domingo, 31 de marzo de 2024

Domingo, 31 de marzo de 2023. Domingo de Pascua

 Domingo de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo;
pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Simón Pedro y el otro discípulo ven el sepulcro abierto, las vendas en el suelo y el sudario enrollado en un sitio aparte. Ven y creen. Y comprenden entonces la Escritura: que Jesús había de resucitar de entre los muertos.

¡Cuánto cuesta creer en la resurrección! En el Calvario muchos fueron los testigos de la muerte de Jesús. En la oscuridad del sepulcro nadie pudo dar fe de la resurrección, sólo Dios. Hace falta fe para creer en la Resurrección. Hace falta fiarse de Dios para resucitar con Cristo resucitado.

Cuando estamos sumergidos en la oscuridad de la vida, parece que ya no vendrá más el día. Cuando sufrimos de verdad, la alegría se convierte en un espejismo. Cuando Dios calla, creemos que no volverá a hablar jamás.

            “Señor, ayúdanos a asumir la cruz con esperanza
             danos fe para creer en la resurrección,
             convierte nuestra mirada para descubrir los signos de la vida,
             y contágianos la alegría de Cristo resucitado”


Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.

Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.

Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.

Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.

Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!

Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.

Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.


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También podemos rezar con esta canción preciosa de la Hermana Glenda:
https://www.youtube.com/watch?v=bwJdlmjTNNQ

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De mano en mano,
a través de muchos años
y generaciones de cristianos,
me ha llegado la Buena Noticia,
cubierta de polvo,
como un regalo inesperado.

Ella me anima a vivir
y a unirme a esa brisa
que ha recorrido valles y cumbres,
desiertos y praderas
a través de generaciones de apóstoles
dando vida a tantos corazones.

Hoy, para celebrarlo,
lo cuento y comparto,
extiendo mis brazos,
me siento agarrado y agarro,
sumo mis manos, y salgo
para que esta brisa
llegue a donde todavía no ha llegado.

De mano en mano...
me ha llegado la Buena Noticia,
y no la retengo en mi regazo,
sino que dejo mi refugio
y voy a las plazas, rincones y caminos,
pues anhelo que llegue y meza
nuevos campos aunque no los conozca.

Hoy me siento agraciado
y hondamente agradecido
al sentirme enviado
para ser testigo
de lo que Tú nos has dicho
y nosotros hemos visto
del Dios abierto y compartido.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 30 de marzo de 2024

Sábado, 30 de marzo de 2024. Vigilia Pascual B

 Vigilia Pascual B


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San  Marcos 16, 1-7
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar  Jesús.  Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro.  Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del Sepulcro?»
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.  Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco.  Y se asustaron.  Él les dijo: «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí.  Ha resucitado.  Mirad el sitio donde lo pusieron.
Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea.  Allí lo veréis, como os dijo.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.

Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.

Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.

Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha llegado a nosotros, a ti.

Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.

Jesús Resucitado se encuentra contigo como se encontró con las mujeres. Deja que resuenen en tu corazón sus palabras: “Alégrate”, “No tengáis miedo”.

Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.

Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.

Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.

Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.

Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!

Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.

Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.

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Iniciar una nueva vida
como quien inicia un nuevo día,
feliz y esperanzado al alba,
aunque no sepa qué trae la jornada.

O como quien alza y abre los ojos,
mirando el horizonte a cada hora
porque éste se presenta cambiante
y lleno de sorpresas que baten el aire.

Iniciar una nueva vida
como si fuera primavera
con toda la naturaleza
despierta por dentro y por fuera.

O como si fuese el rocío
que a las flores alimenta
para que muestren su belleza,
sin alborotar y sin soñar en ser río.

Iniciar una nueva vida
soñando con los hermanos,
amando la casa y el trabajo,
y gozando la familia.

Iniciar una nueva vida,
si es preciso, renunciando
al descanso ganado por la edad,
el trabajo y las promesas.

Iniciar una nueva vida
y vivirla con gozo en el tajo,
o donde el corazón te lleve,
para que sea auténtica y rica...

¡Iniciar una nueva vida!,
eso es la Pascua cristiana,
tu Pascua evangélica,
humana y divina.

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 29 de marzo de 2024

Viernes, 29 de marzo de 2024. Viernes Santo

 Viernes Santo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19, 42.

