1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el
camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban
hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y
les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver
un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas
en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como
veis que yo tengo."
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer
por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de
comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió
delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba
con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y
salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el
entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer
día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados
a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos
de esto."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¡Cuánto cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro!
Los que caminaban a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Sin embargo, se
aparece Jesús y ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma, no
acababan de creerlo.
“Nos cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”
¡Paz a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos
hace en Pascua: paz para nuestro corazón, paz para las familias, los
pueblos, el mundo entero, un don que tenemos que pedir y acoger.
“Señor, resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”
“Entra Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”
Les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras
hablan de la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida,
de nuestros sufrimientos y alegrías.
No se anuncia.
No se le espera.
Nadie lo ve ni oye.
Pero, poco a poco,
todos lo notan,
porque se pone en medio
y nos saluda a su estilo,
como siempre:
Paz a vosotros.
Es la magia del Dios que nos ama.
Jesús de Nazaret
ya está presente.
Nada puede detenerlo.
Atraviesa puertas y ventanas,
derriba muros y vallas,
se cuela por poros y brechas,
transforma a las personas,
recrea todas las cosas,
renueva la tierra y la historia.
Es la magia del Dios que nos ama.
Y aunque la duda se instale
en nuestro corazón y mente,
él sigue adelante
mostrándonos sus llagas
de dolor, pasión y amor.
pues lo suyo es compartir
con amigos y desilusionados
lo mejor que tiene y trae:
la esperanza del reino ya presente.
Es la magia del Dios que nos ama.
Basta y sobra un gesto de vida:
buscar la misma longitud de onda,
asomarse a las ventanas,
desempolvar las sandalias,
entrar en su cauce,
seguir su estela desconcertante,
prenderse de sus llagas...
dejarse azotar por su palabra...
y caminar alegre y sin nada.
Es la magia de los que aman.
Y todo se renueva.
Jesús de Nazaret ha resucitado.
Nosotros somos testigos de estas cosas.
Es la magia del Dios que nos ama
y resucita.
Florentino Ulibarri
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A veces iré distraído
y a mi vera serás
peregrino ignorado.
Tú hazte notar.
Puede que vaya
sumido en fracasos,
rumiando derrotas,
lamentando golpes,
arrastrando penas
sin ver el sol radiante,
la vida que bulle,
tu manos tendidas.
Tú toca mi hombro
e importúname.
Acaso perdido en palabras
no escuche Tu voz
desvelando lo escrito
en el cielo, en la historia,
en el acontecer de cada día.
Tú grita.
Quizás no te lo pida,
no te abra la puerta,
ni me de cuenta
del hambre
que nos atenaza.
Pero Tú quédate.
Tal vez, al conocerte,
te quiera retener
en mi casa, a mi mesa
apresando el instante.
Tú te irás de nuevo,
dejando en mi pecho
el fuego de mil hogueras,
y la alegría del reencuentro.
José María Rodríguez Olaizola sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 24 de abril de 2025
Jueves, 24 de abril 2025
miércoles, 23 de abril de 2025
Miércoles, 23 de abril 2025
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la
semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de
Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar
con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de
camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no
sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos
le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron
los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y
lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador
de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy
de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron
diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho
que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y
lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto
para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya
cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero
ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y
el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa
con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A
ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y
se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Iban caminando entristecidos. El Resucitado se les acercó. Les preguntó.
Y ellos le cuentan la razón de su tristeza: la muerte de Jesús de
Nazaret. Se desahogan.
“Señor, yo también te presento mis tristezas y preocupaciones”
“Ayúdame a acercarme al que sufre y a escuchar su dolor”
“Ayúdame a reconocerte en los que caminan a mi lado”
Después de escuchar, Jesús habla y comienza a explicarles desde la
Palabra de Dios todo lo ocurrido. La Palabra de Dios es una luz que
ilumina la vida entera y especialmente las zonas más oscuras de la
existencia.
