Lunes de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre
que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos
estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué
acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo
paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio".
El se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una
pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal,
salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos,
le dijo al hombre: "Extiende el brazo". El lo hizo, y el brazo quedó
restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer
con Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes o sábado. Los
fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen
furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en
sábado. Para Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima
de la ley.
También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que hacen nuestros
“adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los compañeros
si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para superar
la envidia:
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que deseamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
"De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para agradecer las personas que nos quieren,
los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesito
y compartir con generosidad lo que tengo. Amén.
Jesús predica y cura. Y así manifiesta a todos el amor misericordioso
del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida corra peligro.
¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o sólo
ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Evangelio del día
La oración nuestra de cada día...
lunes, 9 de septiembre de 2024
Lunes, 9 de septiembre 2024
domingo, 8 de septiembre de 2024
Domingo, 8 de septiembre 2024
Domingo de la 23ª semana del t.o.B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron
un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga
las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en
los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua
y hablaba sin dificultad. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero,
cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Bueno sería que en este domingo nos pusiéramos el traje de otorrino y
nos hiciésemos un chequeo de oído, o mejor aún, un chequeo de escucha.
¿Escuchas a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros de estudio o
trabajo? ¿y a los que no piensan como tú? ¿y a los que te piden ayuda?
Pídele a Jesús que cure tu sordera, con fe.
Y ya que estás en faena ¿por qué no haces otro chequeo a tu oído
interior? Dios habla, susurra, grita... a través de las personas, de los
acontecimientos, de su Palabra, de tus sentimientos...
"Gracias Señor por tu Palabra"
"Perdona mi falta de escucha"No
te quites aún tu traje de otorrino. Hay mucha gente sorda por ahí. A
algunos hay que descubrirles la sordera, a otros, hay que ayudarles a
superarla. Es tan importante escuchar a las personas y a Dios. Es tan
triste estar incomunicado. Dios pide tu colaboración. ¿Qué le dices?
Que los sordos dejen de hacerse los sordos,
que se limpien los oídos a fondo
y salgan a las plazas y caminos,
que se atrevan a oír lo que tienen que oír:
el grito y el llanto, la súplica y el silencio
de las personas que ya no aguantan su situación.
Que los mudos tomen la palabra
y hablen clara y libremente
en esta sociedad confusa y cerrada,
que se quiten miedos y mordazas
y se atrevan a pronunciar las palabras
que todos tienen derecho a oír:
las que nombran, se entienden y no engañan.
¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!
Que nadie deje de oír el clamor de los silenciados,
ni se quede sin palabra ante tantos enmudecidos.
Sed, para los que no oyen, tímpanos que se conmuevan;
palabras vivas para los que no hablan;
micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros
para pronunciar la vida y susurrar la esperanza,
en todos los que caminan y buscan.
¡Que los sordos oigan y los mudos hablen!
Que se rompan las barreras
de la incomunicación humana
en personas, familias, pueblos y culturas.
Que todos tengamos voz cercana y clara
y seamos oyentes de la Palabra en las palabras.
Que construyamos redes firmes
para el diálogo, el encuentro y el crecimiento
en diversidad y tolerancia.
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Que se nos destrabe la lengua
y salga de la boca la Palabra inspirada.
Que se nos abran los oídos para recibir,
la Palabra salvadora, ya pronunciada,
en lo más hondo de nuestras entrañas.
Que se haga el milagro en los sentidos
de nuestra condición humana
para recobrar la dignidad y la esperanza.
Para el grito y la plegaria,
para el canto y la alabanza,
para la música y el silencio,
para el monólogo y le diálogo,
para la brisa y el viento,
para escuchar y pronunciar tus palabras
aquí y ahora, en esta sociedad incomunicada,
Tú que haces oír a sordos y hablar a mudos...
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Florentino Ulibarri
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Hace oír a los sordos,
y hablar a los mudos.
Hace soñar a los escépticos
y aterrizar a los ingenuos.
Hace amar a los indiferentes
y resistir a los frágiles.
Hace ver a los ciegos
y caminar a los paralíticos.
Hace dudar a los intransigentes
y ayuda a encontrar a los que buscan.
Hace reír a los que lloran
y llorar a los que matan.
Hace vibrar a los fríos
y arriesgarse a los cobardes.
Hace estremecerse a los crueles
y pone un canto de esperanza en los corazones tristes.
Hace resucitar a los que mueren.
Y allá donde pone su mano,
deja una huella de vida.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 7 de septiembre de 2024
Sábado, 7 de septiembre de 2024
Sábado de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban
espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos
les preguntaron: "¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?"
