Domingo de la 22ª semana del t.o. C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 14, 1. 7-14
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso
esta parábola: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el
puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que
tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el
puesto a éste."
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para
que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Y dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no
invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos;
dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“No te sientes en el puesto principal”. Jesús no nos da una clase de
protocolo ni de estrategia para conseguir el puesto de mayor honor sin
que se nota nuestra pretensión.
El Evangelio nos pide que profundicemos en nuestras actitudes más
profundos y que contemplemos a Jesús, que siendo rico se hizo pobre,
siendo el primero se hizo el último, para levantar a los últimos.
¿Cuáles son nuestras aspiraciones?
¿En lo más alto de nuestra escala de valores esta el servicio o el poder?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
“Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos, que no podrán pagarte”.
El Padre invita a todos a su Reino y especialmente a aquellos que más
pequeños. Damos gracias al Padre que nos ha invitado sabiendo que no le
podemos pagar con nada.
¿Cuál es nuestra actitud? ¿Con quiénes nos relacionamos más? ¿A quiénes nos acercamos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Dentro de mí luchan fuerte dos corrientes:
Una quiere que le haga holgado hueco,
que trabe amistad con los de siempre
y me arrime a los que triunfan y tienen,
que me monte en la cresta de la ola
y suba con su espuma.
La otra, que sea hueco
– casa, choza, techo, refugio –
lleno de espíritu, brisa y ternura
para los que nada tienen.
Dentro de mi luchan fuerte dos opciones:
Una piensa en aprovecharse,
en sacar partido y beneficio
a todo y todos los que se cruzan en mi camino;
en quedarse, como siempre, en su puesto y centro
recogiendo aplausos y elogios.
La otra, en salir a la periferia
a estar con los que son despojo;
en convidar y compartir
sin esperar recompensa.
Dentro de mi luchan fuerte dos voluntades:
Una opina que es necesario pisar fuerte,
que hay que medrar y alzarse como sea,
que los otros siempre son rivales,
que codazos, zancadillas y empujones
son cosas bien naturales y valen
para labrarse placas e imágenes.
La otra, que hay que anonadarse,
vaciarse y abajarse hasta tocar lo intocable,
porque muchos no pueden levantarse.
Dentro de mi luchan fuerte dos pasiones:
Una busca lucrarse y aprovecharse
entre tráfico de influencias
y privilegiadas informaciones,
favoritismos, enchufes, prebendas;
que todos aporten para mantener llena
cartera, bolsa, cuenta y maleta.
La otra sueña en alegrar y saciar a los nadies
y en vivir feliz aunque te despierten,
te pidan , te quiten y no te paguen.
Dentro de mí luchan fuerte mis quereres.
Y todavía no he organizado ese banquete,
tu banquete,
mi banquete,
nuestro banquete...
gratis.
Florentino Ulibarri
El que se humilla, será enaltecido… Jesús es el humillado enaltecido. Y nosotros, ¿nos humillamos con él y como él?
Tú, Jesús humilde,
nunca me has dicho:
Humíllate ante mí,
dobla la cabeza,
el corazón, la vida,
y esparce sobre tu rostro
luto y ceniza.
Tú me propones:
Levanta la mirada,
y acoge la dignidad de hijo
en toda tu estatura.
Humíllate conmigo
y vive en plenitud.
Bajemos juntos
a la hondura sin sol
de todos los abismos,
para transformar
los fantasmas en presencia
y los espantos en apuesta.
Únete a mi descenso
en el vértigo y el gozo
de perdernos juntos
en el porvenir de todos
sin ser un orgulloso inversor
de éxitos seguros.
Benjamín González Buelta, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.