sábado, 15 de abril de 2017

Sábado 15 de abril

Vigilia Pascual A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28, 1‑10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
—Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No, está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.» Mirad, os lo he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—Alegraos.
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.

Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.

Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.

Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha llegado a nosotros, a ti.

Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.

Jesús Resucitado se encuentra contigo como se encontró con las mujeres. Deja que resuenen en tu corazón sus palabras: “Alégrate”, “No tengáis miedo”.

Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.

Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.

Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.

Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.

Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!

Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.

Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.

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¡Cristo vive! ¡Cristo reina!
Hay que correr la noticia,
no con la voz solamente
sino con la propia vida.

Cristianos resucitados,
el mundo nos necesita
para creer en el milagro
sobre el que la fe se finca.

Pobres o ricos, enfermos
o con la salud cumplida,
sea clara contraseña
nuestra pascual alegría.

Contagiemos a las almas
que languidecen de asfixia
el gozo de Jesucristo
fraterno en nuestra sonrisa.

Luis Carlos Flores Mateos, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.