Lunes de la 8ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 10, 17-27
En
aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo,
se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la
vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie
bueno más que Dios.
Ya sabes los mandamientos: no matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no
estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
El replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
Jesús
se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda,
vende lo que tienes, dale el dinero a los pobresasí tendrás un tesoro
en el cielo, y luego sígueme.
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a
los ricos entrar en el Reino de Dios ! Los discípulos se extrañaron de
estas palabras.
Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en
el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil
le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar
en el Reino de Dios.
Ellos se espantaron y comentaban: Entonces,
¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es
imposible para los hombres, no para Dios.
Dios lo puede todo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Poco
sabemos de aquel que se acercó a Jesús. Pero se acercó a Jesús con la
mejor intención. Le pregunta que tiene qué hacer para heredar la vida
eterna, para vivir de verdad, para vivir plenamente. Estaba buscando y
reconoce que Jesús es un maestro que puede ayudarle a encontrar lo que
buscaba.
En este día, también nosotros decimos: ¿qué tenemos que hacer, Jesús?
Él nos dará la mejor respuesta.
Jesús se lo quedó mirando con cariño.
Sólo en tus ojos puedo leer
quién soy y lo que valgo,
mientras las demás miradas
me zarandean en el vértigo
del abismo o de las cumbres.
Solo en tus manos crecer
tiene el ritmo justo
del sol en el oriente
o de la madera en el tronco
bajo la cáscara cómplice,
mientras me quiere absorber
el instante digital
donde el vértigo seduce.
Solo tu presencia,
tus tiempos y tus ritmos,
sin ansia ni porfía,
despiertan mi secreto
de vida interminable,
donde mi futuro
brota de tu misterio
sin deudas y sin ancla.
Benjamín González Buelta, sj
Cumplía
los mandamientos. No es poco. Sin embargo, no acaba de encontrarse
satisfecho; busca algo más.. Jesús le propone: “Una cosa te falta: anda,
vende lo que tienes, dale el dinero a los pobresasí tendrás un tesoro
en el cielo, y luego sígueme”. Pero no fue capaz de dar este paso
decisivo.
Se va triste. Ha descubierto cuál es el
camino de la Vida y no tiene fuerzas para seguirlo. Le atan demasiadas
riquezas. También a nosotros nos pasa: en ocasiones vemos claro el
camino, pero nos flaquea la voluntad.
Jesús, hoy me acerco y me encuentro ante Ti
tus propuestas me parecen inalcanzables, como al joven rico y los apóstoles
Siento que la propuesta del Evangelio está demasiado alejada de lo que yo puedo hacer,
que en la vida real no se puede vivir con esa radicalidad.
A veces tengo la sensación que no voy a poder vivir plenamente tu Evangelio.
Jesús, miraste con cariño a aquel joven rico y me miras a mí
Cuando me miras, sabes lo que necesito para seguir creciendo,
sabes de mis capacidades y de mis limitaciones,
sabes de lo que yo puedo llegar a hacer y a ser.
Me animas a ir siempre un paso más allá
y me lo pides con cariño,
sabiendo de los que soy capaz, confiando en mí.
Que yo sepa mirarme también con cariño y con confianza.
Salir del terreno conocido me asusta, Señor.
No me resulta fácil desprenderme de todo lo que me da seguridad.
riquezas, ideologías, lazos afectivos, pequeñas costumbres que he de cambiar.
Te presento mis resistencias y dificultades para seguirte.
Ayúdame a superarlas, Jesús.
No siempre me puedo apoyar en mi fuerza de voluntad
o en el suelo firme que ya piso
Solo tu mirada y tu aliento puede tirar de mí.
No me quiero alejar de Ti, triste, como el joven rico.
Que tus deseos y los míos se vayan acercando cada día más
y pueda experimentar que, con tu ayuda, todo es posible.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.