sábado, 21 de noviembre de 2020

Sábado 21 de noviembre

Sábado de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano».
Pues bien, había siete hermanos el primero se casó y murió sin hijos.
Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos.
Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con el1a.
Jesús les contestó: En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán.
Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob».
No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Intervinieron unos letrados: Bien dicho, Maestro.
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Los saduceos no creían en la resurrección y plantean a Jesús una pregunta, no para aclarar una duda, sino para ridiculizar a cuantos creían en la resurrección. A veces no nos conformamos con presentar nuestras ideas con sencillez y claridad, y menospreciamos a quienes tienen opiniones y creencias distintas a las nuestras.
     "Señor, hazme sencillo y humilde"
     "Ayúdame a respetar y a amar a los que no piensan como yo"

B. Jesús aprovecha hasta la mala intención de los saduceos para exponer su doctrina con paciencia: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Nosotros creemos en la resurrección. Creemos que un día resucitaremos a una vida nueva de hijos de Dios en plenitud, de fraternidad perfecta. Podemos rezar con la letra de una canción de la Hermana Glenda:

Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, puedo reír; puedo abrazar a mi mayor enemigo y mirarlo en ti.
Yo creo en tu resurrección, porque tengo paz en mi corazón; porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección, porque soy feliz junto a ti; porque me amas tanto, que hasta moriste por mí.-
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar; porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar

Yo creo que tú, Señor, vivirás en mí. Yo creo que tú, Señor, vencerás en mí.
Yo creo que tú, Señor, moraras en mí; para siempre, para siempre, Señor.

Yo creo en tu resurrección, porque ni el dolor ni mi propio error, ninguna angustia podrá separarme de tu amor.
Yo creo en tu resurrección, porque todo lo puedo con tu amor, porque sé que cuidas de mi vida mejor que yo.
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar; porque tengo, tanto, tanto, tanto para entregar.

Yo creo en ti, Señor. Yo creo en la fuerza de tu vida. Creo que donde sobreabundo el pecado, sobreabundo más tu gracia
Creo en la fuerza de tu pequeña semilla en nuestro corazón, que da el ciento por uno. Creo que vives en nosotros.  Yo creo en ti, Señor.

Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar
.


C. La fe en la resurrección no nos desentiende de los problemas de la tierra. Los cristianos no deberíamos tener tanto miedo para entregar la vida por los hermanos, por el Reino de Dios, porque sabemos que recobraremos una vida nueva multiplicada. Los cristianos hemos recibido la misión de "traer el cielo a la tierra", de trabajar para que todos se sientan hermanos e hijos de Dios. ¿Cómo voy a responder a esta misión? Pido a Dios luz y fuerza para hacerlo con generosidad.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Viernes 20 de noviembre

Viernes de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 45-48

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos».
Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Jesús no sólo es el hombre dulce y tierno que nos habla de cosas preciosas. Es también el profeta valiente que denuncia la falsedad, que reacciona ante el abuso, que se enfrenta a los poderosos... En nuestra vida se han de combinar dos dimensiones de la vida de Jesús y de los profetas: plantar el amor y arrancar el pecado, el anuncio de la solidaridad y la denuncia del egoísmo, consolar corazones desgarrados y remover conciencias conformistas... En mi vida ¿qué tendría que potenciar a este respecto? Pido a Dios luz y fuerza.

Yo soy la persona más tranquila del mundo.
Soy la personificación de la tranquilidad.
Ciudadano calmado, sin manías, sin extremismos,
tranquilo y pacífico. Ese soy yo.

Si hay miseria a mi alrededor, yo ayudo un poquito
y luego me tranquilizo al saber que pocos hacen lo que yo.
En una época de tanto egoísmo,
yo soy de veras un tipo leal y sincero.
¡Incluso rezo todos los días, cosa que pocos hacen!

