Todos los Santos
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y
se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
-«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo,»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia nos ofrece
como Evangelio este texto único de las Bienaventuranzas, que bien se
pueden llamar el corazón de la Biblia. Son un retrato de Jesús: fue
pobre materialmente y se sintió pobre y necesitado de su Padre del
cielo, lloró con los que lloraban, fue sufrido... Podemos dedicar un
rato de nuestra oración saboreando los momentos de la vida de Jesús que
nos vengan a la cabeza cuando leamos cada bienaventuranza.
Jesús quiere que seamos bienaventurados, felices, dichosos. Y nos
marca un camino. Damos una mirada a nuestra vida. Hay bienaventuranzas
que vivimos más y podemos dar gracias por ello. Otras nos cuentan mucho,
pedimos fuerza. para hacerlas vida cada día un poco más
Finalmente recordamos a personas que se acercaron mucho al retrato de
las bienaventuranzas. Algunas viven cerca de nosotros, otras, han
muerto ya y disfrutan de la bienaventuranza, de la felicidad eterna.
Otras están canonizadas, en los altares de las iglesias. Damos gracias
por todo lo que nos aportaron y nos siguen aportando.
Gracias, Señor, por todas las personas humildes y limpias de corazón,
que se fían de Dios; por las que comparten con misericordia las
lágrimas de los tristes y se duelen con las injusticias; por las que
tienen hambre de justicia y trabajan por la paz; aunque sean
incomprendidas y perseguidas.
Gracias, Señor, porque crees en mis posibilidades de mejorar y me
llamas para que avance por el camino del Evangelio, camino de la
santidad. Con la ayuda de la comunidad y la fuerza del Espíritu, con el
ejemplo de los santos y de tantas personas buenas, crecerá mi amor a Ti y
a cuantos me rodean.
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Dichosos quienes mantienen sus lámparas encendidas
y las comparten y llevan bien altas para que alumbren
y guíen a quienes andan a ras de tierra sin ellas,
perdidos entre laberintos, heridas y quejas.
Dichosos quienes permanecen en vela,
con el espíritu en ascuas y el cuerpo en forma,
y están siempre despiertos y atentos para quien llega
a medianoche, de madrugada o cuando el sol calienta.
Dichosos quienes se comparten y entregan,
y son fieles a mi deseo y palabra más sincera
y saben vivir como hijos y hermanos,
tengan cargos o sólo mandatos en su haber humano.
Dichosos quienes no buscan quedar bien, ni excusa
en el cansancio, la edad y la dignidad,
ni en el tiempo que pasa, ni en el premio que se retarda,
y mantienen su entrega para quienes los necesitan.
Dichosos quienes, estén dentro o fuera,
no tienen miedo a tormentas ni a sequías,
ni a huracanes, ni a calmas sin brisa,
y mantienen abierta su choza o su casa solariega.
Dichosos quienes no les importa ser pocos
y, menos aún, quedarse sin nada,
porque saben que el Padre está con ellos y les ama,
y les regala cada día lo necesario para el camino.
Dichosos quienes respetan y sirven sin queja
a sus hermanos, aunque les sean extraños,
y quienes ni comen ni engordan sus cuentas
a costa de otros pueblos y de sus ciudadanos.
Dichosos quienes se saben enviados
y se sienten, sin agobio, responsabilizados,
y aceptan ser hijos y hermanos de todos,
y al servir no se sienten humillados.
¡Dichosos mis discípulos!
¡Dichosos vosotros!
¡Dichosos quienes necesitan vuestro servicio!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 1 de noviembre de 2022
Martes 1 de noviembre de 2022
lunes, 31 de octubre de 2022
Lunes, 31 de octubre de 2022
Lunes de la 31ª semana del tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 14, 12-14
En aquel tiempo, decía Jesús a uno de los principales fariseos que le
había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus
amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos:
porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos;
dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El camino hacia la santidad es el de la gratuidad: hacer las cosas sin
buscar nada a cambio. Dios es gratuito. No espera nada para sí, porque
nada necesita. Si espera que demos buenos frutos, porque nos conviene y
conviene a nuestros hermanos. Damos gracias por el amor desinteresado de
Dios. El nos invita al banquete de su Palabra, de la Eucaristía,
sabiendo que no le podemos pagar con nada.
