miércoles, 7 de julio de 2021

Miércoles, 7 de julio de 2021

 Miércoles de la 14ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 10, 1-7

En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo y Tadeo; Simón el fanático y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce les envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Los llamó. Y el Evangelio nos da el nombre de los doce.  Hoy Jesús te llama, te llama por el nombre, a ti personalmente. Te llama porque te ama, porque quiere hacerte feliz, porque confía en ti, porque quiere llevar su Evangelio, su consuelo a todas las gentes...
            “Habla Señor, que tu siervo escucha”
            “Señor ¿qué quieres de mí?”
            “Hágase en mí según tu palabra”
            “Estoy dispuesto. Envíame”

Les dio autoridad. A ti te da su misma fuerza, la fuerza de su Espíritu. No vamos a convencer con nuestra sabiduría ni a hacer obras maravillosas con nuestra fuerza. El Señor mostrará su grandeza en la debilidad de los enviados.
            “Señor, gracias por la fuerza de tu Espíritu”
            “Señor, en tu nombre y con tu fuerza iré a donde quieras”
            “Perdona Señor y cura nuestra prepotencia”

Jesús quiere que comiencen la misión en su propia tierra, y que se preocupen especialmente de las ovejas descarriadas. Los conoce y nos conoce bien: a veces nos parece que no se puede hacer nada en nuestra familia, con nuestro grupo de amigos, en los ambientes más cercanos. Sin embargo, el que no evangeliza, el que no da testimonio entre los suyos ¡qué difícil será que lo haga entre que están muy lejos!
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Si nadie acaricia los ojos del paria, ¿cómo dejará de serlo?
Si nadie cura las heridas del hombre quebrado, ¿en qué soledad sanarán?
Si nadie derriba los cimientos de una ley implacable,
¿hasta cuándo seguirá cerrando puertas y poniendo cadenas?
Si nadie profetiza contra los perversos, ¿cuándo cambiará algo?
Si nadie se deja guiar por la sed, ¿quién hallará la fuente de agua viva?
Si nadie se entrega a tumba abierta, ¿cómo saber que es posible el Amor?

Hace falta Alguien, alguien como tú, o tú de nuevo, en espíritu y verdad.
Alguien que acaricie los abandonos; que alivie sufrimientos; que taladre
certidumbres y denuncie inconsistencias.
Alguien que nos ponga en camino hacia un manantial
en el que nuestro deseo de Vida quedará colmado.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado por mi nombre,
conoces mi historia mejor que yo mismo,
me amas más y mejor que nadie.
Y cuentas conmigo, con mi pobreza.
Gracias, Señor, por llamarme.

Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para estar contigo,
para gozar de tu amistad y tu perdón,
para aprender tus secretos,
para hacerme inmensamente feliz.
Gracias, Señor, amarme.

Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para continuar tu misión:
me has dado tu fuerza, tu Espíritu,
para curar a los enfermos y atormentados,
para animar a los que ya no tienen esperanza.
Gracias, Señor, por enviarme.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 6 de julio de 2021

Martes, 6 de julio de 2021

 Martes de la 14ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 32-38

En aquel tiempo llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó el demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: "Nunca se había visto en Israel cosa igual". En cambio, los fariseos decían: "Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios". Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, "como ovejas que no tienen pastor". Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús tiene un corazón compasivo. Siente en lo más profundo de su ser los dolores y los sufrimientos de las personas. Por eso se dedica a anunciar el Evangelio del Reino y a curar toda clase de dolencias.
            “Señor, gracias por compadecerte de nosotros”
            “Danos un corazón compasivo y misericordioso”
            “Gracias por las personas que se compadecen del prójimo”

El Evangelio es la mejor medicina que podemos ofrecer: si se toma regularmente templa el espíritu, cura la ira, el egoísmo, la envidia, la lujuria, el afán de poseer y de mandar... y un sinfín de enfermedades similares. Produce una gran sensación de bienestar, aún en medio de las dificultades. No tiene contraindicaciones y si se toma en dosis muy altas produce vida eterna. Además es gratis. ¿Quién da más?
            “Gracias Señor por tu Evangelio y por sus anunciadores”
            “Que sepamos acoger tu Evangelio con un corazón abierto”
            “Danos sabiduría y generosidad para anunciar tu Evangelio”