“Señor, tu Palabra me da vida, esperanza, alegría”
“Señor, dame sabiduría para explicar tu Palabra”
“A veces no quiero escucharte. Perdóname”
Invitan a Jesús y Él se quedó con ellos. Y lo reconocieron cuando,
sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio. Aquella fue la primera eucaristía celebrada por el
Resucitado con los suyos.
“Señor, te has quedado entre nosotros. Gracias”
“Gracias por partir el pan de tu vida en cada Eucaristía”
“Perdona Señor mi falta de amor a la Eucaristía”.
Toca seguir caminando,
más allá de la sombra y la duda,
más allá de la muerte y el miedo,
bebiendo palabras prestadas,
confiando en las fuerzas ajenas
si acaso las propias se gastan.
Toca seguir caminando,
acoger al peregrino,
relatar tu historia,
escuchar la suya
aliviar tristezas,
compartir mesa y vida.
Toca seguir caminando
con los ojos abiertos,
para descubrir al Dios vivo
que nos sale al encuentro
hecho amigo, pan y palabra.
En marcha, pues…
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Lo mismo que los dos de Emaús aquel día
también yo marcho ahora decepcionado y triste
pensando que en el mundo todo es muy fuerte y fracaso.
El dolor es más fuerte que yo,
me acogota la soledad y digo
que tú, Señor, nos has abandonado.
Si leo tus palabras me resultaron insípidas,
si miro a mis hermanos me parecen hostiles,
si examino el futuro sólo veo desgracias.
Estoy desanimado. Pienso que la fe es un fracaso,
que he perdido mi tiempo siguiéndote y buscándote
y hasta me parece que triunfan y viven más alegres
los que adoran el dulce becerro del dinero y del vicio.
Me alejo de tu cruz, busco el descanso en mi casa de olvidos,
Dispuesto a alimentarse desde hoy en las viñas de la mediocridad.
No he perdido la fe, pero sí la esperanza,
sí el coraje de seguir apostando por ti.
¿Y no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo como aquella mañana con los dos de Emaús?
¿No podrías descubrirme el secreto de tu santa Palabra
y conseguir que vuelva a calentar mi entraña?
¿No podrías quedarte a dormir con nosotros
y hacer que descubramos tu presencia en el Pan?
Martín Descalzo
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Apareciste
cuando el alma
no tenía prisa
ni de llegar,
ni de crecer,
ni de morir.
Cuando te fuiste,
el cuerpo
no hizo balance
ni de ausencias,
ni de caricias,
ni de preguntas.
Y me dejaste
una sorpresa,
una certeza,
un corazón.
¡Nunca te fuiste!
Benjamín González Buelta, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 22 de abril de 2025
Martes, 22 de abril 2025
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de
blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había
estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?"
Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo
han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no
sabia que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién
buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te
lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le
dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa:
"¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre.
Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al
Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los
discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La historia de María Magdalena es impresionante. Amaba a Jesús con toda
la fuerza de su corazón. A quien mucho se le perdona, mucho ama. María
sigue a Jesús cuando es abandonado por casi todos. María lo acompaña
cuando Jesús sube al Calvario, es testigo de su muerte, está allí cuando
es colocado en el sepulcro. Y en la mañana del domingo María está junto
al sepulcro de Jesús, llorando.
“Señor, dame un corazón que sepa amarte como María”
“Dame la fuerza de tu Espíritu para acompañarte siempre”
“También a mí me has perdonado mucho. Te amo, Señor. Gracias”
María ama, pero no cree que Jesús pueda estar vivo. Su pena y sus
lágrimas no le dejan ver claro: no se da cuenta de que le hablan dos
ángeles, confunde al Señor con el hortelano...
Jesús la llama por su nombre: ¡María! Y aquella mujer se vuelve, clava
su mirada en Jesús, su corazón se estremece y las lágrimas de la pena
dan paso a las de la alegría: ¡Maestro!
Ojalá que en esta Pascua todos los cristianos escuchemos al Señor en
nuestro corazón, pronunciado con amor nuestro nombre. Ojalá nos
alegremos tanto como María.
“También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor”
Señor,
tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy, ahuyentas de mi
corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas. Gracias, Señor,
por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por mí.