Pero tú, Jesús, te has acercado a mí...
y me has pedido ser profeta, para gritar tu verdad,
anunciar tu Buena Nueva, ser testigo ante el mundo.

¡Pero Jesús! ¿Yo?... Tal vez este no sea el mejor trabajo,
no sé si sabré hacerlo, además necesitaré prepararme...
La tarea no es nada fácil, necesito arrojo y valor.
Y yo sólo tengo una cosa: miedo.

Desde luego, ser profeta...
es poner tus palabras en nuestra boca,
tus obras, en nuestros hechos,
es ser como tú fuiste. ¡Y acabaste en la cruz!
Mira Jesús, que todo esto es demasiado...
a mí me gustaría, ¡pero es que...
yo no tengo sangre de profeta!

Jesús, Tú escuchas con paciencia mis excusas,
y me miras con un inmenso cariño.
Tienes paciencia conmigo y me ayudas a entender
que sólo tiene vida el que la arriesgar por amor,
que Tú siempre estarás a mi lado
que tu fuerza será mi fuerza,
que tu sabiduría será la mía,
que todo lo puedo cuando voy contigo. Amén


B. Intentaban quitarlo de en medio. El mensaje de Jesús les resultaba peligroso. Y para colmo, se atreve a echar a los vendedores del templo. Les parece intolerable. También nosotros tratamos de quitarnos de en medio a quien nos resulta molesto, al que nos recuerda la verdad, tantas veces molesta... Lo pensamos y pedimos perdón.
 
C. Jesús no era un maestro más. Sabía de qué hablaba. Hacía lo que decía. Era coherente hasta el extremo. No era hombre de medias tintas. Conocía los problemas de la gente. Por eso y por muchas cosas más, lo escuchaban con gusto. Nosotros no somos "el Mesías", no somos el Hijo de Dios. Pero estamos hemos recibido el mismo Espíritu de Jesús y estamos llamados a ser anunciadores del Evangelio. Si intentamos seguir a Jesús con autenticidad, aunque estemos envueltos por mil pobrezas, mucha gente estará pendiente de nuestros labios... y de nuestra vida.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Jueves 19 de noviembre

Jueves de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 41-44

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el momento de mi venida.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Jesús lloró. Lo acabamos de leer en este evangelio. Jesús sufre sobre todo con el sufrimiento de las personas. Se deja afectar por los problemas de los demás. No pasa de largo. No se cierra en sus problemas.
     "Gracias Jesús porque sufres por mi, por nuestro mundo"
     "Ayúdame Señor a compartir las alegrías y los problemas de los demás"

B. "Si al menos tu comprendieras..." La historia de Jesús es la historia de un incomprendido. No le comprende la gente que lo escucha, ni siquiera sus mismos discípulos. En muchas ocasiones el evangelio nos dice que los más cercanos no le entienden. También a nosotros nos cuesta entender. Hay palabras difíciles de entender y vivir: cruz, sacrificio, perdón, humildad, entrega...
     "Ayúdame Señor a entender tu palabra"
     "Gracias Señor por tener paciencia conmigo"

C. Jesús pronuncia las palabras del Evangelio de hoy pocos días antes morir. A pesar de no ser comprendido, Jesús sigue amando, sigue entregándose por aquellos que le rechazan. ¡Cuanto nos cuesta amar a los que no nos entienden y sufrir por aquellos que nos ignoran! Necesitamos la fuerza del Espíritu para avanzar por este camino.
     "Dame Señor un corazón generoso como el tuyo"
     "Gracias Padre por las personas que me aman gratuitamente"
     "Concédeme Señor tu Espíritu de entrega"

Jesús, al acercarte a Jerusalén y ver la ciudad, dijiste llorando: -¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas y no has querido!

Al acercarte a mi vida, me dices llorando: -¡Si al menos tú comprendieras lo mucho que te amo; si al menos tú comprendieras que estoy siempre dispuesto a acompañarte, a escucharte, a consolarte, a darte fuerza; si al menos tú cuidaras a tus hermanos más necesitados!

