo
en los espacios que piso y sueño
en este tiempo tan convulso y yermo
y con las utopías por el suelo.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 29-36
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Como a los discípulos del Evangelio, a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos instruye sobre el misterio de su presencia en nuestro mundo, el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.
Discípulo significa seguidor, aprendiz; pero en el Evangelio a menudo los discípulos no entienden nada, y hoy, además tienen miedo a preguntar, les falta una fe sólida, necesitan profundizar más.
No es Jesús el que aleja a los discípulos de la realidad, son ellos los que miran hacia otro lado, los que se preocupan por quien es el más importante. Frente al orgullo y al afán de poder, Jesús nos llama al servicio y nos invita a ser acogedores.
¿Experimento cada día que soy importante, en la medida que soy más servicial?
¿Descubro la presencia de Dios en los que se acercan a mí, sobre todo en los más indefensos, necesitados y desvalidos?
¿Acojo a los demás como si acogiera al Padre?
Para salir de uno mismo
y andar por la vida,
para dejar lo ya conocido
y pasar por Samaría,
para conjugar tolerancia y radicalidad
a lo largo del camino,
para crear espacios evangélicos
y entrar en tu reino...
dame mirada corta, de orfebre,
que descubra, aprecie y ame
lo más diminuto y escondido,
y una mirada larga, de centinela,
para ver el horizonte que me espera
más allá de las montañas y la niebla.
Y esto, Señor, dámelo cada jornada
para poder gozar y recrear
lo que tu Espíritu siembra con mimo
en los espacios que piso y sueño
en este tiempo tan convulso y yermo
y con las utopías por el suelo.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 25 de febrero de 2019
Lunes 25 de febrero
Lunes de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 13-28
En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos letrados discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
El les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso.
He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.
El les contestó: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar ? Traédmelo.
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Contestó él: Desde pequeño.
Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y el agua para acabar con él.
Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.
Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: ¿Por qué no pudimos echarlo nosotros? El les respondió: Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Mientras Jesús, Santiago y Juan están en el Tabor, un hombre ha llevado a su hijo enfermo para que Jesús lo curara, los otros discípulos han intentado expulsar el demonio y no lo han conseguido, y discuten con los maestros de la ley. La experiencia de la Transfiguración da paso otra vez a la solicitud pastoral de Jesús, la experiencia profunda de fe que han vivido, al reproche: “¡Generación incrédula!”.
Jesús se encuentra con la frustración del padre que, tras el fracaso de los discípulos, ve como se escapa la posibilidad de que su hijo sea sanado y que dirige a Jesús una llamada desesperada (otro intento más): “si algo puedes…”; y con la impotencia de los discípulos que han intentado solucionar algo en la ausencia de Jesús y no han sido capaces.
A veces en nuestra vida también vivimos ese choque entre la experiencia de la oración y los problemas y dificultades de la vida real, y hoy Jesús se nos presenta como ejemplo en los dos aspectos, subrayándonos la necesidad de la oración para ser capaces de actuar y vivir como discípulos suyos: “Esta clase de demonios no puede ser expulsada sino con la oración”. (Reflexiono un poco sobre la relación en mí entre la oración y la vida)
También nosotros tenemos experiencias similares a la del padre del niño epiléptico: intentos frustrados de solucionar algo importante para nosotros, una necesidad urgente en alguien cercano y querido, y llegamos a Jesús después de haberlo intentado por otros caminos. Y a la de los discípulos: intentar obrar como Jesús, creyéndonos autosuficientes, capaces por nosotros mismos. (Me paro un poco e intento traer alguna, reciente o profunda).
Desde las experiencias de impotencia y de fracaso, Jesús nos invita hoy:
- A descubrir la necesidad de escucharle y de estar en contacto con Él para poder vivir como seguidores suyos.
- A vivir la fe no como una excusa para la autosuficiencia sino como una apertura incondicional a la acción de Dios.
- A la oración como una llamada humilde y apremiante a la fe: “creo, pero dudo, ayúdame a tener más fe”.
Como los primeros discípulos
nos atrevemos a decir "auméntanos la fe",
pues hoy nos sentimos descolocados
y con las entrañas yermas
Agítanos, como el niño hace con el sonajero,
para que nuestra fe despierte y aflore
y se asemeje a ese pequeño grano de mostaza
que eclosiona, y destaca entre otras plantas;
o disuélvenos, como la sal se disuelve
para sazonar, y así descubre su ser
al darse y desaparecer.
Así arrancaremos de cuajo montañas,
saltaremos los muros que aprisionan,
no podrán atarnos cálculos ni leyes,
descubriremos el valor de las cosas pequeñas,
seguiremos tus pasos y huellas,
conservaremos la esperanza que nos sostiene
y brillará la luz que nos des en el horizonte.
En estos tiempos que corren,
tan marcados por la frivolidad y el poder,
y en los que la palabra ha perdido su sentido,
los hechos su verdad
y muchas personas su dignidad,
haznos servidores de tus anhelos
haciendo lo que tenemos que hacer.
Nosotros, Señor, queremos seguirte,
y siendo conscientes del momento
y aunque no se estilen estas decisiones,
anhelamos una fe adulta
que nos dé alegría y fuerza
para compartir la vida y sus huellas
con actitud evangélica.
¡Danos fe, un poco de fe,
la necesaria para seguirte,
por los caminos de la historia,
que tenemos delante
o que podemos descubrir,
para no perdernos y ser felices
junto a ti y todos los hermanos!
"¡Todo es posible al que cree!"
Graba en nuestro corazón, con tu gubia y sangre,
esta buena y sorprendente noticia.
Que sea llama que nos alumbre y queme,
que en nuestra debilidad nos haga fuertes
y que sepamos anunciarla en tu banquete
y allá por donde nos envíes.
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
¡Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 13-28
En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos letrados discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
El les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso.
He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.
El les contestó: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar ? Traédmelo.
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Contestó él: Desde pequeño.
Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y el agua para acabar con él.
Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.
Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: ¿Por qué no pudimos echarlo nosotros? El les respondió: Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Mientras Jesús, Santiago y Juan están en el Tabor, un hombre ha llevado a su hijo enfermo para que Jesús lo curara, los otros discípulos han intentado expulsar el demonio y no lo han conseguido, y discuten con los maestros de la ley. La experiencia de la Transfiguración da paso otra vez a la solicitud pastoral de Jesús, la experiencia profunda de fe que han vivido, al reproche: “¡Generación incrédula!”.
Jesús se encuentra con la frustración del padre que, tras el fracaso de los discípulos, ve como se escapa la posibilidad de que su hijo sea sanado y que dirige a Jesús una llamada desesperada (otro intento más): “si algo puedes…”; y con la impotencia de los discípulos que han intentado solucionar algo en la ausencia de Jesús y no han sido capaces.
A veces en nuestra vida también vivimos ese choque entre la experiencia de la oración y los problemas y dificultades de la vida real, y hoy Jesús se nos presenta como ejemplo en los dos aspectos, subrayándonos la necesidad de la oración para ser capaces de actuar y vivir como discípulos suyos: “Esta clase de demonios no puede ser expulsada sino con la oración”. (Reflexiono un poco sobre la relación en mí entre la oración y la vida)
También nosotros tenemos experiencias similares a la del padre del niño epiléptico: intentos frustrados de solucionar algo importante para nosotros, una necesidad urgente en alguien cercano y querido, y llegamos a Jesús después de haberlo intentado por otros caminos. Y a la de los discípulos: intentar obrar como Jesús, creyéndonos autosuficientes, capaces por nosotros mismos. (Me paro un poco e intento traer alguna, reciente o profunda).
Desde las experiencias de impotencia y de fracaso, Jesús nos invita hoy:
- A descubrir la necesidad de escucharle y de estar en contacto con Él para poder vivir como seguidores suyos.
- A vivir la fe no como una excusa para la autosuficiencia sino como una apertura incondicional a la acción de Dios.
- A la oración como una llamada humilde y apremiante a la fe: “creo, pero dudo, ayúdame a tener más fe”.
Como los primeros discípulos
nos atrevemos a decir "auméntanos la fe",
pues hoy nos sentimos descolocados
y con las entrañas yermas
Agítanos, como el niño hace con el sonajero,
para que nuestra fe despierte y aflore
y se asemeje a ese pequeño grano de mostaza
que eclosiona, y destaca entre otras plantas;
o disuélvenos, como la sal se disuelve
para sazonar, y así descubre su ser
al darse y desaparecer.
Así arrancaremos de cuajo montañas,
saltaremos los muros que aprisionan,
no podrán atarnos cálculos ni leyes,
descubriremos el valor de las cosas pequeñas,
seguiremos tus pasos y huellas,
conservaremos la esperanza que nos sostiene
y brillará la luz que nos des en el horizonte.
En estos tiempos que corren,
tan marcados por la frivolidad y el poder,
y en los que la palabra ha perdido su sentido,
los hechos su verdad
y muchas personas su dignidad,
haznos servidores de tus anhelos
haciendo lo que tenemos que hacer.
Nosotros, Señor, queremos seguirte,
y siendo conscientes del momento
y aunque no se estilen estas decisiones,
anhelamos una fe adulta
que nos dé alegría y fuerza
para compartir la vida y sus huellas
con actitud evangélica.
¡Danos fe, un poco de fe,
la necesaria para seguirte,
por los caminos de la historia,
que tenemos delante
o que podemos descubrir,
para no perdernos y ser felices
junto a ti y todos los hermanos!
"¡Todo es posible al que cree!"
Graba en nuestro corazón, con tu gubia y sangre,
esta buena y sorprendente noticia.
Que sea llama que nos alumbre y queme,
que en nuestra debilidad nos haga fuertes
y que sepamos anunciarla en tu banquete
y allá por donde nos envíes.
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
¡Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 24 de febrero de 2019
Domingo 24 de febrero
Domingo de la 7ª semana del t.o. C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 27‑38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las palabras de este Evangelio son tan fáciles de entender como difíciles de vivir. Creo que a todos nos parecen preciosas, pero quizá irrealizables. Sin embargo, no las pronunció Jesús para que se escribiera una de las páginas más bonitas del Evangelio. Jesús las predicó y, más aún, las vivió, para que también nosotros las vivamos.
"Señor, haznos parecidos a ti"
"Perdona nuestras revanchas y violencias"
"Danos tu Espíritu de paz"
¿Por qué tenemos que vivir de esta manera? Jesús nos da la razón más profunda: Dios es compasivo con todos, hace salir el sol para buenos y malos. Y nosotros, creados a su imagen, estamos llamados a ser y a vivir de la misma forma. Si Dios te ama cuando te conviertes en su enemigo, si presenta mil veces la mejilla, si te da todo lo suyo... ¿qué motivos tenemos para no hacer lo mismo con los hermanos?
En este domingo, damos gracias por muchas personas que, conociendo o no este evangelio, lo han vivido o lo viven. De esta manera construyen un mundo más humano, más habitable para todos.
Sobre buenos y malos, Padre,
haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes,
a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos,
de su dignidad,
de su bondad o malicia,
de su credo,
de su autoestima.
