Sábado de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver
lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los
fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y
los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este
hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y
vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de
ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no
entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por
el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por
propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló
proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no
sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios
dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba
públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al
desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los
discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella
región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse.
Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os
parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían
mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para
prenderlo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las
posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los
jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos
creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se
tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!
Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El
Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el
pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se
desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.
La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos
para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar
sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir
creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en
ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué
hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia
social...? Nadie está libre de pecado.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.
ORACIÓN CON MOTIVO DE LA PANDEMIA
Te adoramos, Señor
Nuestro Salvador, Dios con nosotros, fiel y rico en misericordia.
Rey y Señor de la creación y la historia.
Vencedor del pecado y muerte.
Amigo del hombre, resucitado y vivo a la diestra del Padre.
Te adoramos, Señor
Creemos en ti, Señor
Hijo unigénito del Padre, bajado del cielo para nuestra salvación
Médico celestial, que te inclinas sobre nuestra miseria
Cordero inmolado, que ofreces para redimirnos del mal
Buen Pastor, que das tu vida por el rebaño que amas
Pan vivo y medicina de inmortalidad, que nos das vida eterna
Creemos en ti, Señor
Libéranos, Señor
Del orgullo y la presunción de poder prescindir de ti
De los engaños del miedo y la angustia.
De incredulidad y desesperación
De la dureza del corazón y de la incapacidad para amar
Libéranos, Señor
Sálvanos, Señor
De todos los males que afligen a la humanidad
Del hambre, el hambre y el egoísmo
De las enfermedades, las epidemias y del miedo al hermano
De locura devastadora, de los intereses despiadados y de la violencia
Del engaño, de la mala información y de la manipulación de las conciencias
Sálvanos, Señor
Consuélanos, Señor
Mira tu iglesia, que atraviesa el desierto
Mira a la humanidad, atemorizada por el miedo y la angustia
Mira a los enfermos y moribundos, oprimidos por la soledad
Mira a los médicos y profesionales de la salud, agotados por el esfuerzo
Mire a los políticos y administradores, que llevan el peso de las decisiones
Consuélanos, Señor
Danos tu Espíritu, Señor
En la hora de la prueba y la desorientación
En la tentación y en la fragilidad
En la lucha contra el mal y el pecado
En la búsqueda del verdadero bien y la verdadera alegría
En la decisión de permanecer en ti y en tu amistad
Danos tu Espíritu, Señor
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el pecado nos oprime
Si el odio cierra nuestros corazones
Si el dolor nos visita
Si la indiferencia nos angustia
Si la muerte nos amenaza
Danos tu Espíritu, Señor
Invocaciones tomadas de la oración del Papa Francisco 27 de marzo de 2020
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.