Vigilia Pascual B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16, 1-7
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del Sepulcro?»
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.
Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
Jesús Resucitado se encuentra contigo como se encontró con las mujeres. Deja que resuenen en tu corazón sus palabras: “Alégrate”, “No tengáis miedo”.
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
----------------------------
Iniciar una nueva vida
como quien inicia un nuevo día,
feliz y esperanzado al alba,
aunque no sepa qué trae la jornada.
O como quien alza y abre los ojos,
mirando el horizonte a cada hora
porque éste se presenta cambiante
y lleno de sorpresas que baten el aire.
Iniciar una nueva vida
como si fuera primavera
con toda la naturaleza
despierta por dentro y por fuera.
O como si fuese el rocío
que a las flores alimenta
para que muestren su belleza,
sin alborotar y sin soñar en ser río.
Iniciar una nueva vida
soñando con los hermanos,
amando la casa y el trabajo,
y gozando la familia.
Iniciar una nueva vida,
si es preciso, renunciando
al descanso ganado por la edad,
el trabajo y las promesas.
Iniciar una nueva vida
y vivirla con gozo en el tajo,
o donde el corazón te lleve,
para que sea auténtica y rica...
¡Iniciar una nueva vida!,
eso es la Pascua cristiana,
tu Pascua evangélica,
humana y divina.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 31 de marzo de 2018
viernes, 30 de marzo de 2018
Viernes 30 de marzo
Viernes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Juan. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera, el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo, el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra, queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa. Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la impotencia? ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús, en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que resucita.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Juan. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera, el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo, el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra, queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa. Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la impotencia? ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús, en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que resucita.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 29 de marzo de 2018
Jueves 29 de marzo
Jueves Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos estaban obligados a realizar).
“Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
“Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo, el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
------------------
Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos estaban obligados a realizar).
“Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
“Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo, el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
------------------
Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 28 de marzo de 2018
Miércoles 28 de marzo
Miércoles Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:
- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres, hombres y niños que son engañados y transportados a lugares desconocidos.
Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más débiles de la sociedad.
Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.
Ilumina a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la dignidad de todo ser humano.
Señor de la Vida, ayuda, sobre todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.
Señor, Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:
- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres, hombres y niños que son engañados y transportados a lugares desconocidos.
Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más débiles de la sociedad.
Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.
Ilumina a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la dignidad de todo ser humano.
Señor de la Vida, ayuda, sobre todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.
Señor, Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 27 de marzo de 2018
Martes 27 de marzo
Martes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
y a hacer realidad tus mismas opciones”
La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no debemos, lo que no queremos.
“Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
“Gracias por tu amor, a prueba de traición”
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:
Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
Tú, sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
Ayúdame a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad de comprender a los demás.
Señor, aunque me cueste, quiero apoyar mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de los que me rodean, de los que más me necesitan.
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
y a hacer realidad tus mismas opciones”
La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no debemos, lo que no queremos.
“Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
“Gracias por tu amor, a prueba de traición”
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:
Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
Tú, sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
Ayúdame a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad de comprender a los demás.
Señor, aunque me cueste, quiero apoyar mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de los que me rodean, de los que más me necesitan.
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 26 de marzo de 2018
Lunes 26 de marzo
Lunes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis.
Una muchedumbre de judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!
Marcelo A. Murúa
--------------------
A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.
Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...
Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.
Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.
Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.
Florentino Ulibarri
María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de María.
“Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
“Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son como una nube negra en un cielo azul. Cuando no nos ponemos en lugar del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis.
Una muchedumbre de judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!
Marcelo A. Murúa
--------------------
A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.
Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...
Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.
Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.
Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.
Florentino Ulibarri
María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de María.
“Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
“Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son como una nube negra en un cielo azul. Cuando no nos ponemos en lugar del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 25 de marzo de 2018
Domingo 25 de marzo
Domingo de Ramos B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Marcos. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.
- En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia. Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente incómodo, tratando de que los otros asuman la responsabilidad.
Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la palabra, los milagros y la amistad de Jesús.
Cuando te sientas identificado con estos personajes, pide perdón.
- En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo, la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver cómo muere Jesús... En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño, confiando en Dios Padre. Da gracias a Dios por las ocasiones en las que sigues el ejemplo de ellos, por las personas que viven así.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
En esta Semana Santa…
Señor, déjame ir contigo; sólo quiero caminar detrás,
pisar donde tú pisas, hasta llegar a la cruz.
Quiero escuchar tu palabra, simple y preñada de Dios,
que, aunque a muchos incomode, a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa, comer del pan compartido
que con tus manos repartes a todos los que se acercan.
Que de tanto ir junto a ti, pueda conocerte más,
tú seas mi único amor y te siga hasta morir.
(Adaptación de una plegaria de Javi Montes SJ)
----------------------
¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes...
Y de gestos proféticos nada se sabe.
Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.
Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.
Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.
Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.
Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia...
¡Estamos huérfanos.!
Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.
¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.
El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.
¡Hosanna, Señor, Hosanna!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Marcos. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.
- En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia. Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente incómodo, tratando de que los otros asuman la responsabilidad.
Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la palabra, los milagros y la amistad de Jesús.
Cuando te sientas identificado con estos personajes, pide perdón.
- En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo, la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver cómo muere Jesús... En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño, confiando en Dios Padre. Da gracias a Dios por las ocasiones en las que sigues el ejemplo de ellos, por las personas que viven así.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
En esta Semana Santa…
Señor, déjame ir contigo; sólo quiero caminar detrás,
pisar donde tú pisas, hasta llegar a la cruz.
Quiero escuchar tu palabra, simple y preñada de Dios,
que, aunque a muchos incomode, a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa, comer del pan compartido
que con tus manos repartes a todos los que se acercan.
Que de tanto ir junto a ti, pueda conocerte más,
tú seas mi único amor y te siga hasta morir.
(Adaptación de una plegaria de Javi Montes SJ)
----------------------
¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes...
Y de gestos proféticos nada se sabe.
Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.
Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.
Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.
Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.
Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia...
¡Estamos huérfanos.!
Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.
¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.
El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.
¡Hosanna, Señor, Hosanna!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 24 de marzo de 2018
Sábado 24 de marzo
Sábado de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!
Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.