El Padre invita a todos a su Reino y especialmente a aquellos que más
pequeños. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Con quiénes nos relacionamos más?
¿A quiénes nos acercamos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, Tú amor es siempre gratuito.
Invitas a tu mesa a todas las personas,
cultas e incultas, sanas y enfermas,
ricos y pobres, buenas y malas.
Me has invitado a mí, sin ningún mérito,
gratuitamente, sin buscar nada a cambio;
pues nada mío puede enriquecerte.
Nos abres de par en par las puertas de tu casa,
nos ofreces el regalo de tu amistad,
en tu Palabra, nos has revelado tus secretos,
compartes con nosotros tu Espíritu,
nos reservas un puesto en tu mesa
alimentas con tu amor nuestras hambres
y nos brindas una alegría nueva y eterna.
Sólo por amor. Todo por amor. Gracias, Señor.
Ayúdanos a ser gratuitos en nuestras relaciones,
a ir más allá de los sentimientos y del propio interés;
a abrir nuestro corazón y nuestra mesa
a los amigos y a la familia, por supuesto,
pero también a los que no podrán pagarnos,
a los pequeños, a los pobres, a los que están solos,
a los más necesitados, aunque no siempre lo merezcan.
Purifícanos y haznos parecidos a ti, Señor,
ayúdanos a amar gratuitamente, como Tú,
para entrar de lleno en el camino del Evangelio,
para gozar de la felicidad más grande. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 30 de octubre de 2022
Domingo, 30 de octubre de 2022
Domingo de la 31ª semana del t.o.C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de
distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo
de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo,
porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."
Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador."
Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis
bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado,
le restituiré cuatro veces más."
Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Zaqueo buscaba a Jesús y Jesús quiere encontrarse con Zaqueo. Dios
quiere nuestra compañía, busca nuestro amor. Aunque no necesita nuestra
amistad, parece que no puede vivir sin ella. ¿Por qué? Por que quiere
que seamos felices, porque sabe que somos pequeños y que necesitamos de
su cercanía para vivir, para desarrollar todas nuestras potencialidades.
"Señor, tu buscas mi amistad. Gracias"
"Que no deje nunca de buscarte, Jesús"
B. No lo tenía fácil Zaqueo para encontrarse con Jesús: era bajo de
estatura y además publicano y rico. Para los judíos Zaqueo era un
apestado, un "colaboracionista" de los romanos, alguien que los sangraba
con impuestos. También nosotros debemos superar dificultades para
encontrarnos con Jesús. ¿Cuáles son nuestras dificultades? ¿tratamos de
superarlas o enseguida encontramos excusas para no rezar, para no
participar en la comunidad, para no comprometernos?
"Dame Señor luz para descubrir los obstáculos que nos separan y fuerza para superarlos"
"Perdona Jesús mi pereza"
"No dejes Señor que sea obstáculo para que otros se encuentren contigo"
C. Jesús se encuentra con Zaqueo a pesar de las críticas que va a sufrir
por parte de los judíos: "Ha entrado a hospedarse en casa de un
pecador". También nosotros vemos en muchas ocasiones que tendríamos que
acercarnos a personas que nos necesitan y, sin embargo, no lo hacemos,
por miedo al qué dirán, por no poner en peligro nuestra buena fama...
"Gracias Señor por las personas que se arriesgan por amor a los hermanos"
"Dame fuerza para hacer lo que deba, aunque no me comprendan, aunque me critiquen"
Te creía un Dios cualquiera
de esos que salen al mercado,
crean impacto,
conquistan a la gente
y, en poco tiempo, quedan olvidados.
Te creía un payaso cansado
que se contenta con alegrar
a niños y simples,
y que ofrece oasis de fiesta
porque la vida de cada día
sigue siendo triste e injusta.
Te creía antiguo y bonachón,
señor de paredes y de cuadros
que mira pero no habla;
pastor que sigue manejando la honda
en tiempos de las armas atómicas..
Te creía poca cosa...
No daba importancia a tu palabra
ni a tu compañía.
Eras la visita de cumplido
para después del compromiso.
Eras el postre de una buena comida,
el complemento sentimental
de la razón y de la ciencia...
¡Te creía un capricho más!
Pero eres un Dios de vida e ilusiones.
No es inofensivo acercarse a ti.
No es una cortesía inocente dejarte entrar,
abrirte la puerta,
enseñarte la casa
y darte asiento en el salón.
¡Huésped inquieto y peligroso,
tierno y guasón,
inteligente y eficaz!
Zaqueo firmó un cheque en blanco.
Yo te creo, Dios.
Te creo capaz de dar la vuelta a la cabeza,
al corazón y a la vida,
a todas las vidas de todas las personas.
Capaz de reformar todos los planes
y desviar todas las rutas;
de abrir nuevos caminos;
de ofrecer horizontes inéditos.
Yo te creo capaz
de fijarte en quien está en la higuera;
de invitarte a comer por sorpresa;
de hospedarte en casa de un pecador;
de repetir, hoy, la historia.
No te hagas rogar.
Mírame como Tú sabes,
e invítate a comer en mi casa.
Florentino Ulibarri
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Algún día,
cualquier día,
doblarás otra vez el recodo del camino;
te veré acercarte,
ligero el paso,
con el corazón en vilo;
oiré tu voz llamándome,
veré tus ojos mirándome,
sentiré tus brazos abrazándome;
y sabré que tu amor es más fuerte
que mis dudas, cansancios y necedades.
Algún día,
cualquier día...
¡quizá sea ahora!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 29 de octubre de 2022
Sábado, 29 de octubre de 2022
Sábado de la 30ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 14, 1. 7-11
En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales
fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los
convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en puesto principal, no
sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que
os convidó a ti y al otro, y te dirá: "Cédele el puesto a éste".
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando
te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga
el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás
muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús discrimina a nadie. No tiene problemas para entrar en
casa de un recaudador, se acerca a los pecadores y prostitutas, a los
enfermos y a los niños… Y en el Evangelio de hoy lo contemplamos en casa
de uno de los principales fariseos. Tiene un corazón grande, abierto a
todos.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Siempre nos parece que son los otros los que escogen los primeros
puestos. Tenemos mucha facilidad para darnos cuenta. Pero ¿estás seguro
de que tú no caes en esta tentación? Pide a Dios luz para que te ayude a
descubrir la realidad. Recuerda la vida de Jesús: "Cristo, a pesar de
su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se
rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". (Flp
2)
Nos descoloca tu lógica
de pequeños y grandes,
de sabios y necios,
de enfermos y sanos.
A los que están al final
los adelantas,
y a quienes se pavonean,
ufanos por su asiento preferente,
los mandas a la última fila.
A quienes lucen los galones
del cumplimiento y la perfección
les ignoras las medallas,
mientras aplaudes la dignidad
de las cicatrices en historias bien vividas.
Siembras la duda
en los soberbios,
al tiempo que asientas
la verdad de los humildes.
Pasas de largo ante las mansiones
bien provistas
y te alojas en hogares
donde abundan las carencias
Nos ilumina tu lógica
de pequeños y grandes,
de sabios y necios,
de enfermos y sanos,
de primeros y últimos.
(José María R. Olaizola sj)
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 28 de octubre de 2022
Viernes, 28 de octubre de 2022
San Simón y San Judas
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 6,12-19
En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando
a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce
de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que se puso de nombre Pedro, y
Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás,
Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas
Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un
llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda
Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a
que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus
inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía
de él una fuerza que los curaba a todos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús subió a la montaña, subió a orar, a estar con su Padre.
La montaña y la noche están acostumbradas a escuchar las confidencias
de Jesús y el Padre. Seguir a Jesús es también orar, crecer en la
amistad personal de Dios. ¿Qué dices a Dios?
Jesús busca colaboradores para su misión. Dios busca la cooperación de
las personas. Dios pide tu ayuda. ¿Para qué? Para predicar, es decir,
para anunciar a las personas el amor de Dios; también para expulsar
demonios, es decir, para luchar contra la injusticia, la mentira, el
pecado... Para ser sacerdotes, laicos comprometidos, religiosos… ¿Qué
dices a Dios?
Jesús marca un estilo de actuar. Podría haber actuado él solo, sin
colaboradores, pero prefiere llevar adelante su misión en comunidad.
¿Soy persona de comunidad o tiendo al individualismo? ¿Qué te dice Dios?
¿Qué le dices?
Señor, tú llamaste a Abraham, a Moisés, a Samuel, a Jeremías...
a cada uno lo llamaste por su nombre.
Jesús, tú también llamaste a tus apóstoles por su nombre.
Y a mí también me llamas por mi nombre.
(dejo que resuene la voz de Dios en mi corazón, llamándome por mi nombre).
Me llamas por mi nombre, porque me conoces, me conoces mejor que yo mismo.
Conoces mi capacidad de amar, de trabajar, de entregarme, de escuchar y compartir;
esas capacidades que tú me diste y me ayudas a desarrollar,
esas virtudes que alegran tu corazón.
Conoces también mis miserias, mis egoísmos, mi individualismo,
el orgullo que me aparta de ti y los hermanos.
Conoces mi pobreza ¿y me sigues llamando?
Sí. Me amas tal como soy y cuentas conmigo.
Y me repites lo mismo que dijiste a San Pablo:
tu fuerza se muestra perfecta en mi debilidad.
A través de mi pobreza se hace presente la grandeza de tu amor.
Señor, ayúdame conocerme y amarme.
Dame fuerza para responder a tu llamada. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 27 de octubre de 2022
Jueves 27 de octubre de 2022
Jueves de la 30ª semana del tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 13, 31-35
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.
El contestó: Id a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término».
Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se
te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina
reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido.
Vuestra casa se os quedará vacía.
Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El cerco en torno a Jesús se estrecha. Él se da cuenta, pero es
fiel a su misión, aunque se da cuenta de que se aproxima su término. Sin
embargo, nosotros, en muchas ocasiones, encontramos mil disculpas para
dejar de ser fieles y evitar así el sufrimiento que prevemos.
“Señor, haznos fieles, cura nuestra cobardía”
Cuantas veces Dios nos ha querido reunir, como la gallina reúne a sus
pollitos bajo sus alas. Sin embargo, no nos dejamos querer por el Señor
que nos ofrece su ternura.
“No te canses, Señor, de reunirnos”
“Perdona y cura nuestra autosuficiencia”
Jesús, tú me dices con lágrimas en los ojos: -¡Cuántas veces he
querido acompañarte, consolarte, amarte y darte fuerza; y no has
querido! ¡Cuántas veces he querido acercarte y unirte a otros hermanos
tuyos, que te necesitan y a los que necesitas; y te has quedado solo,
aíslado!
Señor, sé que tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú
eres pan y no me acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me
acerco a curarme de mis inquietudes; sé que tú eres alegría y prefiero
quedarme a solas con mi tristeza... Prefiero hacer otras cosas y
acercarme a otras personas, aunque sé que sólo tú puedes colmar el gran
corazón que me diste.
Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a ti,
sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por ti, para
vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la gallina.
Qué sepa acercarme cada día a las personas que necesitan de mí y a las
que necesito para seguir adelante.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 26 de octubre de 2022
Miércoles, 26 de octubre de 2022
Miércoles de la 30ª semana del tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y
aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se
salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os
digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa
se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la
puerta diciendo: "Señor ábrenos" y él os replicará: "No sé quiénes sois"
Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has
enseñado en nuestras plazas". Pero él os replicará: "No sé quiénes sois.
