Santo Domingo de Guzmán
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo llegó Jesús a la región de
Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: "¿Quién dice la gente
que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos que Juan Bautista,
otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les
preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la
palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús le
respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del
Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Y
les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Desde
entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a
Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos
sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al
tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo
permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte". Jesús se volvió y dijo a
Pedro: "Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas
como los hombres, no como Dios.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pedro es la imagen de cada uno de nosotros. Podemos tener las palabras
más desafortunadas, después de la respuesta más acertada. Somos capaces
de arriesgar la vida en el monte de los Olivos y negar al maestro en la
ciudad. Y ante esta realidad, tenemos que alejar dos peligros:
- por un lado, dejarnos llevar por la mediocridad. Este camino nos conduciría a una vida cada vez más pobre, menos humana.
- por
otro, castigarnos continuamente cada vez que hacemos una cosa mal. Este
camino nos lleva irremediablemente a la tristeza permanente y nos va
destruyendo.
La actitud más humana y más cristiana es reconocer tanto
lo positivo como lo negativo, dar gracias a Dios por lo primero e
intentar descubrir el camino para superar lo segundo.
¿Cómo te sitúas? ¿Qué le dices a Dios?
Este
evangelio nos da la ocasión de responder la pregunta que Jesús plantea a
los discípulos. Pero no respondamos desde la teoría. ¿Quién ha sido hoy
Jesús para ti? ¿Quién quieres que sea? ¿Cómo puedes avanzar en ese
camino? ¿Qué dices a Dios? Aunque cada uno tenemos que dar nuestra
respuesta personal, quizá nos pueda servir esta oración:
Tú eres, Jesús, la brújula más precisa para encontrar la felicidad.
Tú eres, Jesús, el camino más recto para construir un mundo de hermanos.
Tú eres, Jesús, el amigo más fiel y el esposo más amoroso.
Tú eres, Jesús, el que viene cuando todos se van y el que se queda cuando todos se marchan.
Tú eres, Jesús, el que se enciende cuando todo se apaga, el único que nunca falla.
Tú eres, Jesús, el sol de mis días claros y la estrella de mis días oscuros.
Tú eres, Jesús, el Salvador de mis miedos, de mis pecados, de mis dudas.
Tú eres, Jesús, el cimento sobre el que construyo mi vida y la meta a la que me dirijo.
Tú eres, Jesús, la razón de mi alegría y el fundamento de mi esperanza.
Tú eres, Jesús, mi amor, mi paz, mi Dios, mi Señor.
Contigo iré, Jesús, si Tú me ayudas. Contigo tomaré la cruz que nos conduce a la Vida más grande.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha