sábado, 14 de noviembre de 2020

Sábado 14 de noviembre

Sábado de la 32ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario» ; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».
Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche ? ¿o les dará largas ? Os digo que les hará justicia sin tardar.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. ¿Cuál era la intención de Jesús al proponer esta parábola? El mismo texto nos lo dice: Jesús quería que entendiesen, que entendamos, que hay que orar siempre, sin desanimarse. Para crecer en la fe, en la amistad con Jesucristo no sirve solamente  rezar de vez en cuando, cuando me apetece, cuando necesito algo. La fe crece con la fidelidad en la oración. Sin embargo en muchas ocasiones rezar se convierte en un trabajo duro, incluso repelente... Pido al Señor el regalo de la perseverancia para rezar siempre.

B. ¿Para qué rezar tanto? Algunos dicen con razón: "Dios ya sabe lo que necesito", "Dios no es un juez injusto, es Padre bueno y generoso, que nos da todo antes de pedir nada", "Hay muchas cosas que hacer"; sin embargo sacan una consecuencia equivocada: "Rezar es un pérdida de tiempo". Jesús, sin embargo, nos invita a rezar siempre. Él rezaba para dar gracias a Dios, para pedir fuerzas a su Padre, para desahogarse con Él, para tomar decisiones con acierto... para sentirse amado y amar a su Padre. ¿Por qué rezo yo? ¿rezo como Jesús?
     "Señor, enséñanos a orar"

C. ¿Por qué no somos fieles a la oración? Cada uno tendrá que buscar sus razones. He aquí algunas de las más comunes: no somos conscientes de todo lo que nos quiere Dios, creemos que podemos vivir sin pedir ayuda de nadie, nos ocupamos de lo urgente y descuidamos lo importante, nos cuesta reconocer que todo lo que somos lo hemos recibido de Dios... Puedo pedir a Dios que me dé luz para descubrir que obstáculos no me dejan ser fiel a la oración y fuerza para superarlos.

Subo a la montaña para orar, buscando los destellos de tu rostro; me pongo en tu presencia y la nube me ilumina, la nube que me envuelve y me penetra, transparencia de tu gloria, sacramento, y guardo tu rostro y tu palabra.
Tu rostro buscaré, Señor; orando en el templo, buscaré; escuchando tu silencio, buscaré; y buscando siento que me miras, y entraño la mirada de tu rostro.
Tu rostro buscaré, Señor; bajaré hasta la choza y la chabola, para orar, para estar con los excluidos, inmigrantes de color, receptores de todos los rechazos y rostros humillados, suplicantes, en el fondo, como el tuyo.
El cielo se abre en su presencia y yo me siento como un reo, porque no hay lugar en nuestras casas.
Tu rostro buscaré, Señor, me acerco al hospital en oración, buscando tu rostro en los enfermos, rostros doloridos, tu rostro ensangrentado, son un cielo abierto, y los beso, y te beso.
Tu rostro buscaré, Señor, en oración, hasta en la cárcel, rostros odiosos, son tu rostro en el infierno, por la desesperanza y la tristeza, y los quiero, porque tu misericordia les devuelve la esperanza.
Tu rostro buscaré, Señor, orando en los ríos humanos de la ciudad, en las colas del autobús o en el metro, en los estadios y grandes almacenes, en los templos, rostros desdibujados, impacientes, tu rostro anónimo todavía, y yo los voy llamando por su nombre.
No me escondas tu rostro, Señor, porque se hace de noche, quiero entrañar tu rostro deseado con todos sus destellos, tu rostro, icono del Padre, la más brillante Teofanía.
Tu rostro me descubre que Dios está enfermo, muy enfermo, de amor.


Dios hace justicia sin tardar. ¿Y nosotros?

Oh, Dios, confíame tu juicio, conviérteme en portador de tu justicia.
Que me dirija a las personas con justicia, a tus afligidos con cercanía.
Que por las calles y las casas se extienda tu paz por la justicia.
Que defienda a la gente oprimida,
que salve a las familias pobres y plante cara al opresor.
Señor, que en mi entorno la honradez sea la norma,
y que a nadie le falte lo básico para vivir.