Alejaos de mí, malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de
dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en
el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de
oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el
Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que
serán últimos".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¿Serán pocos los que se salven? Esta pregunta revela por una parte una
preocupación por la salvación, una preocupación que en nuestros tiempos
pocas personas tienen. Ni siquiera tenemos muy claro que es eso de la
salvación. ¿Qué podemos decir de la salvación?
- La salvación consiste en vivir como hijos de Dios, hermanos de todos
los hombres y señores de las cosas. Es la felicidad completa.
- Comenzamos a disfrutar de la salvación en esta tierra y la podremos
gozar en plenitud cuando Dios termine nuestro peregrinar y lleguemos a
nuestra verdadera patria.
- Es un don de Dios que ofrece a todos. Dios quiere que todos nos
salvemos. Dios nos salva de todo lo que nos hace infelices y además nos
ofrece la posibilidad de vivir como hijos suyos.
- Es un don que debemos acoger en la vida, entrando por la puerta
estrecha de la solidaridad, de la austeridad, del compartir, de dar la
vida… No importa saber si se salvaran muchos o pocos. Importa salvarse y
ayudar a que otros se salven, a que sean felices en esta tierra y por
toda la eternidad
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Venid, venid todos, venid a la fiesta.
No os quedéis fuera mirando con tristeza.
Celebremos la fiesta del Señor, la que nos mandó.
Hagamos todos juntos un pan tierno y grande,
y preparemos abundante y generoso vino.
Que las mujeres no se olviden de la sal,
que los hombres consigan levadura,
que los adultos vacíen sus sacas de harina,
que los jóvenes traigan agua cristalina,
que todos pongan una pizca de su aroma.
Salid a las calles, invitad sin miedo
a ciegos, sordos, cojos, presos, pobres;
del Sur y del Norte, ciudadanos y extranjeros,
de toda raza y color, oficio y clase...
Venid todos al encuentro del Señor.
¡Pronto! Dejad vuestros negocios.
Sigamos la receta del Señor.
Amasemos todos, en la artesa, con las manos,
y veamos con alegría cómo crece el pan.
Cozámoslo en el horno del amor
Porque celebramos el encuentro con Jesús
y renovamos nuestro compromiso con el Reino.
Nadie quedará con hambre ni estará solo y triste.
Hay para todos, en abundancia, cuando se comparte.
Venid todos a participar en la fiesta de la vida.
Es el Señor quien nos invita.
Florentino Ulibarri
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Señor, todos queremos ser felices, plenamente felices.
Tú has puesto en nuestro corazón el deseo de una felicidad infinita.
Pero no siempre acertamos a entrar por la puerta que conduce a esa felicidad, a esa salvación.
Y, a veces, llegamos a pensar que no existe esa puerta, que nunca
podremos disfrutar una felicidad a la medida de nuestro corazón.
Pero tú, Jesús, nos dices que existe una puerta que nos hace entrar en la familia del Padre, en el calor de su casa.
Tú, Jesús, eres la puerta, el paso hacia la salvación, hacia la felicidad que colmará todos nuestros deseos.
Eres la puerta que nunca está cerrada, que está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios.
Tú eres una puerta abierta, también y de forma especial a los que nos sentimos pecadores.
Tú nos esperas para abrazarnos, para perdonarnos, para curarnos,
para transformar y renovar nuestra vida, para llenarla de alegría plena y duradera.
Señor, tu puerta, la puerta de la felicidad es estrecha, está abierta a todos, pero no está abierta a todo.
No caben todos nuestros caprichos, no cabe el orgullo, el egoísmo, la mentira, la injusticia que hace sufrir a tanta gente...
Ayúdanos a saber renunciar a todo lo que nos aleja de tu perdón, de tu alegría, de tu misericordia
y así, tú puedas llenar nuestro corazón con el amor más grande y la felicidad que no menguará jamás. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.