Viernes de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador
de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y
estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que
habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al
verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come
con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad
de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa
"misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dicen los refranes: “El que va con un cojo, cojea” y “Dime con quien vas
y te diré quien eres”. Detrás de estas expresiones hay mucha verdad,
pero también se esconde mucha injusticia: el que va con un cojo, puede
ayudarle a caminar mejor, el que está con “mala gente” puede animarles a
cambiar de vida... En Jesús encontramos el ejemplo más claro. Se acerca
a los pecadores, no por ser pecador, sino para ayudarles a salir del
pecado, para que sean más felices.
“Señor, gracias por acercarte a mí, pobre pecador”
“Perdona mis juicios apresurados e injustos”
Jesús se acercó a los pecadores, a los más pecadores. Y nosotros, como
cristianos, tenemos que seguir su ejemplo. Pero no podemos ser ingenuos;
hay peligros, muchos peligros. ¡Cuantas personas han entrado de buena
fe en ambientes difíciles y, además de no cambiar nada, han cambiado
ellos a peor. Necesitamos conocer los peligros, no para encerrarnos
entre los que se consideran buenos, sino para cumplir la misión de Jesús
con las debidas ayudas: el apoyo de un grupo, el acompañamiento de un
sacerdote o de una persona de confianza...
¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos amas, tú el pobre.
Porque nos sanas, tú herido de amor.
Porque nos iluminas, aun oculto,
cuando tu ternura enciende el mundo.
Porque nos guías, siempre delante,
siempre esperando.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos miras desde la congoja
y nos sonríes desde la inocencia.
Porque nos ruegas desde la angustia
de tus hijos golpeados,
nos abrazas en el abrazo que damos
y en la vida que compartimos.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me perdonas más que yo mismo,
porque me llamas, con grito y susurro
y me envías, nunca solo.
Porque confías en mí,
tú que conoces mi debilidad.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me colmas
y me inquietas.
Porque me abres los ojos
y en mi horizonte pones tu evangelio.
Porque cuando entras en ella, mi vida es plena.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
y te pido que me ayudes a ser misericordioso.
Adaptación de una plegaria de J.M. Olaizola.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 5 de julio de 2024
Viernes, 5 de julio de 2024
jueves, 4 de julio de 2024
Jueves, 4 de julio de 2024
Jueves de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 1-8
En aquel tiempo subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a
su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo
la fe que tenían, dijo al paralítico: "¡Animo, hijo!, tus pecados están
perdonados". Algunos de los letrados se dijeron: "Este blasfema".
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: "¿Por qué pensáis mal? ¿Qué
es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o decir: "Levántate y
anda"? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-: "Ponte
en pie, coge tu camilla y vete a tu casa".
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Es curioso. Jesús se encuentra con el paralítico y lo que primero que
hace es perdonarle los pecados, no curar su minusvalía. Para Jesús era
más urgente perdonar los pecados que curar la parálisis.
Normalmente, nosotros no pensamos así. Nos preocupa poco el pecado, no
valoramos cómo afecta el pecado en nosotros mismos y en los demás.
Incluso a veces creemos que el pecado da más satisfacción que una vida
ordenada. Pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que las
consecuencias del pecado son más graves que las de cualquier enfermedad:
- El pecado rompe o dificulta la relación con Dios.
- El pecado te hace sentir mal contigo mismo, te impide ser feliz.
- El pecado te separa de los hermanos.
El perdón de Dios es más grande y más poderoso que todos nuestros pecados:
Señor, Tú eres el más grande,
el más comprensivo, el más amoroso.
Tú muestras tu poder con el perdón y la misericordia,
nunca con la venganza y la violencia.
Cierras los ojos a nuestros pecados,
para que nos arrepintamos,
porque somos tuyos,
nos llevas en tu corazón
y quieres que tengamos vida, vida abundante.
Gracias por salir a nuestro encuentro
en las personas que nos aman y en las necesitadas,
en los acontecimientos que nos hacen llorar y reír,
en tu Palabra y en los sacramentos.
Que sepamos acogerte con alegría,
para que tu mirada nos conquiste
y tu amor nos impulse a compartir.