Jesús les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus
hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes
presentados -que sólo pueden comer los sacerdotes-, comió él y les dio a
sus compañeros". Y añadió: "El Hijo del hombre es señor del sábado".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los fariseos están al acecho. Espían a Jesús y a sus discípulos, para ver de qué los puedes acusar.
Los acusan de incumplimiento de la ley del sábado. Utilizan la ley para
atacar, para condenar. Jesús les explica con un ejemplo el verdadero
sentido de la ley del sábado y de todas las leyes. Las leyes tienen su
sentido, pero están al servicio de las personas. Las personas no pueden
convertirse en esclavas de la ley. Además Él está por encima de
cualquier ley: es señor del sábado.
¿Estamos al acecho de alguna persona? ¿Utilizamos la ley para condenar? Pedimos perdón.
Damos gracias a Jesús que nos libera del peso de la ley.
Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para que conducirnos por el camino de bien,
para buscar la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza para aceptarla como camino de vida
y acierto para mostrarla en positivo a los demás.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 6 de septiembre de 2024
Viernes, 6 de septiembre 2024
Viernes de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo dijeron a Jesús los fariseos y
los letrados: "Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de
los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber". Jesús
les contestó: "¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el
novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces
ayunarán".Y añadió esta comparación: "Nadie recorta una pieza de un
manto nuevo para ponérsela a un manto viejo, porque se estropea el
nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres
viejos, porque revientan los odres, se derrama, y los odres se
estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere
del nuevo, pues dirá: Está bueno el añejo".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los fariseos no comprenden a Jesús. Su Evangelio es el vino bueno, la
pieza nueva. Los corazones de los fariseos son los odres viejos, el
manto viejo. Para acoger a Jesús tenemos que cambiar el corazón, la
forma de pensar, nuestro estilo de vida. Si no nos vamos convirtiendo a
la Palabra de Jesús, nunca descubriremos su novedad.
Para
comprender a Jesús hay que nacer de nuevo; mejor dicho, tenemos que
dejar que Dios nos dé a luz de nuevo. En la oración, en la celebración
de los sacramentos, en la vida de cada día Dios nos va transformando...
si lo dejamos.
Señor, la novedad nos da siempre un poco de miedo,
porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control,
si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida,
según nuestros esquemas, seguridades, gustos....
Y esto nos sucede también contigo.
Con frecuencia te seguimos, te acogemos, pero hasta un cierto punto;
nos resulta difícil abandonarnos a Ti con total confianza,
dejando que el Espíritu Santo anime y guíe nuestra vida, en todas las decisiones;
tenemos miedo a que nos lleves por caminos nuevos
y nos saques de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas,
para abrirnos a los tuyos.
Tú eres novedad y haces nuevas a las personas que, con confianza, se dejan tocar por Ti:
Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva;
Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa;
Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad;
los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio.
Y nosotros, ¿estamos abiertos a las sorpresas que nos preparas
o nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?
¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que Tú nos presentas
o nos atrincheramos en estructuras y costumbres caducas,
que han perdido la capacidad darnos y dar al mundo la alegría más grande?
Danos un corazón abierto para acogerte, para abrirnos a tu novedad,
con la seguridad de que Tú nos amas y siempre quieres nuestro bien.
Oración inspirada en una homilía de Francisco (19 de mayo de 2013).
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 5 de septiembre de 2024
Jueves, 5 de septiembre de 2024
Jueves de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la
palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos
barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado
y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y
le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado,
enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro y echad las
redes para pescar". Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las
redes". Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande,
que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para
que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos
barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro, se arrojó a los
pies de Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador". Y
es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él
al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús
dijo a Simón: "No temas: desde ahora serás pescador de hombres". Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Rema mar adentro” es una invitación a crecer, a ser nosotros mismos, a amar más y mejor…
Gracias, Señor, porque nos llamas a remar mar adentro,
de la orilla del "no hacer mal a nadie" al mar de la santidad,
de la orilla del "compartir unas migajas" al mar de la entrega total,
de la orilla del "rezar por obligación" al mar de la amistad contigo,
de la orilla del “todo está muy mal” al mar del compromiso,
de la orilla del “me da miedo” al mar de la confianza,
de la orilla del "ir tirando" al mar de una vida plena.
No permitas que me quede estancado, en la orilla,
y guíame en la aventura de remar mar adentro,
para encontrarme con mi yo más auténtico,
para descubrir el mar inmenso de tu amor,
para gozar la alegría de la fraternidad más grande.