La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia social...? Nadie está libre de pecado.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!
Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.
La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia social...? Nadie está libre de pecado.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 23 de marzo de 2018
Viernes 23 de marzo
Viernes de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron Jesús y sus discípulos antes de aquel primer viernes santo. La hostilidad se podía cortar, el enfrentamiento era cada vez más espeso. Los amigos del Maestro casi no se atreven a hablar, sus miradas no se atreven a levantarse, bajo el peso de la preocupación, la tristeza, el desconcierto...
Jesús se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido quedarse Jesús allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro que no faltó alguien que le aconsejó tomar ese camino.
¡Cuánto pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que el camino de la misión se adentraba en los territorios sombríos de la muerte. No era fácil. Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la humanidad, fiel a ti y a mí, fiel al que le ama y al que le aborrece.
Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.
Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron Jesús y sus discípulos antes de aquel primer viernes santo. La hostilidad se podía cortar, el enfrentamiento era cada vez más espeso. Los amigos del Maestro casi no se atreven a hablar, sus miradas no se atreven a levantarse, bajo el peso de la preocupación, la tristeza, el desconcierto...
Jesús se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido quedarse Jesús allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro que no faltó alguien que le aconsejó tomar ese camino.
¡Cuánto pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que el camino de la misión se adentraba en los territorios sombríos de la muerte. No era fácil. Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la humanidad, fiel a ti y a mí, fiel al que le ama y al que le aborrece.
Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.
Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 22 de marzo de 2018
Jueves 22 de marzo
Jueves de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre." Los judíos le dijeron: "Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?"
Jesús contestó: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría." Los judíos le dijeron: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo." Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las obras de Jesús interesan, pero no todas. El mensaje de Jesús interesaba, pero no todo. Cuando dice “quien guarda mi palabra no morirá para siempre”, los judíos responden “ahora estamos seguros de que tienes un demonio”. Y cuando se declara anterior a Abraham, quieren apedrearlo. Muchas de sus palabras parecen maravillosas, otras escandalosas.
Si Jesús hubiera dicho lo que la gente quería escuchar en cada momento y hubiera hecho lo que se esperaba de un Mesías, no hubiera acabado en la cruz. Pero no hubiera cumplido su misión, no nos habría mostrado el amor infinito del Padre, no nos hubiera enseñado el camino de la vida, no nos hubiera salvado.
Si la Iglesia escondiera la parte del evangelio que molesta, que nos molesta, si no hablara de sacrificio, de fidelidad, de castidad, de obediencia, de martirio, de injusticia, de solidaridad... no tendría tantos detractores, sería mejor vista... pero no cumpliría su misión.
Y lo mismo podemos decir de nuestro testimonio: cuando no queremos acoger todo el evangelio, cuando escondemos una parte... ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre." Los judíos le dijeron: "Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?"
Jesús contestó: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría." Los judíos le dijeron: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo." Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las obras de Jesús interesan, pero no todas. El mensaje de Jesús interesaba, pero no todo. Cuando dice “quien guarda mi palabra no morirá para siempre”, los judíos responden “ahora estamos seguros de que tienes un demonio”. Y cuando se declara anterior a Abraham, quieren apedrearlo. Muchas de sus palabras parecen maravillosas, otras escandalosas.
Si Jesús hubiera dicho lo que la gente quería escuchar en cada momento y hubiera hecho lo que se esperaba de un Mesías, no hubiera acabado en la cruz. Pero no hubiera cumplido su misión, no nos habría mostrado el amor infinito del Padre, no nos hubiera enseñado el camino de la vida, no nos hubiera salvado.
Si la Iglesia escondiera la parte del evangelio que molesta, que nos molesta, si no hablara de sacrificio, de fidelidad, de castidad, de obediencia, de martirio, de injusticia, de solidaridad... no tendría tantos detractores, sería mejor vista... pero no cumpliría su misión.
Y lo mismo podemos decir de nuestro testimonio: cuando no queremos acoger todo el evangelio, cuando escondemos una parte... ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 21 de marzo de 2018
Miércoles 21 de marzo
Miércoles de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús se dirige en este Evangelio a los que han creído en Él, se dirige a ti.
Se sorprenden cuando Jesús les dice que serán libres. Ellos se creían libres, porque decía ser hijos de Abraham e hijos de Dios. Se creían libres. Nos creemos libres y sin embargo somos esclavos de tantas cosas, de tantas rutinas, de tantas cosas insignificantes...
¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista en nuestra vida,
amenaza a nuestra libertad,
juez de nuestros amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?
¿Por qué estás grabado tan fuerte
como poderoso e invisible vigilante,
ley que nos exige y se impone,
conciencia que nos persigue y roe,
castigo siempre amenazante,
miedo de muerte en nuestros placeres?
¿Por qué jugamos tantas veces
a ponerte a prueba con nuestras tonterías,
a ensuciarte el rostro con el que te nos revelas,
a convertirte en títere de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?
Oh Dios, Tú que eres Dios de vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.
Florentino Ulibarri
El pecado nos hace esclavos. El pecado amarra la voluntad y los sentimientos, encadena la libertad y la felicidad, arruga el rostro y el corazón. Y lo hace con tanta maestría, que incluso nos da alguna pequeña satisfacción para poder esclavizarnos mejor.
“Señor, ayúdanos a descubrir la maldad del pecado”
“Perdona Señor nuestra convivencia con el pecado”
No basta con saber que somos hijos de Abraham e hijos de Dios, hay que vivir como tales: acogiendo a Jesucristo en el corazón y para que Él transforme nuestra existencia. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús se dirige en este Evangelio a los que han creído en Él, se dirige a ti.
Se sorprenden cuando Jesús les dice que serán libres. Ellos se creían libres, porque decía ser hijos de Abraham e hijos de Dios. Se creían libres. Nos creemos libres y sin embargo somos esclavos de tantas cosas, de tantas rutinas, de tantas cosas insignificantes...
¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista en nuestra vida,
amenaza a nuestra libertad,
juez de nuestros amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?
¿Por qué estás grabado tan fuerte
como poderoso e invisible vigilante,
ley que nos exige y se impone,
conciencia que nos persigue y roe,
castigo siempre amenazante,
miedo de muerte en nuestros placeres?
