1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de
Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y
Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: Tú eres el Hijo de Dios.
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La gente seguía a Jesús. Tenían hambre, hambre de esperanza, hambre de
alegría, hambre de amor, hambre de verdad, hambre de salud... hambre de
Dios, en definitiva. Dejan sus quehaceres, sus casas y se van a escuchar
a Jesús.
¿Tengo hambre de Jesús? ¿Qué hago por seguirle, por escucharle? ¿Qué
estoy dispuesto a dejar para estar con Él? ¿Pongo en sus manos mis
dolencias?
Te presiona la turba de dolientes.
Todas las muestras del sufrir humano
quieren llegar a Ti. Sollozan, gimen,
se arrastran por el polvo hacia tu amparo.
Se te nublan los ojos, aunque sabes
que eres fuente de Vida sin ocaso,
y allá en tu Corazón, donde más duele,
lloras las consecuencias del pecado.
Después, ternura inmensa, a cada uno
vas imponiendo tus divinas manos,
trazando un arcoiris de alegría,
que borra la memoria del nublado.
No queda ahí tu amor, baja más hondo;
quiere llenar de fe lo que ha vaciado
de dolores antiguos. Luego, pides
silencio agradecido al entusiasmo.
Señor, así te miro, así me acerco,
uno más en la fila. ¿Me ves sano?
Pero a ti no te engaña la apariencia.
¿Estoy para tu Reino desahuciado?
Restaura mi interior. Quiero, contigo
volver a ser, humilde, tu santuario
y llevar tu salud de cuerpo y alma
al inmenso dolor de mis hermanos.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
Hoy las personas también tienen hambre de Dios, también las que tienen
espíritus inmundos. Cualquier corazón necesita ser amado y amar, espera
buenas noticias, mendiga esperanza, busca una razón para vivir. Y los
cristianos hemos de estar dispuestos a saciar ese hambre, esa sed con
nuestra experiencia de fe, con la Palabra de Dios, con nuestra vida.
"Señor, ayúdanos a descubrir las necesidades profundas de las personas"
"Haznos generosos para compartir el regalo de la fe"
"Que nuestra vida sea transparencia de tu amor"
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.