Miércoles de la 2ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca
ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios
no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio
consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la
tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra
perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse
acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a
la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús, el Hijo de Dios, ha nacido y vivido, ha predicado y curado, ha
amado y sufrido, ha muerto y resucitado para salvarnos, para que
tengamos vida eterna, para que disfrutemos de la misma vida de Dios.
Damos gracias.
Dios no puede hacer más. Nos toca a nosotros creer en él, acogerle,
acoger su mensaje en nuestra mente, en el corazón, en la vida de cada
día.
“Señor, creo pero aumenta mi fe”
Tenemos que reconocer nuestra maldad, nuestra pobreza, nuestro pecado:
sabemos donde está la luz, la felicidad, la alegría... pero preferimos
la tiniebla, la tristeza, el sin-sentido.
“Señor, perdonamos”
“Danos sabiduría para descubrir la luz
y valentía para dejarnos iluminar".
Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo
Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y
soledades, con la fuerza de su amor, de tu amor.
Padre, tanto nos
amaste que Jesús, tu Hijo, se hizo humano como nosotros, se sometió a
la limitación del tiempo, a los rigores del frío y el calor, el hambre y
el fracaso, la cruz y la muerte.
Padre, tanto nos amaste que
Jesús, tu Hijo, nos regaló su Palabra para convencernos de que en tu
corazón sólo hay amor, compasión y perdón.
Padre, tanto nos
amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para
mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.
Padre,
tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, quiso quedarse entre nosotros en
el pan de la Eucaristía, en la luz de su Palabra, en la comunidad de los
creyentes, en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad.
Padre, tanto nos amaste que nos envías a muchas
personas buenas, que nos invitan a seguir el camino de la verdad, la
justicia, el amor y la entrega.
Padre, tanto amas a la humanidad
que me llamas a mí, pobre criatura tuya, y me envías para que sea
portavoz de tu Palabra y portador de tu amor.
Gracias, Padre, por tanto amor. Mil gracias, Padre.
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No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías
sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado,
liberar a quien está aprisionado,
curar a quien está herido,
acoger a quien está desamparado,
lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo,
levantar a quien ha caído,
salvar a quien se siente culpable,
perdonar a quien ha pecado,
devolver la dignidad a quien la ha perdido.
Tú que crees en nosotros,
Tú que esperas de nosotros,
Tú que nos amas más que nosotros mismos,
Tú que eres mayor que todos nuestros pecados,
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.