viernes, 31 de enero de 2020

Viernes 31 de enero. San Juan Bosco

Viernes de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.
El duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.
Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño. Hay que ser fieles en lo poco. En lo cotidiano estamos haciendo crecer la dinámica del amor que es el Reino de Dios. Nadie conoce las buenas consecuencias de una sonrisa, de una palabra de aliento, de un compromiso cuidado y constante. Se siembra una semilla pequeña, pero queda ahí y crece. ¿Qué siembro yo, inconstancias y discordias o ilusión por Jesucristo?

Tenemos la experiencia contraria: una mentira tiene repercusiones que quedan y crecen cada día sin que sepamos cómo. En cambio nos falta confianza en esta Palabra: el bien es difusivo, imparable.

También nosotros somos pequeños, como el grano de mostaza. Si te dejas cuidar y provocar por Dios, si dejas que él pruebe tu amor en la fragua de su Amor, entonces serás como un árbol frondoso en el que todos encontremos sombra, frescura, aliento y descanso.

Señor, tengo en el cuenco de mi mano un grano de trigo
Es pequeño. Parece insignificante.
Pudo caer del remolque en un bache del camino,
o perderse en el rastrojo.
Nadie habría hecho problema.
Nadie se habría enterado.
Es pequeño. Parece insignificante.

Descubierto en el suelo,
es más fácil pisarlo que admirarse,
más fácil despreciarlo que recogerlo como un pequeño tesoro.
Es pequeño. Parece insignificante.

Aquí está, en mi mano. Solo.
Sin embargo, bajo su piel tostada
encierra un secreto de vida.
En él hay espigas dormidas.

Si cada uno sembramos nuestro grano,
junto al del hermano…
tendremos muchas espigas,
despertará una nueva cosecha.

Señor, ¿Y si este grano fuera el último que queda en el planeta,
y yo el único responsable de cuidarlo?
¿Y si éste fuese el último grano de trigo que yo podré sembrar?
¿Qué voy a hacer con este grano?
¿Qué esperas de mí, Señor? ¡Di!

¿Lo encerraré en la urna de un empolvado museo, etiquetado con su nombre científico?
¿Lo ofreceré como alimento a un pájaro o a una hormiga?
¿Lo enterraré, mientras mi corazón reza por su futuro?
¿Lo sembraré?
Sí. Lo importante es sembrar.
Y confiar en la tierra que lo acoge y en Ti, Señor.
Sin que yo sepa cómo,
tu fuerza lo convertirá en una espiga.

Señor, el grano de trigo que acojo en el cuenco de mi mano
es mi vida, mi amor, mi trabajo, mi alegría, mi fe.
Señor, dame generosidad para sembrar, para sembrarme.
Dame fuerza para quitar las zarzas y las piedras,
las situaciones personales pueden ahogar mi siembra.
Dame paciencia, confianza y fe, para esperar los mejores frutos. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 30 de enero de 2020

Jueves 30 de enero

Jueves de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: ¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz.
El que tenga oídos para oír que oiga.
Les dijo también: Atención a lo que estáis oyendo: La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces.
Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Quien acoge su Palabra se convierte en luz para los demás. ¿Qué podrían decir los demás de mi testimonio? ¿Salgo de casa y hago algo por los demás o vivo mi cristianismo en privado, ayudando sólo a los de casa y ocultando la luz que he recibido?

Nos pusiste, Señor, en esta tierra como luz,
como hoguera abrasadora,
a nosotros que apenas mantenemos
encendida la fe de nuestras almas.

Nos dejaste, Señor, como testigos,
como anuncio brillante entre las gentes,
a nosotros, tus amigos vacilantes.

No te oíran si nosotros nos callamos,
si tus hijos te apartan de sus labios.
No verán el fulgor de tu presencia
si tus fieles te ocultan con sus obras.

¡Ay de aquel que no siembre a manos llenas,
el que guarda en su pecho tus regalos,
el que deja a los ciegos con su noche
y no da de comer a los hambrientos!

¡Ay de aquel que no grita tu evangelio,
el que calla detrás de sus temores,
los que buscan tan solo los negocios
olvidando dar la vida a tu mensaje!

Fortalece, Señor, nuestra flaqueza.
Que tus siervos anuncien tu palabra.
Que resuene tu voz en nuestra boca.
Que tu luz resplandezca en nuestras vidas.