¿Por qué jugamos tantas veces
a ponerte a prueba con nuestras tonterías,
a ensuciarte el rostro con el que te nos revelas,
a convertirte en títere de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?
Oh Dios, Tú que eres Dios de vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.
Florentino Ulibarri
El pecado nos hace esclavos. El pecado amarra la voluntad y los sentimientos, encadena la libertad y la felicidad, arruga el rostro y el corazón. Y lo hace con tanta maestría, que incluso nos da alguna pequeña satisfacción para poder esclavizarnos mejor.
“Señor, ayúdanos a descubrir la maldad del pecado”
“Perdona Señor nuestra convivencia con el pecado”
No basta con saber que somos hijos de Abraham e hijos de Dios, hay que vivir como tales: acogiendo a Jesucristo en el corazón y para que Él transforme nuestra existencia. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 20 de marzo de 2018
Martes 20 de marzo
Martes de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros." Y los judíos comentaban: "¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?" Y él continuaba: "Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados."
Ellos le decían: "¿Quién eres tú?" Jesús les contestó: "Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada." Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Muchos judíos no están abiertos, no creen en Jesús. No pueden disfrutar de su Palabra y de su amor.
Cuando pase el mensajero
que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas,
indiferente a su voz.
Que no sea su relato
semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina.
Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara
para esquivar su propuesta.
Se presentará en un libro,
en un verso,
o será estrofa de un canto
que me envuelva.
Vendrá, tal vez, en un amigo,
en un hombre roto,
o en el pan partido.
Le abriré la casa,
pondré en juego el corazón
y escucharé, con avidez,
sus palabras.
Y entonces
me cambiará la vida.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Jesús hace siempre lo que le agrada al Padre. Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, actúa por su cuenta. Su alimento es hacer la voluntad del Padre. Buscar y cumplir su voluntad, aún en medio de debilidades propias y de las incomprensiones ajenas, alimenta nuestra fe el Dios, da sentido a la vida y, aunque parezca una contradicción, ensancha los límites de la libertad.
“Danos luz para conocer tu voluntad y fuerza para cumplirla”
Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, cuando veáis morir al Justo en la cruz más injusta, cuando lo miréis y descubráis que en su mirada sólo brilla la comprensión y en su corazón únicamente late el amor, cuando sientas que Él ha muerto por vosotros, por ti, porque te ama... entonces comprenderéis.
Señor, levantamos los ojos hacia Ti con una mezcla de vergüenza y confianza. Tu mirada nos transforma y nos cura.
Te miramos recién nacido en Belén. Tu pequeñez cura nuestras ambiciones y en nuestro corazón crece la ternura.
Te miramos rodeado de niños, mujeres, publicanos… Tu cercanía a ellos cura nuestros favoritismos y nos ayuda a compartir la vida con los más pequeños.
Te miramos cuando rezas al Padre. Tu rostro transfigurado cura nuestra incredulidad y nos anima a abrir del todo el corazón a Dios.
Te miramos como la mujer acusada de adulterio y en tus ojos sólo brillan el amor y el perdón, el perdón que pacífica y cura el alma.
Te miramos lavando los pies a tus discípulos. Tu humildad cura nuestra vanidad y nos invita a servir a los hermanos.
Te miramos clavado en la cruz más injusta. Tu entrega cura nuestros egoísmos y nos mueve a compartir la vida entera.
Te miramos resucitado y glorioso. Tu vida nueva cura nuestras desesperanzas para que gocemos y compartamos tu alegría.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros." Y los judíos comentaban: "¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?" Y él continuaba: "Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados."
Ellos le decían: "¿Quién eres tú?" Jesús les contestó: "Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada." Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Muchos judíos no están abiertos, no creen en Jesús. No pueden disfrutar de su Palabra y de su amor.
Cuando pase el mensajero
que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas,
indiferente a su voz.
Que no sea su relato
semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina.
Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara
para esquivar su propuesta.
Se presentará en un libro,
en un verso,
o será estrofa de un canto
que me envuelva.
Vendrá, tal vez, en un amigo,
en un hombre roto,
o en el pan partido.
Le abriré la casa,
pondré en juego el corazón
y escucharé, con avidez,
sus palabras.
Y entonces
me cambiará la vida.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Jesús hace siempre lo que le agrada al Padre. Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, actúa por su cuenta. Su alimento es hacer la voluntad del Padre. Buscar y cumplir su voluntad, aún en medio de debilidades propias y de las incomprensiones ajenas, alimenta nuestra fe el Dios, da sentido a la vida y, aunque parezca una contradicción, ensancha los límites de la libertad.
“Danos luz para conocer tu voluntad y fuerza para cumplirla”
Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, cuando veáis morir al Justo en la cruz más injusta, cuando lo miréis y descubráis que en su mirada sólo brilla la comprensión y en su corazón únicamente late el amor, cuando sientas que Él ha muerto por vosotros, por ti, porque te ama... entonces comprenderéis.
Señor, levantamos los ojos hacia Ti con una mezcla de vergüenza y confianza. Tu mirada nos transforma y nos cura.
Te miramos recién nacido en Belén. Tu pequeñez cura nuestras ambiciones y en nuestro corazón crece la ternura.
Te miramos rodeado de niños, mujeres, publicanos… Tu cercanía a ellos cura nuestros favoritismos y nos ayuda a compartir la vida con los más pequeños.
Te miramos cuando rezas al Padre. Tu rostro transfigurado cura nuestra incredulidad y nos anima a abrir del todo el corazón a Dios.
Te miramos como la mujer acusada de adulterio y en tus ojos sólo brillan el amor y el perdón, el perdón que pacífica y cura el alma.
Te miramos lavando los pies a tus discípulos. Tu humildad cura nuestra vanidad y nos invita a servir a los hermanos.
Te miramos clavado en la cruz más injusta. Tu entrega cura nuestros egoísmos y nos mueve a compartir la vida entera.
Te miramos resucitado y glorioso. Tu vida nueva cura nuestras desesperanzas para que gocemos y compartamos tu alegría.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 19 de marzo de 2018
Lunes 19 de marzo.
San José. Día del Seminario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hay procesos vocacionales muy sencillos, sencillos, normales, difíciles, muy difíciles y como el de San José. El Evangelio no se recrea contando las dudas, los sufrimientos y las cavilaciones del carpintero. Pero nos podemos imaginar cómo estarían la cabeza y el corazón de este hombre cuando se entera de que María está embarazada.
José no se precipita, no se deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se separa de ella.
José abre su corazón al Señor. Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando, pero si sabemos que el Dios es poco devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no entiende nada. Deshace los proyectos soñados y camina sobre el mar de sus dudas, con la seguridad de la fe.
En esta fiesta de San José celebramos el Día del Seminario. Rezamos por los seminaristas, por los sacerdotes, por todos los cristianos (niños, jóvenes y adultos) para que busquemos siempre conocer y cumplir la voluntad de Dios.
Te damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de María y de Jesús. Él es custodio y protector de la comunidad cristiana. Fue custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es «custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.
Padre Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la ternura; la esperanza y la entrega. Amén.
Oración inspirada en la homilía del Papa Francisco del 19 de marzo de 2013.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hay procesos vocacionales muy sencillos, sencillos, normales, difíciles, muy difíciles y como el de San José. El Evangelio no se recrea contando las dudas, los sufrimientos y las cavilaciones del carpintero. Pero nos podemos imaginar cómo estarían la cabeza y el corazón de este hombre cuando se entera de que María está embarazada.
José no se precipita, no se deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se separa de ella.
José abre su corazón al Señor. Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando, pero si sabemos que el Dios es poco devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no entiende nada. Deshace los proyectos soñados y camina sobre el mar de sus dudas, con la seguridad de la fe.
En esta fiesta de San José celebramos el Día del Seminario. Rezamos por los seminaristas, por los sacerdotes, por todos los cristianos (niños, jóvenes y adultos) para que busquemos siempre conocer y cumplir la voluntad de Dios.
Te damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de María y de Jesús. Él es custodio y protector de la comunidad cristiana. Fue custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es «custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.
Padre Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la ternura; la esperanza y la entrega. Amén.
Oración inspirada en la homilía del Papa Francisco del 19 de marzo de 2013.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 18 de marzo de 2018
Domingo 18 de marzo
Domingo de la 5ª semana de Cuaresma B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 20‑33.
En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
—Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
—Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.
Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo:
—Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
—Esta voz no ha venido por mi, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Si el grano de trigo no muere, queda infecundo”. Jesús sabe bien que él es ese grano de trigo que va ser enterrado. Ha llegado la hora. ¿Nos identificamos nosotros con el grano de trigo? Escucha la llamada a ser semilla: “Algo me está diciendo que me entregue totalmente y me sepulte en lo oscuro de la tierra, en la esperanza de ser transformado en árbol. ¿Por qué para ir hacia arriba, tengo que ir hacia abajo, y pensar que todo un árbol puede brotar de mí?” (E.A. Gloeggler).
Damos gracias a Dios por las personas que saben ser grano de trigo,
por quienes confían en el poder vivificador de Dios cuando están en apuros
Pedimos a Dios que perdone y cure nuestro miedo a entregarnos, a morir por amor.
Hoy me adhiero, Señor,
al grupo de los que quieren verte
-saludarte, presentarse,
escucharte, hablarte...-.
Como a aquellos griegos gentiles,
pero curiosos e inquietos,
que acudieron a Felipe para conocerte,
también a mí me has tocado y despertado
abriéndome el horizonte
con tu presencia, mirada y mensaje.
Pero, ¿quién me acercará hasta ti?
¿Quién me llevará a tu presencia?
¿Quién me ayudará a superar las murallas
-culturales, religiosas, personales-
que nos separan y me retienen?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
¿Quién se hará cargo de este deseo
que surge de lo más hondo de mi ser
y me acompaña noche y día
desde la primera vez?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
Entre tus discípulos y apóstoles
siempre hubo, y seguro que las hay hoy,
personas cercanas y humildes,
con los pies en la tierra, en el "humus",
y los ojos fijos en ti;
hermanos atentos y sin ambiciones;
pastores que huelen a lo que deben oler;
pobres despojados hasta de su ser;
creyentes que se siembran sin temor a desaparecer;
hombres y mujeres que gozan al estar junto a ti...
¡Ojalá tenga la suerte
de toparme con ellos hoy,
aquí, en casa, o en los caminos,
o en las plazas, o en las fiestas, o en el templo...
o en cualquier lugar,
sea espacio sagrado o profano;
...o en el reverso de la historia
tan olvidado y arrinconado,
pero que tanto te preocupa a ti
y a todos los que siguen tus huellas!
¡Que llegue esa hora
para estar en tu compañía, Jesús!
Florentino Ulibarri (adaptación)
Cuando sea elevado, en la cruz, Cristo nos muestra su sabiduría…
Tu sabiduría es sorpresa para el niño,
desafío para el que busca
y promesa para el que sueña.
Tu sabiduría es necia
para quien quiere ser Dios,
pero cierta para quien se sabe
humano,
finito y frágil.
Tu sabiduría es cruz donde se alza
el que ofrece un brazo amigo,
una palabra cierta,
un encuentro liberador.
Tu sabiduría es llave que abre
portones largo tiempo cerrados
y trae a nuestras estancias
un aire de libertad y gozo,
de comunión y fiesta.
Haznos sabios, señor,
con esa sabiduría tuya
de evangelio y reino,
de camino y mesa.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 20‑33.
En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
—Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
—Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.
Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo:
—Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
—Esta voz no ha venido por mi, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Si el grano de trigo no muere, queda infecundo”. Jesús sabe bien que él es ese grano de trigo que va ser enterrado. Ha llegado la hora. ¿Nos identificamos nosotros con el grano de trigo? Escucha la llamada a ser semilla: “Algo me está diciendo que me entregue totalmente y me sepulte en lo oscuro de la tierra, en la esperanza de ser transformado en árbol. ¿Por qué para ir hacia arriba, tengo que ir hacia abajo, y pensar que todo un árbol puede brotar de mí?” (E.A. Gloeggler).
Damos gracias a Dios por las personas que saben ser grano de trigo,
por quienes confían en el poder vivificador de Dios cuando están en apuros
Pedimos a Dios que perdone y cure nuestro miedo a entregarnos, a morir por amor.
Hoy me adhiero, Señor,
al grupo de los que quieren verte
-saludarte, presentarse,
escucharte, hablarte...-.
Como a aquellos griegos gentiles,
pero curiosos e inquietos,
que acudieron a Felipe para conocerte,
también a mí me has tocado y despertado
abriéndome el horizonte
con tu presencia, mirada y mensaje.
Pero, ¿quién me acercará hasta ti?
¿Quién me llevará a tu presencia?
¿Quién me ayudará a superar las murallas
-culturales, religiosas, personales-
que nos separan y me retienen?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
¿Quién se hará cargo de este deseo
que surge de lo más hondo de mi ser
y me acompaña noche y día
desde la primera vez?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
Entre tus discípulos y apóstoles
siempre hubo, y seguro que las hay hoy,
personas cercanas y humildes,
con los pies en la tierra, en el "humus",
y los ojos fijos en ti;
hermanos atentos y sin ambiciones;
pastores que huelen a lo que deben oler;
pobres despojados hasta de su ser;
creyentes que se siembran sin temor a desaparecer;
hombres y mujeres que gozan al estar junto a ti...
¡Ojalá tenga la suerte
de toparme con ellos hoy,
aquí, en casa, o en los caminos,
o en las plazas, o en las fiestas, o en el templo...
o en cualquier lugar,
sea espacio sagrado o profano;
...o en el reverso de la historia
tan olvidado y arrinconado,
pero que tanto te preocupa a ti
y a todos los que siguen tus huellas!
¡Que llegue esa hora
para estar en tu compañía, Jesús!
Florentino Ulibarri (adaptación)
Cuando sea elevado, en la cruz, Cristo nos muestra su sabiduría…
Tu sabiduría es sorpresa para el niño,
desafío para el que busca
y promesa para el que sueña.
Tu sabiduría es necia
para quien quiere ser Dios,
pero cierta para quien se sabe
humano,
finito y frágil.
Tu sabiduría es cruz donde se alza
el que ofrece un brazo amigo,
una palabra cierta,
un encuentro liberador.
Tu sabiduría es llave que abre
portones largo tiempo cerrados
y trae a nuestras estancias
un aire de libertad y gozo,
de comunión y fiesta.
Haznos sabios, señor,
con esa sabiduría tuya
de evangelio y reino,
de camino y mesa.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 17 de marzo de 2018
Sábado 17 de marzo
Sábado de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,40-53
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy sigue pasando lo mismo, negar la evidencia y el pensar bien: “éste es el profeta”; “éste es el Mesías”; “nadie ha hablado como lo hace este hombre”; “¿acaso nuestra ley permite condenar sin haberle oído previamente?”. Para justificar nuestro modo de pensar y actuar: “¿También vosotros os habéis dejado seducir?”; “esta gente, que no conoce la ley, se halla bajo la maldición”; “¿también tú eres galileo?”.
Los cristianos seguimos teniendo delante de nosotros el reto de romper con la dinámica de condena y de autojustificación para entrar en la dinámica de amor y misericordia de Dios.
Nicodemo se la juega por Jesús, por la verdad.
Señor, también a mí me indigna la mentira, la injusticia, la violencia, la miseria...
Pero en demasiadas ocasiones soy miedoso y no me juego mi fama, no arriesgo mi comodidad, no comparto lo que debiera, para defender la verdad, la justicia y la paz, para luchar en favor de los más débiles.
Señor, aumenta mi confianza en ti, dame una confianza más grande que mi miedo y mi egoísmo. Y concédeme valor para dar la cara por ti, por tu Reino, por tus preferidos: los pobres y los que más sufren. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,40-53
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy sigue pasando lo mismo, negar la evidencia y el pensar bien: “éste es el profeta”; “éste es el Mesías”; “nadie ha hablado como lo hace este hombre”; “¿acaso nuestra ley permite condenar sin haberle oído previamente?”. Para justificar nuestro modo de pensar y actuar: “¿También vosotros os habéis dejado seducir?”; “esta gente, que no conoce la ley, se halla bajo la maldición”; “¿también tú eres galileo?”.
Los cristianos seguimos teniendo delante de nosotros el reto de romper con la dinámica de condena y de autojustificación para entrar en la dinámica de amor y misericordia de Dios.
Nicodemo se la juega por Jesús, por la verdad.
Señor, también a mí me indigna la mentira, la injusticia, la violencia, la miseria...
Pero en demasiadas ocasiones soy miedoso y no me juego mi fama, no arriesgo mi comodidad, no comparto lo que debiera, para defender la verdad, la justicia y la paz, para luchar en favor de los más débiles.
Señor, aumenta mi confianza en ti, dame una confianza más grande que mi miedo y mi egoísmo. Y concédeme valor para dar la cara por ti, por tu Reino, por tus preferidos: los pobres y los que más sufren. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 16 de marzo de 2018
Viernes 16 de marzo
Viernes de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús sabe que muchos judíos tratan de matarlo en Jerusalén. Por eso anda cauteloso. No quiere provocar la reacción violenta de sus enemigos. Pero la cautela, no le lleva a decir lo contrario de lo que piensa y sigue dando testimonio de aquél que lo ha enviado. No se deja llevar ni siquiera por el miedo a la muerte. Su voluntad es insobornable.
Tampoco los cristianos deberíamos provocar la reacción contraria de nuestros “enemigos”. No podemos provocar, pero tampoco podemos quedarnos callados. No podemos traicionar a Dios. Es difícil este equilibrio, pero es necesario.
Pedimos perdón por las veces en las que provocamos reacciones violentas.
Pedimos perdón porque a veces nos callamos cobardemente o no decimos lo que pensamos por miedo.
Damos gracias porque Dios nos enseña a ser cautelosos y valientes a la vez. Pedimos luz y fuerza.
Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme,
meterme miedo en el alma y en el cuerpo
y dejar que todo siga el curso
que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo
porque, si me matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo
y granaré
desbordando sueños.