Amas a todos,
mas no eres neutral.
Amas al injusto,
pero detestas la injusticia.
Amas al pobre,
pero aborreces la pobreza.
Amas al engreído,
pero te hastía el orgullo.
Amas al pecador,
pero odias toda maldad.
Graba en nosotros
las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas
los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
dialogar con los disidentes,
acoger a los extranjeros,
prestar sin esperar recompensa,
defender a los débiles,
saludar a los caminantes,
y amar a todos
por encima de nuestros gustos
y preferencias.
Enséñanos, Padre,
a ser como Tú.
Que todos puedan decir:
Son hijas e hijos dignos de tal Padre.
Florentino Ulibarri
Gracias, Señor, por todas las personas que no apagan su bondad en la noche de la maldad;
que se abrazan con fuerza a la compasión, para no dejarse llevar por el viento del resentimiento;
que no se arrodillan ante el poder y el dinero, ante el chantaje y la comodidad;
Gracias por las personas que siguen teniendo un corazón libre para amar y luchar, aún cuando sus manos y sus pies están encadenados;
que son capaces de dar la vida por los que sufren, sin atentar contra quienes piensan y actúan distinto;
que siguen luchando por la justicia y la verdad,
un día, un año y toda una vida, a pesar de incomprensiones y persecuciones.
Señor, gracias por la luz y fuerza interior que das a estas personas. Ayúdame, también a mi,
a ser el amo de mi destino, el capitán de mi alma.
Inspirada en una oración de Nelson Mandela
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 27‑38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las palabras de este Evangelio son tan fáciles de entender como difíciles de vivir. Creo que a todos nos parecen preciosas, pero quizá irrealizables. Sin embargo, no las pronunció Jesús para que se escribiera una de las páginas más bonitas del Evangelio. Jesús las predicó y, más aún, las vivió, para que también nosotros las vivamos.
"Señor, haznos parecidos a ti"
"Perdona nuestras revanchas y violencias"
"Danos tu Espíritu de paz"
¿Por qué tenemos que vivir de esta manera? Jesús nos da la razón más profunda: Dios es compasivo con todos, hace salir el sol para buenos y malos. Y nosotros, creados a su imagen, estamos llamados a ser y a vivir de la misma forma. Si Dios te ama cuando te conviertes en su enemigo, si presenta mil veces la mejilla, si te da todo lo suyo... ¿qué motivos tenemos para no hacer lo mismo con los hermanos?
En este domingo, damos gracias por muchas personas que, conociendo o no este evangelio, lo han vivido o lo viven. De esta manera construyen un mundo más humano, más habitable para todos.
Sobre buenos y malos, Padre,
haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes,
a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos,
de su dignidad,
de su bondad o malicia,
de su credo,
de su autoestima.
Amas a todos,
mas no eres neutral.
Amas al injusto,
pero detestas la injusticia.
Amas al pobre,
pero aborreces la pobreza.
Amas al engreído,
pero te hastía el orgullo.
Amas al pecador,
pero odias toda maldad.
Graba en nosotros
las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas
los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
dialogar con los disidentes,
acoger a los extranjeros,
prestar sin esperar recompensa,
defender a los débiles,
saludar a los caminantes,
y amar a todos
por encima de nuestros gustos
y preferencias.
Enséñanos, Padre,
a ser como Tú.
Que todos puedan decir:
Son hijas e hijos dignos de tal Padre.
Florentino Ulibarri
Gracias, Señor, por todas las personas que no apagan su bondad en la noche de la maldad;
que se abrazan con fuerza a la compasión, para no dejarse llevar por el viento del resentimiento;
que no se arrodillan ante el poder y el dinero, ante el chantaje y la comodidad;
Gracias por las personas que siguen teniendo un corazón libre para amar y luchar, aún cuando sus manos y sus pies están encadenados;
que son capaces de dar la vida por los que sufren, sin atentar contra quienes piensan y actúan distinto;
que siguen luchando por la justicia y la verdad,
un día, un año y toda una vida, a pesar de incomprensiones y persecuciones.
Señor, gracias por la luz y fuerza interior que das a estas personas. Ayúdame, también a mi,
a ser el amo de mi destino, el capitán de mi alma.
Inspirada en una oración de Nelson Mandela
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 23 de febrero de 2019
Sábado 23 de febrero
Sábado de la 6ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Le preguntaron: ¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías ? Les contestó él: Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús es un buen maestro. Enseña con claridad cuál es el camino a seguir: coger la cruz, dar la vida... Pero también muestra el fin del camino: la vida, la felicidad, la alegría; en definitiva: la resurrección.
Si los rechazos sufridos por Jesús son anticipo de su muerte, la transfiguración es un anticipo de la resurrección.
Y con un anticipo de la resurrección, la cruz sigue siendo cruz, pero la podemos abrazar con esperanza.
En la escuela de la vida el Señor nos enseña a precisamente a vivir. Tenemos que estar atentos a lo que hacemos, a lo que sentimos. Si estamos atentos nos daremos cuenta de que la cruz del Señor, a la larga, es la más ligera; y la vida que nos ofrece, la más grande.
"Señor, levanta nuestra esperanza"
"Cura nuestra desilusión"
"Enséñanos en camino de la vida"
Necesitamos buscar "espacios de transfiguración", espacios para estar a gusto con el Señor, para gozar de su presencia. Los podemos encontrar en momentos de oración, en la celebración de los sacramentos, en la gente que nos quiere, en los lugares que nos resultan acogedores. ¿Cómo vas a buscar estos espacios? ¿cómo los vas a ofrecer a los demás? Cuéntaselo a Jesús.
Debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
arde un fuego
poderoso.
La fuerza
de un Dios late, discreta,
en el pozo de los anhelos
y los sueños.
A veces asoma, y es
palabra humilde,
caricia,
gesto de amor,
mirada humana,
alegre bullicio,
silencio reconciliado.
Brillan más los ojos,
un fulgor distinto colorea el rostro,
se entonan
melodías vivaces,
ese canturreo crece,
contagia a muchos,
y por un instante de comunión
nace un clamor de júbilo.
Se está bien aquí.
Menos uno, y más nosotros.
Luego se impone la vida
con sus rutinas.
Pero sabemos que
debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
late Dios.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
--------------------------------------------------
Ahora que no hay novedad en nuestra vida
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva,
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.
Ahora que tu palabra rompe nuestros planes
y el horizonte se nos nubla y cierra,
y en los caminos se mezclan tantas huellas,
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos
y acoger tu insólita propuesta
de subir contigo a la montaña.
Y una vez en el monte,
dejar que se enciendan
esas luces que nunca engañan
y que transforman la vida con solo presentirlas:
la luz, el fuego, los profetas,
la palabra, la brisa, la nube de gloria,
y la cercanía de Dios en tu carne humana.
Y después, bajar de nuevo a las sendas
para andar a ras de tierra
y convivir con tanta vida rota
que necesita compañía y misericordia;
y así, llevar en las entrañas
la experiencia de tu amistad y gloria
aunque el horizonte siga a oscuras.
Porque en esta historia Tú siempre estás
rondando nuestra espera
o esperando nuestra llegada
a las zonas marginadas de la vida y de la historia.
¡Qué gran horizonte y tarea, para no aburrirnos
y recrearnos en esta época triste y oscura.
¡Vamos a encontrarnos, Señor, en esta tierra!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Le preguntaron: ¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías ? Les contestó él: Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús es un buen maestro. Enseña con claridad cuál es el camino a seguir: coger la cruz, dar la vida... Pero también muestra el fin del camino: la vida, la felicidad, la alegría; en definitiva: la resurrección.
Si los rechazos sufridos por Jesús son anticipo de su muerte, la transfiguración es un anticipo de la resurrección.
Y con un anticipo de la resurrección, la cruz sigue siendo cruz, pero la podemos abrazar con esperanza.
En la escuela de la vida el Señor nos enseña a precisamente a vivir. Tenemos que estar atentos a lo que hacemos, a lo que sentimos. Si estamos atentos nos daremos cuenta de que la cruz del Señor, a la larga, es la más ligera; y la vida que nos ofrece, la más grande.
"Señor, levanta nuestra esperanza"
"Cura nuestra desilusión"
"Enséñanos en camino de la vida"
Necesitamos buscar "espacios de transfiguración", espacios para estar a gusto con el Señor, para gozar de su presencia. Los podemos encontrar en momentos de oración, en la celebración de los sacramentos, en la gente que nos quiere, en los lugares que nos resultan acogedores. ¿Cómo vas a buscar estos espacios? ¿cómo los vas a ofrecer a los demás? Cuéntaselo a Jesús.
Debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
arde un fuego
poderoso.
La fuerza
de un Dios late, discreta,
en el pozo de los anhelos
y los sueños.
A veces asoma, y es
palabra humilde,
caricia,
gesto de amor,
mirada humana,
alegre bullicio,
silencio reconciliado.
Brillan más los ojos,
un fulgor distinto colorea el rostro,
se entonan
melodías vivaces,
ese canturreo crece,
contagia a muchos,
y por un instante de comunión
nace un clamor de júbilo.
Se está bien aquí.
Menos uno, y más nosotros.
Luego se impone la vida
con sus rutinas.
Pero sabemos que
debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
late Dios.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
--------------------------------------------------
Ahora que no hay novedad en nuestra vida
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva,
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.
Ahora que tu palabra rompe nuestros planes
y el horizonte se nos nubla y cierra,
y en los caminos se mezclan tantas huellas,
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos
y acoger tu insólita propuesta
de subir contigo a la montaña.
Y una vez en el monte,
dejar que se enciendan
esas luces que nunca engañan
y que transforman la vida con solo presentirlas:
la luz, el fuego, los profetas,
la palabra, la brisa, la nube de gloria,
y la cercanía de Dios en tu carne humana.
Y después, bajar de nuevo a las sendas
para andar a ras de tierra
y convivir con tanta vida rota
que necesita compañía y misericordia;
y así, llevar en las entrañas
la experiencia de tu amistad y gloria
aunque el horizonte siga a oscuras.
Porque en esta historia Tú siempre estás
rondando nuestra espera
o esperando nuestra llegada
a las zonas marginadas de la vida y de la historia.
¡Qué gran horizonte y tarea, para no aburrirnos
y recrearnos en esta época triste y oscura.
¡Vamos a encontrarnos, Señor, en esta tierra!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 22 de febrero de 2019
Viernes 22 de febrero
Cátedra de San Pedro
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 16,13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús
preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hambre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas.»
El les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¿Quién es Jesús? ¿Quién es Jesús para ti? ¿un maestro de vida? ¿un amigo al que acudo cuando lo necesito? ¿un hombre excepcional? ¿el Señor que conduce mi vida? ¿el salvador de mis miedos y mis pecados? ¿el Mesías, el Hijo de Dios, que revela el rostro del Padre? ¿el Amado?
No respondas sólo con la cabeza, responde también con la vida.
Piensa también ¿Quién debería ser Jesús en ti? ¿qué pasos tienes que dar para avanzar hacia ese ideal?