Señor, sé que tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú eres pan y no me acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me acerco a curarme de mis inquietudes; sé que tú eres alegría y prefiero quedarme a solas con mi tristeza...

Prefiero hacer otras cosas, acercarme a otras personas, aunque sé que sólo tú puedes colmar el gran corazón que me diste. Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a ti, sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por ti, para vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la gallina.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Miércoles 18 de noviembre

Miércoles de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 11-28

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro: Dijo, pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo.
Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey».
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez.
El le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco.
A ése le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.
El le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán.
¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
Entonces dijo a los presentes: quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.
Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas.
Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Dios nos ha dado a todos muchos talentos. Algunos talentos son más vistosos, más valorados por nosotros mismos, por la familia, por la Iglesia, por la sociedad. Otros son más discretos, menos visibles, menos valorados y, normalmente, más importantes. ¿Cuáles son mis talentos? ¿cuáles son los que más valoro? ¿cuáles son los que menos?
     "Señor, gracias por todas las capacidades que me has dado"
     "Gracias Padre nos confiar en mi"

B. A veces no nos damos cuenta ni valoramos los talentos de los demás. Y, por consiguiente, no les ayudamos a desarrollar lo que han recibido. Hay personas que se sienten sin talentos, sin capacidades... El miedo y la falta de confianza las arrincona, van perdiendo lo poco que tienen. En ellos se hacen realidad las palabras de Jesús: "al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene",
     "Dame luz, Jesús, para descubrir los talentos de los pobres, de los ignorantes..."
     "Dame fuerza y sabiduría para ayudar a los demás a desarrollar sus talentos"

C. La enseñanza de la parábola es clara: tenemos que trabajar los talentos recibidos. Los tenemos que multiplicar. Y no por miedo a Dios, sino porque cuando desarrollamos las capacidades recibidas nos enriquecemos, enriquecemos a nuestra comunidad y a la sociedad en que vivimos. ¿Qué talentos tendría que desarrollar más? ¿cómo? Pido a Dios luz y fuerza.

Señor, sé que a mí mucho se me ha dado:
la vida, el día a día, tantas capacidades,
tantos talentos, tantos proyectos,
tantas posibilidades, tantas experiencias,
tantas relaciones, tantas oportunidades,
tantas personas, tantas pasiones,
tantas experiencias, tantos dones… tanto.

Señor, sé que a mí mucho me has confiado:
ser hijo tuyo, ser hermano de todos,
ser discípulo tuyo, ser testigo de tu proyecto,
ser profeta en medio del mundo,
ser tu palabra y tus manos… ser desde ti.

Señor, sé que a mí mucho se me ha dado
y mucho se me ha confiado.
Ojalá esté a la altura de las circunstancias,
Mucho me has dado, Señor
mucho quiero regalar y entregar de todo corazón.
mucho quiero darte.

Dame la capacidad necesaria
para agradecerte cuanto soy y tengo,
y la fe necesaria para nunca olvidar
que todo procede de ti y a ti se dirige. Así sea.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 17 de noviembre de 2020

Martes 17 de noviembre

Martes de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.
Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Zaqueo buscaba a Jesús y Jesús quiere encontrarse con Zaqueo. Dios quiere nuestra compañía, busca nuestro amor. Aunque no necesita nuestra amistad, parece que no puede vivir sin ella. ¿Por qué? Por que quiere que seamos felices, porque sabe que somos pequeños y que necesitamos de su cercanía para vivir, para desarrollar todas nuestras potencialidades.
     "Señor, tu buscas mi amistad. Gracias"
     "Que no deje nunca de buscarte, Jesús"

