Sábado de la 28ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si uno se pone de mi parte
ante los hombres, también el Hijo del Hombre se pondrá de su parte ante
los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán
a él ante los ángeles de Dios.
Al que hable contra el Hijo del Hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a
defender.
Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dios está de tu parte. Y tú ¿lo defiendes cuando es atacado
en la familia, entre tus amigos? ¿Qué haces cuando se habla mal, se
lucha contra Dios y contra su Iglesia? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Respecto al pecado contra el Espíritu Santo dice el Catecismo de la
Iglesia Católica en el número 1648: “No hay límites a la misericordia de
Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de
Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la
salvación ofrecida por el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante
endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición
eterna. El pecado contra el Espíritu Santo consiste, pues, en la
negación de parte de la persona, a aceptar la salvación y el perdón
dados por Dios. Cuando el corazón de una persona se obstina de tal
manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados y se
resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo el cual
puede llevarlo al infierno. ¿Por qué? No porque la Iglesia y el Señor
no puedan perdonarle, todo lo contrario, sino mas bien porque la persona
misma, voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por
Dios”.
Dices que soy manantial y no vienes a beber.
Dices que soy vino gran reserva y no te embriagas.
Dices que soy suave brisa y no abres tus ventanas.
Dices que soy luz y sigues entre tinieblas.
Dices que soy aceite perfumado y no te unges.
Dices que soy música y no te oigo cantar.
Dices que soy fuego y sigues con frío.
Dices que soy fuerza divina y estás muy débil.
Dices que soy abogado y no me dejas defenderte.
Dices que soy consolador y no me cuentas tus penas.
Dices que soy don y no me abres tus manos.
Dices que soy paz y no escuchas el son de mi flauta.
Dices que soy viento recio y sigues sin moverte.
Dices que soy defensor de los pobres y tú te apartas de ellos.
Dices que soy libertad y no me dejas que te empuje.
Dices que soy océano y no quieres sumergirte.
Dices que soy amor y no me dejas amarte.
Dices que soy testigo y no me preguntas.
Dices que soy sabiduría y no quieres aprender.
Dices que soy seductor y no te dejas seducir.
Dices que soy médico y no me llamas para curarte.
Dices que soy huésped y no quieres que entre.
Dices que soy fresca sombra y no te cobijas bajo mis alas.
Dices que soy fruto y no me pruebas.
Florentino Ulibarri
A veces no nos comprometemos a favor de demás, no nos atrevemos a
anunciar el Evangelio de Dios, porque pensamos que vamos solos.
Confiamos poco en el Espíritu. Él nos enseña lo que debemos hacer y
decir.
Si te has sentido alguna vez enseñado o dirigido por el Espíritu, da
gracias a Dios. Si no lo has sentido, pide al Señor que te dé fuerza
para dejarte llevar por su Espíritu.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.