Viernes de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 10, 1-12
En
aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le
fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba.
Se
acercaron unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿Le es
lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha
mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse, dándole a la
mujer un acta de repudio.
Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto.
Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera.
Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En
la tierra y el tiempo de Jesús, el esposo podía echar de casa a su
mujer, en cualquier momento, abandonándolas a su suerte. Este derecho se
basaba, según la tradición judía, nada menos que en la Ley de Dios.
Algunos defendían que sólo se podía repudiar a la mujer en caso de
adulterio; otros defendían que bastaba que la mujer hiciera cualquier
cosa «desagradable» a los ojos de su marido.
En algún momento,
está discusión llegó hasta Jesús: ¿Puede el hombre repudiar a su esposa?
Su respuesta desconcertó a todos. Las mujeres no se lo podían creer.
Por fin alguien las trataba conforme a su dignidad. Según Jesús, si el
repudio está en la Ley, es por la dureza de corazón de los varones. Dios
creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Los dos
están llamados a compartir su amor, su intimidad y su vida entera, con
igual dignidad y en comunión total. De ahí el grito de Jesús: «lo que ha
unido Dios, que no lo separe el varón.
En nuestra
sociedad del siglo XXI, las palabras de Jesús siguen sorprendiendo, no
por afirmar la igual dignidad del varón y la mujer, que al menos
teóricamente ya tenemos asumida. Ahora estas palabras son escandalosas
por afirmar que el matrimonio no se puede romper. Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre.
Las palabras de Jesús son
claras respecto al matrimonio. La doctrina de la Iglesia respecto a este
sacramento no es un invento, como a veces los mismos cristianos podemos
pensar. Y las palabras de Jesús son siempre camino de felicidad y de
vida. Damos gracias a Dios por la luz de su Palabra.
Damos gracias a Dios por los matrimonios que trabajan, se esfuerzan y piden a Dios fuerza para vivir unidos como Dios quiere.
Pedimos por aquellas familias que sufren situaciones difíciles y se tambalean.
Dios
y Padre santo, autor del universo, que creaste al hombre y a la mujer a
tu imagen, Tú bendices y multiplicas el amor de nuestras familias.
Te pedimos humildemente por todas las familias, especialmente por las
que sufren. Descienda, Señor, sobre ellas tu bendición y la fuerza de tu
Espíritu.
Que en la alegría te alabemos, Señor, y en la
tristeza te busquemos; en el trabajo encontremos el gozo de tu ayuda y
en la necesidad sintamos cercano tu consuelo.
Que tu Espíritu de
Amor, Señor, transforme nuestra vida y nuestras familias den buen
testimonio de esperanza, fe y solidaridad con los pobres.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.