Miércoles de la 14ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad
para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el
llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano
Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo y
Tadeo; Simón el fanático y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos
doce les envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de
paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad que el Reino de los cielos está
cerca".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los llamó. Y el Evangelio nos da el nombre de los doce. Hoy Jesús te
llama, te llama por el nombre, a ti personalmente. Te llama porque te
ama, porque quiere hacerte feliz, porque confía en ti, porque quiere
llevar su Evangelio, su consuelo a todas las gentes...
“Habla Señor, que tu siervo escucha”
“Señor ¿qué quieres de mí?”
“Hágase en mí según tu palabra”
“Estoy dispuesto. Envíame”
Les dio autoridad. A ti te da su misma fuerza, la fuerza de su Espíritu.
No vamos a convencer con nuestra sabiduría ni a hacer obras
maravillosas con nuestra fuerza. El Señor mostrará su grandeza en la
debilidad de los enviados.
“Señor, gracias por la fuerza de tu Espíritu”
“Señor, en tu nombre y con tu fuerza iré a donde quieras”
“Perdona Señor y cura nuestra prepotencia”
Jesús quiere que comiencen la misión en su propia tierra, y que se
preocupen especialmente de las ovejas descarriadas. Los conoce y nos
conoce bien: a veces nos parece que no se puede hacer nada en nuestra
familia, con nuestro grupo de amigos, en los ambientes más cercanos. Sin
embargo, el que no evangeliza, el que no da testimonio entre los suyos
¡qué difícil será que lo haga entre que están muy lejos!
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Si nadie acaricia los ojos del paria, ¿cómo dejará de serlo?
Si nadie cura las heridas del hombre quebrado, ¿en qué soledad sanarán?
Si nadie derriba los cimientos de una ley implacable,
¿hasta cuándo seguirá cerrando puertas y poniendo cadenas?
Si nadie profetiza contra los perversos, ¿cuándo cambiará algo?
Si nadie se deja guiar por la sed, ¿quién hallará la fuente de agua viva?
Si nadie se entrega a tumba abierta, ¿cómo saber que es posible el Amor?
Hace falta Alguien, alguien como tú, o tú de nuevo, en espíritu y verdad.
Alguien que acaricie los abandonos; que alivie sufrimientos; que taladre
certidumbres y denuncie inconsistencias.
Alguien que nos ponga en camino hacia un manantial
en el que nuestro deseo de Vida quedará colmado.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado por mi nombre,
conoces mi historia mejor que yo mismo,
me amas más y mejor que nadie.
Y cuentas conmigo, con mi pobreza.
Gracias, Señor, por llamarme.
Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para estar contigo,
para gozar de tu amistad y tu perdón,
para aprender tus secretos,
para hacerme inmensamente feliz.
Gracias, Señor, amarme.
Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para continuar tu misión:
me has dado tu fuerza, tu Espíritu,
para curar a los enfermos y atormentados,
para animar a los que ya no tienen esperanza.
Gracias, Señor, por enviarme.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.