Jueves de la 33ª semana del tiempo ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo
llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la
paz! Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te
sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no
dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el momento de mi venida.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Jesús lloró. Lo acabamos de leer en este evangelio. Jesús
sufre sobre todo con el sufrimiento de las personas. Se deja afectar por
los problemas de los demás. No pasa de largo. No se cierra en sus
problemas.
"Gracias Jesús porque sufres por mi, por nuestro mundo"
"Ayúdame Señor a compartir las alegrías y los problemas de los demás"
B. "Si al menos tu comprendieras..." La historia de Jesús es la historia
de un incomprendido. No le comprende la gente que lo escucha, ni
siquiera sus mismos discípulos. En muchas ocasiones el evangelio nos
dice que los más cercanos no le entienden. También a nosotros nos cuesta
entender. Hay palabras difíciles de entender y vivir: cruz, sacrificio,
perdón, humildad, entrega...
"Ayúdame Señor a entender tu palabra"
"Gracias Señor por tener paciencia conmigo"
C. Jesús pronuncia las palabras del Evangelio de hoy pocos días antes
morir. A pesar de no ser comprendido, Jesús sigue amando, sigue
entregándose por aquellos que le rechazan. ¡Cuanto nos cuesta amar a los
que no nos entienden y sufrir por aquellos que nos ignoran! Necesitamos
la fuerza del Espíritu para avanzar por este camino.
"Dame Señor un corazón generoso como el tuyo"
"Gracias Padre por las personas que me aman gratuitamente"
"Concédeme Señor tu Espíritu de entrega"
Jesús, al acercarte a Jerusalén y ver la ciudad, dijiste llorando:
-¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero
no: está escondido a tus ojos. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus
hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas y no has
querido!
Al acercarte a mi vida, me dices llorando: -¡Si al menos
tú comprendieras lo mucho que te amo; si al menos tú comprendieras que
estoy siempre dispuesto a acompañarte, a escucharte, a consolarte, a
darte fuerza; si al menos tú cuidaras a tus hermanos más necesitados!
Señor,
sé que tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú eres pan y
no me acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me acerco a
curarme de mis inquietudes; sé que tú eres alegría y prefiero quedarme a
solas con mi tristeza...
Prefiero hacer otras cosas, acercarme a
otras personas, aunque sé que sólo tú puedes colmar el gran corazón que
me diste. Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada
día a ti, sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por
ti, para vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la
gallina.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha