Miércoles de la 3ª semana de Adviento
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 7, 19‑23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:
—«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
—«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"»
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Después contestó a los enviados:
—«Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los
inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso
el que no se escandalice de mí.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dichoso el que no se escandalice de mí. Dichoso el que no pierda su
confianza en mí. Jesús sabe que con mucha facilidad nos llega la duda:
¿tiene sentido ser cristiano? ¿Dios me ayuda o no? y la más radical
¿existe Dios o es un invento mío? Y en esos momentos podemos hacer
fundamentalmente dos cosas:
- Acercarnos a Dios para expresar nuestra confusión, nuestras dudas,
nuestro enfado. Así lo hizo Juan, mandando a sus discípulos a que
preguntaran a Jesús.
- Alejarnos de Dios. Y dejar que se pudran en nuestro interior las confusiones, dudas y enfados.
¿Cuál es tu actitud en estos casos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Convierte mi mirada, Señor,
para que sepa ver el amor escondido,
para que descubra las heridas de
quienes me rodean, y quiera curarlas,
para que vea más problemas reales
y menos figurados; para que perciba
las lágrimas ajenas.
Transforma mi mirada, Señor,
para que intuya las posibilidades de paz,
de concordia, de justicia, de amor.
Convierte mi mirada, Señor.
Convertirse es comprometerse
un poco más, un poco mejor.
Hazme alguien comprometido
con mi mundo, Señor.
Ayúdame a luchar por mi familia.
Dame coraje para perseverar
cuando el camino se haga difícil.
Dame paciencia para sobrellevar
los obstáculos sin rendirme.
Dame ilusión para seguir creyendo
cuando me quede sin apoyos.
Dame fuerza para complicarme
en batallas buenas.
Dame manos para acariciar,
pies para caminar, palabra para cantar,
siempre a favor de un mundo bueno.
Hazme alguien comprometido
con mi mundo, Señor.
Cuando desde nuestras dudas y enfados nos abrimos al Señor, nuestra fe
crece, se purifica, madura. Si no nos abrimos al Señor, corremos el
riesgo de perder la fe. Los malos momentos pueden convertirse en los
mejores, en los más fecundos para nuestra vida y nuestra fe
“Señor, que no pierda tu confianza en ti”
“Dame Señor esperanza para asumir la cruz de cada día”
“Perdona mi falta de confianza en tu amor”.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.