Santa María Magdalena
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20,1.11-18
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
 cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, 
junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de 
blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había 
estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?"
Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto."
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré."
Jesús le dice: "¡María!"
Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!"
Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a 
mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y 
Dios vuestro."
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María Magdalena había sido curada por Jesús. Era una mujer agradecida. 
Amaba a Jesús con toda la fuerza de su corazón. María sigue a Jesús 
cuando es abandonado por casi todos. Lo acompaña cuando Jesús sube al 
Calvario, es testigo de su muerte, está allí cuando es colocado en el 
sepulcro. Y en la mañana del domingo María la encontramos junto al 
sepulcro de Jesús, llorando.
            “Señor, dame un corazón agradecido que sepa amarte”
            “Dame la fuerza de tu Espíritu para acompañarte siempre”
            “También a mí me has curado. Te amo, Señor. Gracias”
María ama, pero no cree que Jesús pueda estar vivo. Su pena y sus 
lágrimas no le dejan ver claro: no se da cuenta de que le hablan dos 
ángeles, confunde al Señor con el hortelano...
Jesús la llama por su nombre: ¡María! Y aquella mujer se vuelve, clava 
su mirada en Jesús, su corazón se estremece y las lágrimas de la pena 
toman el brillo de la alegría: ¡Maestro!
El Señor pronuncia tu nombre. Escúchalo en el silencio del corazón para 
que tu alegría sea como la de María, y seamos, como ella, testigos de su
 resurrección.
            “También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor”
Señor, tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy, 
ahuyentas de mi corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas. 
Gracias, Señor, por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por 
mí.
Señor, María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su 
corazón de mujer y dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que 
también yo, Señor, sea agradecido, te ame, te siga con confianza y te 
sirva con generosidad.
Señor, Magdalena estuvo siempre a tu lado,
 en tu pasión, muerte y sepultura. Que también yo esté junto a Ti, en 
los que sufren, cuando no te sienta cerca y cuando la fe me traiga más 
problemas que satisfacciones.
Señor, tú premiaste la fidelidad de
 la Magdalena saliendo a su encuentro después de tu resurrección, para 
convertir su duelo en danzas. Señor, que también yo encuentre en Ti la 
alegría, la paz y la esperanza.
Señor, tú confiaste a María 
Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y cuentas conmigo para 
transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu, para cumplir esta 
misión con la alegría y la entrega de María Magdalena. Amén.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
 