Los cristianos no estamos
amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida,
aunque estés crucificado
en la cumbre del basurero del Mundo,
o enterrado en arrabales, suburbios y favelas.
Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida,
de esperanza, de amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado,
y recorres nuestro mundo
como río de agua viva.
Florentino Ulibarri
--------------
Padre Celestial, mi vida está en tus manos.
Ayer hoy y por siempre, estoy segura y confiada en ti.
Señor, ayúdame a saber que tú tienes todo el control.
Ayúdame a creer que tú estás trabajando en mi vida ahora mismo,
aunque yo no lo pueda ver.
Ayúdame a confiar en lo que no puedo ver,
aún cuando lo único que veo es doloroso y está todo tan nublado.
Ayúdame a saber que tú tomas control de todas mis necesidades.
Señor, gracias por escuchar mi súplica de ayuda.
Gracias por amarme tanto.
Ayúdame a creer en todas las promesas que me has dado.
Perdóname cuando dudo de ti y de tu amor.
Yo creo en ti Señor. Perdóname cuando a veces pierdo la fe.
Aumenta en mí la fe en ti.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús sabe que muchos judíos tratan de matarlo en Jerusalén. Por eso anda cauteloso. No quiere provocar la reacción violenta de sus enemigos. Pero la cautela, no le lleva a decir lo contrario de lo que piensa y sigue dando testimonio de aquél que lo ha enviado. No se deja llevar ni siquiera por el miedo a la muerte. Su voluntad es insobornable.
Tampoco los cristianos deberíamos provocar la reacción contraria de nuestros “enemigos”. No podemos provocar, pero tampoco podemos quedarnos callados. No podemos traicionar a Dios. Es difícil este equilibrio, pero es necesario.
Pedimos perdón por las veces en las que provocamos reacciones violentas.
Pedimos perdón porque a veces nos callamos cobardemente o no decimos lo que pensamos por miedo.
Damos gracias porque Dios nos enseña a ser cautelosos y valientes a la vez. Pedimos luz y fuerza.
Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme,
meterme miedo en el alma y en el cuerpo
y dejar que todo siga el curso
que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo
porque, si me matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo
y granaré
desbordando sueños.
Los cristianos no estamos
amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida,
aunque estés crucificado
en la cumbre del basurero del Mundo,
o enterrado en arrabales, suburbios y favelas.
Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida,
de esperanza, de amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado,
y recorres nuestro mundo
como río de agua viva.
Florentino Ulibarri
--------------
Padre Celestial, mi vida está en tus manos.
Ayer hoy y por siempre, estoy segura y confiada en ti.
Señor, ayúdame a saber que tú tienes todo el control.
Ayúdame a creer que tú estás trabajando en mi vida ahora mismo,
aunque yo no lo pueda ver.
Ayúdame a confiar en lo que no puedo ver,
aún cuando lo único que veo es doloroso y está todo tan nublado.
Ayúdame a saber que tú tomas control de todas mis necesidades.
Señor, gracias por escuchar mi súplica de ayuda.
Gracias por amarme tanto.
Ayúdame a creer en todas las promesas que me has dado.
Perdóname cuando dudo de ti y de tu amor.
Yo creo en ti Señor. Perdóname cuando a veces pierdo la fe.
Aumenta en mí la fe en ti.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 15 de marzo de 2018
Jueves 15 de marzo
Jueves de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5, 31‑47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
—«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.
No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer para seguirle con radicalidad? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Porque Tú lo has querido
estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido
en la espiral de amor,
que eres con todos.
Nadie puede arrimarse a Ti
sin que entero lo abraces,
lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada,
dándole todo.
Del suelo a la cabeza
soy regalo tuyo,
espíritu que vuela
y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya
salirte de este mundo.
Me inundaste
Y, empapado de Ti, te voy sembrando,
y al tiempo que me siembro,
como grano de trigo,
en mis hermanos.
No quiero quedar solo.
Tu rostro buscaré, Señor.
Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando,
a todo lo que mana de Ti
le digo: ¡hermano!
Ignacio Iglesias, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5, 31‑47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
—«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.
No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer para seguirle con radicalidad? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Porque Tú lo has querido
estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido
en la espiral de amor,
que eres con todos.
Nadie puede arrimarse a Ti
sin que entero lo abraces,
lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada,
dándole todo.
Del suelo a la cabeza
soy regalo tuyo,
espíritu que vuela
y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya
salirte de este mundo.
Me inundaste
Y, empapado de Ti, te voy sembrando,
y al tiempo que me siembro,
como grano de trigo,
en mis hermanos.
No quiero quedar solo.
Tu rostro buscaré, Señor.
Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando,
a todo lo que mana de Ti
le digo: ¡hermano!
Ignacio Iglesias, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 14 de marzo de 2018
Miércoles 14 de marzo
Miércoles de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,17-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo." Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús nos revela en estas líneas su profunda relación de amor con el Padre. Amor que lo va configurando con el Padre y que es el motor de toda su vida y de toda su acción.
En Jesús, nosotros hemos sido hechos hijos del Padre. Por medio de la adhesión a Jesús y de la Fe en Dios, ya tenemos vida eterna, hemos pasado ya de la muerte a la vida.
La confianza en el Padre, el sentirnos amados por el, nos lleva como a Jesús a dejarnos guiar por el Espíritu, a no hacer nada por nuestra cuenta, a no cesar de trabajar en la construcción del Reino.
¿Me siento cansado, desanimado de trabajar sin ver los frutos? ¿intento buscar atajos, hacer las cosas por mi cuenta sin fiarme del Padre?
Es el momento, Señor, de orientar mi vida;
es la hora de dar rumbo a mi existencia.
Estoy a punto para descubrir un nuevo camino.
No me sirve, Señor, vivir en eterna encrucijada.
Estoy ante ti abierto como la playa al mar;
estoy en busca de tus pasos, de tus huellas;
quiero hacer realidad lo que tú has soñado para mí..
Aquí estoy, Señor, como Saulo en el camino de Damasco:
y te digo sin rodeos: Señor ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy, Señor, como Samuel en la noche
y te digo: Habla, que tu siervo escucha.