B. No lo tenía fácil Zaqueo para encontrarse con Jesús: era bajo de estatura y además publicano y rico. Para los judíos Zaqueo era un apestado, un "colaboracionista" de los romanos, alguien que los sangraba con impuestos. También nosotros debemos superar dificultades para encontrarnos con Jesús. ¿Cuáles son nuestras dificultades? ¿tratamos de superarlas o enseguida encontramos excusas para no rezar, para no participar en la comunidad, para no comprometernos?
     "Dame Señor luz para descubrir los obstáculos que nos separan y fuerza para superarlos"
     "Perdona Jesús mi pereza"
     "No dejes Señor que sea obstáculo para que otros se encuentren contigo"

C. Jesús se encuentra con Zaqueo a pesar de las críticas que va a sufrir por parte de los judíos: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador". También nosotros vemos en muchas ocasiones que tendríamos que acercarnos a personas que nos necesitan y, sin embargo, no lo hacemos, por miedo al qué dirán, por no poner en peligro nuestra buena fama...
     "Gracias Señor por las personas que se arriesgan por amor a los hermanos"
     "Dame fuerza para hacer lo que deba, aunque no me comprendan, aunque me critiquen"

Quería conocerte, Señor.
He aquí el origen de esta historia
evangélica y llena de vida,
sorprendente y rupturista,
tan cercana y cautivadora,
pues habla de alguien como nosotros,
con manos sucias y corazón egoísta.

Como otras muchas personas,
Zaqueo quería conocerte, Señor;
quizá por simple curiosidad
o tal vez por necesidad,
quizá porque tu nombre sonaba ya
o por un íntimo anhelo que le quemaba,
quizá porque ya tenía sed de justicia.

Y aunque lo intentaba, no lo conseguía
porque eras pequeño de estatura
y la muchedumbre se lo impedía;
o tal vez porque era como era
en su vida, por dentro y por fuera,
o porque estaba mirando a otras riquezas...
¡Quizá porque pisaba tierra insegura!

Pero Tú, Señor, dinamizas la historia
y a su protagonista, que andaba cerca.
Desde la plaza pública alzas la vista
y tus ojos, que hipnotizan,
se cruzan con los de quien está en la higuera
mirándose, con pena, por dentro
y mirando fijo a la tierra.

Tu voz, que resuena amiga,
saca a Zaqueo de su ceguera
-dudas, temores y culpas-
aunque a otras personas escandaliza.
Hay encuentro, diálogo y mesa,
y en su propia casa, cueva de estafas,
se enamora y te lo dice a su manera.

Así surge un nuevo horizonte,
para él y para todos los que te buscan
por los caminos de la historia,
porque la salvación llega generosa,
cura nuestros fallos y heridas,
y nos llena de gozo y vida.
¡Otra vez tu presencia nos desconcierta!

Florentino Ulibarri.


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No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías
sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado,
liberar a quien está aprisionado,
curar a quien está herido,
acoger a quien está desamparado,
lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo,
levantar a quien ha caído,
salvar a quien se siente culpable,
perdonar a quien ha pecado,
devolver la dignidad a quien la ha perdido.

Tú que crees en nosotros,
Tú que esperas de nosotros,
Tú que nos amas más que nosotros mismos,
Tú que eres mayor que todos nuestros pecados,
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Lunes 16 de noviembre

Lunes de la 33ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: Pasa Jesús Nazareno.
Entonces gritó: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: Señor, que vea otra vez.
Jesús le contestó: Recobra la vista, tu fe te ha curado.
Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. "Jesús, ten compasión de mi". Son las palabras del ciego, las palabras de los leprosos... las nuestras. Con esta sencilla oración reconocemos nuestras pobrezas personales y sociales, y no pedimos nada concreto a Jesús. Rezar "Ten compasión de mi" es decir "Dame lo que tú quieras, tú lo puedes todo, tú sabes mejor que yo lo que necesito". Podemos orar haciendo nuestros los sentimientos y palabras del ciego.