Ante Jesús, mucha gente se queda admirada y los fariseos lo acusan de ser el jefe de los demonios. ¡Qué contraste!
            “Señor, cambia el corazón de los que no quieren creer”
            “Danos un corazón que sepa reconocer y agradecer tu compasión”

Señor Jesús, hermano de los pobres,
frente al turbio resplandor de los poderosos
te hiciste impotencia.
Desde las alturas estelares de la divinidad
bajaste al hombre hasta tocar el fondo.
Siendo riqueza, te hiciste pobreza.
Siendo el eje del mundo
te hiciste periferia, marginación, cautividad.
Dejaste a un lado a los ricos y satisfechos
y tomaste la antorcha
de los oprimidos y olvidados,
y apostaste por ellos.
Llevando en alto la bandera de la misericordia
caminaste por las cumbres y quebradas
detrás de las ovejas heridas.

Dijiste que los ricos ya tenían su dios
y que sólo los pobres ofrecen espacios
libres al asombro;
para ellos será el sol y el Reino,
el trigal y la cosecha.
¡Bienaventurados!
Es hora de alzar las tiendas y ponernos en camino
para detener la desdicha y el sollozo,
el llanto y las lágrimas,
para romper el metal de las cadenas
y sostener la dignidad combatiente,
que viene llegando, implacable, el amanecer
de la liberación
en que las espadas serán enterradas
en la tierra germinadora.
Son muchos los pobres, Jesús; son legión.
Su clamor es sordo, creciente, impetuoso
y, en ocasiones, amenazante
como una tempestad que se acerca.

Danos, Señor Jesús, tu corazón sensible
y arriesgado;
líbranos de la indiferencia y la pasividad;
haznos capaces de comprometernos
y de apostar, también nosotros,
por los pobres y excluidos.

Es hora de recoger los estandartes
de la justicia y de la paz
y meternos hasta el fondo de las muchedumbres
entre tensiones y conflictos,
y desafiar al materialismo con
soluciones alternativas.

Danos, oh Rey de los pobres
la sabiduría para tejer una única guirnalda
con esas dos rojas flores:
contemplación y combate.
y danos la corona de la Bienaventuranza.
Amén.

P. Ignacio Larrañaga


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 5 de julio de 2021

Lunes, 5 de julio de 2021

 Lunes de la 14ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Mateo 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá". Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo: "¡Animo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida". Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por aquella comarca.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Sin embargo, normalmente tenemos poca fe en la fe, tenemos poca fe en Dios. En muchas ocasiones acudimos a Dios, después de haber llamado a muchas puertas, nos presentamos ante Dios como último recurso... con poca confianza.
            “Señor, creo, pero aumenta mi fe”
            “Perdona Señor mi falta de fe”
            “Gracias por todas las personas se fían de ti”

Cuando Jesús dice que la niña está viva, se ríen de él. Nos reímos de la gente cuando se sale de nuestros esquemas, cuando va contracorriente...
            “Señor, perdona nuestras risas irónicas”
            “Danos fe para creer en lo que parece imposible”
            “Espíritu Santo, danos fuerza y coraje
              para ser fieles cuando se rían de nosotros”

Que importantes son en el Evangelio los gestos: la mujer con flujos de sangre toca el manto de Jesús y Jesús toma de la mano a la muchacha.
¿Cómo son tus gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Yo creo en Ti, Señor, y te doy gracias de corazón,
pero aumenta mi fe, porque a veces me envuelven las dudas.

Señor, haz que mi fe sea plena,
que sepa abrirte mis pensamientos y sentimientos y acciones,
mi pasado, mi presente y mi futuro, sin reservas.

Señor, haz que mi fe sea coherente,
que acepte las renuncias y los deberes que comporta
y sepa hacerla vida en cada momento de mi vida.

