Miércoles de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la
semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de
Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar
con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de
camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no
sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos
le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron
los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y
lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador
de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy
de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron
diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho
que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y
lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto
para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya
cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero
ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y
el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa
con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A
ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y
se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Iban caminando entristecidos. El Resucitado se les acercó. Les preguntó.
Y ellos le cuentan la razón de su tristeza: la muerte de Jesús de
Nazaret. Se desahogan.
“Señor, yo también te presento mis tristezas y preocupaciones”
“Ayúdame a acercarme al que sufre y a escuchar su dolor”
“Ayúdame a reconocerte en los que caminan a mi lado”
Después de escuchar, Jesús habla y comienza a explicarles desde la
Palabra de Dios todo lo ocurrido. La Palabra de Dios es una luz que
ilumina la vida entera y especialmente las zonas más oscuras de la
existencia.
“Señor, tu Palabra me da vida, esperanza, alegría”
“Señor, dame sabiduría para explicar tu Palabra”
“A veces no quiero escucharte. Perdóname”
Invitan a Jesús y Él se quedó con ellos. Y lo reconocieron cuando,
sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio. Aquella fue la primera eucaristía celebrada por el
Resucitado con los suyos.
“Señor, te has quedado entre nosotros. Gracias”
“Gracias por partir el pan de tu vida en cada Eucaristía”
“Perdona Señor mi falta de amor a la Eucaristía”.
Toca seguir caminando,
más allá de la sombra y la duda,
más allá de la muerte y el miedo,
bebiendo palabras prestadas,
confiando en las fuerzas ajenas
si acaso las propias se gastan.
Toca seguir caminando,
acoger al peregrino,
relatar tu historia,
escuchar la suya
aliviar tristezas,
compartir mesa y vida.
Toca seguir caminando
con los ojos abiertos,
para descubrir al Dios vivo
que nos sale al encuentro
hecho amigo, pan y palabra.
En marcha, pues…
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Lo mismo que los dos de Emaús aquel día
también yo marcho ahora decepcionado y triste
pensando que en el mundo todo es muy fuerte y fracaso.
El dolor es más fuerte que yo,
me acogota la soledad y digo
que tú, Señor, nos has abandonado.
Si leo tus palabras me resultaron insípidas,
si miro a mis hermanos me parecen hostiles,
si examino el futuro sólo veo desgracias.
Estoy desanimado. Pienso que la fe es un fracaso,
que he perdido mi tiempo siguiéndote y buscándote
y hasta me parece que triunfan y viven más alegres
los que adoran el dulce becerro del dinero y del vicio.
Me alejo de tu cruz, busco el descanso en mi casa de olvidos,
Dispuesto a alimentarse desde hoy en las viñas de la mediocridad.
No he perdido la fe, pero sí la esperanza,
sí el coraje de seguir apostando por ti.
¿Y no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo como aquella mañana con los dos de Emaús?
¿No podrías descubrirme el secreto de tu santa Palabra
y conseguir que vuelva a calentar mi entraña?
¿No podrías quedarte a dormir con nosotros
y hacer que descubramos tu presencia en el Pan?
Martín Descalzo
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Apareciste
cuando el alma
no tenía prisa
ni de llegar,
ni de crecer,
ni de morir.
Cuando te fuiste,
el cuerpo
no hizo balance
ni de ausencias,
ni de caricias,
ni de preguntas.
Y me dejaste
una sorpresa,
una certeza,
un corazón.
¡Nunca te fuiste!
Benjamín González Buelta, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 12 de abril de 2023
Miércoles, 12 de abril 2023
martes, 11 de abril de 2023
Martes, 11 de abril de 2023
Martes de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de
blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había
estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?"
Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo
han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no
sabia que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién
buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te
lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le
dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa:
"¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre.
Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al
Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los
discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La historia de María Magdalena es impresionante. Amaba a Jesús con toda
la fuerza de su corazón. A quien mucho se le perdona, mucho ama. María
sigue a Jesús cuando es abandonado por casi todos. María lo acompaña
cuando Jesús sube al Calvario, es testigo de su muerte, está allí cuando
es colocado en el sepulcro. Y en la mañana del domingo María está junto
al sepulcro de Jesús, llorando.
“Señor, dame un corazón que sepa amarte como María”
“Dame la fuerza de tu Espíritu para acompañarte siempre”
“También a mí me has perdonado mucho. Te amo, Señor. Gracias”
María ama, pero no cree que Jesús pueda estar vivo. Su pena y sus
lágrimas no le dejan ver claro: no se da cuenta de que le hablan dos
ángeles, confunde al Señor con el hortelano...
Jesús la llama por su nombre: ¡María! Y aquella mujer se vuelve, clava
su mirada en Jesús, su corazón se estremece y las lágrimas de la pena
dan paso a las de la alegría: ¡Maestro!
Ojalá que en esta Pascua todos los cristianos escuchemos al Señor en
nuestro corazón, pronunciado con amor nuestro nombre. Ojalá nos
alegremos tanto como María.
“También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor”
Señor, tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy,
ahuyentas de mi corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas.
Gracias, Señor, por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por
mí.
Señor, María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su
corazón de mujer y dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que
también yo, Señor, sea agradecido, te ame, te siga con confianza y te
sirva con generosidad.
Señor, Magdalena estuvo siempre a tu lado,
en tu pasión, muerte y sepultura. Que también yo esté junto a Ti, en
los que sufren, cuando no te sienta cerca y cuando la fe me traiga más
problemas que satisfacciones.
Señor, tú premiaste la fidelidad de
la Magdalena saliendo a su encuentro después de tu resurrección y
llamándola por su nombre, para convertir su duelo en danzas.Señor, que
escuche mi nombre salido de tu corazón y me deje alcanzar por ti, por tu
alegría, tu paz, tu fuerza...
Señor, tú confiaste a María
Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y cuentas conmigo para
transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu, para cumplir esta
misión con la alegría y la entrega de María Magdalena. Amén
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Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros:
«Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner los ojos,
nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón.
Desde que tú te fuiste nos han quitado el alma
y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza,
ni encontrarnos una sola alegría que no tenga venenos.
¿Dónde estas? ¡Dónde fuiste, jardinero del alma,
en qué sepulcro, en qué jardín te escondes?
¿O es que tú estás delante de nuestros mismos ojos y no sabemos verte?
¿estás en los hermanos y no te conocemos?
¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos
y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte?
Llámame por mi nombre para que yo te vea,
para que reconozca la voz con que hace años
me llamaste a la vida en el bautismo,
para que redescubra que tú eres mi maestro.
Y envíame de nuevo a transmitir de nuevo tu gozo a mis hermanos,
hazme apóstol de apóstoles
como aquella mujer privilegiada
que, porque te amó tanto,
conoció el privilegio de beber la primera
el primer sorbo de tu resurrección.
Martín Descalzo
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 10 de abril de 2023
Lunes, 10 de abril de 2023
Lunes de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los
discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
"Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los
pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la
ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos,
reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados
una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de
noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a
oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de
apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones.
Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A lo largo del tiempo de Pascua, las lecturas evangélicas nos narran las
apariciones del Señor a sus discípulos. El encuentro con Jesús
resucitado es un estallido de alegría.
“Señor, gracias porque también quieres encontrarte conmigo”
“Señor, yo también quiero encontrarme contigo”
“Contágiame la alegría de la Pascua”
Del encuentro con el Resucitado nace la misión: “Id a decir a mis
hermanos...”. Jesús mismo envía. Nos envía para anunciar su
resurrección, para que también otros puedan encontrarse con él y
llenarse de alegría
“Señor, ¿A dónde me envías? ¿cuál es mi misión?”
“Señor, aquí estoy, envíame, estoy dispuesto”
“Perdona mi pecado contra la alegría de la Pascua”
La fuerza de la resurrección puede resucitar a un muerto, pero no puede
dar la fe a quien no la quiere, no puede abrir el corazón de aquellos
que quieren estar cerrados. Ésta es la historia de los sumos sacerdotes.
Y es también nuestra historia. Muchas veces no nos dejamos resucitar
por el Resucitado, no abrimos el corazón.
“En esta Pascua, Señor, te abro el corazón de par en par”
“Perdona mi cerrazón y mi falta de fe”
Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en las manos la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,
sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.
Gracias por este gozo,
gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar inauguraste
la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,
este milagro de ser hombres y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.
José Luis Martín Descalzo
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Pasar de nuestros refugios a la plaza,
del silencio a la denuncia,
del miedo a la valentía,
de la mentira a la verdad,
de la seguridad a la intemperie,
del sueño a la vigilia,
de la estupidez a la sabiduría,
de la cerrazón a la apertura,
de la petición a la alabanza,
de la ley al Evangelio...
Pasar de nuestro mundo a la aldea de enfrente
de la indiferencia al compromiso,
de la cobardía al coraje,
del odio al perdón,
de la tristeza a la alegría,
del rencor a la reconciliación,
del ruido al silencio,
del desarraigo al arraigo,
de la posesión al compartir,
de la esclavitud a la libertad...
Pasar de nuestros dominios al reverso de la historia,
del agobio a la paz,
de la injusticia a la justicia,
de la indeferencia a la solicitud,
del egoísmo al amor,
del poder al servicio,
de la oscuridad a la luz,
del temor al gozo
de la sorpresa al seguimiento,
del desaliento a la esperanza...