Tú serás fortaleza de tu pueblo,
la victoria del hombre desvalido.
Con tu ayuda serán irresistibles
tus testigos dispersos por la tierra.


«La medida que uséis la usarán con vosotros»: ¿cómo te gustaría que te trataran? El testimonio ha de ser respetuoso y ha de hablar a todos de la misericordia de Dios. Esta es la Buena Noticia del Evangelio: Dios no ha venido a juzgar el mundo, sino a perdonarlo, a amarlo profundamente con entrañas de misericordia. ¿Eres testigo del amor de Dios a todos? ¿Te gustaría que usaran contigo la medida de la misericordia o la crítica y el desamor?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 29 de enero de 2020

Miércoles 29 de enero

Miércoles de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago.
Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y el gentío se quedó en la oril1a.
Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.
Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron y no dio grano.
El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.
Y añadió: El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
El les dijo: A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone».
Y añadió: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra.
Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso, al escucharla la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la Palabra, enseguida sucumben.
Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la Palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la Palabra, y se queda estéril.
Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También el Sembrador sale hoy a sembrar, pero ¿soy yo tierra buena en la que la semilla de la Palabra da sus frutos? ¿En qué aspectos he sido un pedregal y me sigo resistiendo a comprometerme, a llevar una economía más solidaria o a perdonar a esa persona que me hizo daño? ¿En qué aspectos sigo sin quitar las zarzas que impiden que el Evangelio crezca en mi vida? Recuerda que la tierra que acepta la semilla de la Palabra da siempre frutos.
            “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”
                    
Jesús me invita a sembrar con él. El tiempo de sembrar es el tiempo de la Iglesia, de la misión de todos los cristianos. ¿Soy consciente de que en la educación de mis hijos, en mi trabajo, en mi compromiso parroquial, en el trato con los vecinos debo sembrar la Palabra?

Jesús garantiza el éxito: al final el Reino dará el ciento por uno. ¿Siembro con alegría y optimismo? ¿Hablo de Dios sin complejos, como quien ha descubierto un tesoro y da una buena noticia?
            “Dime Jesús, ¿qué debo cambiar en mi vida?”
            “¿Cómo te puedo ayudar a sembrar?

Señor, Jesús, Tú eres el sembrador.
Y yo la tierra en la que esparces la semilla de tu Palabra.
Gracias, Señor, por “perder tu tiempo” conmigo;
gracias por darme la oportunidad de acoger tu semilla,
de ser feliz, dando fruto abundante.

No permitas que mi corazón se endurezca,
como un camino.

No dejes que la vida me petrifique, Señor.
Que no me gane la partida la desconfianza y el escepticismo.

Señor, en ocasiones soy como terreno pedregoso,
Acojo con ilusión tu Palabra, pero no soy constante.
Me gusta probarlo todo, pero no doy la vida por nada.
Ayúdame a sacar las piedras de mi corazón,
para ser tierra buena, con hondura, que dé fruto.

Señor, te doy gracias, por ser tierra buena,
tierra que sería fecunda...
si no estuviera llena de espinas.
Acojo la semilla de tu Palabra en un rincón del corazón,
pero a veces recibo y dedico más tiempo a otras plantas
que asfixian los brotes que nacen de tu semilla.
Señor, dame valor para renunciar a todo lo que me separe de Ti.

Señor, gracias por todas las personas que son buena tierra,
en las que tu palabra crece y fructifica, ahonda y se multiplica.
Gracias por los santos, que producen el ciento por uno.
Gracias porque también yo, con tu ayuda, doy fruto abundante,
frutos de ternura y solidaridad, de justicia y paz.
Señor, gracias por elegirme para ser sembrador.
Gracias por enseñarme que, a pesar de los obstáculos,
todas las semillas, tarde o temprano, producen su fruto.

Ayúdame a sembrar con una mano
y ayudar, con la otra, a que las tierras se conviertan en fecundas.
Dame generosidad para ser como el grano de trigo,
dispuesto a enterrarse y a morir,
para que la tierra del mundo dé los mejores frutos. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 28 de enero de 2020

Martes 28 de enero. Santo Tomás de Aquino

Martes de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También yo estoy en ese grupo de personas que escuchaban a Jesús. Él me mira y me dice: ¿Quienes son mi madre y mis hermanos? Todo el que hace la voluntad de Dios.
Yo soy de la familia de Jesús, no soy ajeno a él. Para Jesús soy alguien entrañable, de la familia. Escucho con el corazón estas palabras de Jesús ¿qué siento? ¿qué le digo?

¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ¿Hasta donde llega nuestro amor? ¿se cierra en los muros de la familia, de los amigos, de los que son y piensan como yo?
    "Dame Señor una mirada y un corazón abiertos"
    "No permitas que me encierre en mi, en los míos"

No es suficiente con ser de la familia de sangre de Jesús, tampoco se trata sólo de pertenecer al grupo que lo acompaña. Se trata de cumplir la voluntad de Dios. Por eso, podemos decir que María es madre de Jesús por doble motivo: porque lo dio a luz y porque ninguna criatura cumplió la voluntad de Dios como ella.
    "María enséñanos a cumplir la voluntad de Dios"

Señor, has dicho: Mi madre y mis hermanos son éstos:
los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.

Gracias por considerarnos miembros de tu familia,
porque quieres ser nuestro hermano,
por darnos como madre a María.

Gracias por ser de la familia de San Francisco,
Santa Teresa, la madre Teresa de Calcuta
y el arzobispo Romero.

Gracias por ser de la familia
de todas las personas que hoy han comenzado
a trabajar por sus hijos, por su barrio,
por su comunidad, por la gente más necesitada.

Dame unos oídos bien abiertos
para escuchar tu palabra en la Biblia,
en la conciencia, en los pobres...
y una voluntad decidida para ponerla por obra.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 27 de enero de 2020

Lunes 27 de enero

Lunes de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3,22-30

Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Está poseído por Beelzebul” y “por el príncipe de los demonios expulsa los demonios”.
El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: ”¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear  su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno. »
Es que decían: “Está poseído por un espíritu inmundo”.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Tienen el corazón cerrado a cal y canto. No aceptan ni siquiera los milagros que maravillan a las personas sin prejuicios. Lo llama príncipe de los demonios, porque expulsa demonios. ¿Cómo le llamarían si en vez de expulsar demonios los fuera multiplicando. ¿Tienes esta actitud cerrada ante alguna persona? Piénsalo despacio. Pide perdón y fuerza para superar la cerrazón.

Señor, abre mi corazón
a tu palabra y a tu amor.

Estar abierto es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.

Estar abierto es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.

Estar abierto es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.

Estar abierto no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
acoger a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
escuchar nuevas ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.

Señor, abre mi corazón
a tus hijos, mis hermanos,
atu palabra y a tu amor.

Jesús vuelve a explicarles con paciencia. Aunque parece que no tienen remedio sus acusadores, Jesús con su palabra trata de abrir un poco las mentes y los corazones de sus enemigos. No se da por vencido fácilmente.
Da gracias porque Dios no se deja vencer por nuestra cerrazón, por nuestro pecado.
Agradece a Dios el don de las personas que saben esperar nuestra conversión y la apoyan.

Jesús advierte con claridad: “el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca”. El fuego nunca podrá calentar al que se aleje de él, Un padre no podrá alimentar a su hijo, si éste se marcha de casa. Dios no nos salvará a la fuerza, pedirá nuestra colaboración, aunque sea pequeña. Pecar contra el Espíritu es cerrarse a la acción de Dios.
            “No dejes, Señor, que mi corazón se cierre a ti”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 26 de enero de 2020

Domingo 26 de enero

Domingo de la 3ª semana del t.o. A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 4,12-23

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que hablan arrestado a Juan se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
«País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
—«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que  llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran  pescadores.
Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que  estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. "Una luz les brilló". Una luz nos ha brillado, una luz que ilumina no sólo el día de Navidad, ilumina todos nuestros días. ¿Te estás dejando iluminar por Dios? ¿qué le dices?

B. "Convertíos...". Si Dios se ha hecho niño, pobre, pequeño, necesitado, tierno, pacífico... no podemos permanecer como siempre. Hay que convertirse. Hay que dejarse convertir por Dios. Hay que contemplar a Jesús recién nacido y dejar que él nos convierta. ¿qué te dice? ¿qué te pide?