Señor, haz que mi fe sea fuerte,
que madure ante la contradicción de los problemas,
que encuentre cimiento más firme ante quienes la rechazan.

Señor, haz que mi fe sea alegre,
al saber y sentir que tu amor me envuelve,
al descubrir en cada persona la huella de tu gloria.

Señor, haz que mi fe sea activa
que sepa verte en los pobres y en cuantos me necesitan
y sepa avanzar por el camino de servicio y la entrega.

Señor, haz que mi fe sea humilde.
Porque estoy envuelto en debilidades,
que apoye mi fe en la fe de los hermanos, en la fe de la Iglesia.

Señor, haz que mi fe sea contagiosa,
a través de mis palabras, mi sonrisa y mi vida entera.
Que sepa transmitir, Señor, que Tú eres lo mejor que me ha pasado.
Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 4 de julio de 2021

Domingo, 4 de julio de 2021

Domingo de la 14ª semana del t.o. B


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón ? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí ? Y desconfiaban de él.

Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Fue en su propio pueblo donde Jesús encontró mayor incomprensión. Donde más le conocían. Posiblemente, también nosotros llevamos ya mucho conociendo a Jesús, (bautizados desde pequeños y con muchas misas oídas): ¿No habremos también nosotros perdido la confianza en el Señor?

"Si conocieras el don de Dios", le dirá un día a la Samaritana. Dios mío, permíteme descubrir la novedad de tu persona, de tu Palabra. !Cómo podría cambiar mi vida si descubriera su verdadero rostro!

Y no puedo hacer allí milagros. Lógico. Dios necesita nuestro consentimiento para sacar adelante su relación de amistad con nosotros. Es la bendita y terrible libertad humana. !Podemos negarnos a Dios! !Ayúdanos a encontrarte, Señor!

Señor:

Que quienes te buscan a tientas,
te encuentren;
que quienes dudan una y mil veces,
no desistan;
que quienes se extravían en su camino,
vuelvan;
que quienes creen conocerte y poseerte,
sigan buscándote.

Que quienes caminan a tientas y solos,
no se pierdan;
que quienes tienen miedo al futuro,
se abran a la confianza;
que quienes no logran triunfar,
perseveren;
que quienes tienen hambre y sed,
sean saciados.

Que los grandes y poderosos
se sientan vulnerables;
que los amargados de la vida
disfruten de tu presencia y gracia;
que los olvidados de todos
dejen oír su canción;
que tus hijos e hijas
nunca nos saciemos de tus dones.

Que quienes desean y buscan milagros
sepan acogerlos;
que quienes gustan presumir de profetas
acepten a los de su tierra;
que quienes se descubren leprosos
bajen a lavarse a un humilde río;
que quienes tienen pensares ocultos
no se enfurezcan contigo.

Y si tú nos provocas nuevamente
como provocaste
a tus paisanos de Nazaret entonces,
danos la gracia
de entenderte y tolerarte ahora,
y descubrir
quién eres, a pesar de las apariencias
y de tus pobres orígenes.

¡Señor,
ábrete paso entre nosotros
y sigue tu camino
aunque nos escandalicemos!

Florentino Ulibarri.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha. 

sábado, 3 de julio de 2021

Sábado, 3 de julio de 2021

 Santo Tomás


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Las dificultades de Santo Tomás para creer por un lado nos sorprenden y por otro nos animan. Nos sorprenden: parece increíble que estuviera tan cerrado después de haber visto a Jesús, después de escuchar de sus labios que lo matarían y que a los tres días resucitaría. Pero sobre todo nos animan: ¿Quién no ha dudado alguna vez?
            “Señor, gracias por aceptar con paciencia nuestras dudas”
            “Perdona y cura nuestra falta de fe”

Sin embargo, lo más importante de Santo Tomás no son sus dificultades para creer, sino su confesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío! También nosotros estamos llamados a experimentar la presencia de Jesús resucitado y a confesar nuestra fe en Él.
            “Señor, ayúdame a sentir tu presencia en mi vida”
            “Señor Jesús, Tú eres el Señor de mi vida”
            “Señor mío y Dios mío, ten piedad de nosotros”

Jesús te dice: “Dichoso tú, que crees sin haberme visto” ¿Qué le dices tú?