El salmo 31 pueda ayudarnos a saborear y a acoger mejor el bálsamo de la misericordia de Dios:
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: "confesaré al Señor mi culpa",
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Me instruirás y me enseñarás el camino que he de seguir,
fijarás en mi tus ojos.
Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 3 de julio de 2024
Miécoles, 3 de julio de 2024. Santo Tomás
Santo Tomás.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."
Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si
no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su
costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con
ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes
mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo,
sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo:
"¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las dificultades de Santo Tomás para creer por un lado nos sorprenden y
por otro nos animan. Nos sorprenden: parece increíble que estuviera tan
cerrado después de haber visto a Jesús, después de escuchar de sus
labios que lo matarían y que a los tres días resucitaría. Pero sobre
todo nos animan: ¿Quién no ha dudado alguna vez?
“Señor, gracias por aceptar con paciencia nuestras dudas”
“Perdona y cura nuestra falta de fe”
Sin embargo, lo más importante de Santo Tomás no son sus dificultades
para creer, sino su confesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío! También
nosotros estamos llamados a experimentar la presencia de Jesús
resucitado y a confesar nuestra fe en Él.
“Señor, ayúdame a sentir tu presencia en mi vida”
“Señor Jesús, Tú eres el Señor de mi vida”
“Señor mío y Dios mío, ten piedad de nosotros”
Jesús te dice: “Dichoso tú, que crees sin haberme visto” ¿Qué le dices tú?
Como Tomás…
también dudo y pido pruebas.
También creo en lo que veo.
Quiero gestos. Tengo miedo.
Solicito garantías.
Pongo mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto, aunque el corazón me dice: “Él vive”
No me lanzo al camino sin saber a dónde va.
Quítame el miedo y el cálculo.
Quítame la zozobra y la lógica.
Quítame el gesto y la exigencia.
Dame tu espíritu, y que al descubrirte,
en el rostro y el hermano,
susurre, ya convertido:
“Señor mío y Dios mío”.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Dichoso tú, Tomás, que viste las llagas
y quedaste tocado;
te asomaste a las vidrieras de la misericordia
y quedaste deslumbrado;
palpaste las heridas de los clavos
y despertaste a la vida;
metiste tu mano en mi costado
y recuperaste la fe y la esperanza perdidas.
Pero, ¿qué hicieron después, Tomás, tus manos?
Ahora, ven conmigo
a tocar otras llagas todavía más dolorosas.
Mira de norte a sur,
de izquierda a derecha,
del centro a la periferia,
llagas por todos los lados:
Las del hambriento,
las del emigrante,
las del parado,
las del sin techo,
las del pobre pordiosero,
las de todos los fracasados. ¡Señor mío!
Las del discapacitado,
las del deprimido,
las del accidentado,
las del enfermo incurable,
las del portador de sida,
las de todos los marginados. ¡Dios mío!
Las del niño que trabaja,
las del joven desorientado,
las del anciano abandonado,
las de la mujer maltratada,
las del adulto cansado,
las de todos los explotados. ¡Señor mío!
Las del extranjero,
las del refugiado,
las del encarcelado,
las del torturado,
las de los sin papeles,
las de todos los excluidos. ¡Dios mío!
¿Quieres más pruebas, Tomás?
Son llagas abiertas en mi cuerpo
y no basta rezar: ¡Señor mío y Dios mío!
Hay que gritarlo y preguntar por qué;
hay que curarlas con ternura y saber;
hay que cargar muchas vendas,
muchas medicinas...
¡y todo el amor que hemos soñado!
¡Trae tus manos otra vez, Tomás!
Florentino Ulibarri
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No
te fijes en mis fallos, sino en la confianza que siento en ti. Sobre
esa confianza he basado toda mi vida. Por esa confianza puedo hablar y
obrar y vivir. La confianza de que tú nunca me has de fallar. Esa es mi
fe y mi jactancia. Tú no le fallas a nadie. Tú no permitirás que yo
quede avergonzado. Tú no me decepcionarás.
Se
me hace difícil decir eso a veces, cuando las cosas me salen mal y
pierdo la luz y no veo salida. Se me hace difícil decir entonces que tú
nunca fallas. Ya sé que tus miras son de largo alcance, pero las mías
son cortas, Señor, y mi medida paciencia exige una rápida solución,
cuando tú están trazando tranquilamente un plan muy a la larga. Tenemos
horarios distintos, Señor, y mi calendario no encaja en tu eternidad.
Estoy dispuesto a esperar, a acomodarme a tus horas y seguir tus pasos.
Pero
no olvides que mis días son limitados, y mis horas breves. Responde a
mi confianza y redime mi fe. Dame signos de tu presencia, para que mi fe
se fortalezca y mis palabras resulten verdaderas. Muestra en mi vida
que tú nunca fallas a quienes se entregan a ti, para que pueda yo vivir
en plenitud esa confianza y la proclame con convicción. Dios nunca le
falla a su pueblo.
Plegaria de Carlos G. Vallés
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 2 de julio de 2024
Martes, 2 de julio de 2024
Martes de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: ¡Señor,
sálvanos, que nos hundimos! El les dijo: ¡Cobardes ! ¡Qué poca fe ! Se
puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de hoy es un reflejo de nuestra propia vida. ¿Cuántas veces
hemos sufrido problemas que nos han turbado y quitado la paz mientras
parecía que Dios estaba dormido? No pocas veces hemos gritado a Dios
porque creíamos hundirnos. Pero miremos la reacción de Jesús: reprocha
nuestra falta de fe. Lo contrario de la fe y del amor no es el odio,
sino nuestra cobardía.
“Jesús, tengo fe pero dudo, ayuda a mi pobre fe”
Jesús no nos deja de la mano, pero a veces parece que está dormido. Esto
nos hace ser más fuertes, nos provoca para que andemos por nosotros
mismos a la luz de la fe. Si no sentimos consuelo en la oración creemos
que Dios está lejos de nosotros y nos echamos atrás. Sin embargo, Jesús
es nuestro tesoro, y los tesoros están ocultos. Hay que pasar por los
desiertos de la sequedad y monotonía en la oración. Hay que ser
valientes en esas noches en las que no vemos ni sentimos nada. Muchos se
desesperan y se cansan. Los valientes llegan hasta el final y Dios
premia sus ansias y su amor, su fidelidad.
¿Me canso en la oración y creo que en vez de caminar hacia Dios estoy
retrocediendo? Si es así es que vas en la barca con Jesús, que no tenga
que reprochar nuestra cobardía. Da gracias porque viene con nosotros en
medio de la tempestad y de la noche.
Señor, tanto si me respondes como si no,
quiero seguir invocándote,
invocándote sin cesar,
bajo las bóvedas de la asidua oración.
Tanto si vienes como si no vienes,
quiero seguir confiando en Ti:
sabiendo que entras en mi interior
a poco que abra el corazón a ti y al hermano.
Tanto si me hablas como si no,
no permitas que me canse de invocarte.
Aunque no me des la respuesta que espero,
que no dude de que, de un modo u otro,
discretamente, te dirigirás a mí..
En la oscuridad
de mis oraciones más profundas,
sé que estás cerca, aunque no te sienta.
En medio de la danza de la vida,
de la enfermedad y de la muerte,
ayúdame a invocarte sin descanso,
sin caer en la desconfianza
por tu aparente silencio,
Dame una fe recia para esperar
tu palabra, tu presencia, tu paz.
Adpatación de un texto de PARAMAHANSA YOGANANDA
-----------------------
Como viajeros perdidos y sin rumbo
en un desierto ardiente y sin agua,
a ti gritamos, Señor.
Como peregrinos con los pies destrozados
que no encuentran albergue,
a ti gritamos, Señor.
Como náufragos varados
en una costa abandonada,
a ti gritamos, Señor.
Como mendigos hambrientos
que extienden la mano para recibir alimento,
a ti gritamos, Señor.
Como ciegos sin lazarillo
que tropiezan con todo lo que hay en el camino,
a ti gritamos, Señor.
Como enfermos crónicos
que ya no saben qué es la salud,
a ti gritamos, Señor.
Como emigrantes sin papeles
en un país que no conocen,
a ti gritamos, Señor.
Como refugiados en campamentos
que pensaban eran lugar seguro,
a ti gritamos, Señor.
Como prisioneros inocentes
arrojados en cárcel húmeda y maloliente,
a ti gritamos, Señor.
Como pobres sin derechos
a los que nadie hace caso,
a ti gritamos, Señor.
Como personas desahuciadas de sus casas
por la prepotencia de unos y la desidia de otros,
a ti gritamos, Señor.
Como ciudadanos siempre olvidados
que no pueden ejercer sus derechos,
a ti gritamos, Señor.
Como personas torturadas
por haber acogido a otra de etnia distinta,
a ti gritamos, Señor.
Como los padres y madres que no pueden hacer nada
cuando les arrebatan sus hijos,
a ti gritamos, Señor.
Como el niño a quien roban su único trozo de pan
mientras sus padres yacen a su lado,
a ti gritamos, Señor.
Como el joven obligado a matar
para que no le maten,
a ti gritamos, Señor.
Como esa persona inocente
convertida en chivo expiatorio de nuestros desmanes,
a ti gritamos, Señor.
Como tú, Señor, que en lo alto de la cruz osaste gritar
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?",
a ti gritamos, Señor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 1 de julio de 2024
Lunes, 1 de julio de 2024
Lunes de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 8, 18-22
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
Jesús
le respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero
el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
Otro que era discípulo, le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.
Jesús le replicó: Tú, sígueme.
Deja que los muertos entierren a sus muertos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ser cristiano no es solamente conocer a Jesús, rezar, cumplir ciertas
obligaciones, hacer cosas por los demás... Ser cristiano es
fundamentalmente seguir a Jesús, seguir a Jesús por el camino que él nos
vaya marcando.
¿Cómo descubrir este camino? A través de la oración, de la reflexión, del acompañamiento espiritual...
¿Estas
dispuesto a seguir a Jesús por la senda que te señale? ¿Qué medios
pones y podrías poner para escuchar su voz? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Seguir a Jesús normalmente pasa por la pobreza, por la austeridad, Vivir
en pobreza sólo es posible si confío en él, si tengo a Dios cómo el
mejor tesoro.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
La majestad no está en los gestos de orgullo,
en la mirada altiva o el ceño fruncido.
No está en la puerta infranqueable
o en la adulación cortesana.
Tampoco en la altura de los rascacielos
o la privacidad de los accesos exclusivos.
No está en las cenas de gala, la alta costura,
la joyería fina o los gastos suntuosos.
La majestad poco tiene que ver con protocolos
que encumbran al poderoso y ningunean al débil.
¿Dónde, entonces?
En un rey sin trono, palacio o ejércitos.
Sin cuenta corriente, sin otro techo que el cielo.
Un rey sin más ley que el amor desmedido,
sin más cetro que sus manos desnudas,
gastadas ya en tanta caricia, en tanta brega,
por tanto tirar de los derrumbados.
Sin otra atalaya que la cruz, y en ella,
el perdón por bandera, la paz por escudo,
y la justicia, inmortal,
como apuesta eterna.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Seguir
a Jesús es lo más importante, lo más urgente, lo único necesario; más
que enterrar a un muerto, o terminar una carrera universitaria, o
conseguir un trabajo, o alcanzar cualquier objetivo.
El seguimiento es la brújula que orienta toda nuestra vida (familiar, social, comunitaria, religiosa)
¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Maestro, te seguiré adonde vayas;
Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar contigo;
Maestro, me gustaría comprometerme con una buena causa;
Maestro, voy a compartir una parte de mi dinero;
Maestro, quiero seguir el camino que Tú me señalas:
Maestro, lo que más quiero en esta vida es ...
Pero, Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre;
déjame terminar primero la carrera o la oposición;
déjame criar primero a mis hijos;
déjame pagar primero la hipoteca;
déjame que antes resuelva todas mis dudas;
déjame ....
Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas;
y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada,
para que sepa aprovechar cada momento,
para seguirte, escucharte y hablarte,
para comprometerme y compartir;
para disfrutar la vida y entregarla del todo. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 30 de junio de 2024
Domindo, 30 de junio de 2024
Domingo de la 13ª semana del t.o. B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se
acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó
a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas;
ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años.
Muchos
médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había
gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto
peor.
Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la
gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido,
curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús,
notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio
de la gente, preguntando: ¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos
le contestaron: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha
tocado ? » El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido.