Señor,
María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su corazón de mujer y
dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que también yo, Señor, sea
agradecido, te ame, te siga con confianza y te sirva con generosidad.
Señor,
Magdalena estuvo siempre a tu lado, en tu pasión, muerte y sepultura.
Que también yo esté junto a Ti, en los que sufren, cuando no te sienta
cerca y cuando la fe me traiga más problemas que satisfacciones.
Señor,
tú premiaste la fidelidad de la Magdalena saliendo a su encuentro
después de tu resurrección y llamándola por su nombre, para convertir su
duelo en danzas.Señor, que escuche mi nombre salido de tu corazón y me
deje alcanzar por ti, por tu alegría, tu paz, tu fuerza...
Señor,
tú confiaste a María Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y
cuentas conmigo para transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu,
para cumplir esta misión con la alegría y la entrega de María Magdalena.
Amén
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Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros:
«Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner los ojos,
nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón.
Desde que tú te fuiste nos han quitado el alma
y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza,
ni encontrarnos una sola alegría que no tenga venenos.
¿Dónde estas? ¡Dónde fuiste, jardinero del alma,
en qué sepulcro, en qué jardín te escondes?
¿O es que tú estás delante de nuestros mismos ojos y no sabemos verte?
¿estás en los hermanos y no te conocemos?
¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos
y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte?
Llámame por mi nombre para que yo te vea,
para que reconozca la voz con que hace años
me llamaste a la vida en el bautismo,
para que redescubra que tú eres mi maestro.
Y envíame de nuevo a transmitir de nuevo tu gozo a mis hermanos,
hazme apóstol de apóstoles
como aquella mujer privilegiada
que, porque te amó tanto,
conoció el privilegio de beber la primera
el primer sorbo de tu resurrección.
Martín Descalzo
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 21 de abril de 2025
Lunes, 21 de abril 2025
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los
discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
"Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los
pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la
ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos,
reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados
una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de
noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a
oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de
apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones.
Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A lo largo del tiempo de Pascua, las lecturas evangélicas nos narran las
apariciones del Señor a sus discípulos. El encuentro con Jesús
resucitado es un estallido de alegría.
“Señor, gracias porque también quieres encontrarte conmigo”
“Señor, yo también quiero encontrarme contigo”
“Contágiame la alegría de la Pascua”
Del encuentro con el Resucitado nace la misión: “Id a decir a mis
hermanos...”. Jesús mismo envía. Nos envía para anunciar su
resurrección, para que también otros puedan encontrarse con él y
llenarse de alegría
“Señor, ¿A dónde me envías? ¿cuál es mi misión?”
“Señor, aquí estoy, envíame, estoy dispuesto”
“Perdona mi pecado contra la alegría de la Pascua”
La fuerza de la resurrección puede resucitar a un muerto, pero no puede
dar la fe a quien no la quiere, no puede abrir el corazón de aquellos
que quieren estar cerrados. Ésta es la historia de los sumos sacerdotes.
Y es también nuestra historia. Muchas veces no nos dejamos resucitar
por el Resucitado, no abrimos el corazón.
“En esta Pascua, Señor, te abro el corazón de par en par”
“Perdona mi cerrazón y mi falta de fe”
Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en las manos la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,
sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.
Gracias por este gozo,
gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar inauguraste
la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,
este milagro de ser hombres y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.
José Luis Martín Descalzo
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Pasar de nuestros refugios a la plaza,
del silencio a la denuncia,
del miedo a la valentía,
de la mentira a la verdad,
de la seguridad a la intemperie,
del sueño a la vigilia,
de la estupidez a la sabiduría,
de la cerrazón a la apertura,
de la petición a la alabanza,
de la ley al Evangelio...
Pasar de nuestro mundo a la aldea de enfrente
de la indiferencia al compromiso,
de la cobardía al coraje,
del odio al perdón,
de la tristeza a la alegría,
del rencor a la reconciliación,
del ruido al silencio,
del desarraigo al arraigo,
de la posesión al compartir,
de la esclavitud a la libertad...
