Domingo de la 5ª semana de Cuaresma A
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11, 1‑45.
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de
Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor
con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su
hermano Lázaro).
Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
—Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
—Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la
gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos:
—Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le replican:
—Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús contestó:
—¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque
ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le
falta la luz.
Dicho esto añadió:
—Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos:
—Señor, si duerme, se salvará.
(Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.)
Entonces Jesús les replicó claramente:
—Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
—Vamos también nosotros, y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania
distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían
ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
—Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún
ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo:
—Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
—Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice:
—Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?
Ella le contestó:
—Sí, Señor: yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
—El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no
había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo
había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola,
al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando
que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba
Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó:
—¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
—Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
—¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
—Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.)
Dijo Jesús:
—Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
—Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
—¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tu me escuchas
siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tu
me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
—Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
—Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Lázaro Murió, no sabemos por qué. Y Jesús al enterarse de la muerte de
su amigo se echo a llorar. Dios sufre y siente como nosotros y con
nosotros. Dios es amigo nuestro y comparte nuestro dolor y, desde sus
lágrimas, nos invita a llorar las desgracias de nuestros prójimos.
Pero el mensaje central de esta historia no son las
lágrimas, ni la enfermedad, ni la misma muerte. “Yo soy la vida”, dice
Jesús. Jesús resucita a Lázaro a la vida y a Marta la resucitó a la fe.
Dios puede sacar al amigo, al hombre, a cualquier hombre, de todos los
sepulcros. Es un anticipo de la Pascua
Como Cristo, estamos llamados a luchar contra la muerte.
Sólo Jesús es la resurrección y la vida, pero estamos resucitados.
Seamos testigos de la vida, defendamos la vida, demos vida, luchemos
contra la cultura de la muerte. ¿Qué te dice Jesús? ¿Qué le dices?
Desde que Tú lo dijiste
con voz potente y firme,
qué pocos se han atrevido
a repetirlo –a pesar de ser creyentes-
en las múltiples ocasiones
que la vida nos ofrece.
Por eso, esta sociedad
corrompe e hiede
y está llena de muerte.
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva.
Dejemos de envolvernos ya
en mortajas y falsedades.
Que la verdad resplandezca;
que la sensatez y la confianza
hagan su tarea en nuestra tierra..
Respiremos tranquilos
al ver que los fantasmas
ni pesan ni toman cuerpo
y que los nudos se desatan.
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva.
Lo nuestro es despertar
a quienes han sido dormidos
por sus hermanos y ciudadanos
y condenados a no ser nada
-a no tener historia ni lugar-
y dejarles andar en libertad
por donde andamos nosotros,
con la misma dignidad.
¡Lo nuestro es quitar losas y mortajas!
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva.
Florentino Ulibarri
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Creo, Señor, que al final de la noche no hay noche; está la aurora.
Creo, Señor, que al final del invierno no hay invierno; está la primavera.
Creo, Señor, que al final de la desesperación no hay desesperación; está la esperanza.
Creo, Señor, que al final de la espera no hay espera; está el reencuentro.
Creo, Señor, que al final de la muerte no hay muerte; está la vida.
Creo, Señor, que Tú eres la resurrección y la vida. Creo, pero aumenta mi fe.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Evangelio del día
La oración nuestra de cada día...
domingo, 26 de marzo de 2023
Domingo, 26 de marzo de 2023
sábado, 25 de marzo de 2023
Sábado, 25 de marzo de 2023. Encarnación del Señor.
Solemnidad de la Encarnación del Señor
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1,26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel,
entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué
saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has
encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un
hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María
dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le
contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará
Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez,
ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril,
porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La solemnidad de la Anunciación nos invita a meditar una vez más este
pasaje del Evangelio, a llenarnos de alegría con la Buena Noticia de
Gabriel.
Dios no nos abandona, no se olvida de nosotros, viene a salvarnos, se
encarna, se hace persona humana para que seamos y vivamos como hijos
suyos.
Dios no nos salva sin contar con nosotros, con un gesto lejano y frío,
sino que se acerca a nuestra realidad hasta asumirla, y esto lo hace
contando con nuestra colaboración.