La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
El le dijo: Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto.
¿Para
qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le
dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él.
Pero
él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus
acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar -tenía doce años-.
Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Todo el mundo quiere ver y tocar al Señor. Saben que Él puede salvar
sus vidas en tantos sentidos. Nosotros, ¿acudimos también así y
confiamos de este modo en Dios?
Hay muchas formas de rezar: la
oración del padre de Jairo era una oración insistente y pública. La de
la mujer enferma era íntima y escondida. Pero en ambas pide Jesús una
condición que no puede faltar: la fe, la confianza en el Dios que sabe
lo que nos conviene y tiene poder para llevarlo a cabo.
Los
milagros del Evangelio son signos que demuestran el permanente y
silencioso cuidado de Dios sobre nosotros. Todos podemos repasar las
veces en que Dios nos ha visitado con su fuerza, con su ánimo, con su
Espíritu, y nos ha mantenido esperanzados, pese a las dificultades.
Señor, déjame ir contigo
sólo quiero caminar
detrás, pisar donde pisas
mezclarme entre tus amigos.
Recorrer esas aldeas
que habitan los olvidados
los que no recuerda nadie
ver como los recuperas.
Quiero escuchar tu palabra
simple y preñada de Dios
que aunque a muchos incomode
a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa
comer del pan compartido
que con tus manos repartes
a todos los que se acercan.
Y un día tocar tu manto
como esa pobre mujer
suave, sin que tú lo notes
arrancarte algún milagro.
Esa que todos marginan
se atreve a abrazar tus pies
y derrama su perfume
porque en ti se ve querida.
Que de tanto ir junto a ti
pueda conocerte más,
tú seas mi único amor
y te siga hasta morir.
Javi Montes SJ
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 29 de junio de 2024
Sábado, 29 de junio de 2024. San Pedro y San Pablo
San Pedro y San Pablo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado
nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en el cielo.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los Evangelios dejan clara la preponderancia de Pedro sobre los demás
apóstoles. En el Evangelio de hoy, Pedro confiesa la fe en Jesús como el
Mesías, el Hijo de Dios vivo y es elegido por Jesús como la piedra
sobre la que se edificará la Iglesia. No sabemos por qué Jesús elige a
Pedro y no a otro, pero lo cierto es que se fija en él para apacentar a
su rebaño y confirmar a los hermanos en la fe.
2000 años después, es Francisco el que continúa la misión que Jesús dio a
Pedro. No falte hoy nuestra oración por el Papa y por todas aquellas
personas e instituciones que le ayudan en su tarea.
Aunque el Evangelio de hoy no hable de San Pablo, hoy también celebramos
su fiesta. San Pablo es el perseguidor convertido en evangelizador, el
que lleva el Evangelio a nuevos pueblos, con nuevos lenguajes, el
animador de las comunidades que fundaba...
Damos gracias a Dios por Pablo y por todos los evangelizadores que la
Iglesia ha tenido y tiene. Pedimos por la Iglesia, para que no pierda
pulso misionero, por nosotros mismos, para que seamos capaces de
comunicar la fe que hemos recibido a las personas con las que
convivimos.
Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo, a pesar de mi pequeñez y mi pecado.
Cuentas
conmigo y me llamas, como llamaste a Pedro, un pescador sencillo,
apasionado, bravucón, que se creía más fuerte que sus compañeros.
Cuentas
conmigo y me llamas, Como llamaste a Pablo, Un fariseo inteligente,
fanático, intransigente, que quería acabar con los que no pensaban como
él.
Te doy gracias por Pedro y por todas las personas que son piedra en la que se apoya nuestra vida y nuestra fe.
Te doy gracias por Pablo y por todas las personas que comparten la alegría y la novedad de la fe cristiana.
Te
doy gracias porque cambiaste el corazón de Pedro. Gracias a tu perdón,
Pedro lloró sus pecados se hizo más humilde y se dejó guiar por ti.
Gracias a tu cercanía, Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios y descubrió que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad.
También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.
Que
sepa acercarme cada día a Ti, para que puedas acabar la obra que has
comenzado en mí y sepa contagiar la alegría de sentirme amado por Ti.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.