Pasar de nuestros dominios al reverso de la historia,
del agobio a la paz,
de la injusticia a la justicia,
de la indeferencia a la solicitud,
del egoísmo al amor,
del poder al servicio,
de la oscuridad a la luz,
del temor al gozo
de la sorpresa al seguimiento,
del desaliento a la esperanza...
Pasar de nuestro mundo a tu regazo,
de nuestra soledad a tu compañía...
¡Soltar lastre!
y preparar así tu pascua,
para pasar de la muerte a la vida.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 20 de abril de 2025
Domingo, 20 de abril 2025. Resurección
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a
quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían
juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó
primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo;
pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no
por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Simón Pedro y el otro discípulo ven el sepulcro abierto, las vendas en
el suelo y el sudario enrollado en un sitio aparte. Ven y creen. Y
comprenden entonces la Escritura: que Jesús había de resucitar de entre
los muertos.
¡Cuánto cuesta creer en la resurrección! En el Calvario muchos fueron
los testigos de la muerte de Jesús. En la oscuridad del sepulcro nadie
pudo dar fe de la resurrección, sólo Dios. Hace falta fe para creer en
la Resurrección. Hace falta fiarse de Dios para resucitar con Cristo
resucitado.
Cuando estamos sumergidos en la oscuridad de la vida, parece que ya no
vendrá más el día. Cuando sufrimos de verdad, la alegría se convierte en
un espejismo. Cuando Dios calla, creemos que no volverá a hablar jamás.
“Señor, ayúdanos a asumir la cruz con esperanza
danos fe para creer en la resurrección,
convierte nuestra mirada para descubrir los signos de la vida,
y contágianos la alegría de Cristo resucitado”
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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También podemos rezar con esta canción preciosa de la Hermana Glenda:https://www.youtube.com/watch?v=bwJdlmjTNNQ
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De mano en mano,
a través de muchos años
y generaciones de cristianos,
me ha llegado la Buena Noticia,
cubierta de polvo,
como un regalo inesperado.
Ella me anima a vivir
y a unirme a esa brisa
que ha recorrido valles y cumbres,
desiertos y praderas
a través de generaciones de apóstoles
dando vida a tantos corazones.
Hoy, para celebrarlo,
lo cuento y comparto,
extiendo mis brazos,
me siento agarrado y agarro,
sumo mis manos, y salgo
para que esta brisa
llegue a donde todavía no ha llegado.
De mano en mano...
me ha llegado la Buena Noticia,
y no la retengo en mi regazo,
sino que dejo mi refugio
y voy a las plazas, rincones y caminos,
pues anhelo que llegue y meza
nuevos campos aunque no los conozca.
Hoy me siento agraciado
y hondamente agradecido
al sentirme enviado
para ser testigo
de lo que Tú nos has dicho
y nosotros hemos visto
del Dios abierto y compartido.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 19 de abril de 2025
Sábado,19 de abril 2025
Vigilia Pascual C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro
llevando las aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra
del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres
con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y
ellos les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No
esta aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en
Galilea: ‘El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de
pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar’."
Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a los demás.
María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras
contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las
creyeron.
Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las
vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por
las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la
multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA,
RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la
noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las
mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha
llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las
cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona.
Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios
gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos
resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
¿Cómo reaccionas? Con la fe de las mujeres o con la incredulidad de los apóstoles?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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Iniciar una nueva vida
como quien inicia un nuevo día,
feliz y esperanzado al alba,
aunque no sepa qué trae la jornada.
O como quien alza y abre los ojos,
mirando el horizonte a cada hora
porque éste se presenta cambiante
y lleno de sorpresas que baten el aire.
Iniciar una nueva vida
como si fuera primavera
con toda la naturaleza
despierta por dentro y por fuera.
O como si fuese el rocío
que a las flores alimenta
para que muestren su belleza,
sin alborotar y sin soñar en ser río.
Iniciar una nueva vida
soñando con los hermanos,
amando la casa y el trabajo,
y gozando la familia.
Iniciar una nueva vida,
si es preciso, renunciando
al descanso ganado por la edad,
el trabajo y las promesas.
