Jueves de la 22ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la
palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos
barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado
y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y
le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado,
enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro y echad las
redes para pescar". Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las
redes". Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande,
que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para
que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos
barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro, se arrojó a los
pies de Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador". Y
es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él
al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús
dijo a Simón: "No temas: desde ahora serás pescador de hombres". Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Rema mar adentro” es una invitación a crecer, a ser nosotros mismos, a amar más y mejor…
Gracias, Señor, porque nos llamas a remar mar adentro,
de la orilla del "no hacer mal a nadie" al mar de la santidad,
de la orilla del "compartir unas migajas" al mar de la entrega total,
de la orilla del "rezar por obligación" al mar de la amistad contigo,
de la orilla del “todo está muy mal” al mar del compromiso,
de la orilla del “me da miedo” al mar de la confianza,
de la orilla del "ir tirando" al mar de una vida plena.
No permitas que me quede estancado, en la orilla,
y guíame en la aventura de remar mar adentro,
para encontrarme con mi yo más auténtico,
para descubrir el mar inmenso de tu amor,
para gozar la alegría de la fraternidad más grande.
Cuando nos damos cuenta de la grandeza y la bondad de Dios, reconocemos
nuestra pequeñez y de nuestro pecado. Esta es la experiencia de Pedro.
Esta es la experiencia que todos estamos invitados a vivir. Sólo cuando
tomemos conciencia de quién es Dios y de quiénes somos nosotros,
podremos relacionarnos con verdad con Él y con los hermanos.
“Señor, tu mar es grande, nuestras barcas son pequeñas”
“Concédenos descubrir y admirar tu grandeza”
“Concédenos un corazón humilde”
“No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Cuando Pedro reconoce su pecado, Jesús lo llama. Es curioso.
Jesús no se detiene ante nuestra pequeñez, ni siquiera ante nuestro
pecado, cuando lo reconocemos con sinceridad. Y cuenta con nosotros,
cuenta contigo. Y te llama.
Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.
Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.
También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.
Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.
Benjamín González Buelta, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.