La sencillez, la humildad y la confianza de María, son las actitudes con
las que debemos acoger al Dios que se nos acerca, hoy le pedimos que
nos enseñe a decir como ella: Aquí está la esclava del Señor, que se
cumpla lo que dices.
Vivir
es dejar que la Palabra se haga cuerpo
en nuestro cuerpo humano,
cuerpo de carne y sangre
con espíritu bíblico
y aliento solidario.
Y para ello
se necesita paciencia y tiempo,
cántaros de esperanza compartida
y dejar que la semilla crezca sola
en nuestras entrañas humanas
aunque no sepamos cómo.
Vivir
es gestar en paz y con cuidado al esperado,
que siempre es nuestro hermano,
que viene ilusionado a su casa,
sin ánimo de destronarnos
y sí de enriquecernos y alegrarnos.
Pero para ello
hay que estar embarazados
o dejar al Espíritu que repose,
como él quiera, en nuestro regazo;
y ponerse de parto
para que la Palabra acampe entre nosotros.
Vivir es...
¡Ya estoy, Señor, dándote cuerpo!
Florentino Ulibarri
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A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)
Tu, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,
de todos lo que somos.
Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.
Tu, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reir como nosotros
Tu, Dios, Tu, hombre,
Tu, mujer, Tu, anciano,
Tu, niño y joven,
Tu, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos...
Tu, nuestro.
Tu, nosotros!
Ignacio Iglesias
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 24 de marzo de 2023
Viernes, 24 de marzo de 2023
Viernes de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por
Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía
de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta,
entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que
intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada.
¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero
éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue,
nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el
templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin
embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a
ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él
me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar
mano, porque todavía no había llegado su hora.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús sabe que muchos judíos tratan de matarlo en Jerusalén. Por eso
anda cauteloso. No quiere provocar la reacción violenta de sus enemigos.
Pero la cautela, no le lleva a decir lo contrario de lo que piensa y
sigue dando testimonio de aquél que lo ha enviado. No se deja llevar ni
siquiera por el miedo a la muerte. Su voluntad es insobornable.
Tampoco los cristianos deberíamos provocar la reacción contraria de
nuestros “enemigos”. No podemos provocar, pero tampoco podemos quedarnos
callados. No podemos traicionar a Dios. Es difícil este equilibrio,
pero es necesario.
Pedimos perdón por las veces en las que provocamos reacciones violentas.
Pedimos perdón porque a veces nos callamos cobardemente o no decimos lo que pensamos por miedo.
Damos gracias porque Dios nos enseña a ser cautelosos y valientes a la vez. Pedimos luz y fuerza.
Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme,
meterme miedo en el alma y en el cuerpo
y dejar que todo siga el curso
que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo
porque, si me matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo
y granaré
desbordando sueños.
Los cristianos no estamos
amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida,
aunque estés crucificado
en la cumbre del basurero del Mundo,
o enterrado en arrabales, suburbios y favelas.
Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida,
de esperanza, de amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado,
y recorres nuestro mundo
como río de agua viva.
Florentino Ulibarri
--------------
Padre Celestial, mi vida está en tus manos.
Ayer hoy y por siempre, estoy segura y confiada en ti.
Señor, ayúdame a saber que tú tienes todo el control.
Ayúdame a creer que tú estás trabajando en mi vida ahora mismo,
aunque yo no lo pueda ver.
Ayúdame a confiar en lo que no puedo ver,
aún cuando lo único que veo es doloroso y está todo tan nublado.
Ayúdame a saber que tú tomas control de todas mis necesidades.
Señor, gracias por escuchar mi súplica de ayuda.
Gracias por amarme tanto.
Ayúdame a creer en todas las promesas que me has dado.
Perdóname cuando dudo de ti y de tu amor.
Yo creo en ti Señor. Perdóname cuando a veces pierdo la fe.
Aumenta en mí la fe en ti.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 23 de marzo de 2023
Jueves, 23 de marzo de 2023
Jueves de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5, 31‑47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
—«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro
que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la
verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto
es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y
brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que
el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de
mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis
escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en
vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues
ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener
vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el
amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no
buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a
acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis
vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de
mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a
mis palabras?»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da
testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco
debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar
testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen
que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo
que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para
exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué
te dice Dios? ¿Qué le dices?