Que tu justicia domine de mar a mar, de país a país,
de pueblo a pueblo.
Y cuando la gente me vea, que intuyan Tu nombre,
que mi vida hable de ti,
Mi palabra cante tu gloria, y mis acciones sean tu bendición.
Tras las huellas de tu Hijo, el primero, el maestro. Amén.


Adaptación del Salmo 72

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Viernes 13 de noviembre

Viernes de la 32ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 17, 26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre.
Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán.
Ellos le preguntaron: ¿Dónde, Señor? El contestó: Donde está el cadáver se reunirán los buitres.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. No es éste un evangelio fácil de comprender. Por eso, en vez de explicar cada frase, nos vamos a centrar en las palabras que, creemos, son más importantes: El que quiera guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda la recobrará. Quiere guardar su vida el que se preocupa únicamente de sus intereses: comer, beber, vender, comprar, sembrar... Cuando nos cerramos sobre nuestro interés, la felicidad no nos cabe dentro, acabamos perdiendo la vida.
     "Señor, perdona mi egoísmo y ayúdame a salir de él"

B. Pero hay un camino que conduce a la vida: perderla, entregarla, gastarla, ofrecerla, regalarla... por amor. Entregarla en el trabajo de cada día, en la convivencia familiar y con los amigos, en la vida de la comunidad cristiana, en la sociedad que vivimos. No se trata de hacer muchas cosas raras. Se trata principalmente de hacer lo que hace todo el mundo, pero con otro estilo, desde la generosidad, desde la gratitud.
     "Ayúdame a abrirme a mis hermanos"
     "Que mi primera ocupación sea, Señor, amarte y amar a las personas"

C. Finalmente recordamos a personas que hacen vida estas palabras de Jesús. Seguro que descubrimos muchas cerca de nosotros, personas que gastan su vida, con la confianza de que Dios resucitará, multiplicará los frutos de su trabajo, muchas veces callado y desapercibido. Damos gracias por ellas y por las veces en que también nosotros actuamos así.

Tú nos llamas en medio de la vida,
nos llamas en cada circunstancia
nos invitas a construir el Arca, como a Noé,
ese espacio donde Tú vuelves a iniciarlo todo,
vuelves a rehacer la vida con nosotros.
Y nos cuesta creerte.

Vivimos superficialmente y deprisa,
sometidos por el egoísmo,
ese ladrón que nos roba la alegría
y nos deja sin ánimo para seguir adelante.
No distinguimos al ladrón
y para cuando nos damos cuenta
ya nos lo ha robado todo.

Tú nos hablas de estar atentos a la vida,
donde Tú te haces presente,
para mostrarnos el camino de la felicidad.

Tú estás en medio de la vida,
como Señor de la Historia,
y vienes en cada acontecimiento.
Ayúdanos a estar despiertos
para reconocerte y recibirte.

Enséñanos a orar,
a mantener nuestro espíritu firme en Ti,
que eres nuestra Roca firme,
que permaneces fiel
en medio de los avatares de la vida,
que nos salvas en toda situación que nos afecta.

Que nos encontremos contigo
en toda circunstancia y en todo momento
y sepamos disfrutar de tu presencia
y señalarla a cuantos no te encuentran.
Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Jueves 12 de noviembre

Jueves de la 32ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 17, 20-25

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios, Jesús les contestó: El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.
Dijo a sus discípulos: Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del Hombre, y no podréis.
Si os dicen que está aquí o está allí, no os vayáis detrás.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del Hombre en su día.
Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. ¿Qué es el Reino de Dios o Reino de los cielos? El Reino de Dios no es un territorio concreto, como el Reino de España, ni se identifica con el Vaticano, ni con la Iglesia católica. El Reino de Dios es el proyecto que tiene Dios para sus hijos e hijas; un proyecto de felicidad, que se cumple cuando le amamos a Él y cuando amamos a las personas. Cuando vivimos este doble y único amor, Dios reina.
     "Gracias Señor porque buscas mi felicidad"
     "Reina Señor en mi vida, en mi corazón"
     "Dame fuerza para construir tu Reino en mi familia, en el trabajo, con mis amigos..."