C. En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+. —¿A quién buscáis?
C. Le contestaron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Les dijo Jesús:
+. —Yo soy.
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+. —¿A quién buscáis?
C. Ellos dijeron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Jesús contestó:
+. —Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+. —Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. —¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?
C. Él dijo:
S. —No lo soy.
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+. —Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. —¿Así contestas al sumo sacerdote?
C. Jesús respondió:
+. —Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. —¿No eres tú también de sus discípulos?
C. El lo negó diciendo:
S. —No lo soy.
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. —¿No te he visto yo con él en el huerto?
C. Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo:
S. —¿Qué acusación presentáis contra este hombre?
C. Le contestaron:
S. —Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.
C. Los judíos le dijeron:
S. —No estamos autorizados para dar muerte a nadie.
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús le contestó:
+. —¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
C. Pilato replicó:
S. —¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
C. Jesús le contestó:
+. —Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
C. Pilato le dijo:
S. —Conque, ¿tu eres rey ?
C. Jesús le contestó:
+. —Tu lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
C. Pilato le dijo:
S. —Y, ¿qué es la verdad?
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. —Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Volvieron a gritar:
S. —A ése no, a Barrabás.
C. (El tal Barrabás era un bandido.)
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. —¡Salve, rey de los judíos!
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. —Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. —Aquí lo tenéis.
C. Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron:
S. —¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.
C. Los judíos le contestaron:
S. —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús:
S. —¿De dónde eres tú?
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?
C. Jesús le contestó:
+. —No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. —Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S —Aquí tenéis a vuestro Rey.
C. Ellos gritaron:
S. —¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —¿A vuestro rey voy a crucificar?
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. —No tenemos más rey que al César.
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
 S. —No escribas «El rey de los judíos» sino «Este ha dicho:
Soy rey de los judíos».
C. Pilato les contestó:
S. —Lo escrito, escrito está.
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. —No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quien le toca.
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.»
Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+. —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
C. Luego dijo al discípulo:
+. —Ahí tienes a tu madre.
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+. —Tengo sed.
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo:
+. —Está cumplido.
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.

- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.

- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.

Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera, el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo, el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín Descalzo).

I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.


II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.


III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra, queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa. Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.


IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la impotencia?  ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.


V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.


VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.

VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús, en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que resucita.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 28 de marzo de 2024

Jueves, 28 de marzo de 2024. Jueves Santo

 Jueves Santo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor expresado en el servicio.

Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos estaban obligados a realizar).
            “Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
            “Gracias por todas las personas que saben servir”

Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo, el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."

Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.

Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.

Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.


Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.

Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.

Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.

Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.

Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.

Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.

Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.

Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.

Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.

Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.

¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!

Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.

Florentino Ulibarri


------------------

Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?

El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.

Luis Carlos Flores Mateos, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 27 de marzo de 2024

Miércoles, 27 de marzo de 2024. Miércoles Santo

 Miércoles Santo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:

- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres, hombres y niños que son engañados y transportados a lugares desconocidos.

Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más débiles de la sociedad.

Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.

Ilumina a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la dignidad de todo ser humano.

Señor de la Vida, ayuda, sobre todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.

Señor, Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 26 de marzo de 2024

Martes, 26 de marzo de 2024. Martes Santo

 Martes Santo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
  y a hacer realidad tus mismas opciones”

La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no debemos, lo que no queremos.
            “Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
            “Gracias por tu amor, a prueba de traición”
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”

Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”

La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:

Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.

Tú, sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.

Ayúdame a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad de comprender a los demás.

Señor, aunque me cueste, quiero apoyar mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de los que me rodean, de los que más me necesitan.

Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 25 de marzo de 2024

Lunes, 25 de marzo de 2024. Lunes Santo

 Lunes Santo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis.
Una muchedumbre de judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…

Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.

Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.

Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.

Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.

Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.

Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.

En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.

Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!

Marcelo A. Murúa

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A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.

Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...

Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.

Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.

Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.

Florentino Ulibarri


María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de María.
            “Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
            “Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”

¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son como una nube negra en un cielo azul.  Cuando no nos ponemos en lugar del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 24 de marzo de 2024

Domingo, 24 de marzo de 2024. Domingo de Ramos.