Tú eres
la brisa que alienta todas mis horas,
la lluvia que empapa mis células,
la luz que ilumina mi caminar,
el friego que acrisola mi vida entera.
La nube que nos acompaña de día y de noche,
la roca de manantiales de agua limpia y fresca,
el perfume que penetra por todas las rendijas,
el techo que nos cobija de toda inclemencia,
eres Tú.
Tú,
tienda de lona en el desierto;
flor que florece todas las primaveras;
campo de cultivo, tierra mullida;
aljibe comunal a la vera del camino.
La mano que sostiene,
la sonrisa que relaja,
el rostro que serena,
el regazo que acoge,
Tú.
Tú has puesto en lo más íntimo de mi ser
el anhelo de vivir y gozar,
el deseo de abrir mi corazón,
de contemplar la amplitud del mundo,
de conocerte más y más,
de estar en silencio... contigo.
Florentino Ulibarri
Hoy es la fiesta de la Cátedra de San Pedro, una Cátedra desde la que los sucesores de Pedro presiden a todas las Iglesias para que permanezcan unidas en la misma fe que un día San Pedro confesara en Cesarea de Filipo. Damos gracias a Dios por el Papa, por su magisterio; Rezamos por el Papa y por todos los pastores de la Iglesia, para que sean transparencia de Jesús, el Buen Pastor:
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Salmo 22
--------------------
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes prados me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.
Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones,
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías
y huecas promesas,
de trampas y enemigos,
Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque mis trabajos sean duros y urgentes
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía procura serenidad a mi obrar,
plenifica mis anhelos y mi ser,
y hace inútil todo febril activismo.
Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume;
y me permite brindar, cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.
El Señor es mi pastor.
Él busca a las que están perdidas,
sana a las enfermas,
enseña a las erradas,
cura a las heridas,
carga con las cansadas,
alimenta a las hambrientas,
mima a las preñadas
y da vida a todas.
¡El Señor es el único líder que no avasalla!
Él hace honor a su nombre
dando a nuestras vidas dignidad y talla.
Nada temo a los profetas de calamidades,
ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres,
¡porque tú vas conmigo!
Has preparado un banquete de amor fraterno
para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos
y cuáles han de ser mis sendas del futuro.
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía
con su presencia cargada de vida!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 16,13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús
preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hambre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas.»
El les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¿Quién es Jesús? ¿Quién es Jesús para ti? ¿un maestro de vida? ¿un amigo al que acudo cuando lo necesito? ¿un hombre excepcional? ¿el Señor que conduce mi vida? ¿el salvador de mis miedos y mis pecados? ¿el Mesías, el Hijo de Dios, que revela el rostro del Padre? ¿el Amado?
No respondas sólo con la cabeza, responde también con la vida.
Piensa también ¿Quién debería ser Jesús en ti? ¿qué pasos tienes que dar para avanzar hacia ese ideal?
Tú eres
la brisa que alienta todas mis horas,
la lluvia que empapa mis células,
la luz que ilumina mi caminar,
el friego que acrisola mi vida entera.
La nube que nos acompaña de día y de noche,
la roca de manantiales de agua limpia y fresca,
el perfume que penetra por todas las rendijas,
el techo que nos cobija de toda inclemencia,
eres Tú.
Tú,
tienda de lona en el desierto;
flor que florece todas las primaveras;
campo de cultivo, tierra mullida;
aljibe comunal a la vera del camino.
La mano que sostiene,
la sonrisa que relaja,
el rostro que serena,
el regazo que acoge,
Tú.
Tú has puesto en lo más íntimo de mi ser
el anhelo de vivir y gozar,
el deseo de abrir mi corazón,
de contemplar la amplitud del mundo,
de conocerte más y más,
de estar en silencio... contigo.
Florentino Ulibarri
Hoy es la fiesta de la Cátedra de San Pedro, una Cátedra desde la que los sucesores de Pedro presiden a todas las Iglesias para que permanezcan unidas en la misma fe que un día San Pedro confesara en Cesarea de Filipo. Damos gracias a Dios por el Papa, por su magisterio; Rezamos por el Papa y por todos los pastores de la Iglesia, para que sean transparencia de Jesús, el Buen Pastor:
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Salmo 22
--------------------
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes prados me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.
Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones,
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías
y huecas promesas,
de trampas y enemigos,
Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque mis trabajos sean duros y urgentes
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía procura serenidad a mi obrar,
plenifica mis anhelos y mi ser,
y hace inútil todo febril activismo.
Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume;
y me permite brindar, cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.
El Señor es mi pastor.
Él busca a las que están perdidas,
sana a las enfermas,
enseña a las erradas,
cura a las heridas,
carga con las cansadas,
alimenta a las hambrientas,
mima a las preñadas
y da vida a todas.
¡El Señor es el único líder que no avasalla!
Él hace honor a su nombre
dando a nuestras vidas dignidad y talla.
Nada temo a los profetas de calamidades,
ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres,
¡porque tú vas conmigo!
Has preparado un banquete de amor fraterno
para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos
y cuáles han de ser mis sendas del futuro.
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía
con su presencia cargada de vida!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 21 de febrero de 2019
Jueves 21 de febrero
Jueves de la 6ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Llega el tiempo de exámenes. Jesús, nuestro Maestro, nos pregunta: ¿quién decís que soy yo?
¿Sabes la respuesta? No tengas prisa en responder. No pienses solamente en lo que sabes, piensa en tu relación personal con él, piensa en cómo él influye en la vida de cada día. Cuando lo hayas pensado, dile la respuesta al Maestro.
¿Quieres sacar buena nota? Entonces respóndele a otra pregunta: ¿quién te gustaría que fuera Jesús en tu vida?
El examen oral ha terminado. Seguro que has obtenido un "sobresaliente". No obstante, ¡ten cuidado! ¡ojo! Pedro sacó matrícula de honor en el oral, pero en el práctico... fue un desastre. Da gracias a Dios por conocerlo y pide la fuerza de su Espíritu para vivir de acuerdo con ese conocimiento.
Esta reflexión de Madre Teresa de Calcuta nos puede ayudar a expresar lo que sentimos por Jesús:
Para mí, Jesús es
El Verbo hecho carne.
El Pan de la vida.
La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados.
El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa por los pecados del mundo y por los míos propios.
La Palabra, para ser dicha.
La Verdad, para ser proclamada.
El Camino, para ser recorrido.
La luz, para ser encendida.
La Vida, para ser vivida.
El Amor, para ser amado.
La Alegría, para ser compartida.
El sacrificio, para ser dado a otros.
El Pan de Vida, para que sea mi sustento.
El Hambriento, para ser alimentado.
El Sediento, para ser saciado.
El Desnudo, para ser vestido.
El Desamparado, para ser recogido.
El Enfermo, para ser curado.
El Solitario, para ser amado.
El Indeseado, para ser querido.
El Leproso, para lavar sus heridas.
El Mendigo, para darle una sonrisa.
El Alcoholizado, para escucharlo.
El Deficiente Mental, para protegerlo.
El Pequeñín, para abrazarlo.
El Ciego, para guiarlo.
El Mudo, para hablar por él.
El Tullido, para caminar con él.
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.
El Preso, para ser visitado.
El Anciano, para ser atendido.
Para mí, Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único amor.
Jesús es mi Todo.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Llega el tiempo de exámenes. Jesús, nuestro Maestro, nos pregunta: ¿quién decís que soy yo?
¿Sabes la respuesta? No tengas prisa en responder. No pienses solamente en lo que sabes, piensa en tu relación personal con él, piensa en cómo él influye en la vida de cada día. Cuando lo hayas pensado, dile la respuesta al Maestro.
¿Quieres sacar buena nota? Entonces respóndele a otra pregunta: ¿quién te gustaría que fuera Jesús en tu vida?
El examen oral ha terminado. Seguro que has obtenido un "sobresaliente". No obstante, ¡ten cuidado! ¡ojo! Pedro sacó matrícula de honor en el oral, pero en el práctico... fue un desastre. Da gracias a Dios por conocerlo y pide la fuerza de su Espíritu para vivir de acuerdo con ese conocimiento.
Esta reflexión de Madre Teresa de Calcuta nos puede ayudar a expresar lo que sentimos por Jesús:
Para mí, Jesús es
El Verbo hecho carne.
El Pan de la vida.
La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados.
El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa por los pecados del mundo y por los míos propios.
La Palabra, para ser dicha.
La Verdad, para ser proclamada.
El Camino, para ser recorrido.
La luz, para ser encendida.
La Vida, para ser vivida.
El Amor, para ser amado.
La Alegría, para ser compartida.
El sacrificio, para ser dado a otros.
El Pan de Vida, para que sea mi sustento.
El Hambriento, para ser alimentado.
El Sediento, para ser saciado.
El Desnudo, para ser vestido.
El Desamparado, para ser recogido.
El Enfermo, para ser curado.
El Solitario, para ser amado.
El Indeseado, para ser querido.
El Leproso, para lavar sus heridas.
El Mendigo, para darle una sonrisa.
El Alcoholizado, para escucharlo.
El Deficiente Mental, para protegerlo.
El Pequeñín, para abrazarlo.
El Ciego, para guiarlo.
El Mudo, para hablar por él.
El Tullido, para caminar con él.
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.
El Preso, para ser visitado.
El Anciano, para ser atendido.
Para mí, Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único amor.
Jesús es mi Todo.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 20 de febrero de 2019
Miércoles 20 de febrero
Miércoles de la 6ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida.
Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
El lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Nos preguntamos ¿Cómo andamos de vista? ¿Nuestra mirada es como la de Jesús?
Cuando miro a las personas ¿veo árboles que andan o hermanos a los que debemos amar?
Cuando me imagino a Dios ¿veo a un Poder que nos agobia, un Policía que nos vigila, o un Padre que nos acoge?
Cuando vivo situaciones difíciles ¿veo solamente una cruz de la que escapar o posibilidades para crecer?
Cuando me miro ¿me doy cuenta sólo de mis fallos, me fijo exclusivamente en mis virtudes, o descubro equilibradamente mis posibilidades y carencias?
Cuando miro ¿me dejo impresionar por los detalles pequeños de la vida? ¿miro por simple curiosidad, por interés o por amor?
"Señor, toca mis ojos y cura mi mirada"
"Que sepa mirar como tú, Señor"
"Perdona mi mirada estrecha y egoísta"
Y ahora se trata de asumir un reto: acercar al Señor a los ciegos que conozcamos, para que puedan volver a ver. ¿Qué le dices a Jesús?
A veces nos encontramos
como el ciego en el camino.
Tenemos los ojos cerrados a la luz.
Buscamos, deseamos y necesitamos
algo más para atravesar las calles
de la vida.
Pero nos ciegan cosas;
es la vida con sus luces de colores;
es el dinero, es la moda y la propaganda...
Estamos comenzando a vivir
y todos quieren nuestras vidas.
Dios de la luz y de la libertad:
a Tí que eres el Dios único,
venimos a pedirte rebeldía.
Llega a nosotros la propaganda
del mundo de lo fácil,
de lo cómodo y del placer...
y nos dejamos apresar como moscas en la miel.