Como Tomás…
también dudo y pido pruebas.
También creo en lo que veo.
Quiero gestos. Tengo miedo.
Solicito garantías.
Pongo mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto, aunque el corazón me dice: “Él vive”
No me lanzo al camino sin saber a dónde va.

Quítame el miedo y el cálculo.
Quítame la zozobra y la lógica.
Quítame el gesto y la exigencia.
Dame tu espíritu, y que al descubrirte,
en el rostro y el hermano,
susurre, ya convertido:
“Señor mío y Dios mío”.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Dichoso tú, Tomás, que viste las llagas
y quedaste tocado;
te asomaste a las vidrieras de la misericordia
y quedaste deslumbrado;
palpaste las heridas de los clavos
y despertaste a la vida;
metiste tu mano en mi costado
y recuperaste la fe y la esperanza perdidas.
Pero, ¿qué hicieron después, Tomás, tus manos?

Ahora, ven conmigo
a tocar otras llagas todavía más dolorosas.

Mira de norte a sur,
de izquierda a derecha,
del centro a la periferia,
llagas por todos los lados:

Las del hambriento,
las del emigrante,
las del parado,
las del sin techo,
las del pobre pordiosero,
las de todos los fracasados. ¡Señor mío!

Las del discapacitado,
las del deprimido,
las del accidentado,
las del enfermo incurable,
las del portador de sida,
las de todos los marginados. ¡Dios mío!

Las del niño que trabaja,
las del joven desorientado,
las del anciano abandonado,
las de la mujer maltratada,
las del adulto cansado,
las de todos los explotados. ¡Señor mío!

Las del extranjero,
las del refugiado,
las del encarcelado,
las del torturado,
las de los sin papeles,
las de todos los excluidos. ¡Dios mío!

¿Quieres más pruebas, Tomás?
Son llagas abiertas en mi cuerpo
y no basta rezar: ¡Señor mío y Dios mío!
Hay que gritarlo y preguntar por qué;
hay que curarlas con ternura y saber;
hay que cargar muchas vendas,
muchas medicinas...
¡y todo el amor que hemos soñado!
¡Trae tus manos otra vez, Tomás!

Florentino Ulibarri

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No te fijes en mis fallos, sino en la confianza que siento en ti. Sobre esa confianza he basado toda mi vida. Por esa confianza puedo hablar y obrar y vivir. La confianza de que tú nunca me has de fallar. Esa es mi fe y mi jactancia. Tú no le fallas a nadie. Tú no permitirás que yo quede avergonzado. Tú no me decepcionarás.

Se me hace difícil decir eso a veces, cuando las cosas me salen mal y pierdo la luz y no veo salida. Se me hace difícil decir entonces que tú nunca fallas. Ya sé que tus miras son de largo alcance, pero las mías son cortas, Señor, y mi medida paciencia exige una rápida solución, cuando tú están trazando tranquilamente un plan muy a la larga. Tenemos horarios distintos, Señor, y mi calendario no encaja en tu eternidad. Estoy dispuesto a esperar, a acomodarme a tus horas y seguir tus pasos.

Pero no olvides que mis días son limitados, y mis horas breves. Responde a mi confianza y redime mi fe. Dame signos de tu presencia, para que mi fe se fortalezca y mis palabras resulten verdaderas. Muestra en mi vida que tú nunca fallas a quienes se entregan a ti, para que pueda yo vivir en plenitud esa confianza y la proclame con convicción. Dios nunca le falla a su pueblo.

Plegaria de Carlos G. Vallés

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 2 de julio de 2021

Viernes, 2 de julio de 2021

Viernes de la 13ª semana del t.o.