Aquí estoy, Señor, como María cuando era joven
y te digo: He aquí la esclava; que haga según tu Palabra.
Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es el plan del Padre para mi vida?
Señor, ¿cuál es el proyecto que quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿Por dónde quieres que camine?
Señor, ¿cómo estar seguro de tus caminos en la vida?
Señor, ¿cómo sé yo que es eso lo que deseas de mi y no otra cosa?
Señor, ¿seré capaz de ser fiel a la llamada que tu me haces?
Señor, ¿y si me equivoco y tengo que volver atrás?
Señor, ¿Cómo comprometerme si no estoy plenamente seguro?
Preguntas, Señor, siempre preguntas. ¿Cómo saldré de la duda?
Yo quiero tener claro cada paso del camino.
Soy calculador, Señor, y no me gusta arriesgar nada.
Yo quiero tener mis seguridades y tengo miedo a lo imprevisible.
A fin de cuentas: ¿Te busco o me busco, Señor?
¿Pongo mis ojos en mí o te miro a ti?
¿son tus intereses los que busco o sólo los míos?
¿estoy disponible para ti?
Señor, dame luz y fuerza para optar por ti.
Será lo mejor para mi y para todos.
Tú no defraudas nunca.
Hágase. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,17-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo." Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús nos revela en estas líneas su profunda relación de amor con el Padre. Amor que lo va configurando con el Padre y que es el motor de toda su vida y de toda su acción.
En Jesús, nosotros hemos sido hechos hijos del Padre. Por medio de la adhesión a Jesús y de la Fe en Dios, ya tenemos vida eterna, hemos pasado ya de la muerte a la vida.
La confianza en el Padre, el sentirnos amados por el, nos lleva como a Jesús a dejarnos guiar por el Espíritu, a no hacer nada por nuestra cuenta, a no cesar de trabajar en la construcción del Reino.
¿Me siento cansado, desanimado de trabajar sin ver los frutos? ¿intento buscar atajos, hacer las cosas por mi cuenta sin fiarme del Padre?
Es el momento, Señor, de orientar mi vida;
es la hora de dar rumbo a mi existencia.
Estoy a punto para descubrir un nuevo camino.
No me sirve, Señor, vivir en eterna encrucijada.
Estoy ante ti abierto como la playa al mar;
estoy en busca de tus pasos, de tus huellas;
quiero hacer realidad lo que tú has soñado para mí..
Aquí estoy, Señor, como Saulo en el camino de Damasco:
y te digo sin rodeos: Señor ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy, Señor, como Samuel en la noche
y te digo: Habla, que tu siervo escucha.
Aquí estoy, Señor, como María cuando era joven
y te digo: He aquí la esclava; que haga según tu Palabra.
Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es el plan del Padre para mi vida?
Señor, ¿cuál es el proyecto que quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿Por dónde quieres que camine?
Señor, ¿cómo estar seguro de tus caminos en la vida?
Señor, ¿cómo sé yo que es eso lo que deseas de mi y no otra cosa?
Señor, ¿seré capaz de ser fiel a la llamada que tu me haces?
Señor, ¿y si me equivoco y tengo que volver atrás?
Señor, ¿Cómo comprometerme si no estoy plenamente seguro?
Preguntas, Señor, siempre preguntas. ¿Cómo saldré de la duda?
Yo quiero tener claro cada paso del camino.
Soy calculador, Señor, y no me gusta arriesgar nada.
Yo quiero tener mis seguridades y tengo miedo a lo imprevisible.
A fin de cuentas: ¿Te busco o me busco, Señor?
¿Pongo mis ojos en mí o te miro a ti?
¿son tus intereses los que busco o sólo los míos?
¿estoy disponible para ti?
Señor, dame luz y fuerza para optar por ti.
Será lo mejor para mi y para todos.
Tú no defraudas nunca.
Hágase. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 13 de marzo de 2018
Martes 13 de marzo
Martes de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: "Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla." El les contestó: "El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar." Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?" Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: "Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor." Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Coge tu camilla y vete”. “Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte algo peor.” También nosotros escucharemos estas palabras de Jesús en estas últimas semanas de Cuaresma, experimentaremos el perdón, la fuerza curativa y vivificadora del amor de Dios realizada en el Sacramento de la Reconciliación. La Cuaresma es tiempo de Gracia, tiempo de Salvación, momento de descubrir qué “enfermedad”, qué pecados nos impiden andar, seguir a Jesús; tiempo para acoger el perdón gratuito de Dios y para comprometernos a serle fiel.
La letra de una canción de Álvaro Fraile nos puede ayudar a escuchar en nuestro corazón la llamada de Jesús: LEVÁNTATE Y ANDA:
No tengas miedo, tú no te rindas, no pierdas la esperanza, no tengas miedo, yo estoy contigo en lo que venga y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza. Anda… ¡levántate y anda!
No tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza, no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas, no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada. Anda… ¡levántate y anda!
No tengas miedo, yo te sujeto solo confía y salta, no tengas miedo, voy a cuidarte, te alzaré cuando caigas; siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo. Anda… ¡levántate y anda!
Tú eres mi sueño y mi causa no piense que voy a dejarte caer; voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer, para que tengas vida, anda… ¡levántate!
Damos gracias a Dios, porque la salvación de Jesús también nos ha alcanzado a nosotros…
Gracias, Señor, por tu Palabra
que cae como la lluvia y pone sentido y destino en nuestro camino.
Gracias por el amor, poderoso como un torrente, invencible hasta más allá de la muerte,
que nos eleva y nos llena el corazón de nombres y motivos.
Gracias por tu justicia, que se alza como un grito, como una exigencia, como una llamada
y como el último atisbo de esperanza para quienes sufren lo injusto.
Gracias por hacernos tan de barro, y al tiempo poner tu luz en nuestras grietas.
Gracias por la libertad de quien aprende a caminar sin cadenas
ni más ataduras que la pasión por tu Reino.
Gracias por el pan de cada día, y por poner en nuestra entraña la convicción
de que no podemos estar tranquilos hasta que ese pan llegue a todas las mesas.
