Sagrado Corazón de Jesús C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 15, 3‑7
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola:
—«Si
uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las
noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy
contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había
perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por
un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El corazón representa la sede de los sentimientos. Hoy queremos
adentrarnos en las profundidades del corazón de Jesús, queremos conocer y
saborear un poco mejor sus sentimientos, para que los nuestros sean
cada vez más parecidos a los suyos.
En el corazón de Jesús ocupan
un lugar especial las ovejas descarriadas, las personas que están solas
y sufren, que no disfrutan la cercanía del Padre y el calor de los
hermanos.
¿Qué sentimientos ocupan tu corazón? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
El
corazón de Jesús no se contenta con el lamento, es un corazón capaz de
movilizar las piernas, de agudizar la visión, de poner en marcha la
cabeza para ayudar a esas personas que sufren más. El amor de Jesús es
creativo, imaginativo, busca el camino más adecuado para encontrar a las
ovejas perdidas.
¿Cómo es tu amor? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
El
corazón de Jesús se alegra cuando las personas vuelven al rebaño y
pueden disfrutar de los cuidados del Pastor. Aunque él tenga que
esforzarse, sufrir e incluso dar la vida, se alegra por el bien de las
ovejas, de las personas.
¿Cuál es la razón de tu alegría? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Cuando estamos perdidos,
Tú sales a nuestro encuentro
Cuando estamos cansados,
Tú nos llevas al pozo de tu Eucaristía
Cuando estamos desilusionados,
Tú nos llevas al pozo de tu alegría
Cuando nos perdemos en nuestros pecados,
Tú nos conduces a tu perdón
Cuando nos fijamos en lo exterior,
Tú nos indicas el camino hacia el corazón
Cuando nos alejamos de Dios,
Tú nos hablas con tu presencia
Cuando nos sentimos débiles y muertos,
Tú nos das vida con tu Espíritu Santo
Cuando aparecen arrugas en nuestras almas,
Tú les das vida con tu amor.
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Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.
Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas.
Y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.
Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.
Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas...
Estaré con vosotros en todo momento.
Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.
Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo –que es vuestro–:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto...
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva...
para reparar fuerzas.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.