Pasar de nuestro mundo a tu regazo,
de nuestra soledad a tu compañía...
¡Soltar lastre!
y preparar así tu pascua,
para pasar de la muerte a la vida.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 9 de abril de 2023
Domingo, 9 de abril de 2023. Pascua de Resurrección.
Domingo de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a
quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían
juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó
primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo;
pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no
por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Simón Pedro y el otro discípulo ven el sepulcro abierto, las vendas en
el suelo y el sudario enrollado en un sitio aparte. Ven y creen. Y
comprenden entonces la Escritura: que Jesús había de resucitar de entre
los muertos.
¡Cuánto cuesta creer en la resurrección! En el Calvario muchos fueron
los testigos de la muerte de Jesús. En la oscuridad del sepulcro nadie
pudo dar fe de la resurrección, sólo Dios. Hace falta fe para creer en
la Resurrección. Hace falta fiarse de Dios para resucitar con Cristo
resucitado.
Cuando estamos sumergidos en la oscuridad de la vida, parece que ya no
vendrá más el día. Cuando sufrimos de verdad, la alegría se convierte en
un espejismo. Cuando Dios calla, creemos que no volverá a hablar jamás.
“Señor, ayúdanos a asumir la cruz con esperanza
danos fe para creer en la resurrección,
convierte nuestra mirada para descubrir los signos de la vida,
y contágianos la alegría de Cristo resucitado”
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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También podemos rezar con esta canción preciosa de la Hermana Glenda:https://www.youtube.com/watch?v=bwJdlmjTNNQ
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De mano en mano,
a través de muchos años
y generaciones de cristianos,
me ha llegado la Buena Noticia,
cubierta de polvo,
como un regalo inesperado.
Ella me anima a vivir
y a unirme a esa brisa
que ha recorrido valles y cumbres,
desiertos y praderas
a través de generaciones de apóstoles
dando vida a tantos corazones.
Hoy, para celebrarlo,
lo cuento y comparto,
extiendo mis brazos,
me siento agarrado y agarro,
sumo mis manos, y salgo
para que esta brisa
llegue a donde todavía no ha llegado.
De mano en mano...
me ha llegado la Buena Noticia,
y no la retengo en mi regazo,
sino que dejo mi refugio
y voy a las plazas, rincones y caminos,
pues anhelo que llegue y meza
nuevos campos aunque no los conozca.
Hoy me siento agraciado
y hondamente agradecido
al sentirme enviado
para ser testigo
de lo que Tú nos has dicho
y nosotros hemos visto
del Dios abierto y compartido.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 8 de abril de 2023
Sábado, 8 de abril de 2023
Vigilia Pascual A
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28, 1‑10
En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana,
fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto
tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del
cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era
de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron
de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
—Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No, está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio
donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de
entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis.» Mirad, os lo he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—Alegraos.
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por
las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la
multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA,
RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la
noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las
mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha
llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las
cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona.
Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios
gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos
resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
Jesús Resucitado se encuentra contigo como se encontró con las mujeres.
Deja que resuenen en tu corazón sus palabras: “Alégrate”, “No tengáis
miedo”.
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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¡Cristo vive! ¡Cristo reina!
Hay que correr la noticia,
no con la voz solamente
sino con la propia vida.
Cristianos resucitados,
el mundo nos necesita
para creer en el milagro
sobre el que la fe se finca.
Pobres o ricos, enfermos
o con la salud cumplida,
sea clara contraseña
nuestra pascual alegría.
Contagiemos a las almas
que languidecen de asfixia
el gozo de Jesucristo
fraterno en nuestra sonrisa.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 7 de abril de 2023
Viernes, 7 de abril de 2023. Viernes Santo.
Viernes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Juan. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese
tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin
ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros,
dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios,
deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el
corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los
pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que
movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar
sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que
no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le
faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le
quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser
verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad
futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás
y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera,
el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo,
el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín
Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando
hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos
estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor
Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más
hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es
también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra,
queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa.
Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la
impotencia? ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la
mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te
damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más
humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu
parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión
de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y
fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a
fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú
viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge
satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús,
en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras
vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y
de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que
resucita.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 6 de abril de 2023
Jueves, 6 de abril de 2023. Jueves Santo.
Jueves Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el
diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que
lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se
quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la
jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con
la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
"Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú
no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo:
"No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no
tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía
quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y
les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros
debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que
yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este
mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la
enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor
expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse
desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder
detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo
de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los
pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos
estaban obligados a realizar).
“Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
“Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me
lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el
Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo,
el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no
utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste
su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a
Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los
hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el
Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
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Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.