Gracias, en fin, por Jesús, camino, verdad y vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: "Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla." El les contestó: "El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar." Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?" Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: "Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor." Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Coge tu camilla y vete”. “Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte algo peor.” También nosotros escucharemos estas palabras de Jesús en estas últimas semanas de Cuaresma, experimentaremos el perdón, la fuerza curativa y vivificadora del amor de Dios realizada en el Sacramento de la Reconciliación. La Cuaresma es tiempo de Gracia, tiempo de Salvación, momento de descubrir qué “enfermedad”, qué pecados nos impiden andar, seguir a Jesús; tiempo para acoger el perdón gratuito de Dios y para comprometernos a serle fiel.
La letra de una canción de Álvaro Fraile nos puede ayudar a escuchar en nuestro corazón la llamada de Jesús: LEVÁNTATE Y ANDA:
No tengas miedo, tú no te rindas, no pierdas la esperanza, no tengas miedo, yo estoy contigo en lo que venga y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza. Anda… ¡levántate y anda!
No tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza, no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas, no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada. Anda… ¡levántate y anda!
No tengas miedo, yo te sujeto solo confía y salta, no tengas miedo, voy a cuidarte, te alzaré cuando caigas; siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo. Anda… ¡levántate y anda!
Tú eres mi sueño y mi causa no piense que voy a dejarte caer; voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer, para que tengas vida, anda… ¡levántate!
Damos gracias a Dios, porque la salvación de Jesús también nos ha alcanzado a nosotros…
Gracias, Señor, por tu Palabra
que cae como la lluvia y pone sentido y destino en nuestro camino.
Gracias por el amor, poderoso como un torrente, invencible hasta más allá de la muerte,
que nos eleva y nos llena el corazón de nombres y motivos.
Gracias por tu justicia, que se alza como un grito, como una exigencia, como una llamada
y como el último atisbo de esperanza para quienes sufren lo injusto.
Gracias por hacernos tan de barro, y al tiempo poner tu luz en nuestras grietas.
Gracias por la libertad de quien aprende a caminar sin cadenas
ni más ataduras que la pasión por tu Reino.
Gracias por el pan de cada día, y por poner en nuestra entraña la convicción
de que no podemos estar tranquilos hasta que ese pan llegue a todas las mesas.
Gracias, en fin, por Jesús, camino, verdad y vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 12 de marzo de 2018
Lunes 12 de marzo
Lunes de la 4ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 4,43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado en su propia patria." Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis." El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño." Jesús le contesta: "Anda, tu hijo está curado." El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a la una lo dejó la fiebre." El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo está curado." Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Tendemos a ser autosuficientes, a arreglárnoslas solos, a engañarnos. Solo desde el conocimiento de nuestra realidad: débil, pecadora, necesitada de los demás y de Dios, podemos llegar a la fe. Hoy, el Evangelio nos invita a sentirnos necesitados de la ayuda de Jesús, como el funcionario real que sabe que no puede curar a su hijo; y a ser, como él, humildes y capaces de pedir ayuda. Este hombre que cree en la palabra de Jesús, comprueba su eficacia y pasa a creer en Jesús, nos muestra el itinerario de la fe: pasar de la fe en la promesa a la adhesión personal a Cristo.
¿Cuáles son mis carencias? Pido humildemente la ayuda del Señor.
Sabes, Señor, que soy uno de los tuyos,
que creo en ti y formas parte de mi vida,
pero muchas veces vivo como si no existieras,
porque no termino de fiarme en ti del todo.
Quiero tener la fe del hombre que te buscó
y te insistió para que curases a su hijo enfermo.
Me invitas a levantarme,
a no sestear en la mediocridad,
a vivir una vida apasionante,
a trabajar con la misma hermandad que Tú
y a confiar en ti mientras transcurre mi historia.
Tú me impulsas a levantar todo lo que está en mí dormido.
Tú me enseñas que puedo llegar a mucho más.
Tú me haces creer en el ser humano,
con todo lo que tiene de grandeza y fragilidad.
La fe en ti, Señor, me aparta de fatalismos y desesperanzas,
porque me haces confiar en las personas.
Hay mucho dolor en nuestro mundo,
a algunos les ha tocado una vida muy dura...
Hoy te pido que susurres al oído de cada hermano:
"Tu fe te ha salvado, vete en paz"...
Mari Patxi Ayerra (adaptación)
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 4,43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado en su propia patria." Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis." El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño." Jesús le contesta: "Anda, tu hijo está curado." El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a la una lo dejó la fiebre." El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo está curado." Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Tendemos a ser autosuficientes, a arreglárnoslas solos, a engañarnos. Solo desde el conocimiento de nuestra realidad: débil, pecadora, necesitada de los demás y de Dios, podemos llegar a la fe. Hoy, el Evangelio nos invita a sentirnos necesitados de la ayuda de Jesús, como el funcionario real que sabe que no puede curar a su hijo; y a ser, como él, humildes y capaces de pedir ayuda. Este hombre que cree en la palabra de Jesús, comprueba su eficacia y pasa a creer en Jesús, nos muestra el itinerario de la fe: pasar de la fe en la promesa a la adhesión personal a Cristo.
¿Cuáles son mis carencias? Pido humildemente la ayuda del Señor.
Sabes, Señor, que soy uno de los tuyos,
que creo en ti y formas parte de mi vida,
pero muchas veces vivo como si no existieras,
porque no termino de fiarme en ti del todo.
Quiero tener la fe del hombre que te buscó
y te insistió para que curases a su hijo enfermo.
Me invitas a levantarme,
a no sestear en la mediocridad,
a vivir una vida apasionante,
a trabajar con la misma hermandad que Tú
y a confiar en ti mientras transcurre mi historia.
Tú me impulsas a levantar todo lo que está en mí dormido.
Tú me enseñas que puedo llegar a mucho más.
Tú me haces creer en el ser humano,
con todo lo que tiene de grandeza y fragilidad.
La fe en ti, Señor, me aparta de fatalismos y desesperanzas,
porque me haces confiar en las personas.
Hay mucho dolor en nuestro mundo,
a algunos les ha tocado una vida muy dura...
Hoy te pido que susurres al oído de cada hermano:
"Tu fe te ha salvado, vete en paz"...
Mari Patxi Ayerra (adaptación)
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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