Miércoles de la 24ª semana de tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 7, 31-35
En aquel tiempo, dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta
generación ? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños,
sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no
bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis» Vino Juan el Bautista, que
ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del
Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho,
amigo de recaudadores y pecadores». Sin embargo, los discípulos de la
Sabiduría le han dado la razón.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Juan y Jesús anuncian la Palabra de Dios, con dos estilos distintos.
Juan desde el desierto, Jesús desde las calles, plazas y casas. Juan no
participaba en fiestas, Jesús si. Las palabras de Juan eras más ásperas
que las de Jesús. Juan es el mayor de los profetas, Jesús es el
mismísimo Hijo de Dios. Sin embargo, ni a uno ni a otro escucharon.
Decían que Juan tenía un demonio y que Jesús era un comilón y un
borracho. A veces somos especialistas es buscar excusas para no escuchar
a las personas.
"Señor, abre mi corazón a la verdad de cada persona"
"A veces descalifico a las personas sin conocerlas. Perdona"
B. Dios sigue hablando a través de personas, a través de personas
amables y bruscas, aburridas y divertidas. desagradables y simpáticas,
más buenas y peores, de izquierdas y de derechas, creyentes y no
creyentes...
No es fácil descubrir lo que Dios nos dice por medio de las palabras de
las personas (a veces contradictorias), pero tenemos que abrir los oídos
de par en par a todos y pedir a Dios que nos ayude a escuchar su
Palabra en las palabras.
"Concédeme Señor tu luz para saber escucharte"
"Dame paciencia y perseverancia cuando no entienda lo que me quieras decir".
Señor,
te doy gracias por todas las personas que hoy se encontrarán conmigo,
cada una con su forma de pensar, sentir y actuar; todas están creadas a
imagen y semejanza tuya, de todas puedo aprender algo bueno, todas me
pueden enriquecer. En el fondo, todas son un regalo tuyo.
Sin
embargo, a veces estoy cerrado, agrando los defectos de las personas
para no aprender de nadie, para no cambiar. Unas me parecen demasiado
estrictas, otras muy permivas, algunas poco modernas, otras demasiado
avanzadas. Señor, ayúdame a descubrir el don de todas las personas, a
seguir el mensaje que tú me ofreces a través de cada una.
Conviérteme, para ser regalo tuyo para los demás. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.