1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían
un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús
y sus discípulos.
Algunos letrados fariseos, al ver que comía con recaudadores y otra
gente de mala fama, les dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con
recaudadores y pecadores! Jesús lo oyó y les dijo: No necesitan médico
los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar justos, sino pecadores
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
De nuevo Jesús se acerca a nuestra vida y nos dice «sígueme». Hasta el
endemoniado de Cafarnaún se preguntaba «¿qué quieres de nosotros, Jesús
Nazareno?». Y tú, ¿te preguntas cada día qué quiere Dios de ti?
Leví (Mateo) era un cobrador de impuestos y un pecador público, un
publicano, es decir, un judío puesto al servicio de Roma para
extorsionar a su pueblo y ganar dinero usando de la estafa y la usura,
prohibida por la Ley. Jesús lo mira lleno de ternura y con su amor lo
dignifica. Jesús pone en él su confianza y lo hace un discípulo suyo.
Mateo «se levantó», quizás porque Jesús lo sacó de aquella vida
arrastrada. Un hombre en pié es alguien con dignidad, o al menos con
orgullo. Mateo se alegra de saber que alguien puede amarle a pesar de
todo. Así es Jesús y así hemos de ser también nosotros. Aquel feliz
encuentro acaba en fiesta, en cena. La comida implica compartir la vida.
Nadie sienta a su mesa a alguien con quien no comparte absolutamente
nada o a quien desprecia. Mateo y Jesús cenan juntos y, con ellos, los
discípulos de Jesús y un buen grupo de pecadores acusados por la
ortodoxia judía (fariseos). Los buenos oficiales no entran a cenar con
pecadores públicos, sino que se quedan fuera criticando. Dios sí que
comparte y prepara su mesa para los pecadores. Jesús viene a curar a los
enfermos, no a los sanos, por eso busca a todos los excluidos sociales,
también a los pecadores públicos. ¿Y tú, eres de los que entras a cenar
con pecadores o te quedas fuera criticando? A los cristianos nos falta
con frecuencia abrazar el mundo con sus luces y sus sombras, con su
dolor y su pecado, con la misma ternura que lo abrazaba Jesús. ¿Y en tu
vida, sobran sentencias y falta misericordia? Pide perdón por tus
condenas y críticas. Da gracias porque Jesús nos ama siempre, a pesar de
nuestro pecado.