Queremos abrir los ojos y ver
la verdad de las cosas
y de nosotros mismos.
Danos rebeldía para no vendernos
ante nada ni ante nadie;
para amar la verdad por encima de todo;
para desenmascarar la farsa del mundo;
para matar a todos los ídolos.
Ven a nuestras vidas
a romper nuestras ataduras;
a sacarnos de la mentira,
a abrirnos los ojos;
a levantarnos del suelo;
a liberarnos de los dioses.
Porque sólo Tú eres la verdad,
y sin Ti renacen los ídolos.
Porque solo tue eres luz y libertad,
y sin ti podemos caminar.
Porque sólo Tú pones las cosas en su sitio
y nos enseñas a usarlas sin adorarlas
Sólo tu nos haces libres.
Haznos creyentes en Ti,
simplemente creyentes,
para que seamos rebeldes,
libres y solidarios,
en todas las encrucijadas de la vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida.
Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
El lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Nos preguntamos ¿Cómo andamos de vista? ¿Nuestra mirada es como la de Jesús?
Cuando miro a las personas ¿veo árboles que andan o hermanos a los que debemos amar?
Cuando me imagino a Dios ¿veo a un Poder que nos agobia, un Policía que nos vigila, o un Padre que nos acoge?
Cuando vivo situaciones difíciles ¿veo solamente una cruz de la que escapar o posibilidades para crecer?
Cuando me miro ¿me doy cuenta sólo de mis fallos, me fijo exclusivamente en mis virtudes, o descubro equilibradamente mis posibilidades y carencias?
Cuando miro ¿me dejo impresionar por los detalles pequeños de la vida? ¿miro por simple curiosidad, por interés o por amor?
"Señor, toca mis ojos y cura mi mirada"
"Que sepa mirar como tú, Señor"
"Perdona mi mirada estrecha y egoísta"
Y ahora se trata de asumir un reto: acercar al Señor a los ciegos que conozcamos, para que puedan volver a ver. ¿Qué le dices a Jesús?
A veces nos encontramos
como el ciego en el camino.
Tenemos los ojos cerrados a la luz.
Buscamos, deseamos y necesitamos
algo más para atravesar las calles
de la vida.
Pero nos ciegan cosas;
es la vida con sus luces de colores;
es el dinero, es la moda y la propaganda...
Estamos comenzando a vivir
y todos quieren nuestras vidas.
Dios de la luz y de la libertad:
a Tí que eres el Dios único,
venimos a pedirte rebeldía.
Llega a nosotros la propaganda
del mundo de lo fácil,
de lo cómodo y del placer...
y nos dejamos apresar como moscas en la miel.
Queremos abrir los ojos y ver
la verdad de las cosas
y de nosotros mismos.
Danos rebeldía para no vendernos
ante nada ni ante nadie;
para amar la verdad por encima de todo;
para desenmascarar la farsa del mundo;
para matar a todos los ídolos.
Ven a nuestras vidas
a romper nuestras ataduras;
a sacarnos de la mentira,
a abrirnos los ojos;
a levantarnos del suelo;
a liberarnos de los dioses.
Porque sólo Tú eres la verdad,
y sin Ti renacen los ídolos.
Porque solo tue eres luz y libertad,
y sin ti podemos caminar.
Porque sólo Tú pones las cosas en su sitio
y nos enseñas a usarlas sin adorarlas
Sólo tu nos haces libres.
Haznos creyentes en Ti,
simplemente creyentes,
para que seamos rebeldes,
libres y solidarios,
en todas las encrucijadas de la vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 19 de febrero de 2019
Martes 19 de febrero
Martes de la 6ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 14-21
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Ellos comentaban: Lo dice porque no tenemos pan.
Dándose cuenta, les dijo Jesús: ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis? Ellos contestaron: Doce ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil? Le respondieron: Siete.
El les dijo: ¿Y no acabáis de entender?
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús advierte a sus discípulos de las malas maneras que gastan los fariseos y Herodes. Pero entienden las palabras de Jesús como un reproche contra ellos. A los discípulos les cuesta entender a Jesús. ¡Es tan distinto a todo lo que han conocido!
A nosotros nos pasa lo mismo. Tenemos dificultades para comprender. Por eso, necesitamos paciencia, mucha paciencia, para asumir que la santidad es una larga carrera, en la que los retrocesos y los parones forman parte de su desarrollo. Lo importante es querer avanzar y poner los medios para hacerlo.
"Señor, dame paciencia para no tirar la toalla"
"Ilumíname con tu luz, Señor"
"Dame la fuerza de tu Espíritu"
Pero no gastemos toda la paciencia con nosotros mismos. Necesitamos también emplearla con los demás. En ocasiones no nos comprenden, o nos comprenden poco o muy lentamente.
"Señor, perdona mi falta de comprensión"
"Ayúdame a esperar en mis hermanos"
"Gracias por las personas que han sido pacientes conmigo"
Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.
Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.
Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.
Cuando me hablas y no comprendo o no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.
Cuando no sé qué camino debo elegir,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.
Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mí, sin reservarte nada.
Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.
Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.
En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.
Señor, que sepa aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda.
Y que tu paciencia me ayude a ser paciente con los hermanos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 14-21
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Ellos comentaban: Lo dice porque no tenemos pan.
Dándose cuenta, les dijo Jesús: ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis? Ellos contestaron: Doce ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil? Le respondieron: Siete.
El les dijo: ¿Y no acabáis de entender?
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús advierte a sus discípulos de las malas maneras que gastan los fariseos y Herodes. Pero entienden las palabras de Jesús como un reproche contra ellos. A los discípulos les cuesta entender a Jesús. ¡Es tan distinto a todo lo que han conocido!
A nosotros nos pasa lo mismo. Tenemos dificultades para comprender. Por eso, necesitamos paciencia, mucha paciencia, para asumir que la santidad es una larga carrera, en la que los retrocesos y los parones forman parte de su desarrollo. Lo importante es querer avanzar y poner los medios para hacerlo.
"Señor, dame paciencia para no tirar la toalla"
"Ilumíname con tu luz, Señor"
"Dame la fuerza de tu Espíritu"
Pero no gastemos toda la paciencia con nosotros mismos. Necesitamos también emplearla con los demás. En ocasiones no nos comprenden, o nos comprenden poco o muy lentamente.
"Señor, perdona mi falta de comprensión"
"Ayúdame a esperar en mis hermanos"
"Gracias por las personas que han sido pacientes conmigo"
Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.
Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.
Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.
Cuando me hablas y no comprendo o no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.
Cuando no sé qué camino debo elegir,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.
Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mí, sin reservarte nada.
Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.
Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.
En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.
Señor, que sepa aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda.
Y que tu paciencia me ayude a ser paciente con los hermanos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 18 de febrero de 2019
Lunes 18 de febrero
Lunes de la 6ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús curaba ciegos, cojos, mudos... Jesús da de comer a miles de personas con unos pocos panes... Jesús espabila la esperanza de los tristes, levanta a los que se caen... Sin embargo para los fariseos no es suficiente. Por eso, piden a Jesús un signo del cielo.
A veces también nosotros somos así. Hemos visto la luz de Dios en algunos momentos, hemos sentido su amor en nuestro corazón... Pero no nos basta. Y estamos pidiendo continuamente a Dios que se nos manifieste, que nos de pruebas de su existencia, de su cercanía, de la vocación a la que nos llama...
Bajo las olas agitadas del odio,
¡cuánta bondad, Señor,
y cuánto amor hay en nuestro mundo!
El bien queda oculto
a las miradas superficiales
y sólo se descubre
con los ojos del corazón.
Hay que sanar el corazón
para poder contemplar las maravillas del Espíritu.
Sorprender al pobre que da a otro pobre
la moneda que él necesitaba para vivir;
encontrar a la mujer que ya ha perdonado
a quien acaba de asesinar a su hijo;
conocer al apóstol
que deja a su padre y a su madre,
que abandona su casa, su lengua, su cultura, su país
y marcha para siempre
a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Señor, ilumina los ojos de nuestro espíritu,
descúbrenos las maravillas que realizas
continuamente en nosotros
y enséñanos a cantar el magnificat
de acción de gracias
para alabanza de tu gloria.
Amén.
Ángel Sanz Arribas, cmf.
Y, hoy como ayer, Jesús suspira profundamente... y marcha a otra parte.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús curaba ciegos, cojos, mudos... Jesús da de comer a miles de personas con unos pocos panes... Jesús espabila la esperanza de los tristes, levanta a los que se caen... Sin embargo para los fariseos no es suficiente. Por eso, piden a Jesús un signo del cielo.
A veces también nosotros somos así. Hemos visto la luz de Dios en algunos momentos, hemos sentido su amor en nuestro corazón... Pero no nos basta. Y estamos pidiendo continuamente a Dios que se nos manifieste, que nos de pruebas de su existencia, de su cercanía, de la vocación a la que nos llama...
Bajo las olas agitadas del odio,
¡cuánta bondad, Señor,
y cuánto amor hay en nuestro mundo!
El bien queda oculto
a las miradas superficiales
y sólo se descubre
con los ojos del corazón.
Hay que sanar el corazón
para poder contemplar las maravillas del Espíritu.
Sorprender al pobre que da a otro pobre
la moneda que él necesitaba para vivir;
encontrar a la mujer que ya ha perdonado
a quien acaba de asesinar a su hijo;
conocer al apóstol
que deja a su padre y a su madre,
que abandona su casa, su lengua, su cultura, su país
y marcha para siempre
a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Señor, ilumina los ojos de nuestro espíritu,
descúbrenos las maravillas que realizas
continuamente en nosotros
y enséñanos a cantar el magnificat
de acción de gracias
para alabanza de tu gloria.
Amén.
Ángel Sanz Arribas, cmf.
Y, hoy como ayer, Jesús suspira profundamente... y marcha a otra parte.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 17 de febrero de 2019
Domingo 17 de febrero
Domingo de la 6ª semana del t.o. C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 17. 20‑26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
—«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dichosos, dichosos, dichosos... felices, felices, felices... Así nos quiere Dios. Para eso nació, predicó, curó, sufrió y resucitó Jesús. Para que tú seas feliz. ¿No te parece impresionante? ¿Qué le dices?
Lee despacio cada bienaventuranza. Piensa en Jesús o en María. Las bienaventuranzas son el retrato de los dos. Y deberían ser tu retrato. Ya lo son un poquito, seguro. Al leerlas y meditarlas ¿qué te dice Dios? ¿qué cambios alienta en tu vida? Pide la fuerza del Espíritu para ser cada día más dichoso, más feliz, siguiendo el camino de las bienaventuranzas.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Hasta de Jesús hablaban mal, siendo el hombre perfecto, el amor incansable, la ternura personificada. ¡Cuanta paz y tranquilidad nos tienen que dar estas palabras del Señor!
"Danos fuerza para hacer el bien, sin que nos importen las críticas"
Dichosos los que aceptan a Dios en sus vidas,
porque estarán llenos de luz.
