viernes, 16 de octubre de 2020

Viernes 16 de octubre

Viernes de la 28ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 12, 1-7

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La hipocresía tiene las piernas cortas. No puede avanzar mucho. Nada hay cubierto que no llegue a conocerse. La hipocresía no nos trae cuenta. Nos descubrirán y entonces será peor el remedio que la enfermedad.
            “Señor, danos fuerza para reconocer nuestra hipocresía
              y fuerza para superarla”

“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo”. No tengáis miedo a que os insulten u os persigan de cualquier forma por causa de Jesús. Tened miedo a echar a perder a vida, a desaprovechar las capacidades que os ha dado Dios, a hacer daño a los demás, a alejaros de Dios. Estos miedos tienen sentido, aquéllos no.
¿Cuáles son tus miedos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

No tengas miedo
a los que amenazan,
a los que hieren,
a los que dañan la dignidad
y matan el cuerpo
pero no pueden quitarte la vida.

No tengas miedo
a los que ocultan la verdad
o, creyéndose dueños de ella,
la manipulan,
dosifican y venden;
a los que con el arma de la mentira
quieren dominar pueblos y personas.

Rebélate,
manifiesta en todos los sitios,
en todo momento,
a tiempo y a destiempo,
tu fe en la vida y en la hermandad
adquirida al abrigo del Padre,
al lado de Jesús,
a la sombra del Espíritu,
en el seno de la comunidad.

Haz de esa fe
un gozo personal diario,
un estandarte de libertad,
una fuente de vida,
un banquete compartido,
una canción de esperanza,
tu reivindicación más sentida.

No tengas miedo
a los que, por eso, pueden castigarte,
retirarte el apoyo,
privarte del trabajo,
ignorar tu presencia,
olvidar tu historia,
golpear tu debilidad,
hacerte mal.

No tengas miedo.
Fíate de Jesús,
responde a su llamada;
fíate del Padre,
descansa en su regazo;
fíate del Espíritu,
lucha y sé libre. '
Estás invirtiendo la vida
en el proyecto más grande y venturoso
puesto en nuestras manos.

¡No tengas miedo!
¡Fíate de Jesús!

Florentino Ulibarri

Dios nos ama, te ama. Está pendiente de ti: cuenta hasta los pelos que se caen de tu cabeza. Siempre está a tu lado. Siempre. Pero Dios es discreto y silencioso. Necesitamos del silencio y la oración para percibir su presencia. Rezamos con el salmo 114:

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 15 de octubre de 2020

Jueves 15 de octubre

Santa Teresa de Jesús

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 11, 25‑30

En aquel tiempo, Jesús exclamó:
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.
Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios quiere bendecir a todos, pero sólo los que tienen un corazón de pobre, humilde, como el de Santa Teresa de Jesús. Sólo puede entrar en la vida de los que han apartado de su horizonte el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia... Como diría San Pablo, la fuerza de Dios se muestra perfecta en nuestra debilidad.
            “Señor, haznos pobres y sencillos”
            “Gracias por mostrarnos la grandeza de lo pequeño”

Orar no sólo es hablar con Jesús, orar es estar con Él. Estar con Él y descansar de las fatigas, de los agobios, del cansancio. Orar es presentar a Dios nuestra vida y, en silencio, dejar que Él sea alivio y consuelo. A veces tenemos la impresión de que ser cristiano es una carga pesada, difícilmente aguantable. Sin embargo, Jesús hoy nos dice lo contrario: “mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Contemplando el testimonio de vida de la santa de Ávila, pedimos a Dios que nos conceda combinar con acierto oración y acción, vida apostólica y tiempo para descansar en el Señor.

También podemos rezar con uno de sus textos más bonitos:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.

Canto de Taizè: http://m.youtube.com/watch?v=go1-BoDD7CI

Otras oraciones de la Santa de Ávila: http://www.devocionario.com/textos/p_teresa.html

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Miércoles 14 de octubre

Miércoles de la 28ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 11, 42-46

En aquel tiempo dijo el Señor: "¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!" Un jurista intervino y le dijo: "Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros". Jesús replicó: "¡Ay de vosotros también, juristas que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!"

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Todos tenemos algo de fariseos. Presumimos de cumplir preceptos sin importancia y nos olvidamos de los mandamientos más importantes. A veces ni siquiera nos damos cuenta. Necesitamos la ayuda de los hermanos para ser conscientes de esta realidad.
            “Señor, ayúdame a descubrir mis incoherencias.
             Dame humildad para reconocerlas
             y fuerza para superarlas”
            “Enséñanos a corregir con cariño y acierto
             las incoherencias de los hermanos”

¿Buscamos los puestos de “relumbrón”, los puestos más cómodos en la familia, en el lugar de trabajo, entre mis amigos… Recuerda el testimonio del Señor que siempre se situó en el lugar de los pobres, de los que sirven. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Jesús cargó sobre sus espaldas los pecados de la humanidad. Los fariseos cargan fardos pesados a los demás. ¿A quién te pareces más? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le pides?

Puestos a ser osados...
danos, Señor, tener siempre:

en la cabeza,
fe en las personas y en el pueblo;

en los ojos,
mirada transparente y visión digna
de tu presencia en la historia;

en los oídos,
la escucha respetuosa y atenta
de las súplicas y gritos de los que no tienen voz;

en los labios,
una palabra cercana, tierna y buena
para los que buscan y preguntan;

en el rostro,
transparencia, alegría y esperanza
para quienes andan tristes y perdidos;

en los brazos,
la resistencia y lucha por tu reino
aquí y ahora;

en las manos,
la disponibilidad solidaria
y un manantial de caricias;

en los hombros,
la fortaleza necesaria para cargar
a débiles, cansados y heridos;

en los pies,
la itinerancia por tus caminos
y alas para desinstalarnos;

en el corazón,
tu pasión, tu paz, tu latir
y la cercanía a los pobres;

en el vientre,
la vida, siempre la vida,
recibida, gestada, dada, amada.

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 13 de octubre de 2020

Martes 13 de octubre

Martes de la 28ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades”.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Así dice Jesús a los fariseos y al fariseo que todos llevamos dentro. Generalmente cuidamos más la belleza exterior que la interior, nos importa más el aplauso de las personas que el reconocimiento de Dios, nos gusta destacar más nuestras buenas obras que las de los demás.

Jesús nos llama a la coherencia, a la humildad, a la verdad.

Señor, también yo vivo preocupado por la apariencia
y no me ocupo del cuidado del corazón.
Dedico más tiempo a maquillarme que a mejorarme,
a aparentar bondad que a ser bueno,
a cuidar más las ramas que las raíces,
a vivir más de cara afuera que de cara adentro.

Hazme comprender, Señor, que no desperdicio el tiempo
cuando me dedico a reflexionar y a pensar,
a sopesar las consecuencias de lo que hago y de lo que no hago;
cuando procuro espacios de silencio y de quietud,
para poder escuchar, escucharme y escucharte.

Ayúdame, Señor, a cuidar y a alimentar mi espíritu,
leyendo buenas lecturas, viendo bellos paisajes,
acercándome a las personas que me pueden motivar
y a todas aquellas a las que puedo ayudar,
dejando que tu amor me purifique y me dé vida. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 12 de octubre de 2020

Lunes 12 de octubre

Nuestra Señora del Pilar.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!" Pero él repuso: "Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!"

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús ama a su madre María porque lo acogió nueve meses en su vientre y porque sus pechos lo amamantaron, pero todavía la valora más por escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Para Jesús no valen títulos de sangre, ni los grados académicos, ni la partida de bautismo. Para Jesús, lo importante es escuchar la Palabra de Dios y cumplirla.
        
Escuchar y cumplir la Palabra de Dios requiere un corazón abierto, para poder acoger la sorpresa de Dios, seguros de que sus caminos son distintos (y mucho mejores) que los nuestros.

Escuchar y cumplir la Palabra de Dios es nuestra tarea permanente. Permanente. De cada día. De todos los días.

Con la Virgen del Pilar pedimos a Dios fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Gracias, Padre, por María, la Virgen.
Ella es Pilar de nuestra fe, de nuestra vida cristiana.
Es pilar seguro por su humildad y sencillez.
Es pilar firme porque se apoyó en el mejor cimiento,
se apoyó en Ti, en tu amor, que nunca falla,
se apoyó en tu palabra, palabra escuchada y cumplida.
Fue pilar en el que descansó su prima Isabel,
su esposo San José y los primeros discípulos de Jesús.
Es pilar en el que nosotros nos podemos apoyar. Gracias.

Gracias, Padre, por todas las personas que han sido y son pilares,
pilares para las familias, parroquias y comunidades;
pilares en los que se pueden apoyar los amigos y los pobres.
pilares en los que he apoyado y apoyo mi debilidad.
Recuerdo sus nombres con un corazón agradecido: ... ... ...

Padre bueno, quieres que yo sea también un buen pilar,
Sé que con mis propias fuerzas no puedo ser un pilar seguro.
y quiero apoyarme, como María, en el mejor cimiento,
quiero apoyarme en Ti, en tu amor, en tu palabra.
No quiero apoyarme en el dinero, ni en la mentira.
Sólo Tú eres el cimiento que nunca se mueve.
Muestra tu fuerza en mi debilidad, tu grandeza en mi pequeñez,
para que sea pilar en el que puedan descansar
las personas que Tú pones en mi camino. Amén.

