Sábado de la 16ª semana de tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: El reino de
los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio
del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga
apareció también la cizaña.
Entonces fueron los criados a decirle
al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale
la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le
preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les
respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el
trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega,
diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas
para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El trigo y la cizaña conviven en el mismo campo, en la misma espiga,
y a veces hasta en el mismo grano. En esta tierra nadie es trigo puro o
pura cizaña. Por eso, no conviene actuar con precipitación, no sea que
queriendo arrancar la cizaña, arranquemos también el trigo. Pero no todo
da lo mismo. Al final la cizaña se quemará y el trigo se recogerá en el
granero.
Nosotros, cada uno de nosotros somos ese campo en el
que Dios siempre la semilla y el enemigo la cizaña. El campo nada puede
hacer para librarse de la cizaña, nosotros, en cambio, podemos
acercarnos al sembrador de trigo o al de cizaña.
A veces somos
cizaña, sembradores de cizaña en nuestros ambientes. Y estamos llamados a
ser trigo, el trigo que Dios siembra en el campo del mundo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¡Qué fácil vemos lo negativo de los demás!
Esta es la fragilidad del ser humano. Así nos creaste, Señor,
con maravillas y deficiencias, con generosidades y roñoserías,
con excesos y con defectos, con luces y con sombras.
Tú nos has entretejido en las entrañas maternas,
Tú tienes cada uno de nuestros cabellos contados,
Tú nos envuelves con tu abrazo,
Tú sabes más de nosotros que nosotros mismos…
Ayúdanos, Padre, a aceptarnos del todo,
a reconocer nuestras deficiencias,
a alegrarnos de nuestras cualidades personales y únicas,
a desarrollar contigo todo el potencial inmenso
que has puesto en cada uno,
a animar a que otros también desarrollen el suyo.
Enséñanos, Padre,
a perdonarnos los errores,
a convivir con nuestras incoherencias,
a ser misericordiosos con nuestra naturaleza humana
para así serlo aún más con los otros hermanos,
que también llevan el peso de su propia fragilidad y maravilla.
Gracias por crearnos así, con trigo y con cizaña, Padre.
Mari Patxi Ayerra y Álvaro Ginel
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.