Martes de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: ¡Señor,
sálvanos, que nos hundimos! El les dijo: ¡Cobardes ! ¡Qué poca fe ! Se
puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de hoy es un reflejo de nuestra propia vida. ¿Cuántas veces
hemos sufrido problemas que nos han turbado y quitado la paz mientras
parecía que Dios estaba dormido? No pocas veces hemos gritado a Dios
porque creíamos hundirnos. Pero miremos la reacción de Jesús: reprocha
nuestra falta de fe. Lo contrario de la fe y del amor no es el odio,
sino nuestra cobardía.
“Jesús, tengo fe pero dudo, ayuda a mi pobre fe”
Jesús no nos deja de la mano, pero a veces parece que está dormido. Esto
nos hace ser más fuertes, nos provoca para que andemos por nosotros
mismos a la luz de la fe. Si no sentimos consuelo en la oración creemos
que Dios está lejos de nosotros y nos echamos atrás. Sin embargo, Jesús
es nuestro tesoro, y los tesoros están ocultos. Hay que pasar por los
desiertos de la sequedad y monotonía en la oración. Hay que ser
valientes en esas noches en las que no vemos ni sentimos nada. Muchos se
desesperan y se cansan. Los valientes llegan hasta el final y Dios
premia sus ansias y su amor, su fidelidad.
¿Me canso en la oración y creo que en vez de caminar hacia Dios estoy
retrocediendo? Si es así es que vas en la barca con Jesús, que no tenga
que reprochar nuestra cobardía. Da gracias porque viene con nosotros en
medio de la tempestad y de la noche.
Señor, tanto si me respondes como si no,
quiero seguir invocándote,
invocándote sin cesar,
bajo las bóvedas de la asidua oración.
Tanto si vienes como si no vienes,
quiero seguir confiando en Ti:
sabiendo que entras en mi interior
a poco que abra el corazón a ti y al hermano.
Tanto si me hablas como si no,
no permitas que me canse de invocarte.
Aunque no me des la respuesta que espero,
que no dude de que, de un modo u otro,
discretamente, te dirigirás a mí..
En la oscuridad
de mis oraciones más profundas,
sé que estás cerca, aunque no te sienta.
En medio de la danza de la vida,
de la enfermedad y de la muerte,
ayúdame a invocarte sin descanso,
sin caer en la desconfianza
por tu aparente silencio,
Dame una fe recia para esperar
tu palabra, tu presencia, tu paz.
Adpatación de un texto de PARAMAHANSA YOGANANDA
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Como viajeros perdidos y sin rumbo
en un desierto ardiente y sin agua,
a ti gritamos, Señor.
Como peregrinos con los pies destrozados
que no encuentran albergue,
a ti gritamos, Señor.
Como náufragos varados
en una costa abandonada,
a ti gritamos, Señor.
Como mendigos hambrientos
que extienden la mano para recibir alimento,
a ti gritamos, Señor.
Como ciegos sin lazarillo
que tropiezan con todo lo que hay en el camino,
a ti gritamos, Señor.
Como enfermos crónicos
que ya no saben qué es la salud,
a ti gritamos, Señor.
Como emigrantes sin papeles
en un país que no conocen,
a ti gritamos, Señor.
Como refugiados en campamentos
que pensaban eran lugar seguro,
a ti gritamos, Señor.
Como prisioneros inocentes
arrojados en cárcel húmeda y maloliente,
a ti gritamos, Señor.
Como pobres sin derechos
a los que nadie hace caso,
a ti gritamos, Señor.
Como personas desahuciadas de sus casas
por la prepotencia de unos y la desidia de otros,
a ti gritamos, Señor.
Como ciudadanos siempre olvidados
que no pueden ejercer sus derechos,
a ti gritamos, Señor.
Como personas torturadas
por haber acogido a otra de etnia distinta,
a ti gritamos, Señor.
Como los padres y madres que no pueden hacer nada
cuando les arrebatan sus hijos,
a ti gritamos, Señor.
Como el niño a quien roban su único trozo de pan
mientras sus padres yacen a su lado,
a ti gritamos, Señor.
Como el joven obligado a matar
para que no le maten,
a ti gritamos, Señor.
Como esa persona inocente
convertida en chivo expiatorio de nuestros desmanes,
a ti gritamos, Señor.
Como tú, Señor, que en lo alto de la cruz osaste gritar
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?",
a ti gritamos, Señor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.