A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.
No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él
es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos
ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo
más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer para seguirle con
radicalidad? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Porque Tú lo has querido
estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido
en la espiral de amor,
que eres con todos.
Nadie puede arrimarse a Ti
sin que entero lo abraces,
lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada,
dándole todo.
Del suelo a la cabeza
soy regalo tuyo,
espíritu que vuela
y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya
salirte de este mundo.
Me inundaste
Y, empapado de Ti, te voy sembrando,
y al tiempo que me siembro,
como grano de trigo,
en mis hermanos.
No quiero quedar solo.
Tu rostro buscaré, Señor.
Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando,
a todo lo que mana de Ti
le digo: ¡hermano!
Ignacio Iglesias, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 22 de marzo de 2023
Miércoles 22 de marzo de 2023
Miércoles de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,17-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue actuando, y yo
también actúo." Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque
no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo,
haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo
aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al
Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre
ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras
mayores que ésta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también
el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino
que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al
Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que
lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me
envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado
ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está
aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan
oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado
también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de
juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la
hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan
hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el
mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo;
según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús nos revela en estas líneas su profunda relación de amor con el
Padre. Amor que lo va configurando con el Padre y que es el motor de
toda su vida y de toda su acción.
En Jesús, nosotros hemos sido hechos hijos del Padre. Por
medio de la adhesión a Jesús y de la Fe en Dios, ya tenemos vida eterna,
hemos pasado ya de la muerte a la vida.
La confianza en el Padre, el sentirnos amados por el, nos
lleva como a Jesús a dejarnos guiar por el Espíritu, a no hacer nada por
nuestra cuenta, a no cesar de trabajar en la construcción del Reino.
¿Me siento cansado, desanimado de trabajar sin ver los
frutos? ¿intento buscar atajos, hacer las cosas por mi cuenta sin fiarme
del Padre?
Es el momento, Señor, de orientar mi vida;
es la hora de dar rumbo a mi existencia.
Estoy a punto para descubrir un nuevo camino.
No me sirve, Señor, vivir en eterna encrucijada.
Estoy ante ti abierto como la playa al mar;
estoy en busca de tus pasos, de tus huellas;
quiero hacer realidad lo que tú has soñado para mí..
Aquí estoy, Señor, como Saulo en el camino de Damasco:
y te digo sin rodeos: Señor ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy, Señor, como Samuel en la noche
y te digo: Habla, que tu siervo escucha.
Aquí estoy, Señor, como María cuando era joven
y te digo: He aquí la esclava; que haga según tu Palabra.
Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es el plan del Padre para mi vida?
Señor, ¿cuál es el proyecto que quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿Por dónde quieres que camine?
Señor, ¿cómo estar seguro de tus caminos en la vida?
Señor, ¿cómo sé yo que es eso lo que deseas de mi y no otra cosa?
Señor, ¿seré capaz de ser fiel a la llamada que tu me haces?
Señor, ¿y si me equivoco y tengo que volver atrás?
Señor, ¿Cómo comprometerme si no estoy plenamente seguro?
Preguntas, Señor, siempre preguntas. ¿Cómo saldré de la duda?
Yo quiero tener claro cada paso del camino.
Soy calculador, Señor, y no me gusta arriesgar nada.
Yo quiero tener mis seguridades y tengo miedo a lo imprevisible.
A fin de cuentas: ¿Te busco o me busco, Señor?
¿Pongo mis ojos en mí o te miro a ti?
¿son tus intereses los que busco o sólo los míos?
¿estoy disponible para ti?
Señor, dame luz y fuerza para optar por ti.
Será lo mejor para mi y para todos.
Tú no defraudas nunca.
