viernes, 6 de agosto de 2021

Viernes, 6 de agosto de 2021

Transfiguración del Señor B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 1-10

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Camino de Jerusalén, Jesús va preparando a sus discípulos, les advierte repetidamente que va a ser arrestado y crucificado, para resucitar al tercer día. Ante el panorama que describe Jesús, los discípulos se entristecen. En este contexto tiene lugar la transfiguración. Es una experiencia que marcará sus vidas. La transfiguración no anula la cruz y la muerte cercanas, pero ayudará a los discípulos a vivirlas con más esperanza.

El Señor está atento a cada uno de nosotros. Y cuando ve que nuestra fe flaquea también nos regala experiencias de transfiguración: en la celebración de la Eucaristía, en un momento de oración, en la conversación con un buen amigo, de la manera más insospechada. Damos gracias a Dios por todas esas experiencias a través de las cuales Dios levanta nuestra esperanza y nos ayuda a asumir las cruces de cada día.

Señor, te damos gracias porque nos miras con amor,
conoces nuestras debilidades y malos momentos,
y nos ofreces siempre la luz de la esperanza.
Ilumina, Señor, nuestras tinieblas,
Tú, que, antes de entregarte a la pasión,
quisiste manifestar en tu cuerpo transfigurado
la gloria de la resurrección futura.

Te pedimos por los cristianos que sufren:
para que, en medio de las dificultades del mundo,
vivan transfigurados por la esperanza de tu victoria.
Te pedimos por todas las personas que sufren,
para que a nadie le falte, Señor, la luz de la esperanza.

Gracias, Señor, por todas las personas,
por todos los momentos y lugares,
por todas las oraciones y celebraciones
que transfiguran nuestro corazón y nuestro rostro,
que nos devuelven la esperanza y la paz,
que dificultades y pecados nos quitan.

Señor, que también nosotros estemos atentos
para descubrir a todas las personas desanimadas,
para compartir con ellas el amor y la esperanza
que cada día Tú nos ofreces a manos llenas. Amén.

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Cuando te has olvidado de ti mismo,
cuando te has agotado en el servicio a los últimos,
cuando has vencido la tentación de cualquier apego,
cuando has aceptado el sufrimiento como compañero,
cuando has sabido perder,
cuando ya no pretendes ganar,
cuando has compartido lo que tú necesitabas,
cuando te has arriesgado por el pobre,
cuando has enjugado las lágrimas del inocente,
cuando has rescatado a alguien de su infierno,
cuando te has introducido en el corazón del mundo,
cuando has puesto tu voluntad en las manos de Dios,
cuando te has purificado de tu orgullo,
cuando te has vaciado de tanto acopio superfluo,
cuando te sientes herido...
brilla en ti, gratis, la luz de Dios,
sientes su presencia irradiando frescura primaveral,
y su perfume te envuelve y reanima.

Ya no necesitas otros tesoros.
Dios te acompaña,
te habla,
te protege.
Te sientes esponjado en un mar de dicha...
Y si no estás en las nubes,
es un Tabor
que se te ofrece gratis,
para que disfrutes ya lo presente
y camines firme
y sin temor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.