Viernes de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 39-42
En aquel tiempo ponía Jesús a sus discípulos esta comparación: "¿Acaso
puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un
discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su
aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que
tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el
tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque
la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?
¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro
para sacar la mota del ojo de tu hermano".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los ejemplos de este Evangelio son claros. Son fáciles de comprender. A
nosotros nos toca aplicarlos a nuestra vida: ¿Cuáles son las vigas que
llevamos en los ojos? ¿Que tendríamos que cuidar en nosotros mismos,
antes de intentar ayudar a los demás? Cuidarnos es, además de una
obligación moral, una exigencia del amor al prójimo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Jesús nos previene también contra la hipocresía: a veces tenemos vista
de lince para descubrir los fallos de los demás y de topillo para
descubrir nuestros errores. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver a los
otros y a nosotros mismos con la máxima objetividad. Tampoco sería
bueno destacar sólo los pecados propios y las virtudes ajenas.
“Señor, ayúdanos a ver claro”
“Danos fuerza para cambiar”
“Perdona nuestra hipocresía”.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
con la luz de tu Verdad y de tu Amor,
para que yo me haga cada día más sensible al mal que hay en mí,
y que se esconde de mil maneras distintas, para que no lo descubra.
Sensible a la injusticia que me aleja de Ti y de tu bondad
para con todos los hombres y mujeres del mundo.
Sensible a los odios y rencores
que me separan de aquellos a quienes debería amar y servir.
Sensible a la mentira, a la hipocresía, a la envidia, al orgullo,
a la idolatría, a la impureza, a la desconfianza,
para que pueda rechazarlos con todas mis fuerzas
y sacarlos de mi vida y de mi obrar.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que yo me haga cada día más sencillo,
más sincero, más justo, más servicial,
más amable en mis palabras y en mis acciones.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que Tú seas cada día con más fuerza,
el dueño de mis pensamientos, de mis palabras y de mis actos;
para que todo en mi vida gire en torno a Ti;
para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito,
de tu bondad infinita,
de tu misericordia y tu compasión.
Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante.
Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre,
hasta el último instante de mi vida en el mundo,
para luego resucitar Contigo a la Vida eterna. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 11 de septiembre de 2020
jueves, 10 de septiembre de 2020
Jueves 10 de septiembre
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desgraciados. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán con vosotros.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las palabras de este Evangelio son tan fáciles de entender como difíciles de vivir. Creo que a todos nos parecen preciosas, pero quizá irrealizables. Sin embargo, no las pronunció Jesús para que se escribiera una de las páginas más bonitas del Evangelio. Jesús las predicó y, más aún, las vivió, para que también nosotros las vivamos.
"Señor, haznos parecidos a ti"
"Perdona nuestras revanchas y violencias"
"Danos tu Espíritu de paz"
¿Por qué tenemos que vivir de esta manera? Jesús nos da la razón más profunda: Dios es compasivo con todos, hace salir el sol para buenos y malos. Y nosotros, creados a su imagen, estamos llamados a ser y a vivir de la misma forma. Si Dios te ama cuando te conviertes en su enemigo, si presenta mil veces la mejilla, si te da todo lo suyo... ¿qué motivos tenemos para no hacer lo mismo con los hermanos?
Señor, ayúdanos a amar a los enemigos,
a hacer el bien a los que nos odian,
como tú nos amas a nosotros, cuando no lo merecemos.
Señor, enséñanos a bendecir a los que nos maldicen
y a orar por los que nos injurian,
como tú nos bendices y acompañas cuando nos alejamos de ti.
Que la generosidad con la que tú nos tratas transforme nuestro egoísmo,
para tratar a los demás, no como merecen, sino como necesitan;
no como ellos nos tratan, sino como tú nos tratas.
Señor, que seamos compasivos como tú, Padre nuestro,
eres compasivo con nosotros y con todos tus hijos. Amén.
