1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo dijo el Señor: "¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!" Un jurista intervino y le dijo: "Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros". Jesús replicó: "¡Ay de vosotros también, juristas que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!"
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Todos tenemos algo de fariseos. Presumimos de cumplir preceptos sin importancia y nos olvidamos de los mandamientos más importantes. A veces ni siquiera nos damos cuenta. Necesitamos la ayuda de los hermanos para ser conscientes de esta realidad.
“Señor, ayúdame a descubrir mis incoherencias.
Dame humildad para reconocerlas
y fuerza para superarlas”
“Enséñanos a corregir con cariño y acierto
las incoherencias de los hermanos”
¿Buscamos los puestos de “relumbrón”, los puestos más cómodos en la familia, en el lugar de trabajo, entre mis amigos… Recuerda el testimonio del Señor que siempre se situó en el lugar de los pobres, de los que sirven. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Jesús cargó sobre sus espaldas los pecados de la humanidad. Los fariseos cargan fardos pesados a los demás. ¿A quién te pareces más? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le pides?
Puestos a ser osados...
danos, Señor, tener siempre:
en la cabeza,
fe en las personas y en el pueblo;
en los ojos,
mirada transparente y visión digna
de tu presencia en la historia;
en los oídos,
la escucha respetuosa y atenta
de las súplicas y gritos de los que no tienen voz;
en los labios,
una palabra cercana, tierna y buena
para los que buscan y preguntan;
en el rostro,
transparencia, alegría y esperanza
para quienes andan tristes y perdidos;
en los brazos,
la resistencia y lucha por tu reino
aquí y ahora;
en las manos,
la disponibilidad solidaria
y un manantial de caricias;
en los hombros,
la fortaleza necesaria para cargar
a débiles, cansados y heridos;
en los pies,
la itinerancia por tus caminos
y alas para desinstalarnos;
en el corazón,
tu pasión, tu paz, tu latir
y la cercanía a los pobres;
en el vientre,
la vida, siempre la vida,
recibida, gestada, dada, amada.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.