Iniciar una nueva vida
y vivirla con gozo en el tajo,
o donde el corazón te lleve,
para que sea auténtica y rica...
¡Iniciar una nueva vida!,
eso es la Pascua cristiana,
tu Pascua evangélica,
humana y divina.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 18 de abril de 2025
Viernes, 18 de abril de 2025. Viernes Santo
Viernes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19, 42.
C.
En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus
discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se
reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la
patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos,
entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que
venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+. —¿A quién buscáis?
C. Le contestaron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Les dijo Jesús:
+. —Yo soy.
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+. —¿A quién buscáis?
C. Ellos dijeron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Jesús contestó:
+. —Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»
Entonces
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo
sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco.
Dijo entonces Jesús a Pedro:
+. —Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
C.
La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a
Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de
Caifás, sumo sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este
consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»
Simón
Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del
sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote,
mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el
conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
La portera dijo entonces a Pedro:
S. —¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?
C. Él dijo:
S. —No lo soy.
C.
Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie,
calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+.
—Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en
la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he
dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los
que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. —¿Así contestas al sumo sacerdote?
C. Jesús respondió:
+. —Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. —¿No eres tú también de sus discípulos?
C. El lo negó diciendo:
S. —No lo soy.
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. —¿No te he visto yo con él en el huerto?
C. Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo.
Llevaron
a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no
entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer
la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo:
S. —¿Qué acusación presentáis contra este hombre?
C. Le contestaron:
S. —Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.
C. Los judíos le dijeron:
S. —No estamos autorizados para dar muerte a nadie.
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús le contestó:
+. —¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
C. Pilato replicó:
S. —¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
C. Jesús le contestó:
+.
—Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero
mi reino no es de aquí.
C. Pilato le dijo:
S. —Conque, ¿tu eres rey ?
C. Jesús le contestó:
+.
—Tu lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz.
C. Pilato le dijo:
S. —Y, ¿qué es la verdad?
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S.
—Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que
por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los
judíos?
C. Volvieron a gritar:
S. —A ése no, a Barrabás.
C. (El tal Barrabás era un bandido.)
Entonces
Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una
corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima
un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. —¡Salve, rey de los judíos!
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. —Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. —Aquí lo tenéis.
C. Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron:
S. —¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.
C. Los judíos le contestaron:
S. —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús:
S. —¿De dónde eres tú?
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?
C. Jesús le contestó:
+.
—No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo
alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. —Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.
C.
Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó
en el tribunal, en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo
Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S —Aquí tenéis a vuestro Rey.
C. Ellos gritaron:
S. —¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —¿A vuestro rey voy a crucificar?
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. —No tenemos más rey que al César.
C.
Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él,
cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en
hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos,
uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo
puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY
DE LOS JUDÍOS.
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca
el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y
griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S. —No escribas «El rey de los judíos» sino «Este ha dicho:
Soy rey de los judíos».
C. Pilato les contestó:
S. —Lo escrito, escrito está.
C.
Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una
túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se
dijeron:
S. —No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quien le toca.
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.»
Esto hicieron los soldados.
Junto
a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de
Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al
discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+. —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
C. Luego dijo al discípulo:
+. —Ahí tienes a tu madre.
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+. —Tengo sed.
C.
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús,
cuando tomó el vinagre dijo:
+. —Está cumplido.
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los
judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se
quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un
día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los
quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y
luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús,
viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de
los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió
sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y
él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió
para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en
otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por
miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de
Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó
también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien
libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre
los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el
huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y
como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba
cerca, pusieron allí a Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese
tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin
ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros,
dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios,
deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el
corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los
pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que
movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar
sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que
no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le
faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le
quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser
verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad
futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás
y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera,
el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo,
el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín
Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando
hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos
estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor
Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más
hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es
también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra,
queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa.
Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la
impotencia? ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la
mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te
damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más
humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu
parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión
de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y
fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a
fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú
viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge
satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús,
en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras
vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y
de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que
resucita.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.