Domingo de Ramos B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Marcos


Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. —¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: 
S. —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua ?
C. —Él envió a dos discípulos diciéndoles:
+ —Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
+ —Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?
C. Respondió:
+—Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+ —Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
+ —Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+—Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó: 
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
+—Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos:
+—Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
+—Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+ ¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+ Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
+ Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
+ —¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. —¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
+ —Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. —¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia.
¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron
a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. 
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
+ —Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan. 
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. 
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rulo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo: 
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de Dios.
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían. 

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.

- En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia. Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente incómodo, tratando de que los otros  asuman la responsabilidad.
Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la palabra, los milagros y la amistad de Jesús.
Cuando te sientas identificado con estos personajes, pide perdón.

- En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo, la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver cómo muere Jesús... En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño, confiando en Dios Padre. Da gracias a Dios por las ocasiones en las que sigues el ejemplo de ellos, por las personas  que viven así.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.

En esta Semana Santa…
Señor, déjame ir contigo; sólo quiero caminar detrás,
pisar donde tú pisas, hasta llegar a la cruz.

Quiero escuchar tu palabra, simple y preñada de Dios,
que, aunque a muchos incomode, a tanta gente nos sana.

Quiero sentarme a tu mesa, comer del pan compartido
que con tus manos repartes a todos los que se acercan.

Que de tanto ir junto a ti, pueda conocerte más,
tú seas mi único amor y te siga hasta morir.

(Adaptación de una plegaria de Javi Montes SJ)
 

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¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes...
Y de gestos proféticos nada se sabe.

Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.

Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.

Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.

Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.

Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia...
¡Estamos huérfanos.!

Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.

¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.

El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.

¡Hosanna, Señor, Hosanna!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 23 de marzo de 2024

Sábado, 23 de marzo de 2024

 Sábado de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!

Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.

La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia social...? Nadie está libre de pecado.

            ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.

Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.

Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.

Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.

Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 22 de marzo de 2024

Viernes, 22 de marzo de 2024

 Viernes de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron Jesús y sus discípulos antes de aquel primer viernes santo. La hostilidad se podía cortar, el enfrentamiento era cada vez más espeso. Los amigos del Maestro casi no se atreven a hablar, sus miradas no se atreven a levantarse, bajo el peso de la preocupación, la tristeza, el desconcierto...

Jesús se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido quedarse Jesús allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro que no faltó alguien que le aconsejó tomar ese camino.

¡Cuánto pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que el camino de la misión se adentraba en los territorios sombríos de la muerte. No era fácil. Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la humanidad, fiel a ti y a mí, fiel al que le ama y al que le aborrece.


Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.

Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 21 de marzo de 2024

Jueves, 21 de marzo de 2024

 Jueves de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre." Los judíos le dijeron: "Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?"
Jesús contestó: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría." Los judíos le dijeron: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo." Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Las obras de Jesús interesan, pero no todas. El mensaje de Jesús interesaba, pero no todo. Cuando dice “quien guarda mi palabra no morirá para siempre”, los judíos responden “ahora estamos seguros de que tienes un demonio”. Y cuando se declara anterior a Abraham, quieren apedrearlo. Muchas de sus palabras parecen maravillosas, otras escandalosas.

Si Jesús hubiera dicho lo que la gente quería escuchar en cada momento y hubiera hecho lo que se esperaba de un Mesías, no hubiera acabado en la cruz. Pero no hubiera cumplido su misión, no nos habría mostrado el amor infinito del Padre, no nos hubiera enseñado el camino de la vida, no nos hubiera salvado.

Si la Iglesia escondiera la parte del evangelio que molesta, que nos molesta, si no hablara de sacrificio, de fidelidad, de castidad, de obediencia, de martirio, de injusticia, de solidaridad... no tendría tantos detractores, sería mejor vista... pero no cumpliría su misión.

Y lo mismo podemos decir de nuestro testimonio: cuando no queremos acoger todo el evangelio, cuando escondemos una parte...   ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.

Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.

Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.

Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.

Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Miércoles, 20 de marzo 2024

 Miércoles de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se dirige en este Evangelio a los que han creído en Él, se dirige a ti.

Se sorprenden cuando Jesús les dice que serán libres. Ellos se creían libres, porque decía ser hijos de Abraham e hijos de Dios. Se creían libres. Nos creemos libres y sin embargo somos esclavos de tantas cosas, de tantas rutinas, de tantas cosas insignificantes...

¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista en nuestra vida,
amenaza a nuestra libertad,
juez de nuestros amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?

¿Por qué estás grabado tan fuerte
como poderoso e invisible vigilante,
ley que nos exige y se impone,
conciencia que nos persigue y roe,
castigo siempre amenazante,
miedo de muerte en nuestros placeres?

¿Por qué jugamos tantas veces
a ponerte a prueba con nuestras tonterías,
a ensuciarte el rostro con el que te nos revelas,
a convertirte en títere de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?

Oh Dios, Tú que eres Dios de vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.

Florentino Ulibarri

        
El pecado nos hace esclavos. El pecado amarra la voluntad y los sentimientos, encadena la libertad y la felicidad, arruga el rostro y el corazón. Y lo hace con tanta maestría, que incluso nos da alguna pequeña satisfacción para poder esclavizarnos mejor.
            “Señor, ayúdanos a descubrir la maldad del pecado”
            “Perdona Señor nuestra convivencia con el pecado”

No basta con saber que somos hijos de Abraham e hijos de Dios, hay que vivir como tales: acogiendo a Jesucristo en el corazón y para que Él transforme nuestra existencia. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 19 de marzo de 2024

Martes, 19 de marzo de 2024. San José. Día del Seminario

 San José. Día del Seminario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,16.18-21.24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hay procesos vocacionales muy sencillos, sencillos, normales, difíciles, muy difíciles y como el de San José. El Evangelio no se recrea contando las dudas, los sufrimientos y las cavilaciones del carpintero. Pero nos podemos imaginar cómo estarían la cabeza y el corazón de este hombre cuando se entera de que María está embarazada.

José no se precipita, no se deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se separa de ella.
José abre su corazón al Señor. Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando, pero si sabemos que el Dios es poco devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no entiende nada. Deshace los proyectos soñados y camina sobre el mar de sus dudas, con la seguridad de la fe.

En esta fiesta de San José celebramos el Día del Seminario. Rezamos por los seminaristas, por los sacerdotes, por todos los cristianos (niños, jóvenes y adultos) para que busquemos siempre conocer y cumplir la voluntad de Dios.

Te damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de María y de Jesús. Él es custodio y protector de la comunidad cristiana. Fue custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es «custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.

Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.

Padre Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la ternura; la esperanza y la entrega. Amén.

Oración inspirada en la homilía del Papa Francisco del 19 de marzo de 2013.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 18 de marzo de 2024

Lunes, 18 de marzo de 2024

 Lunes de la 5ª semana de Cuaresma A y B


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Estas palabras de Jesús, suenan como una respuesta a toda la campaña de acoso y derribo que los escribas y los fariseos desarrollan para quitarlo de en medio.

Contemplamos una vez más el saber estar de Jesús, su astucia, su capacidad para hacer presente la justicia de Dios, que es distinta de la humana, que lleva a su plenitud en el amor la ley de Moisés.

Dios no condena, perdona. Jesús no minimiza ni tolera el mal, el pecado: “vete y no peques más”, nos manifiesta la misericordia de Dios que rechaza el pecado y acoge y perdona al pecador.

Quiero tener una mirada como la tuya, Señor
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle.

Ayúdame a mirar como Tu, Señor.
A ver el lado bueno de las personas.
A no recrearme con el sufrimiento ajeno.
A no ser altavoz de calumnias y mentiras.
A ser persona y no jugar a ser juez.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan.
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida.
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
Para que, frente a la mentira, reine la verdad.
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.
Para que, frente a la burla, salga la comprensión.
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.
Amén.

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Señor, sé que me sentiré sola, sin testigos.
Me encontraré aislada, sin puentes.
Me abrumará el silencio, sin palabras.
Me dolerá el olvido, sin aplausos.
Me inquietará la duda, sin respuestas.
Me pesará la carga, sin ayudas.
Me asustará el compromiso, sin seguridades.

Pero no tengo miedo, Señor.
Tú serás mi testigo, mi puente y mi palabra.
Tú serás mi aplauso, mi respuesta y mi apoyo.
Tú serás mi refugio y amarás mi verdad desnuda.
Gracias, Señor, por tu amor, siempre fiel;
gracias por esta esperanza.

JM R. Olaizola sj (adaptación)


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.