Dichosos los que se ponen en las manos de Dios,
porque vivirán seguros.
Dichosos los que optan por servir,
porque en el Reino serán servidos.
Dichosos los que comparten sus bienes,
porque no les faltará la harina y el aceite.
Dichosos los que hacen sonreír a los que lloran,
porque serán ángeles del consuelo.
Dichosos los no-violentos, profetas de la paz,
porque serán príncipes en el mundo nuevo.
Dichosos los que defienden al perseguido,
porque Cristo será su defensor.
Dichosos los que no viven para sí,
porque serán de la raza de Dios.
Pero:
¡Ay de los que acaparan bienes,
porque serán culpables de muchas muertes!
¡Ay de los que viven para consumir,
porque siempre tendrán hambre!
Ay de los que hacen llorar a los demás,
porque la historia los condenará al olvido eterno!
¡Ay de los que son duros y violentos,
porque llevarán la guerra dentro!
¡Ay de los que van de fiesta en fiesta,
porque acumularán aburrimiento!
¡Ay de los que sólo buscan el aplauso,
porque esa será su cosecha, ruido!
¡Ay de los que se bastan a sí mismos,
porque se encontrarán vacíos!
¡Ay de los que dan culto a su ego,
porque nunca serán queridos!
Señor, danos luz y fuerza para renunciar
a lo que nos separa de ti, de los hermanos, de la felicidad más grande
No permitas que acaparemos bienes,
porque provocaremos muchas injusticias!
No permitas que vivamos para consumir,
porque siempre tendremos más hambre!
No permitas que hagamos llorar a los demás,
porque hemos nacido para consolar!
No permitas que seamos duros y violentos,
porque llevaremos la guerra dentro y nos destruiremos!
No permitas que únicamente busquemos el placer,
porque jamás sabremos qué es amar!
No permitas que sólo busquemos el aplauso,
porque nunca nos sentiremos satisfechos!
No permitas que nos creamos autosuficientes,
porque nos encontraremos vacíos!
No permitas que demos culto al ego,
porque así nunca seremos queridos!
Señor, danos luz y fuerza para seguirte,
para seguir el camino de la bienaventuranza.
Ayúdanos a acogerte en nuestras vidas,
porque estaremos llenos de luz.
Ayúdanos a ponernos en tu manos
porque sólo así viviremos seguros.
Ayúdanos a optar por el servicio,
porque Tu nos sirves continuamente.
Ayúdanos a compartir nuestros bienes,
porque Tú nos dejarás que nos falte la harina y el aceite.
Ayúdanos a hacer sonreír a los que lloran,
porque Tú nos miras y nos muestras tu sonrisa.
Ayúdanos a ser no-violentos, profetas de la paz,
porque así construimos un mundo nuevo.
Ayúdanos a defender al perseguido,
porque Tú eres y serás defensor.
Ayúdanos a no vivir para nosotros mismos,
porque Tú entregaste la vida por todos.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 17. 20‑26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
—«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dichosos, dichosos, dichosos... felices, felices, felices... Así nos quiere Dios. Para eso nació, predicó, curó, sufrió y resucitó Jesús. Para que tú seas feliz. ¿No te parece impresionante? ¿Qué le dices?
Lee despacio cada bienaventuranza. Piensa en Jesús o en María. Las bienaventuranzas son el retrato de los dos. Y deberían ser tu retrato. Ya lo son un poquito, seguro. Al leerlas y meditarlas ¿qué te dice Dios? ¿qué cambios alienta en tu vida? Pide la fuerza del Espíritu para ser cada día más dichoso, más feliz, siguiendo el camino de las bienaventuranzas.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Hasta de Jesús hablaban mal, siendo el hombre perfecto, el amor incansable, la ternura personificada. ¡Cuanta paz y tranquilidad nos tienen que dar estas palabras del Señor!
"Danos fuerza para hacer el bien, sin que nos importen las críticas"
Dichosos los que aceptan a Dios en sus vidas,
porque estarán llenos de luz.
Dichosos los que se ponen en las manos de Dios,
porque vivirán seguros.
Dichosos los que optan por servir,
porque en el Reino serán servidos.
Dichosos los que comparten sus bienes,
porque no les faltará la harina y el aceite.
Dichosos los que hacen sonreír a los que lloran,
porque serán ángeles del consuelo.
Dichosos los no-violentos, profetas de la paz,
porque serán príncipes en el mundo nuevo.
Dichosos los que defienden al perseguido,
porque Cristo será su defensor.
Dichosos los que no viven para sí,
porque serán de la raza de Dios.
Pero:
¡Ay de los que acaparan bienes,
porque serán culpables de muchas muertes!
¡Ay de los que viven para consumir,
porque siempre tendrán hambre!
Ay de los que hacen llorar a los demás,
porque la historia los condenará al olvido eterno!
¡Ay de los que son duros y violentos,
porque llevarán la guerra dentro!
¡Ay de los que van de fiesta en fiesta,
porque acumularán aburrimiento!
¡Ay de los que sólo buscan el aplauso,
porque esa será su cosecha, ruido!
¡Ay de los que se bastan a sí mismos,
porque se encontrarán vacíos!
¡Ay de los que dan culto a su ego,
porque nunca serán queridos!
Señor, danos luz y fuerza para renunciar
a lo que nos separa de ti, de los hermanos, de la felicidad más grande
No permitas que acaparemos bienes,
porque provocaremos muchas injusticias!
No permitas que vivamos para consumir,
porque siempre tendremos más hambre!
No permitas que hagamos llorar a los demás,
porque hemos nacido para consolar!
No permitas que seamos duros y violentos,
porque llevaremos la guerra dentro y nos destruiremos!
No permitas que únicamente busquemos el placer,
porque jamás sabremos qué es amar!
No permitas que sólo busquemos el aplauso,
porque nunca nos sentiremos satisfechos!
No permitas que nos creamos autosuficientes,
porque nos encontraremos vacíos!
No permitas que demos culto al ego,
porque así nunca seremos queridos!
Señor, danos luz y fuerza para seguirte,
para seguir el camino de la bienaventuranza.
Ayúdanos a acogerte en nuestras vidas,
porque estaremos llenos de luz.
Ayúdanos a ponernos en tu manos
porque sólo así viviremos seguros.
Ayúdanos a optar por el servicio,
porque Tu nos sirves continuamente.
Ayúdanos a compartir nuestros bienes,
porque Tú nos dejarás que nos falte la harina y el aceite.
Ayúdanos a hacer sonreír a los que lloran,
porque Tú nos miras y nos muestras tu sonrisa.
Ayúdanos a ser no-violentos, profetas de la paz,
porque así construimos un mundo nuevo.
Ayúdanos a defender al perseguido,
porque Tú eres y serás defensor.
Ayúdanos a no vivir para nosotros mismos,
porque Tú entregaste la vida por todos.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 16 de febrero de 2019
Aábado 16 de febrero
Sábado de la 5ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 1-10
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.
Además, algunos han venido desde lejos.
Le replicaron sus discípulos: ¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos? El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete.
Mandó que la gente se sentara en el suelo: tomó los siete panes, pronunció la Acción de Gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces: Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil.
Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús siente lástima. Sentir lástima es empatizar, es compartir los sentimientos del otro... Sintió lástima de aquella gente. Y siente lástima de ti, que también tienes hambre de justicia, de paz interior... Dale gracias a Dios y siéntete acompañado y comprendido por Dios en todos tus afanes.
¿Y de donde vamos a sacar comida para tantos? Es la respuesta lógica de los discípulos. A veces nosotros razonamos como ellos: ¿qué puedo hacer yo, si soy tan poca cosa, para mejorar el ambiente de mi familia, del grupo de amigos, del barrio o del pueblo? Si no nos podemos todos de acuerdo no podemos hacer nada.
A Jesús no le valen estas respuestas. Él no espera a tener 1000 panes para ayudar a aquella gente. No se queda cruzado de brazos hasta que todos se ponen manos a la obra. Jesús se pone en marcha, moviliza a sus discípulos... y reza. Esa es la actitud del creyente ante los problemas de las personas de la Iglesia y del mundo: sentir lástima, ponerse en marcha, movilizar a los más cercanos y rezar. ¿Qué te dice Dios? ¿qué le dices?
Señor Jesús,
gracias por tu corazón compasivo,
un corazón que nunca pasa de largo
que siente nuestras hambres más profundas
y nos ofrece gratis el mejor alimento.
Jesús Resucitado,
gracias por compartir con nosotros
el pan bendito de tu vida nueva,
el vino bueno de la alegría eterna,
el agua fresca de la esperanza cierta.
Señor nuestro,
danos un corazón como el tuyo,
un corazón cercano y generoso
para compartir el pan, el vino y el agua
con todos los hambrientos del camino.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 1-10
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.
Además, algunos han venido desde lejos.
Le replicaron sus discípulos: ¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos? El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete.
Mandó que la gente se sentara en el suelo: tomó los siete panes, pronunció la Acción de Gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces: Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil.
Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús siente lástima. Sentir lástima es empatizar, es compartir los sentimientos del otro... Sintió lástima de aquella gente. Y siente lástima de ti, que también tienes hambre de justicia, de paz interior... Dale gracias a Dios y siéntete acompañado y comprendido por Dios en todos tus afanes.
¿Y de donde vamos a sacar comida para tantos? Es la respuesta lógica de los discípulos. A veces nosotros razonamos como ellos: ¿qué puedo hacer yo, si soy tan poca cosa, para mejorar el ambiente de mi familia, del grupo de amigos, del barrio o del pueblo? Si no nos podemos todos de acuerdo no podemos hacer nada.
A Jesús no le valen estas respuestas. Él no espera a tener 1000 panes para ayudar a aquella gente. No se queda cruzado de brazos hasta que todos se ponen manos a la obra. Jesús se pone en marcha, moviliza a sus discípulos... y reza. Esa es la actitud del creyente ante los problemas de las personas de la Iglesia y del mundo: sentir lástima, ponerse en marcha, movilizar a los más cercanos y rezar. ¿Qué te dice Dios? ¿qué le dices?
Señor Jesús,
gracias por tu corazón compasivo,
un corazón que nunca pasa de largo
que siente nuestras hambres más profundas
y nos ofrece gratis el mejor alimento.
Jesús Resucitado,
gracias por compartir con nosotros
el pan bendito de tu vida nueva,
el vino bueno de la alegría eterna,
el agua fresca de la esperanza cierta.
Señor nuestro,
danos un corazón como el tuyo,
un corazón cercano y generoso
para compartir el pan, el vino y el agua
con todos los hambrientos del camino.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 15 de febrero de 2019
Viernes 15 de febrero
Viernes de la 5ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis.
Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Bueno sería que en este día nos pusiéramos el traje de otorrino y nos hiciésemos un chequeo de oído, o mejor aún, un chequeo de escucha. ¿Escuchas a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros de estudio o trabajo? ¿y a los que no piensan como tú? ¿y a los que te piden ayuda? Pídele a Jesús que cure tu sordera, con fe.
Y ya que estás en faena ¿por qué no haces otro chequeo a tu oído interior? Dios habla, susurra, grita... a través de las personas, de los acontecimientos, de su Palabra, de tus sentimientos...