Hágase. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 21 de marzo de 2023
Martes, 21 de marzo de 2023
Martes de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una
piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y
allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba
también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús,
al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
"¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no tengo a nadie
que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego
yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma tu
camilla y echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su
camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado
sano: "Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla." El les contestó:
"El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a
andar." Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te ha dicho que tomes la
camilla y eches a andar?" Pero el que había quedado sano no sabía quién
era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había
alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: "Mira, has
quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor." Se marchó
aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en
sábado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Coge tu camilla y vete”. “Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues
podría sucederte algo peor.” También nosotros escucharemos estas
palabras de Jesús en estas últimas semanas de Cuaresma, experimentaremos
el perdón, la fuerza curativa y vivificadora del amor de Dios realizada
en el Sacramento de la Reconciliación. La Cuaresma es tiempo de Gracia,
tiempo de Salvación, momento de descubrir qué “enfermedad”, qué pecados
nos impiden andar, seguir a Jesús; tiempo para acoger el perdón
gratuito de Dios y para comprometernos a serle fiel.
La letra de una canción de Álvaro Fraile nos puede ayudar a escuchar en nuestro corazón la llamada de Jesús: LEVÁNTATE Y ANDA:
No tengas miedo, tú no te rindas, no pierdas la esperanza, no tengas
miedo, yo estoy contigo en lo que venga y nada puede ni podrá el
desconsuelo retando a la esperanza. Anda… ¡levántate y anda!
No
tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza, no tengas miedo,
yo voy contigo siempre y a donde vayas, no dejes que envejezca un solo
sueño cosido alguna almohada. Anda… ¡levántate y anda!
No tengas
miedo, yo te sujeto solo confía y salta, no tengas miedo, voy a
cuidarte, te alzaré cuando caigas; siempre puedes empezar de cero, yo lo
hago todo nuevo. Anda… ¡levántate y anda!
Tú eres mi sueño y mi
causa no piense que voy a dejarte caer; voy a despertarte y estaré a tu
lado para que cada día sea un nuevo renacer, para que tengas vida, anda…
¡levántate!
Damos gracias a Dios, porque la salvación de Jesús también nos ha alcanzado a nosotros…
Gracias, Señor, por tu Palabra
que cae como la lluvia y pone sentido y destino en nuestro camino.
Gracias por el amor, poderoso como un torrente, invencible hasta más allá de la muerte,
que nos eleva y nos llena el corazón de nombres y motivos.
Gracias por tu justicia, que se alza como un grito, como una exigencia, como una llamada
y como el último atisbo de esperanza para quienes sufren lo injusto.
Gracias por hacernos tan de barro, y al tiempo poner tu luz en nuestras grietas.
Gracias por la libertad de quien aprende a caminar sin cadenas
ni más ataduras que la pasión por tu Reino.
Gracias por el pan de cada día, y por poner en nuestra entraña la convicción
de que no podemos estar tranquilos hasta que ese pan llegue a todas las mesas.
Gracias, en fin, por Jesús, camino, verdad y vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 20 de marzo de 2023
Lunes, 20 de marzo de 2023. San José.
San José. Día del Seminario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba
desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no
quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había
tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que
le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará
a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hay procesos vocacionales muy sencillos, sencillos, normales, difíciles,
muy difíciles y como el de San José. El Evangelio no se recrea contando
las dudas, los sufrimientos y las cavilaciones del carpintero. Pero nos
podemos imaginar cómo estarían la cabeza y el corazón de este hombre
cuando se entera de que María está embarazada.
José no se precipita, no se deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se separa de ella.
José abre su corazón al Señor. Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando,
pero si sabemos que el Dios es poco devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no entiende nada. Deshace los proyectos
soñados y camina sobre el mar de sus dudas, con la seguridad de la fe.
En esta fiesta de San José celebramos el Día del Seminario. Rezamos por
los seminaristas, por los sacerdotes, por todos los cristianos (niños,
jóvenes y adultos) para que busquemos siempre conocer y cumplir la
voluntad de Dios.
Te damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y
PROTECTOR de María y de Jesús. Él es custodio y protector de la
comunidad cristiana. Fue custodio con humildad, en silencio, con una
presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos
de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y
en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de
la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y
después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde
enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no
comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus
signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es
«custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y
precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han
confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a
lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
Danos,
Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el
ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad,
con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el
mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con
amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la
periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de
la creación.
Padre Nuestro, para custodiar y proteger también
tenemos que cuidar de nosotros mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros
sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón
salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que
destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la
envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la
ternura; la esperanza y la entrega. Amén.
Oración inspirada en la homilía del Papa Francisco del 19 de marzo de 2013.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.