Viernes de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 10, 1-12
En
aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le
fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba.
Se
acercaron unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿Le es
lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha
mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse, dándole a la
mujer un acta de repudio.
Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto.
Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera.
Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En
la tierra y el tiempo de Jesús, el esposo podía echar de casa a su
mujer, en cualquier momento, abandonándolas a su suerte. Este derecho se
basaba, según la tradición judía, nada menos que en la Ley de Dios.
Algunos defendían que sólo se podía repudiar a la mujer en caso de
adulterio; otros defendían que bastaba que la mujer hiciera cualquier
cosa «desagradable» a los ojos de su marido.
En algún momento,
está discusión llegó hasta Jesús: ¿Puede el hombre repudiar a su esposa?
Su respuesta desconcertó a todos. Las mujeres no se lo podían creer.
Por fin alguien las trataba conforme a su dignidad. Según Jesús, si el
repudio está en la Ley, es por la dureza de corazón de los varones. Dios
creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Los dos
están llamados a compartir su amor, su intimidad y su vida entera, con
igual dignidad y en comunión total. De ahí el grito de Jesús: «lo que ha
unido Dios, que no lo separe el varón.
En nuestra
sociedad del siglo XXI, las palabras de Jesús siguen sorprendiendo, no
por afirmar la igual dignidad del varón y la mujer, que al menos
teóricamente ya tenemos asumida. Ahora estas palabras son escandalosas
por afirmar que el matrimonio no se puede romper. Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre.
Las palabras de Jesús son
claras respecto al matrimonio. La doctrina de la Iglesia respecto a este
sacramento no es un invento, como a veces los mismos cristianos podemos
pensar. Y las palabras de Jesús son siempre camino de felicidad y de
vida. Damos gracias a Dios por la luz de su Palabra.
Damos gracias a Dios por los matrimonios que trabajan, se esfuerzan y piden a Dios fuerza para vivir unidos como Dios quiere.
Pedimos por aquellas familias que sufren situaciones difíciles y se tambalean.
Dios
y Padre santo, autor del universo, que creaste al hombre y a la mujer a
tu imagen, Tú bendices y multiplicas el amor de nuestras familias.
Te pedimos humildemente por todas las familias, especialmente por las
que sufren. Descienda, Señor, sobre ellas tu bendición y la fuerza de tu
Espíritu.
Que en la alegría te alabemos, Señor, y en la
tristeza te busquemos; en el trabajo encontremos el gozo de tu ayuda y
en la necesidad sintamos cercano tu consuelo.
Que tu Espíritu de
Amor, Señor, transforme nuestra vida y nuestras familias den buen
testimonio de esperanza, fe y solidaridad con los pobres.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 24 de mayo de 2024
Viernes, 24 de mayo de 2024
jueves, 23 de mayo de 2024
Jueves, 23 de mayo de 2024. Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 14, 12a. 22-25
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El jueves siguiente a Pentecostés celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Jesús inaugura un estilo de sacerdocio nuevo:
- Jesús no ofrece a Dios la sangre de animales, ofrece su vida, su cuerpo y su sangre (esto es mi cuerpo, esta es mi sangre).
- En muchas religiones se hacían sacrificios para que Dios sea propicio, para que “se porte bien” con el pueblo, para que no se encienda su ira. Jesús ofrece su vida al Padre por amor, porque ama al Padre, porque el Padre le ama a Él.
- El sacerdocio ya no se ejerce sólo en los templos y en las ceremonias religiosas. Cualquier lugar, cualquier tiempo es bueno para ejercer el sacerdocio, ofreciendo a Dios y a los hermanos sonrisas, tiempo, amor, cuidados... en definitiva la existencia entera.
- El sacerdocio ya no es cosa de unos pocos. Por el Bautismo, todos tenemos el sacerdocio común, porque todos estamos llamados a ser pan partido y vino derramado, a vivir nuestra vida compartiéndola, dándola, ofreciéndola. Al servicio de este sacerdocio común está el sacerdocio ministerial (los presbíteros o “curas”)
- El sacerdocio ya no consiste en separarse de los hermanos, sino en acercarse a ellos con amor, hasta dar la vida.
Señor, Tú eres Sacerdote, sacerdote nuevo,
que ofreciste tu palabra, tu cariño, tu vida,
que sigues ofreciéndote a nosotros en la Eucaristía,
para que todos podamos disfrutar del amor de Dios,
para enseñarnos que sólo el camino del servicio y la entrega
nos conduce a la felicidad más grande, a Dios.
Gracias, Jesús, por todos los sacerdotes
que ofrecen su palabra, su cariño, su vida,
que celebran la Eucaristía y la Reconciliación,
para que todos nos sintamos amados y perdonados,
para que a todos llegue tu luz y tu fuerza,
y recorramos, así, el camino del servicio y la entrega.
Señor, gracias porque yo también soy sacerdote.
Quiero ser agradecido y ofrecer mi vida a Dios;
en cada Eucaristía y cada momento de la jornada,
Me has llamado a entregarme a mi familia,
a mis amigos y compañeros de trabajo, a los pobres…
para que crezca en nuestro mundo la justicia y la paz.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 22 de mayo de 2024
Miércoles, 22 de mayo de 2024
Miércoles de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 37-39
En
aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de
los nuestros.
Jesús respondió: No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.
El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“No
es de los nuestros”. Es una expresión que ponemos muchas veces en la
boca demasiado apresuradamente. Nos podríamos preguntar en qué momentos
hemos dicho estas palabras u otras semejantes. ¿Quién no es de los
nuestros, el que no forma parte de nuestro grupo, el que no piensa como
nosotros, el que tiene la piel de otro color, el que viene de tierras
lejanas?