B. El Reino de Dios no vendrá espectacularmente... Está dentro de vosotros. Isaías buscaba a Dios en el huracán, en el terremoto y en el fuego; y lo encontró en el susurro de una brisa suave. (1 Reyes 19,9-13). Esa susurro se percibe en la bondad de nuestros sentimientos, en la sencillez de los gestos de amor, en la pequeñez de un trozo de pan consagrado... ¿Sientes esa brisa? ¿Dónde? Descúbrela, alégrate, da gracias.

Señor, tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más alto que lo más sumo mío. Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me tocaste, y me abrasé en tu paz.

San Agustín


C. El Reino de Dios comienza en esta tierra, pero encontrará su perfección al final de la historia. En ese día Jesús, el Hijo del hombre, brillará como un relámpago. También nosotros brillaremos al sentir el amor de nuestro Padre en toda su amplitud, al disfrutar  de una fraternidad perfecta. Imagina como será ese día...
Pero hasta que llegue, la lucha contra la injusticia, contra la violencia, contra el pecado va a ser muy dura. En esa lucha encontró Jesús muchos padecimientos y la propia muerte.
      "Danos luz y fuerza para luchar contra todo lo que hace infelices a las personas"
      "Gracias Señor porque sabemos que al final vencerá el Amor, vencerás Tú"

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Miércoles 11 de noviembre

Miércoles de la 32ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo: Id a presentaros a los sacerdotes.
Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: ¿No han quedado limpios los diez? ; los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios ? Y le dijo: Levántate, vete: tu fe te ha salvado.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Con estas pocas palabras aquellos leprosos están expresando mucho. Por un lado reconocen su necesidad, su pobreza... Por otro ponen en evidencia su confianza en Jesús. Podemos repetir estas mismas palabras con humildad y con fe.  

B. Jesús cura. Nos devuelve la salud a veces "de golpe"; en otras ocasiones -las más- lentamente. A nosotros nos gustaría que nos curara de un día para otro, sin embargo, normalmente, Dios elige tiempos más largos... y más fecundos. Dios nos cura desde la oración de cada día, desde las personas que nos quieren, desde el encuentro con él en los sacramentos, desde la lectura de su Palabra.
¿Me he sentido curado alguna vez por Jesús? ¿de rencor, de envidia, de pesimismo, de avaricia, de ...? Doy gracias.  
¿Me dejo curar por Jesús? ¿pongo los medios? A veces no. Pido perdón y fuerza para dejarme curar.

C. Sólo uno volvió para dar gracias. Que importante es dar gracias. Para dar gracias tenemos que tener los ojos abiertos y descubrir todo lo bueno que cada día recibimos de Dios, de los hermanos. Dando gracias nuestras heridas cicatrizan mejor y el corazón del que nos ayudo se llena de alegría. No es por casualidad que el sacramento más importante de la vida cristiana sea la Eucaristía (=acción de gracias).
     "Gracias Señor por ... ... ...

"Gracias, Señor, por la aurora y por el nuevo día.
Gracias por el sol que nos calienta e ilumina.
Gracias por la luna que alivia oscuridades.
Gracias por el viento, los árboles, los animales...

Gracias por la casa que nos acoge y protege.
Gracias por las sábanas, las toallas y los pañuelos.
Gracias por poder vestir cada día ropa limpia.
Gracias por el agua que brota en cada grifo.
Gracias por los alimentos de la despensa y la nevera.
¡Cuantas cosas tenemos, Señor, y a veces no somos conscientes!

Y sobre todo, Señor, gracias por tu amistad, tu perdón y tu compañía.
Gracias por el cariño de los amigos y la familia.
Gracias por las personas que hoy me ayudarán a sonreír y a seguir adelante.
Gracias por las personas a las que hoy podré amar y servir.

Gracias ...