Santa María del Pilar, ruega por nosotros.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 11 de octubre de 2020

Domingo 11 de octubre

Domingo de la 28ª semana de tiempo ordinario A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: "El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir.
Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
 Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda".
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Muchas veces pensamos que Dios sólo llama para complicarnos la vida. Sin embargo, la llamada de Dios es ante todo una invitación a participar en un banquete suculento, donde no falta ningún manjar.
            “Gracias Señor por dudar de tu generosidad”
            “Enséñanos a mostrar también la cara más amable de tu Evangelio”

En bastantes ocasiones reaccionamos como los senadores y sumos sacerdotes de la parábola. Ponemos excusas: soy demasiado joven, tengo mucho trabajo, tengo que preparar un examen, ahora me voy a casar, tengo que atender a mis hijos, ahora no tengo fuerzas... Encontramos excusas hasta debajo de las piedras. Pedimos perdón.

Y cuando acudimos a la llamada del Señor, ¿vamos con el vestido de fiesta? San Pablo nos recuerda cuál es el traje de gala del cristiano: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia... Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.” (Col. 3,12.14)
¿Cómo es tu traje de fiesta? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Hoy has preparado un banquete,
en tu amplia tienda de la alianza
levantada en esta tierra tuya y nuestra,
para que tu presencia no nos resultara extraña.
Es tu hijo quien se casa,
y la ocasión es única
para hacernos presente
tu generosidad y gracia.

Ya está la entrada engalanada,
los jardines adornados,
las farolas y antorchas alumbrando
caminos, rincones y plazas,
las habitaciones dispuestas
y la sala del banquete preparada
con todo lo necesario para la fiesta,
porque la ocasión es única.

La mesa lista para el banquete
con los mejores manjares que se conocen
y un vino reserva excelente,
para alegrar a los reticentes,
traído de tu viña predilecta.
Todo en abundancia,
que a ti te gusta que sobre y no falte
cuando se va o se pasa por tu casa.

Los criados han partido
para invitar a tus amigos,
que son muchos y muy distintos
y están dispersos por el amplio mundo.
¡Venid a la fiesta! ¡Venid a la fiesta!,
se oye en pueblos y casas,
y como un eco resuena setenta veces siete
y llega a todos los corazones.

Atardece, y tu tienda está vacía.
Tus amigos, muy ocupados
en sus cosas y haciendas,
declinan la invitación
como si fuese una oferta cualquiera.
Te hacen pasar un mal trago
aduciendo motivos, disculpas y excusas
que suenan a justificar sus conciencias.

Sin embargo, hoy, la fiesta se hará;
es tu querer y voluntad decidida.
Tu generosidad y riqueza
no pueden terminar en la basura.
De la calle, de las plazas,
de los rincones más olvidados
y del reverso de la historia
llegarán tus invitados.

Serán cojos, ciegos y sordos,
hambrientos, pobres y presos,
ciudadanos y extranjeros,
emigrantes sin papeles,
hombres y mujeres, ancianos y niños
de toda raza, color y oficio,
que oyen a tus mensajeros
y se sienten sorprendidos.

Los que a nada sois invitados...
¡Venid a la fiesta!
Los que estáis solos y sin futuro...
¡Venid a la fiesta!
Los que tenéis hambre y no trabajo...
¡Venid a la fiesta!
Todos los despreciados y humillados...
¡Venid a la fiesta!
Los sin nombre y sin historia...
¡Venid a la fiesta!
Los que no sois sino recursos humanos...
¡Venid a la fiesta!
Los que sufrís la risa y la miseria...
¡Venid a la fiesta!
Los nadie de ahora y siempre...
¡Venid a la fiesta!

¡Vamos a tu fiesta, Señor!

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 10 de octubre de 2020

Sábado 10 de octubre

Sábado de la 27ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!" Pero él repuso: "Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!"

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús ama a su madre María porque lo acogió nueve meses en su vientre y porque sus pechos lo amamantaron, pero todavía la valora más por escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Para Jesús no valen títulos de sangre, ni los grados académicos, ni la partida de bautismo. Para Jesús, lo importante es escuchar la Palabra de Dios y cumplirla.
        
Escuchar y cumplir la Palabra de Dios requiere un corazón abierto, para poder acoger la sorpresa de Dios, seguros de que sus caminos son distintos (y mucho mejores) que los nuestros.

Escuchar y cumplir la Palabra de Dios es nuestra tarea permanente. Permanente. De cada día. De todos los días.

Gracias, Señor,
porque cuentas con personas pequeñas y humildes,
por fijarte y llamar a María,
por contar conmigo.

Gracias porque jamás avasallas;
propusiste, no impusiste a María la misión de ser Madre de Jesús
y esperaste su respuesta.
También a mí me sugieres una misión
y esperas, a veces muchos años, mi aceptación.

Gracias, Señor,
porque tú haces posible lo imposible,
en María, en mí
y en todas las personas que se fían de ti
y cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor,
por tu Espíritu Santo,
el Espíritu creador de vida,
en el alma y en el cuerpo de María,
en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo.

Gracias, María;
por enseñarnos a preguntar a Dios lo que no entendemos;
por fiarte de Él;
por ayudarnos a decir contigo y como tú:
"Hágase en mi según tu palabra".

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.