B. ¿Cuáles son nuestras cegueras? ¿está bien nuestra mirada? ¿cómo miramos a Dios, como Padre? ¿vemos en las personas hermanas y hermanos nuestros? ¿qué vemos en el dinero y en las cosas? Pedimos a Dios luz para descubrir y reconocer nuestras cegueras personas, familiares, sociales.

C. A veces creemos que nuestras cegueras, nuestras pobrezas son solamente un estorbo, una desgracia. Y tenemos la sensación de que reconocer nuestra miseria nos hunde, nos anula. Más bien al contrario. Si no somos conscientes de nuestra debilidad ¿cómo vamos a comprender y perdonar la debilidad de los otros? Si no reconocemos que a veces no tenemos nada bueno que ofrecer a Dios ¿cómo vamos a experimentar que Él nos quiere gratuitamente? El que se humilla, será enaltecido, dicé Jesús.

Tú no eres Señor, un Dios impasible,
no eres distante y duro con los hombres.
Tú conoces nuestra debilidad,
nuestras tendencias orgullosas, violentas y egoístas.
Conoces bien todas nuestras miserias.
Tú eres misericordioso y compasivo
Tú padeces y com-padeces,
Tú eres compasión.
Compadécete de nosotros.
Ven, Señor, a socorrernos,
y danos un corazón nuevo,
un corazón limpio y sincero,
un corazón lleno de compasión,

Qué sintamos la impotencia del caído y le ayudemos a levantarse.
Qué compartamos el dolor del enfermo y le cuidemos.
Qué miremos con misericordia al que se equivoca y le enseñemos el Camino.
Qué suframos el miedo del cobarde y le animemos.
Qué padezcamos la decepción del engañado y le mostremos la Verdad.
Qué comprendamos el vacío del violento y le ayudemos a buscar la paz.
Qué soportemos el pesimismo del desilusionado y sembremos esperanza.
Qué probemos la necesidad del hambriento y le ofrezcamos pan y cariño.
Qué hagamos nuestra la rabia del golpeado y lo tratemos con dignidad.
Que nos compadezcamos del egoísta y le amemos.

Quédate con nosotros, para ser cada día más parecidos a ti. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Domingo 15 de noviembre

Domingo de la 33ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco". Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor". Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos". Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor".
Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo". El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán; ¿conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes"".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Conocemos muy bien esta parábola. Pero no se trata solamente de conocer bien. Se trata de descubrir en cada momento qué nos está queriendo decir Dios en cada momento de la vida.

Nos podemos preguntar:
¿Qué talentos he recibido a lo largo de mi vida? ¿Los valoro y agradezco?
¿Qué hago con los talentos que he recibido?
¿Qué ocurre cuando trabajo los talentos recibidos? ¿Qué ocurre cuando los escondo?
¿Qué me dice Dios en este momento de mi vida? ¿Qué le digo?

Señor, tú nos has confiado muchos talentos, muchas capacidades, muchas posibilidades de crecer y servir. (los recordamos)
Hay talentos muy vistosos: la simpatía, la facilidad de palabra, la fuerza física... Otros talentos están más ocultos: la capacidad de amar, de escuchar, de rezar...
Señor, gracias por todos los talentos he recibido a lo largo de mi vida. Dame sabiduría para reconocer hasta los talentos más ocultos y aquellos que crecen en mí cuando me acerco a ti y a los hermanos.
No permitas que, en vez de agradecer los talentos recibidos, esté continuamente echando de menos los que han recibido otros.
Señor, gracias por todas las personas, por todas las situaciones complicadas que me ayudan a descubrir y desarrollar talentos nuevos, desconocidos.
Gracias por ayudarme a poner mis capacidades al servicio del prójimo y del necesitado, de un mundo más hermoso, de una iglesia más evangélica y evangelizadora.
Te pido perdón porque no he trabajado todos los talentos, porque muchos han acabado escondidos bajo tierra.
Señor, ayúdame a conocer, valorar, agradecer y trabajar los talentos recibidos. Así crecerá la alegría en mis hermanos y en mi corazón y en el tuyo. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.