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 10 de noviembre de 2020

Martes 10 de noviembre

Martes de la 32ª semana del tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, dijo el Señor: Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «Enseguida, ven y ponte a la mesa? » ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú ? » ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Es verdad que todos necesitamos “palmaditas en la espalda”, que sea reconocido y agradecido nuestro trabajo. Sin embargo, no podemos trabajar y comprometernos para obtener premios y regalos, como los niños. Pedimos a Dios que nos conceda amar sin esperar nada a cambio, gratuitamente

B. A veces queremos “ajustar las cuentas” con Dios, nos parece que no nos paga lo suficiente, le exigimos que nos compense nuestros desvelos y tareas. No tiene sentido. Dios nos lo ha dado todo, antes de que nosotros lo hubiéramos pedido, nos ha dado mucho más de lo que podríamos merecer. Por eso, tenemos que decir: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Señor, ¿merece la pena decir la verdad?
¿trae cuenta renunciar a caprichos?
¿tiene sentido ser generoso y compartir?
¿qué voy a recibir por ser buen cristiano?
¿qué me vas a dar por seguirte?

A veces siento, Señor, que no merece la pena,
que es mejor buscar únicamente mi interés
dejar de sentir los problemas de los demás
y vivir la vida alegremente, sin renunciar a nada.
Así lo siento... y no me gusta esta sensación.

Sé qué tú das el ciento o el mil por uno,
incluso el cien por cero o el mil por nada,
que tú pagas sin saber si vas a recibir algo;
pero a veces no lo siento así, Señor,
y te pido que me ayudes a experimentarlo.

Señor, ayúdame a comprender y a sentir
que amar y servir a los demás es un regalo,
que vivir en la verdad es una gracia tuya,
que Tú haces posible mi esfuerzo y mi renuncia,
que seguirte y estar a tu lado es el mejor don,
que somos pobres siervos y sólo hemos hecho lo que debíamos.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 9 de noviembre de 2020

Lunes 9 de noviembre

Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 2, 13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
-«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
-«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
 3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Hoy se celebra en la Iglesia la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma. Las iglesias materiales son dedicadas, consagradas para que sean el lugar dedicado al encuentro con Dios y con los hermanos. Desde Roma el Papa continúa la misión que Jesús dio a San Pedro: apacentar sus ovejas, confirmar a los hermanos en la fe auténtica. Es buena ocasión para dar gracias a Dios por el Papa, por su trabajo entregado, para pedir por él y por toda la iglesia, para que sea cada vez más auténtica y evangélica.

B. Jesús se molesta cuando que el templo de Jerusalén no se dedica a Dios. Jesús no tolera que el templo de Dios se convierta en un mercado. A veces también nosotros comerciamos con Dios. Hago este sacrificio para que Dios me dé tal favor. Rezo para que se cumpla mi voluntad y no la de Dios. Me porto bien para ganar el cielo. Cuando razonamos así olvidamos que el amor de Dios es gratuito y que Él sólo busca nuestra felicidad
    "Gracias, Padre, por tu amor gratuito"
     "Padre, me pongo en tus manos"

C. Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Jesús habla de su cuerpo y ellos pensaban en el gran templo de Jerusalén. Nuestros cuerpos también son templos en los que Dios habita. Y en nuestro bautismo también fuimos dedicados, consagrados a Dios.

Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.

Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.

Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.

Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.

Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Domingo 8 de noviembre

Domingo de la 32ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis". Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A primera vista parece que las vírgenes sensatas son egoístas, pero con su actitud nos están enseñando algo importante:podemos compartir mucho, pero en la vida y en la fe, hay cosas que nadie puede hacer por mí. Nadie puede comer en lugar de mí. Nadie puede amar en lugar mí.

Señor, hazme diligente en la fe,
Cura mi pereza y hazme entender que…
nadie puede velar en lugar de mí,
nadie puede amar en lugar de mí,
nadie puede rezar en lugar de mí,
nadie puede aprender en lugar de mí,
nadie puede caminar en lugar de mí
nadie puede sufrir y gozar, en lugar de mí
nadie puede vivir en lugar de mí.
La existencia no admite representaciones.

Despiértanos del sueño de una vida superficial,
Que cada día llenemos nuestras lámparas
en la oración, en los sacramentos, en la comunidad cristiana,
con el cariño de quienes nos quieren bien
y en el servicio a las personas que nos necesitan.
para que podamos verte, reconocerte y acogerte,
para que tú puedas compartir con nosotros tu alegría y tu paz.
Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.