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Fuera de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de la circunstancia
ni he gemido ni he gritado.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
es inminente el horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
William Ernest Henley
Rezada por Nelsón Mandela.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Miércoles 9 de septiembre
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 17. 20‑26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
—«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dichosos, dichosos, dichosos... felices, felices, felices... Así nos quiere Dios. Para eso nació, predicó, curó, sufrió y resucitó Jesús. Para que tú seas feliz. ¿No te parece impresionante? ¿Qué le dices?
Lee despacio cada bienaventuranza. Piensa en Jesús o en María. Las bienaventuranzas son el retrato de los dos. Y deberían ser tu retrato. Ya lo son un poquito, seguro. Al leerlas y meditarlas ¿qué te dice Dios? ¿qué cambios alienta en tu vida? Pide la fuerza del Espíritu para ser cada día más dichoso, más feliz, siguiendo el camino de las bienaventuranzas.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Hasta de Jesús hablaban mal, siendo el hombre perfecto, el amor incansable, la ternura personificada. ¡Cuanta paz y tranquilidad nos tienen que dar estas palabras del Señor!
"Danos fuerza para hacer el bien, sin que nos importen las críticas"
Esta mañana
enderezo mi espalda,
abro mi rostro,
respiro la aurora,
escojo la vida.
Esta mañana
acojo mis golpes,
acallo mis límites,
disuelvo mis miedos,
escojo la vida.
Esta mañana
miro a los ojos,
abrazo una espalda,
doy mi palabra,
escojo la vida.
Esta mañana
remanso la paz,
alimento el futuro,
comparto alegría,
escojo la vida.
Esta mañana
te busco en la muerte,
te alzo del fango,
te cargo, tan frágil.
Escojo la vida.
Esta mañana
te escucho en silencio,
te dejo llenarme,
te sigo de cerca.
Escojo la vida.
Benjamín González Buelta, sj
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Señor, danos luz y fuerza para renunciar
a lo que nos separa de ti, de los hermanos, de la felicidad más grande
No permitas que acaparemos bienes,
porque provocaremos muchas injusticias!
No permitas que vivamos para consumir,
porque siempre tendremos más hambre!
No permitas que hagamos llorar a los demás,
porque hemos nacido para consolar!
No permitas que seamos duros y violentos,
porque llevaremos la guerra dentro y nos destruiremos!
No permitas que únicamente busquemos el placer,
porque jamás sabremos qué es amar!
No permitas que sólo busquemos el aplauso,
porque nunca nos sentiremos satisfechos!
No permitas que nos creamos autosuficientes,
porque nos encontraremos vacíos!
No permitas que demos culto al ego,
porque así nunca seremos queridos!
Señor, danos luz y fuerza para seguirte,
para seguir el camino de la bienaventuranza.
Ayúdanos a acogerte en nuestras vidas,
porque estaremos llenos de luz.
Ayúdanos a ponernos en tu manos
porque sólo así viviremos seguros.
Ayúdanos a optar por el servicio,
porque Tu nos sirves continuamente.
Ayúdanos a compartir nuestros bienes,
porque Tú nos dejarás que nos falte la harina y el aceite.
Ayúdanos a hacer sonreír a los que lloran,
porque Tú nos miras y nos muestras tu sonrisa.
Ayúdanos a ser no-violentos, profetas de la paz,
porque así construimos un mundo nuevo.
Ayúdanos a defender al perseguido,
porque Tú eres y serás defensor.
Ayúdanos a no vivir para nosotros mismos,
porque Tú entregaste la vida por todos.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 8 de septiembre de 2020
Martes 8 de septiembre
Natividad de Santa María
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,1-16.18-23
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios con nosotros"."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María. No podemos leer el Evangelio correspondiente a ese momento de su vida, sencillamente porque no existe. Es significativo: la mujer que Dios eligió y preparó para ser la madre de su Hijo no es una princesa, ni siquiera la hija de un personaje famoso, es una mujer sencilla, desconocida, humilde.
Aprovechamos esta fiesta del cumpleaños de María para felicitarla:
¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento.
Felicidades, Madre, porque creciste en el oscuro camino de la fe.
Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad.
Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres...
naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo.
Felicidades, por estar siempre atenta ala palabra del Señor.
Felicidades porque tu vida fue un Si a la voluntad de Dios.
Felicidades, María, porque eres la Madre de Dios.
Feliz soy yo también por tenerte como madre.
(Adaptación de un texto de iglesia.org)
-----------------------
Como tú, María, quiero decir "aquí estoy", ante el proyecto de amor,
que Dios me propone en el hoy de mi vida.
Entro en este proyecto unida a tantos hermanos y hermanas
que, con Cristo, tu hijo, luchan por construir fraternidad,
dignidad para todos, unidad entre pueblos, razas, generaciones…
Como tú María, quiero caminar por calles y plazas, montes y llanos
cantando las maravillas del Señor,
que triunfa en los pobres, sencillos y humildes.
Desde ellos, me pides sencillez, humildad, solidaridad.
Como tú María, quiero profundizar el misterio de Belén,
Palabra hecha carne, Dios entre nosotras, don para el mundo,
compromiso en la causa de una humanidad liberada, según el sueño del Padre.
Como tú, María, quiero gozar con el que goza,
ser sensible ante la necesidad o dolor, pasar por al vida haciendo el bien, sencillamente,
decididamente asociada a todos los grupos que son testimonio solidario.
Como tú María, quiero estar en pie, unida a tu Hijo, en la cruz concreta de mi vida.
En mi caminar, me uno a todos los sufrientes de la humanidad
y a los que se entregan para que "la justicia y la paz se abracen".
Como tú, María, quiero participar del gozo del Resucitado.
Hoy Cristo resucita en todo lo bello, lo noble, lo auténtico.
Que mi vida sea espejo de la liberación que El ha regalado al mundo.
Como tú, María, quiero orar con mis hermanos y hermanas,
y recibir cada día , en Iglesia, la venida del Espíritu.
El colma los corazones de sus dones, nos renueva, nos sana.
El nos envía a anunciar en el mundo,
la Buena Nueva del Evangelio de tu hijo, Jesús.
--------------------
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,1-16.18-23
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios con nosotros"."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María. No podemos leer el Evangelio correspondiente a ese momento de su vida, sencillamente porque no existe. Es significativo: la mujer que Dios eligió y preparó para ser la madre de su Hijo no es una princesa, ni siquiera la hija de un personaje famoso, es una mujer sencilla, desconocida, humilde.
Aprovechamos esta fiesta del cumpleaños de María para felicitarla:
¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento.
Felicidades, Madre, porque creciste en el oscuro camino de la fe.
Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad.
Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres...
naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo.
Felicidades, por estar siempre atenta ala palabra del Señor.
Felicidades porque tu vida fue un Si a la voluntad de Dios.
Felicidades, María, porque eres la Madre de Dios.
Feliz soy yo también por tenerte como madre.
(Adaptación de un texto de iglesia.org)
-----------------------
Como tú, María, quiero decir "aquí estoy", ante el proyecto de amor,
que Dios me propone en el hoy de mi vida.
Entro en este proyecto unida a tantos hermanos y hermanas
que, con Cristo, tu hijo, luchan por construir fraternidad,
dignidad para todos, unidad entre pueblos, razas, generaciones…
Como tú María, quiero caminar por calles y plazas, montes y llanos
cantando las maravillas del Señor,
que triunfa en los pobres, sencillos y humildes.
Desde ellos, me pides sencillez, humildad, solidaridad.
Como tú María, quiero profundizar el misterio de Belén,
Palabra hecha carne, Dios entre nosotras, don para el mundo,
compromiso en la causa de una humanidad liberada, según el sueño del Padre.
Como tú, María, quiero gozar con el que goza,
ser sensible ante la necesidad o dolor, pasar por al vida haciendo el bien, sencillamente,
decididamente asociada a todos los grupos que son testimonio solidario.
