Martes de la 33ª semana del tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de
distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo
de estatura.
Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis
bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado,
le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Zaqueo buscaba a Jesús y Jesús quiere encontrarse con
Zaqueo. Dios quiere nuestra compañía, busca nuestro amor. Aunque no
necesita nuestra amistad, parece que no puede vivir sin ella. ¿Por qué?
Por que quiere que seamos felices, porque sabe que somos pequeños y que
necesitamos de su cercanía para vivir, para desarrollar todas nuestras
potencialidades.
"Señor, tu buscas mi amistad. Gracias"
"Que no deje nunca de buscarte, Jesús"
B. No lo tenía fácil Zaqueo para encontrarse con Jesús: era bajo de
estatura y además publicano y rico. Para los judíos Zaqueo era un
apestado, un "colaboracionista" de los romanos, alguien que los sangraba
con impuestos. También nosotros debemos superar dificultades para
encontrarnos con Jesús. ¿Cuáles son nuestras dificultades? ¿tratamos de
superarlas o enseguida encontramos excusas para no rezar, para no
participar en la comunidad, para no comprometernos?
"Dame Señor luz para descubrir los obstáculos que nos separan y fuerza para superarlos"
"Perdona Jesús mi pereza"
"No dejes Señor que sea obstáculo para que otros se encuentren contigo"
C. Jesús se encuentra con Zaqueo a pesar de las críticas que va a sufrir
por parte de los judíos: "Ha entrado a hospedarse en casa de un
pecador". También nosotros vemos en muchas ocasiones que tendríamos que
acercarnos a personas que nos necesitan y, sin embargo, no lo hacemos,
por miedo al qué dirán, por no poner en peligro nuestra buena fama...
"Gracias Señor por las personas que se arriesgan por amor a los hermanos"
"Dame fuerza para hacer lo que deba, aunque no me comprendan, aunque me critiquen"
Quería conocerte, Señor.
He aquí el origen de esta historia
evangélica y llena de vida,
sorprendente y rupturista,
tan cercana y cautivadora,
pues habla de alguien como nosotros,
con manos sucias y corazón egoísta.
Como otras muchas personas,
Zaqueo quería conocerte, Señor;
quizá por simple curiosidad
o tal vez por necesidad,
quizá porque tu nombre sonaba ya
o por un íntimo anhelo que le quemaba,
quizá porque ya tenía sed de justicia.
Y aunque lo intentaba, no lo conseguía
porque eras pequeño de estatura
y la muchedumbre se lo impedía;
o tal vez porque era como era
en su vida, por dentro y por fuera,
o porque estaba mirando a otras riquezas...
¡Quizá porque pisaba tierra insegura!
Pero Tú, Señor, dinamizas la historia
y a su protagonista, que andaba cerca.
Desde la plaza pública alzas la vista
y tus ojos, que hipnotizan,
se cruzan con los de quien está en la higuera
mirándose, con pena, por dentro
y mirando fijo a la tierra.
Tu voz, que resuena amiga,
saca a Zaqueo de su ceguera
-dudas, temores y culpas-
aunque a otras personas escandaliza.
Hay encuentro, diálogo y mesa,
y en su propia casa, cueva de estafas,
se enamora y te lo dice a su manera.
Así surge un nuevo horizonte,
para él y para todos los que te buscan
por los caminos de la historia,
porque la salvación llega generosa,
cura nuestros fallos y heridas,
y nos llena de gozo y vida.
¡Otra vez tu presencia nos desconcierta!
Florentino Ulibarri.
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No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías
sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado,
liberar a quien está aprisionado,
curar a quien está herido,
acoger a quien está desamparado,
lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo,
levantar a quien ha caído,
salvar a quien se siente culpable,
perdonar a quien ha pecado,
devolver la dignidad a quien la ha perdido.
Tú que crees en nosotros,
Tú que esperas de nosotros,
Tú que nos amas más que nosotros mismos,
Tú que eres mayor que todos nuestros pecados,
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.