Ahí está tu reto,
tu grito,
tu llamada,
tu propuesta:
Abandonar los ídolos
que se agotan en sí mismos,
la imagen que seduce,
la opulencia que ofusca,
el éxito que adormece la vida,
el Yo enclaustrado en jaula de oro,
para volvernos a Ti, vivo y verdadero.

AdivinarTe en el otro.
Atravesar nuestra porción de historia
con fe, con pasión,
como quien busca,
y a ratos vislumbra
indicios de tu presencia.
Sollozar por las vidas rotas
con lágrimas de compasión fecunda.

Y reír, dichosos,
cada vez que el amor
dice la última palabra.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Conviértete de corazón
y no te preocupes tanto por la fachada;
Jesús te conoce de sobra, mejor que tú.

Ubícate bien en la vida,
acude al desierto y no te des a la fuga;
que el evangelio sea tu GPS y guía.

Ayuna como a Dios le gusta:
levántate todos los días con hambre de justicia
y acuéstate con hambre de Dios y de vida.

Reza cerrando las puertas a la desidia,
a los ruidos, cumplimientos y prisas,
y ábrelas a Dios para que se instale como quiera.

Escucha la melodía del Padre que nos enamora
a través de las ondas de la creación entera;
pon tu corazón en sintonía todos los días.

Sana tu cuerpo y espíritu, en este tiempo,
con la brisa, el agua, la cruz y el servicio;
déjate curar por quien ama a los heridos.

Mira a tu alrededor y no andes perdido;
discierne los signos de los tiempos.
y acércate a los que están solos y perdidos.

Sube a las cumbres que te desafían,
baja a los abismos que dan vértigo
y anda erguido por los caminos de la historia.

Ama sin murallas y sin remilgos:
así entenderás al Dios de la vida
y llegarás lista a la pascua florida..

Florentino Ulibarri


C. "... porque está cerca el Reino de cielos". No nos convertimos por miedo al castigo o a la venganza de Dios. Nos convertimos porque está cerca, porque nos ama, porque su ternura nos conmueve, porque su ejemplo nos arrastra...
     "Ayúdame a sentir tu misericordia"

D. En medio de nuestras ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme». Los primeros discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él mira hoy amorosamente nuestras vidas y nos llama. Él espera tu respuesta. Dios da una vocación a cada persona. La vocación es cómo Dios quiere hacerte feliz. Hay que responder para ser feliz.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 25 de enero de 2020

Sábado 25 de enero. Conversión de San Pablo

Conversión de San Pablo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy celebramos la fiesta de una conversión: la de San Pablo, un hombre que cambio radicalmente su vida. El perseguidor de cristianos se convierte en uno de los mejores servidores de Cristo. Todo lo que había vivido hasta entonces lo consideró basura, en comparación con el conocimiento de Jesús.
            “Señor, concédeme el don de la conversión”
            “Gracias por las personas que se dejan convertir por ti”
            “Perdona y cura mi dureza de corazón”

San Pablo se dejó seducir por Jesucristo. En todo momento sabía de quien se había fiado. Su vida tenía sentido en la medida de que Cristo vivía en Él. La fuerza de Dios se mostró perfecta en su debilidad. Le bastó la gracia de Dios para ser feliz.
            “Señor, seduce nuestro corazón”
            “Gracias por tu amor, por tu gracia”
            “Muestra tu fuerza, Señor, en nuestra debilidad”

San entendió enseguida que ser cristiano es ser evangelizador: fue al mundo entero y proclamó el Evangelio. Llevo el mensaje de Jesucristo más allá de las fronteras de Jerusalén, de Israel. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo,
a pesar de mi pequeñez y mi pecado.
Cuentas conmigo y me llamas,
como llamaste a Pablo,
un fariseo inteligente, fanático, intransigente,
que quería acabar con los que no pensaban como él.

Gracias a tu cercanía,
Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios
y descubrió que donde abundó el pecado,
sobreabundó tu amor;
que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad;
que nos podemos fiar de Ti completamente;
que Tú lo habías elegido para anunciar el Evangelio.

También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.
Que sepa acercarme cada día a Ti,
para que puedas acabar la obra
que has comenzado en mí
y yo sepa contagiar mejor
la luz, la alegría y la esperanza de nacen de la fe.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.