Como tú María, quiero estar en pie, unida a tu Hijo, en la cruz concreta de mi vida.
En mi caminar, me uno a todos los sufrientes de la humanidad
y a los que se entregan para que "la justicia y la paz se abracen".
Como tú, María, quiero participar del gozo del Resucitado.
Hoy Cristo resucita en todo lo bello, lo noble, lo auténtico.
Que mi vida sea espejo de la liberación que El ha regalado al mundo.
Como tú, María, quiero orar con mis hermanos y hermanas,
y recibir cada día , en Iglesia, la venida del Espíritu.
El colma los corazones de sus dones, nos renueva, nos sana.
El nos envía a anunciar en el mundo,
la Buena Nueva del Evangelio de tu hijo, Jesús.
--------------------
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 7 de septiembre de 2020
Lunes 7 de septiembre
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio". El se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo".
El lo hizo, y el brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes o sábado. Los fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en sábado. Para Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima de la ley.
También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que hacen nuestros “adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los compañeros si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para superar la envidia:
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
"De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para agradecer las personas que nos quieren,
los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesito
y compartir con generosidad lo que tengo. Amén.
Jesús predica y cura. Y así manifiesta a todos el amor misericordioso del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida corra peligro. ¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o sólo ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 6 de septiembre de 2020
Domingo 6 de septiembre
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 18, 15-20
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ante el hermano que se equivoca, los discípulos de Jesús no pueden decir: “allá él”, o “es su libertad”, o “cada uno hace con su vida lo que quiere”. Tampoco cabe: “hay darle un escarmiento”, “no volveremos a darle el saludo”.
El camino que nos muestra el Evangelio es otro, mucho más comprometido y complicado. Jesús nos invita a reprender y a intentarlo no sólo una vez, a contar con otros hermanos y con la comunidad para poder ayudar mejor al que toma un camino erróneo.
Es el camino del amor que respeta la libertad del otro, pero a la vez quiere mostrarle la verdad. La libertad sin la verdad nos destruye. La verdad sin libertad nos esclaviza, en empequeñece.
¿Qué haces cuando algún hermano se equivoca?
¿Cómo reaccionas cuando te intentan corregir?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Ojo por ojo,
diente por diente,
golpe por golpe,
insulto por insulto,
ofensa por ofensa,
ultraje por ultraje,
decepción por decepción…
Así se va llenando
la memoria
y el equipaje
de agravios,
de rencor,
de deudas.
Mejor ofrecer,
contra el puño cerrado,
una mano abierta.
Ante el insulto, silencio
o, aún más, palabra de perdón.
Mejor no subirse
al tren del odio.
Mejor bajarse
de la espiral
de la venganza.
Mejor caminar
por la senda
de la concordia.
Amar a amigos y enemigos.
A tu manera, Señor.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj (adaptación)
---------------------------
Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente";
no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño;
Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.
Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras;
a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.
Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.
Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.
Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.
Señor, dame amor para corregir a quién se equivoca
y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 5 de septiembre de 2020
Sábado 5 de septiembre
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: "¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?" Jesús les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados -que sólo pueden comer los sacerdotes-, comió él y les dio a sus compañeros". Y añadió: "El Hijo del hombre es señor del sábado".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los fariseos están al acecho. Espían a Jesús y a sus discípulos, para ver de qué los puedes acusar.
Los acusan de incumplimiento de la ley del sábado. Utilizan la ley para atacar, para condenar. Jesús les explica con un ejemplo el verdadero sentido de la ley del sábado y de todas las leyes. Las leyes tienen su sentido, pero están al servicio de las personas. Las personas no pueden convertirse en esclavas de la ley. Además Él está por encima de cualquier ley: es señor del sábado.
¿Estamos al acecho de alguna persona? ¿Utilizamos la ley para condenar? Pedimos perdón.
Damos gracias a Jesús que nos libera del peso de la ley.
Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para que conducirnos por el camino de bien,
para buscar la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza para aceptarla como camino de vida
y acierto para mostrarla en positivo a los demás.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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