"Gracias Señor por tu Palabra"
"Perdona mi falta de escucha"
No te quites aún tu traje de otorrino. Hay mucha gente sorda por ahí. A algunos hay que descubrirles la sordera, a otros, hay que ayudarles a superarla. Es tan importante escuchar a las personas y a Dios. Es tan triste estar incomunicado. Dios pide tu colaboración. ¿Qué le dices?
Que los sordos dejen de hacerse los sordos,
que se limpien los oídos a fondo
y salgan a las plazas y caminos,
que se atrevan a oír lo que tienen que oír:
el grito y el llanto, la súplica y el silencio
de las personas que ya no aguantan su situación.
Que los mudos tomen la palabra
y hablen clara y libremente
en esta sociedad confusa y cerrada,
que se quiten miedos y mordazas
y se atrevan a pronunciar las palabras
que todos tienen derecho a oír:
las que nombran, se entienden y no engañan.
¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!
Que nadie deje de oír el clamor de los silenciados,
ni se quede sin palabra ante tantos enmudecidos.
Sed, para los que no oyen, tímpanos que se conmuevan;
palabras vivas para los que no hablan;
micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros
para pronunciar la vida y susurrar la esperanza,
en todos los que caminan y buscan.
¡Que los sordos oigan y los mudos hablen!
Que se rompan las barreras
de la incomunicación humana
en personas, familias, pueblos y culturas.
Que todos tengamos voz cercana y clara
y seamos oyentes de la Palabra en las palabras.
Que construyamos redes firmes
para el diálogo, el encuentro y el crecimiento
en diversidad y tolerancia.
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Que se nos destrabe la lengua
y salga de la boca la Palabra inspirada.
Que se nos abran los oídos para recibir,
la Palabra salvadora, ya pronunciada,
en lo más hondo de nuestras entrañas.
Que se haga el milagro en los sentidos
de nuestra condición humana
para recobrar la dignidad y la esperanza.
Para el grito y la plegaria,
para el canto y la alabanza,
para la música y el silencio,
para el monólogo y le diálogo,
para la brisa y el viento,
para escuchar y pronunciar tus palabras
aquí y ahora, en esta sociedad incomunicada,
Tú que haces oír a sordos y hablar a mudos...
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Florentino Ulibarri
--------------------------------------------
Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos...
Y que empiece a hablar,
como los niños,
-balbuceando-,
las dos palabras más redondas
de la vida:
¡PADRE NUESTRO!
Ignacio Iglesias, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis.
Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Bueno sería que en este día nos pusiéramos el traje de otorrino y nos hiciésemos un chequeo de oído, o mejor aún, un chequeo de escucha. ¿Escuchas a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros de estudio o trabajo? ¿y a los que no piensan como tú? ¿y a los que te piden ayuda? Pídele a Jesús que cure tu sordera, con fe.
Y ya que estás en faena ¿por qué no haces otro chequeo a tu oído interior? Dios habla, susurra, grita... a través de las personas, de los acontecimientos, de su Palabra, de tus sentimientos...
"Gracias Señor por tu Palabra"
"Perdona mi falta de escucha"
No te quites aún tu traje de otorrino. Hay mucha gente sorda por ahí. A algunos hay que descubrirles la sordera, a otros, hay que ayudarles a superarla. Es tan importante escuchar a las personas y a Dios. Es tan triste estar incomunicado. Dios pide tu colaboración. ¿Qué le dices?
Que los sordos dejen de hacerse los sordos,
que se limpien los oídos a fondo
y salgan a las plazas y caminos,
que se atrevan a oír lo que tienen que oír:
el grito y el llanto, la súplica y el silencio
de las personas que ya no aguantan su situación.
Que los mudos tomen la palabra
y hablen clara y libremente
en esta sociedad confusa y cerrada,
que se quiten miedos y mordazas
y se atrevan a pronunciar las palabras
que todos tienen derecho a oír:
las que nombran, se entienden y no engañan.
¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!
Que nadie deje de oír el clamor de los silenciados,
ni se quede sin palabra ante tantos enmudecidos.
Sed, para los que no oyen, tímpanos que se conmuevan;
palabras vivas para los que no hablan;
micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros
para pronunciar la vida y susurrar la esperanza,
en todos los que caminan y buscan.
¡Que los sordos oigan y los mudos hablen!
Que se rompan las barreras
de la incomunicación humana
en personas, familias, pueblos y culturas.
Que todos tengamos voz cercana y clara
y seamos oyentes de la Palabra en las palabras.
Que construyamos redes firmes
para el diálogo, el encuentro y el crecimiento
en diversidad y tolerancia.
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Que se nos destrabe la lengua
y salga de la boca la Palabra inspirada.
Que se nos abran los oídos para recibir,
la Palabra salvadora, ya pronunciada,
en lo más hondo de nuestras entrañas.
Que se haga el milagro en los sentidos
de nuestra condición humana
para recobrar la dignidad y la esperanza.
Para el grito y la plegaria,
para el canto y la alabanza,
para la música y el silencio,
para el monólogo y le diálogo,
para la brisa y el viento,
para escuchar y pronunciar tus palabras
aquí y ahora, en esta sociedad incomunicada,
Tú que haces oír a sordos y hablar a mudos...
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Florentino Ulibarri
--------------------------------------------
Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos...
Y que empiece a hablar,
como los niños,
-balbuceando-,
las dos palabras más redondas
de la vida:
¡PADRE NUESTRO!
Ignacio Iglesias, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 14 de febrero de 2019
Jueves 14 de febrero
Santos Cirilo y Metodio. Patronos de Europa
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Celebramos la fiesta de los santos Cirilo y Metodio. Eran hermanos y desarrollaron su labor evangelizadora en los pueblos eslavos. Un día sintieron la llamada de Jesús, que quería confiarles una misión. Puedo recordar las llamadas que a lo largo de la vida he recibido y dar gracias por ellas. Y preguntarme: ¿a qué me llamas ahora Señor?
Para Jesús el mundo no es un negocio que explotar, ni un espectáculo que contemplar, ni un peligro que destruir. Para Jesús, el mundo es una mies, un campo necesitado de trabajadores. ¿Cómo miro el mundo? ¿Cómo miro a las personas?
"Transforma mi mirada egoísta, Señor"
"Gracias Señor por compadecerte de mis miserias"
"Señor, enséñame a mirar como tú me miras"
Pedid al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies. Pedid a Dios que envíe laicos que transformen el mundo, sacerdotes que sirvan a las comunidades cristianas, religiosos y religiosas que nos recuerden la absoluta grandeza de Dios. Pedid y escuchad la llamada de Dios. Escuchad y llamad a otras personas.
Andar por la vida
portando tu mensaje y buena nueva;
andar erguido
a pesar de las inclemencias del camino;
andar de frente
sin temor a tormentas y huracanes;
andar tranquilos
aunque haya lobos escondidos.
Ir sin bolsa,
para aligerar la marcha;
sin monedas,
para que no hagan mella en el alma;
ligeros de equipaje,
sólo con túnica y sandalias;
pero llenos de paz
gozada y derramada.
Detener el paso
y descansar de agobios y penas;
saludar y dialogar
cada día con quienes van y vienen;
entrar en las casas
y compartir alimento y corazones;
lavarse el polvo
y cicatrizar las heridas.
Y de madrugada,
volver a salir a los caminos y a las plazas,
hacerse el encontradizo
y rozar con ternura
a los que pasan;
y agradecer el camino y sus historias
respetando
las costumbres y las sorpresas...
Cada día,
caminando por la vida
protegido por tu manto y sombra
me siento más hijo,
más discípulo, más enviado,
más ligero,
más lleno de alegría,
más encontrado.
Y regreso, muy contento,
a contarte mi aventura.
Florentino Ulibarri
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Celebramos la fiesta de los santos Cirilo y Metodio. Eran hermanos y desarrollaron su labor evangelizadora en los pueblos eslavos. Un día sintieron la llamada de Jesús, que quería confiarles una misión. Puedo recordar las llamadas que a lo largo de la vida he recibido y dar gracias por ellas. Y preguntarme: ¿a qué me llamas ahora Señor?
Para Jesús el mundo no es un negocio que explotar, ni un espectáculo que contemplar, ni un peligro que destruir. Para Jesús, el mundo es una mies, un campo necesitado de trabajadores. ¿Cómo miro el mundo? ¿Cómo miro a las personas?
"Transforma mi mirada egoísta, Señor"
"Gracias Señor por compadecerte de mis miserias"
"Señor, enséñame a mirar como tú me miras"
Pedid al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies. Pedid a Dios que envíe laicos que transformen el mundo, sacerdotes que sirvan a las comunidades cristianas, religiosos y religiosas que nos recuerden la absoluta grandeza de Dios. Pedid y escuchad la llamada de Dios. Escuchad y llamad a otras personas.
Andar por la vida
portando tu mensaje y buena nueva;
andar erguido
a pesar de las inclemencias del camino;
andar de frente
sin temor a tormentas y huracanes;
andar tranquilos
aunque haya lobos escondidos.
Ir sin bolsa,
para aligerar la marcha;
sin monedas,
para que no hagan mella en el alma;
ligeros de equipaje,
sólo con túnica y sandalias;
pero llenos de paz
gozada y derramada.
Detener el paso
y descansar de agobios y penas;
saludar y dialogar
cada día con quienes van y vienen;
entrar en las casas
y compartir alimento y corazones;
lavarse el polvo
y cicatrizar las heridas.
Y de madrugada,
volver a salir a los caminos y a las plazas,
hacerse el encontradizo
y rozar con ternura
a los que pasan;
y agradecer el camino y sus historias
respetando
las costumbres y las sorpresas...
Cada día,
caminando por la vida
protegido por tu manto y sombra
me siento más hijo,
más discípulo, más enviado,
más ligero,
más lleno de alegría,
más encontrado.
Y regreso, muy contento,
a contarte mi aventura.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 13 de febrero de 2019
Miércoles 13 de febrero
Miércoles de la 5ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación.
El les dijo: ¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina.
(Con esto declaraba puros todos los alimentos) Y siguió: Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los judíos creían que eran impuros los que comían ciertos alimentos. Se dejaban llevar por las apariencias. A veces también juzgamos (o se nos juzga) por el aspecto exterior, por el color de la piel, por la forma de hablar...
"Señor, no nos dejes caer en la superficialidad"
"Enséñanos a descubrir el corazón de las personas"
"Perdona nuestra juicios precipitados e injustos"
Lo importante es lo que sale del corazón. Por lo tanto, nuestra tarea más importante es "cuidar nuestro corazón". ¿Cómo podemos cuidarlo? Podemos estar atentos para descubrir malos deseos, endurecimientos, falta de ilusión... y sobre todo, podemos encontrarnos con Jesús, en la oración y en los sacramentos. Él nos lo cuidará mejor que nadie.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos somos obra de Dios, llevamos algo de bueno en el corazón.
Que todos valemos la pena, y nos queda algo de la imagen de Dios.