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dicen los refranes: “El que va con un cojo, cojea” y “Dime con quien vas y te diré quien eres”. Detrás de estas expresiones hay mucha verdad, pero también se esconde mucha injusticia: el que va con un cojo, puede ayudarle a caminar mejor, el que está con “mala gente” puede animarles a cambiar de vida... En Jesús encontramos el ejemplo más claro. Se acerca a los pecadores, no por ser pecador, sino para ayudarles a salir del pecado, para que sean más felices.
            “Señor, gracias por acercarte a mí, pobre pecador”
            “Perdona mis juicios apresurados e injustos”

Jesús se acercó a los pecadores, a los más pecadores. Y nosotros, como cristianos, tenemos que seguir su ejemplo. Pero no podemos ser ingenuos; hay peligros, muchos peligros. ¡Cuantas personas han entrado de buena fe en ambientes difíciles y, además de no cambiar nada, han cambiado ellos a peor. Necesitamos conocer los peligros, no para encerrarnos entre los que se consideran buenos, sino para cumplir la misión de Jesús con las debidas ayudas: el apoyo de un grupo, el acompañamiento de un sacerdote o de una persona de confianza...
¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos amas, tú el pobre.
Porque nos sanas, tú herido de amor.
Porque nos iluminas, aun oculto,
cuando tu ternura enciende el mundo.
Porque nos guías, siempre delante,
siempre esperando.

Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos miras desde la congoja
y nos sonríes desde la inocencia.
Porque nos ruegas desde la angustia
de tus hijos golpeados,
nos abrazas en el abrazo que damos
y en la vida que compartimos.

Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me perdonas más que yo mismo,
porque me llamas, con grito y susurro
y me envías, nunca solo.
Porque confías en mí,
tú que conoces mi debilidad.

Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me colmas
y me inquietas.
Porque me abres los ojos
y en mi horizonte pones tu evangelio.
Porque cuando entras en ella, mi vida es plena.

Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
y te pido que me ayudes a ser misericordioso.

Adaptación de una plegaria de J.M. Olaizola.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 1 de julio de 2021

Jueves, 1 de julio de 2021

Jueves de la 13ª semana del t.o.


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 1-8

En aquel tiempo subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: "¡Animo, hijo!, tus pecados están perdonados". Algunos de los letrados se dijeron: "Este blasfema". Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: "¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-: "Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa".
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Es curioso. Jesús se encuentra con el paralítico y lo que primero que hace es perdonarle los pecados, no curar su minusvalía. Para Jesús era más urgente perdonar los pecados que curar la parálisis.

Normalmente, nosotros no pensamos así. Nos preocupa poco el pecado, no valoramos cómo afecta el pecado en nosotros mismos y en los demás. Incluso a veces creemos que el pecado da más satisfacción que una vida ordenada. Pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que las consecuencias del pecado son más graves que las de cualquier enfermedad:
-          El pecado rompe o dificulta la relación con Dios.
-          El pecado te hace sentir mal contigo mismo, te impide ser feliz.
-          El pecado te separa de los hermanos.

El perdón de Dios es más grande y más poderoso que todos nuestros pecados:

Señor, Tú eres el más grande,
el más comprensivo, el más amoroso.
Tú muestras tu poder con el perdón y la misericordia,
nunca con la venganza y la violencia.
Cierras los ojos a nuestros pecados,
para que nos arrepintamos,
porque somos tuyos,
nos llevas en tu corazón
y quieres que tengamos vida, vida abundante.

Gracias por salir a nuestro encuentro
en las personas que nos aman y en las necesitadas,
en los acontecimientos que nos hacen llorar y reír,
en tu Palabra y en los sacramentos.

Que sepamos acogerte con alegría,
para que tu mirada nos conquiste
y tu amor nos impulse a compartir.


El salmo 31 pueda ayudarnos a saborear y a acoger mejor el bálsamo de la misericordia de Dios:

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: "confesaré al Señor mi culpa",
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

Me instruirás y me enseñarás el camino que he de seguir,
fijarás en mi tus ojos.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.