Sábado de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16,9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció
primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella
fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la
creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban
caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás,
pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando
estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de
corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y
les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la
creación."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de hoy es un resumen de los relatos con los que hemos ido rezando durante toda la semana.
Experimentar la presencia del Resucitado es maravilloso. María Magdalena
y los que caminaban al campo lo han sentido. Pero ser testigos de la
resurrección es muy duro: ¿qué hacer cuando se siente en el corazón la
alegría más grande y nadie quiere dejarse llenar de ese gozo inmenso?
“Señor, haznos testigos fieles de tu resurrección,
aunque nadie crea que Tú vives,
aunque nos sintamos incomprendidos, impotentes”
Id por todo el mundo y anunciad a todos la Buena Noticia. En cada
aparición el resucitado envía a los discípulos a anunciar la Buena
Noticia de la Resurrección. Anunciar la buena noticia requiere creerla,
acogerla, vivirla y comunicarla con paciencia y humildad.
“Envíame, Señor. Estoy dispuesto”
“Que cada día crea y viva con más profundidad la Buena Noticia”
Seguimos pidiendo a Jesús que nos resucite, con Él, a una vida nueva.
Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.
Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.
Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.
Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio
para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Tengo mis puertas y ventanas abiertas
para que entres en mis entrañas
y descoloques y centres mi corazón
en tus proyectos y ofertas.
Escucho, en silencio y con asombro,
el rumor de tantos ángeles humanos
que sugieren tu presencia y rostro
con sus gestos, hechos y abrazos.
Creo en tu creación manifiesta,
creo en tu promesa y esta tierra,
creo y gozo las primicias del Reino:
me siento tocado por tus obras y signos.
Acojo tu paz buena y gratuita
para no vivir con miedo y angustiado
ahora que te vas a la casa del Padre.
¡Y espero que vengáis a vivir conmigo!
Por eso, me dejo conducir por tus caminos
con tus regalos –gubia y Espíritu-
hacia esos lugares olvidados y rotos
para ser testigo de tus pasiones y mimos.
Así, aunque me encuentre perdido,
siento que mi vida tiene sentido
y me desborda la alegría de ser testigo
pobre y herido, pero bendecido.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.