Que a todos hay que darles otra oportunidad.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos somos dignos de amor, justicia, libertad, perdón.
Que todos somos dignos de compasión, respeto y de muchos derechos.
Que todas las criaturas son mis hermanas.
Que la creación es obra maravillosa de Dios.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que no hay razón para levantar barreras, cerrar fronteras.
Que no hay razón para ninguna clase de discriminación.
Que no hay razón para el fanatismo y para no dialogar con alguien.
Que no hay razón para maldecir, juzgar y condenar a nadie.
Que no hay razón para matar, ni para el racismo.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos los ancianos tienen un caudal de sabiduría, y los jóvenes, de ideales.
Que los adolescentes tienen un caudal de planes, y los niños, de amor.
Que las mujeres tienen un caudal de fortaleza, y los enfermos, de paciencia.
Que los pobres tienen un caudal de riqueza,
y los discapacitados, de capacidades.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que hay razón para tender puentes, dar a todos la paz, trabajar por la paz,
amar y defender la creación.
Que hay razón para ser hermanos y seguir siendo amigos.
Que hay razón para sonreír a todos.
Que hay razón para dar a todos los buenos días, dar a todos la mano,
intentar de nuevo hacerlo todo mejor.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que hay razón para seguir viviendo, para vivir en comunidad.
Que hay razón para prestar un oído a lo que dicen los demás.
Que hay razón para servir, amar, sufrir.
Purifica mi corazón. Limpia mi mirada. Y viviré.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación.
El les dijo: ¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina.
(Con esto declaraba puros todos los alimentos) Y siguió: Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los judíos creían que eran impuros los que comían ciertos alimentos. Se dejaban llevar por las apariencias. A veces también juzgamos (o se nos juzga) por el aspecto exterior, por el color de la piel, por la forma de hablar...
"Señor, no nos dejes caer en la superficialidad"
"Enséñanos a descubrir el corazón de las personas"
"Perdona nuestra juicios precipitados e injustos"
Lo importante es lo que sale del corazón. Por lo tanto, nuestra tarea más importante es "cuidar nuestro corazón". ¿Cómo podemos cuidarlo? Podemos estar atentos para descubrir malos deseos, endurecimientos, falta de ilusión... y sobre todo, podemos encontrarnos con Jesús, en la oración y en los sacramentos. Él nos lo cuidará mejor que nadie.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos somos obra de Dios, llevamos algo de bueno en el corazón.
Que todos valemos la pena, y nos queda algo de la imagen de Dios.
Que a todos hay que darles otra oportunidad.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos somos dignos de amor, justicia, libertad, perdón.
Que todos somos dignos de compasión, respeto y de muchos derechos.
Que todas las criaturas son mis hermanas.
Que la creación es obra maravillosa de Dios.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que no hay razón para levantar barreras, cerrar fronteras.
Que no hay razón para ninguna clase de discriminación.
Que no hay razón para el fanatismo y para no dialogar con alguien.
Que no hay razón para maldecir, juzgar y condenar a nadie.
Que no hay razón para matar, ni para el racismo.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que todos los ancianos tienen un caudal de sabiduría, y los jóvenes, de ideales.
Que los adolescentes tienen un caudal de planes, y los niños, de amor.
Que las mujeres tienen un caudal de fortaleza, y los enfermos, de paciencia.
Que los pobres tienen un caudal de riqueza,
y los discapacitados, de capacidades.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que hay razón para tender puentes, dar a todos la paz, trabajar por la paz,
amar y defender la creación.
Que hay razón para ser hermanos y seguir siendo amigos.
Que hay razón para sonreír a todos.
Que hay razón para dar a todos los buenos días, dar a todos la mano,
intentar de nuevo hacerlo todo mejor.
Si yo fuera limpio de corazón descubriría…
Que hay razón para seguir viviendo, para vivir en comunidad.
Que hay razón para prestar un oído a lo que dicen los demás.
Que hay razón para servir, amar, sufrir.
Purifica mi corazón. Limpia mi mirada. Y viviré.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 12 de febrero de 2019
Martes 12 de febrero
Martes de la 5ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos) (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas) Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores ? El les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos».
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
Y añadió: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.
Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre» y «el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte».
En cambio vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: «Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo» , ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los fariseos no amaban al Señor. Al contrario: lo odiaban. Y cualquier razón era buena para criticarlo.
"Señor no dejes que domine en nosotros el odio"
"Ayúdanos a descubrir lo bueno de cada persona"
Algunos judíos hacían muchas cosas "piadosas", pero el corazón estaba lejos de Dios. Nosotros vamos a la Eucaristía, tenemos grupos de vida, estamos comprometidos... Pero ¿dónde está nuestro corazón? ¿qué te dice Dios? ¿qué le dices?
Señor, ayúdanos a descubrir nuestras incoherencias,
a no justificar nuestros errores y pecados,
a no acostumbrarnos a nuestra mediocridad.
Compartimos una parte de nuestro dinero,
pero nuestro estilo de vida sigue siendo consumista.
Empleamos tiempo y dinero para arreglarnos por fuera,
pero ¡qué poco cuidamos nuestro interior!
Hablamos mucho de justicia y solidaridad,
pero muy pocos pobres tienen sitio en nuestra casa y en nuestro corazón.
Apoyamos el reciclaje, el medio ambiente, la ecología;
pero seguimos generando toneladas de basura.
Defendemos mucho nuestros derechos,
pero casi no hacemos nada por las personas "sin-derechos".
Acudimos a reuniones, nos gusta encontrarnos con los demás,
pero nuestra vida es demasiado individualista.
Participamos de vez en cuando en oraciones y celebraciones,
pero no nos acabamos de fiar de Dios.
(Cada uno piense cuáles son sus incoherencias personales)
Señor, sabemos que Tú nos quieres tal y como somos,
que tu amor es mucho más grande que nuestra incoherencias;
¡Cuánto te agradezco que me ames, a pesar de todo!
Danos tu luz y tu fuerza para superar contradicciones
para acercarme cada día a lo que tú has soñado para mí,
para que se puedan cumplir nuestros mejores deseos,
para trabajar por la verdad, la justicia y la paz,
para que crezcan en nuestro corazón la alegría y la esperanza.
Amén.
Los judíos buscaban excusas (muy buenas) para no cumplir la ley en lo más importante: para no tener que socorrer a los padres, ofrecen los bienes al templo. ¿Qué excusas ponemos para no cumplir la voluntad de Dios? ¿qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos) (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas) Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores ? El les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos».
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
Y añadió: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.
Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre» y «el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte».
En cambio vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: «Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo» , ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los fariseos no amaban al Señor. Al contrario: lo odiaban. Y cualquier razón era buena para criticarlo.
"Señor no dejes que domine en nosotros el odio"
"Ayúdanos a descubrir lo bueno de cada persona"
Algunos judíos hacían muchas cosas "piadosas", pero el corazón estaba lejos de Dios. Nosotros vamos a la Eucaristía, tenemos grupos de vida, estamos comprometidos... Pero ¿dónde está nuestro corazón? ¿qué te dice Dios? ¿qué le dices?
Señor, ayúdanos a descubrir nuestras incoherencias,
a no justificar nuestros errores y pecados,
a no acostumbrarnos a nuestra mediocridad.
Compartimos una parte de nuestro dinero,
pero nuestro estilo de vida sigue siendo consumista.
Empleamos tiempo y dinero para arreglarnos por fuera,
pero ¡qué poco cuidamos nuestro interior!
Hablamos mucho de justicia y solidaridad,
pero muy pocos pobres tienen sitio en nuestra casa y en nuestro corazón.
Apoyamos el reciclaje, el medio ambiente, la ecología;
pero seguimos generando toneladas de basura.
Defendemos mucho nuestros derechos,
pero casi no hacemos nada por las personas "sin-derechos".
Acudimos a reuniones, nos gusta encontrarnos con los demás,
pero nuestra vida es demasiado individualista.
Participamos de vez en cuando en oraciones y celebraciones,
pero no nos acabamos de fiar de Dios.
(Cada uno piense cuáles son sus incoherencias personales)
Señor, sabemos que Tú nos quieres tal y como somos,
que tu amor es mucho más grande que nuestra incoherencias;
¡Cuánto te agradezco que me ames, a pesar de todo!
Danos tu luz y tu fuerza para superar contradicciones
para acercarme cada día a lo que tú has soñado para mí,
para que se puedan cumplir nuestros mejores deseos,
para trabajar por la verdad, la justicia y la paz,
para que crezcan en nuestro corazón la alegría y la esperanza.
Amén.
Los judíos buscaban excusas (muy buenas) para no cumplir la ley en lo más importante: para no tener que socorrer a los padres, ofrecen los bienes al templo. ¿Qué excusas ponemos para no cumplir la voluntad de Dios? ¿qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 11 de febrero de 2019
Lunes 11 de febrero
Lunes de la 5ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron.
Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.
En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús y sus discípulos llegaron Genesaret. No esperan a que los demás se acerquen.
"Señor, gracias por salir a mi encuentro"
"Ayúdame a salir al encuentro del que me necesita"
Jesús tenía "debilidad" por los enfermos. Conocía sus sufrimientos, los del cuerpo y los del alma. Sabía de sus soledades. Y nosotros ¿cómo tratamos a los enfermos? ¿qué tiempo les dedicamos? ¿Qué te dice el Señor? ¿qué le dices?
En este evangelio Jesús se dejaba tocar. Es un signo de cercanía, de amor. En la Eucaristía Jesús se deja comer, es el signo más importante de su amor, de su cercanía.
Señor, déjame ir contigo
sólo quiero caminar
detrás, pisar donde pisas
mezclarme entre tus amigos.
Recorrer esas aldeas
que habitan los olvidados
los que no recuerda nadie
ver como los recuperas.
Quiero escuchar tu palabra
simple y preñada de Dios
que aunque a muchos incomode
a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa
comer del pan compartido
que con tus manos repartes
a todos los que se acercan.
Y un día tocar tu manto
como esa pobre mujer
suave, sin que tú lo notes
arrancarte algún milagro.
Esa que todos marginan
se atreve a abrazar tus pies
y derrama su perfume
porque en ti se ve querida.
Que de tanto ir junto a ti
pueda conocerte más,
tú seas mi único amor
y te siga hasta morir.
Javi Montes SJ.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron.
Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.
En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús y sus discípulos llegaron Genesaret. No esperan a que los demás se acerquen.
"Señor, gracias por salir a mi encuentro"
"Ayúdame a salir al encuentro del que me necesita"
Jesús tenía "debilidad" por los enfermos. Conocía sus sufrimientos, los del cuerpo y los del alma. Sabía de sus soledades. Y nosotros ¿cómo tratamos a los enfermos? ¿qué tiempo les dedicamos? ¿Qué te dice el Señor? ¿qué le dices?
En este evangelio Jesús se dejaba tocar. Es un signo de cercanía, de amor. En la Eucaristía Jesús se deja comer, es el signo más importante de su amor, de su cercanía.
Señor, déjame ir contigo
sólo quiero caminar
detrás, pisar donde pisas
mezclarme entre tus amigos.
Recorrer esas aldeas
que habitan los olvidados
los que no recuerda nadie
ver como los recuperas.
Quiero escuchar tu palabra
simple y preñada de Dios
que aunque a muchos incomode
a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa
comer del pan compartido
que con tus manos repartes
a todos los que se acercan.
Y un día tocar tu manto
como esa pobre mujer
suave, sin que tú lo notes
arrancarte algún milagro.
Esa que todos marginan
se atreve a abrazar tus pies
y derrama su perfume
porque en ti se ve querida.
Que de tanto ir junto a ti
pueda conocerte más,
tú seas mi único amor
y te siga hasta morir.
Javi Montes SJ.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 10 de febrero de 2019
Domingo 10 de febrero
Domingo de la 5ª semana del t.o. C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 1‑11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: —«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: —«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: —«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con el, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: —«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pedro fue en este evangelio el pescador pescado. Al experto pescador le mostró Cristo cuántas cosas podía aprender. ¿Qué me va a enseñar a mí éste? Si nos abriéramos a Dios descubriríamos que Él sabe más de nosotros que nosotros mismos, que nos quiere más que nosotros y que puede guiarnos hasta lo mejor de nuestras vidas.
!Remad mar adentro! Es el lema que el Papa nos propuso para este nuevo milenio de seguimiento a Cristo. Intentar cosas nuevas, lanzarnos a proyectos ambiciosos, pasar de pescar peces a pescar hombres y mujeres, colaborar con la construcción del Reino.
Y, por fin, el no temas. No estamos solos. Él nos precede, Él guía la humilde barca de la Iglesia. Nosotros colaboramos. Tenemos que arriesgarnos a que el Señor nos complique un poco la vida. Pero esta vocación nuestra a participar en el Reino dará un nuevo sentido a nuestra vida. Seremos los pescadores pescados.
Paseando por la orilla del lago,
o recorriendo pueblos y ciudades,
o adentrándote en el silencio del desierto,
o deteniéndote en las plazas públicas,
o contemplando las muchedumbres derrengadas,
o invitándote a comer en nuestra casa,
o haciéndote presente en las sendas y encrucijadas
que frecuentamos, y en las que nos perdemos...
nos ves tan atrapados
en las redes del ayer y del presente
-en el trabajo, en la familia,
en el ocio o en el negocio,
en el paro o en el confort,
en el fracaso y en la desilusión,
en los viajes y en las soledades,
en internet y facebook,
en los msn, twitter y skype,
en las drogas con nombre o sin él,
en las migajas de placer....
Pero Tú nos invitas y llamas a seguirte,
dejando lo que nos ata libremente,
y ofreciéndonos un nuevo horizonte
si creemos y acogemos el reino que traes.
Y nosotros te escuchamos,
y dejando todas las redes,
nos convertimos
y nos vamos contigo,
y gustamos tu buena noticia al instante.
Mas al poco tiempo,
como casi siempre,
viene la crisis,
se nos nubla el horizonte,
nos hacemos reticentes
y nos olvidamos de que nos enamoraste.
Pero Tú, que eres fiel,
vuelves a llamarnos por nuestro nombre
y a susurrarnos tus quereres
invitándonos a ser tus seguidores
para que vivamos felices.
Florentino Ulibarri
------------------
Señor, no soy nada.
¿Por qué me has llamado?
Has pasado por mi puerta y bien sabes
que soy pobre y soy débil.
¿Por qué te has fijado en mí?
Me has seducido Señor
con tu mirada.
Me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
¡Me has seducido Señor!
Señor, yo te sigo
y quiero darte lo que pides
aunque hay veces que me cuesta darlo todo.
Tú lo sabes, yo soy tuyo. Camina, Señor, junto a mí.
Señor, hoy tu nombre es más que palabras:
es tu voz que hoy resuena en mi interior
y me habla en el silencio.
¿Qué quieres que haga por ti?
canción del grupo Kairoi
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 1‑11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: —«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: —«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: —«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con el, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: —«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pedro fue en este evangelio el pescador pescado. Al experto pescador le mostró Cristo cuántas cosas podía aprender. ¿Qué me va a enseñar a mí éste? Si nos abriéramos a Dios descubriríamos que Él sabe más de nosotros que nosotros mismos, que nos quiere más que nosotros y que puede guiarnos hasta lo mejor de nuestras vidas.
!Remad mar adentro! Es el lema que el Papa nos propuso para este nuevo milenio de seguimiento a Cristo. Intentar cosas nuevas, lanzarnos a proyectos ambiciosos, pasar de pescar peces a pescar hombres y mujeres, colaborar con la construcción del Reino.
Y, por fin, el no temas. No estamos solos. Él nos precede, Él guía la humilde barca de la Iglesia. Nosotros colaboramos. Tenemos que arriesgarnos a que el Señor nos complique un poco la vida. Pero esta vocación nuestra a participar en el Reino dará un nuevo sentido a nuestra vida. Seremos los pescadores pescados.
Paseando por la orilla del lago,
o recorriendo pueblos y ciudades,
o adentrándote en el silencio del desierto,
o deteniéndote en las plazas públicas,
o contemplando las muchedumbres derrengadas,
o invitándote a comer en nuestra casa,
o haciéndote presente en las sendas y encrucijadas
que frecuentamos, y en las que nos perdemos...
nos ves tan atrapados
en las redes del ayer y del presente
-en el trabajo, en la familia,
en el ocio o en el negocio,
en el paro o en el confort,
en el fracaso y en la desilusión,
en los viajes y en las soledades,
en internet y facebook,
en los msn, twitter y skype,
en las drogas con nombre o sin él,
en las migajas de placer....
Pero Tú nos invitas y llamas a seguirte,
dejando lo que nos ata libremente,
y ofreciéndonos un nuevo horizonte
si creemos y acogemos el reino que traes.
Y nosotros te escuchamos,
y dejando todas las redes,
nos convertimos
y nos vamos contigo,
y gustamos tu buena noticia al instante.
Mas al poco tiempo,
como casi siempre,
viene la crisis,
se nos nubla el horizonte,
nos hacemos reticentes
y nos olvidamos de que nos enamoraste.
Pero Tú, que eres fiel,
vuelves a llamarnos por nuestro nombre
y a susurrarnos tus quereres
invitándonos a ser tus seguidores
para que vivamos felices.
Florentino Ulibarri
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Señor, no soy nada.
¿Por qué me has llamado?
Has pasado por mi puerta y bien sabes
que soy pobre y soy débil.
¿Por qué te has fijado en mí?
Me has seducido Señor
con tu mirada.
Me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
¡Me has seducido Señor!
Señor, yo te sigo
y quiero darte lo que pides
aunque hay veces que me cuesta darlo todo.
Tú lo sabes, yo soy tuyo. Camina, Señor, junto a mí.
Señor, hoy tu nombre es más que palabras:
es tu voz que hoy resuena en mi interior
y me habla en el silencio.
¿Qué quieres que haga por ti?
canción del grupo Kairoi
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 9 de febrero de 2019
Sábado 9 de febrero
Sábado de la 4ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El detalle de convivencia entre el Señor y los discípulos de este evangelio puede servirnos para nuestra propia relación con Cristo: Reunidos con Él, le contaban lo que habían hecho y descansaban pacíficamente. Los momentos de oración pueden ser también momentos de reposo con el Señor, de trato amistoso con él, como hacemos con tantos otros amigos
Lo mismo que el ave regresa al hogar y encuentra su descanso en su nido, así mi alma descansa en ti, Señor. Porque tú eres el gozo de nuestra alma, la abertura siempre abierta, la puerta de la esperanza, en ti nos confiamos en el descanso.Cuando llega la tormenta, cuando el frío arrecia tras los cristales, cuando todo parece que va a concluir en tragedia.
Tú eres el descanso, la plenitud sin fin, el infinito que se puede tocar, el que cierras nuestros ojos con tus delicadas manos. Aunque a veces me duermo enseguida, pensar en ti me hace sentirme mejor, me brota una paz inexplicable, y al punto me duermo en paz. Aunque mis padres me abandonaran, aunque el sol no calentase, yo descansaría seguro en el Señor, estaría muy a gusto con mi Dios. Amén.
Estar con el Señor tiene un efecto sobre el corazón: lo hace atento a los otros, lo hace compasivo. ¿Somos sensibles a las necesidades de los demás? ¿Eso nos hace más disponibles, nos da iniciativa, nos hace adelantarnos al servicio de los hermanos? ¿Nuestra compasión alcanza todo el mundo, hasta los problemas acuciantes de tantos países?
Recibir y dar. Ese debería ser el movimiento ordinario y contagioso de un cristiano: atento a los múltiples dones de Dios y de los otros, los acoge con alegría y los comparte. Y se crea entonces un efecto multiplicador, de acción más que de palabras, que genera una atmósfera de paz, de serenidad, de comprensión mutua. Recibir y dar.
Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.
Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas.
Y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.
Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.
Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas...
Estaré con vosotros en todo momento.
Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.
Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo –que es vuestro–:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto...
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva...
para reparar fuerzas.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El detalle de convivencia entre el Señor y los discípulos de este evangelio puede servirnos para nuestra propia relación con Cristo: Reunidos con Él, le contaban lo que habían hecho y descansaban pacíficamente. Los momentos de oración pueden ser también momentos de reposo con el Señor, de trato amistoso con él, como hacemos con tantos otros amigos
Lo mismo que el ave regresa al hogar y encuentra su descanso en su nido, así mi alma descansa en ti, Señor. Porque tú eres el gozo de nuestra alma, la abertura siempre abierta, la puerta de la esperanza, en ti nos confiamos en el descanso.Cuando llega la tormenta, cuando el frío arrecia tras los cristales, cuando todo parece que va a concluir en tragedia.
Tú eres el descanso, la plenitud sin fin, el infinito que se puede tocar, el que cierras nuestros ojos con tus delicadas manos. Aunque a veces me duermo enseguida, pensar en ti me hace sentirme mejor, me brota una paz inexplicable, y al punto me duermo en paz. Aunque mis padres me abandonaran, aunque el sol no calentase, yo descansaría seguro en el Señor, estaría muy a gusto con mi Dios. Amén.
Estar con el Señor tiene un efecto sobre el corazón: lo hace atento a los otros, lo hace compasivo. ¿Somos sensibles a las necesidades de los demás? ¿Eso nos hace más disponibles, nos da iniciativa, nos hace adelantarnos al servicio de los hermanos? ¿Nuestra compasión alcanza todo el mundo, hasta los problemas acuciantes de tantos países?
Recibir y dar. Ese debería ser el movimiento ordinario y contagioso de un cristiano: atento a los múltiples dones de Dios y de los otros, los acoge con alegría y los comparte. Y se crea entonces un efecto multiplicador, de acción más que de palabras, que genera una atmósfera de paz, de serenidad, de comprensión mutua. Recibir y dar.
Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.
Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas.
Y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.
Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.
Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas...
Estaré con vosotros en todo momento.
Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.
Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo –que es vuestro–:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto...
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva...
para reparar fuerzas.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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