Cuando nos damos cuenta de la grandeza y la bondad de Dios, reconocemos
nuestra pequeñez y de nuestro pecado. Esta es la experiencia de Pedro.
Esta es la experiencia que todos estamos invitados a vivir. Sólo cuando
tomemos conciencia de quién es Dios y de quiénes somos nosotros,
podremos relacionarnos con verdad con Él y con los hermanos.
“Señor, tu mar es grande, nuestras barcas son pequeñas”
“Concédenos descubrir y admirar tu grandeza”
“Concédenos un corazón humilde”
“No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Cuando Pedro reconoce su pecado, Jesús lo llama. Es curioso.
Jesús no se detiene ante nuestra pequeñez, ni siquiera ante nuestro
pecado, cuando lo reconocemos con sinceridad. Y cuenta con nosotros,
cuenta contigo. Y te llama.
Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.
Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.
También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.
Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.
Benjamín González Buelta, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 4 de septiembre de 2024
Miércoles, 4 de septiembre de 2024
Miércoles de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta, y le pidieron que hiciera
algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó;
ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los
llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De
muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: "Tú eres el Hijo
de Dios". Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era
el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo
andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les
fuese. Pero él les dijo: "También a los otros pueblos tengo que
anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. Y predicaba en
las sinagogas de Judea.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Esta página del Evangelio tiene el color del éxito. Jesús cura a la
suegra de Pedro e inmediatamente se puso a servirles. El servicio es
signo de salud, de salvación. Y el servicio es fuente de alegría. Damos
gracias porque hoy sigue curándonos y le pidamos que nos conceda ser más
serviciales.
Te doy gracias de todo corazón,
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida. Sálvame. Confío en ti.
Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí. Dame fuerza.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.
Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.
Al día siguiente, cuando se hizo de día, salió a un lugar solitario.
Jesús necesita de la soledad, del silencio, para encontrarse con su
Padre, para ser fiel a su misión. Reza cuando cosecha fracasos y cuando
es aclamado por todos, cuando truena y cuando hace sol.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Dan con él y quieren retenerlo. Pero Jesús tiene claro que ha de cumplir
su misión: tiene que anunciar el Evangelio en los otros pueblos.
Hemos de tener cuidado. Es muy fácil perder el rumbo de la misión que
Dios da a cada uno. Si fracasamos, tenemos la tentación de abandonarla.
Si tenemos éxitos, podemos modificarla para evitar la dificultad y la
cruz.
“Señor, haznos fieles, frente al éxito y al fracaso”
“Corrige el rumbo de nuestra misión cuando se desvía”
“A veces queremos retener a los demás en nuestro favor. Perdona.”
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 3 de septiembre de 2024
Martes, 3 de septiembre de 2024.San Gregorio Magno.
San Gregorio Magno
Martes de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 4,31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de la Galilea, y los
sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su enseñanza,
porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía
un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: "¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el
Santo de Dios". Jesús le intimó: "¡Cierra la boca y sal!" El demonio
tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle
daño. Todos comentaban estupefactos: "¿Qué tiene su palabra? Da órdenes
con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen". Noticias de él
iban llegando a todos los lugares de la comarca.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hay muchas clases de autoridad. Hay personas que tienen autoridad porque
saben mucho, otras porque tienen mucho poder y muchas posibilidades
para reprimir a los adversarios. La autoridad puede nacer del poder o de
la coherencia, de la autenticidad. Ésta es la autoridad de Jesús. Y
ésta debería ser nuestra autoridad.
Señor, Tú hablas con autoridad,
porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido;
porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas;
porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes;
porque hablas con respeto, nunca con violencia;
porque haces lo que dices, vives lo que hablas;
porque tus palabras buscan mi bien, aunque a veces no quiera escuchar lo que me dices;
porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras;
porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos;
porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti;
porque
tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo
mensaje: que nos amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará
siempre.
Señor, ayúdame a hablar como Tú, a vivir como Tú, a ser como Tú.
Jesús libera de todo lo que no nos deja crecer como personas y como
cristianos. Por eso su lucha se dirige directamente contra el pecado. El
pecado es nuestro peor enemigo, un enemigo que se convierte en
invencible cuando no reconocemos su peligro.
“Señor, gracias por desatarnos de las cadenas que nos atan,
por liberarnos de los espíritus que nos atemorizan.
Concédenos reconocer el mal que retuerce a nuestros hermanos
y ayudarles a disfrutar la alegría de una vida libre.”
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha