Lunes de la 3ª semana de Adviento
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 21, 23‑27
En
aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le
acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para
preguntarle: —«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado
semejante autoridad?»
Jesús les replicó: —«Os voy a hacer yo
también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué
autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de
los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar: —«Si decimos "del
cielo", nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído)" Si le decimos "de los
hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.»
Y respondieron a Jesús: —«No sabemos.»
Él, por su parte, les dijo: —«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Ante la pregunta de los sacerdotes y ancianos, Jesús
responde con otra pregunta. Si leemos con atención el Evangelio nos
daremos cuenta de que a veces Jesús no responde las preguntas que le
hacen. Normalmente Jesús no responde a las personas que no preguntar
para saber, sino para atacar, para reírse. Sin embargo, Jesús siempre
responde a los que quieren saber.
"Dame Señor sabiduría para responder y para callar"
"Perdona y cura mi mala intención cuando hablo"
B.
Los sumos sacerdotes y los ancianos no están abiertos a la verdad de
Jesús. No estaban abiertos a Dios. Creían que Dios estaba con ellos y
bendecía todas sus acciones. A veces nosotros tampoco estamos abiertos.
Continuamente podemos encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros
errores. Es necesario estar siempre abiertos para que el Señor nos
conduzca cada día a una verdad más plena, a una vida más auténtica, a
una fe más purificada.
Señor, la novedad nos da siempre un poco de miedo;
nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control,
si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida,
según nuestros esquemas, seguridades, gustos....
Y esto nos sucede también contigo.
Con frecuencia te seguimos, te acogemos, pero hasta un cierto punto;
nos resulta difícil abandonarnos a Ti con total confianza,
dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones;
tenemos miedo a que nos lleves por caminos nuevos,
nos saques de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas,
para abrirnos a los tuyos.
Tú eres novedad y haces nuevas a las personas que, con confianza, se dejan tocar por Ti:
Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva;
Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa;
Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad;
los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el vangelio.
Y nosotros, ¿estamos abiertos a las sorpresas que nos preparas
o nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?
¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que Tú nos presentas
o nos atrincheramos en estructuras y costumbres caducas,
que han perdido la capacidad darnos y dar las mundo la alegría más grande?
Danos un corazón abierto para acogerte, para abrirnos a tu novedad,
con la seguridad de que Tú nos amas y siempre quieres nuestro bien.
Oración inspirada en una homilía de Francisco (19 de mayo de 2013)
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.