Miércoles de la 13ª semana de tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 8, 28-34
En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos.
Desde el cementerio dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.
Y le dijeron a gritos: ¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo? Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando.
Los demonios le rogaron: Si nos echas, mándanos a la piara.
Jesús les dijo: Id.
Salieron y se metieron en los cerdos.
Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.
Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús pone en el nivel más alto de importancia a las personas. Por eso, no duda en curar a aquellos endemoniados, aunque a cambio tenga que morir una piara de cerdos.
“Gracias Señor por querernos y valorarnos tanto”
Sin embargo, para los habitantes de aquel pueblo, los cerdos eran más importantes que aquellos pobres desgraciados. Los cerdos están por encima de las personas; en el fondo, el dinero es superior a Dios y a su Reino.
En la vida hay momentos en los que ayudar a los demás es una gozada. Nadie sale perdiendo. Todos ganan. Pero en otras ocasiones, ayudar a los demás pasa por privarme de caprichos, perder dinero, dejar de ejercer mis derechos... Y entonces surge la duda ¿vale la pena o no? ¿la gente merece que me sacrifique? ¿no es mejor vivir la vida sin complicármela?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Jesús, Tú no eres un Dios comodón,
que se encierra en sus cielos azules
y no sale de templos preciosos.
Tú has plantado tu tienda entre nosotros,
en los barrios más pobres de nuestro mundo,
junto a las personas y los pueblos que más sufren.
Señor, haz que también yo siga este camino,
que me acerca a la realidad del mundo,
a las personas que me necesitan.
Señor, Tú luchaste contra el mal,
contra todos los espíritus que atormentan a la gente.
No empleaste otra arma que tu amor,
amor hasta el extremo, amor que da la vida.
Señor, ayúdame a descubrir los malos espíritus,
que hoy no dejan a tus hijos vivir con dignidad:
la injusticia, la mentira, el consumismo, la superficialidad;
la soledad, la desesperanza, el individualismo, la prisa...
Dame la luz y la fuerza del Espíritu Santo,
para luchar contra estos espíritus inmundos,
para liberarme de ellos y liberar a otras personas.
Señor, Tú fuiste expulsado de Gerasa
porque sus habitantes querían más a sus cerdos
que al hombre al que Tú liberaste.
Así fueron los gerasenos y así somos, Señor.
Nos preocupa más el dinero que las personas.
Nos dedicamos a nuestros intereses y caprichos
y aplazamos para mañana el amor a los que sufren.
Libéranos, Señor, del espíritu inmundo del egoísmo,
para que podamos experimentar la alegría
que sólo brota del amor, del servicio y la entrega.
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Nos rodean, nos entrampan
con fuegos de artificio,
nos muerden por dentro.
Sus nombres son envidia,
soberbia, desprecio, violencia,
prepotencia, burla, vacuidad,
abuso…
Nos ciegan,
aturullan con su discurso
incesante, con su lógica aparente.
Nos envuelven en razones.
Y, sin apenas darnos cuenta,
nos asolan y alejan a unos de otros.
Camuflan el dolor de indiferencia,
y adornan la nostalgia con risas fáciles.
Señor de la verdad desnuda,
del amor posible,
de la justicia auténtica
Dios con rostro humano,
hombre que apunta a Dios…
Rompe las cadenas
y líbranos del mal.
Amén.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.