Cuando pensamientos y palabras nos llevan a
marginar a los otros, convendría que recordásemos las palabras de San
Pablo a los Efesios: "Cristo ha hecho de los dos pueblos una sola cosa,
derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha
abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para
crear, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos
pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en
él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz; paz a vosotros los de
lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos
al Padre con un mismo Espíritu".
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
No todos están a favor nuestro, ni todos en contra nuestro, Señor.
Aquellos que comparten la misma fe, aunque sean de otro grupo, son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que trabajan por la justicia y la paz son de los tuyos, son de los nuestros.
Los
que defienden la vida de todos y en especial de los más pobres, de los
niños, también de los no nacidos, de los enfermos... son de los tuyos,
son de los nuestros.
Abreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu. Gracias, Señor.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 21 de mayo de 2024
Martes, 21 de mayo de 2024
Martes de la 7ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 29-36
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y
atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba
instruyendo a sus discípulos.
Les decía: El Hijo del Hombre va a
ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de
muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron
a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el
camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién
era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y
acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que
me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Como
a los discípulos del Evangelio, a nosotros, discípulos de hoy, Jesús
nos instruye sobre el misterio de su presencia en nuestro mundo, el
misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.
Discípulo significa
seguidor, aprendiz; pero en el Evangelio a menudo los discípulos no
entienden nada, y hoy, además tienen miedo a preguntar, les falta una fe
sólida, necesitan profundizar más.
No es Jesús el que aleja a los
discípulos de la realidad, son ellos los que miran hacia otro lado, los
que se preocupan por quien es el más importante. Frente al orgullo y al
afán de poder, Jesús nos llama al servicio y nos invita a ser
acogedores.
¿Experimento cada día que soy importante, en la medida
que soy más servicial? ¿Descubro la presencia de Dios en los que se
acercan a mí, sobre todo en los más indefensos, necesitados y
desvalidos? ¿Acojo a los demás como si acogiera al Padre?
Para salir de uno mismo
y andar por la vida,
para dejar lo ya conocido
y pasar por Samaría,
para conjugar tolerancia y radicalidad
a lo largo del camino,
para crear espacios evangélicos
y entrar en tu reino...
dame mirada corta, de orfebre,
que descubra, aprecie y ame
lo más diminuto y escondido,
y una mirada larga, de centinela,
para ver el horizonte que me espera
más allá de las montañas y la niebla.
Y esto, Señor, dámelo cada jornada
para poder gozar y recrear
lo que tu Espíritu siembra con mimo
en los espacios que piso y sueño
en este tiempo tan convulso y yermo
y con las utopías por el suelo.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 20 de mayo de 2024
Lunes, 20 de mayo de 2024. María, Madre de la Iglesia.
María, Madre de la Iglesia
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Juan 19,25-34
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana
de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a
su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
"Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a
tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término,
para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed."Había allí un jarro
lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una
caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el
vinagre, dijo: "Está cumplido."
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran
los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día
solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los
quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y
luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús,
viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de
los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió
sangre y agua.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María estaba al pie de la cruz, junto a su hijo. María se mantuvo a
distancia cuando Jesús “triunfaba”, cuando querían hacerle rey, cuando
lo aclamaban... Pero ahora, en la cruz, María está cerca, muy cerca.
“Gracias, María, por tu ejemplo de fidelidad y entereza”
“Gracias por estar siempre a mi lado, sobre todo cuando sufro”
“Danos fuerza, Señor, para acompañarte siempre”
“Mujer, ahí tienes a tu hijo... Hijo, ahí tienes a tu madre”. Jesús está
preocupado por sus discípulos y cuando ya les ha dado todo, les da a su
madre, para que los cuide, para que aliente su fe. María acogió la
nueva misión y en su corazón resonaron aquellas palabras primeras:
“hágase en mí según tu palabra”
“Gracias, María, por ser madre, nuestra madre, mi madre”
“Gracias, Jesús, por compartir con nosotros hasta a tu madre”
“María, enséñanos a estar cerca de los que sufren”
Para acoger a María, como Madre nuestra y como Madre de la Iglesia, puede ayudarnos esta "Carta de Jesús":
Hoy te presento a mi Madre. Te la di con el mayor cariño en el
momento cumbre de mi vida terrena. Ella te estaba gestando en el dolor
al pie de la cruz y a mí no me faltaba más que poner el sello de
reconocimiento público a esa misteriosa maternidad. María es madre mía y
madre tuya, porque tú y yo somos hermanos.
No hay palabras
humanas para describir la grandeza de esta mujer sencilla, el dolor de
esta mujer bienaventurada, la fecundidad de esta mujer virgen, la
fortaleza de esta sierva del Señor, el cariño de esta madre universal,
que no sabe más que amar y, por consiguiente, que servir. Ella,
despojada de sí misma e invadida por la fuerza del Espíritu Santo...
En
el hogar de la Iglesia, María realiza su maravillosa misión, silenciosa
y eficazmente, siempre en la penumbra. Un día llegarás a saber todo lo
que ella ha sido para ti. Y verás también lo que tú has sido para ella.
Hay
quienes llegan a descubrirlo tarde, como esos hijos que sólo alcanzan a
comprender lo que deberían haber sido con su madre terrena cuando ella
ha desaparecido del hogar, cuando ya no pueden expresarle su gratitud
por todo lo que le deben.
María nunca desaparecerá del hogar,
pero tú sí puedes llegar tarde a vivir en esta tierra una relación viva,
intensa, profunda, filial con María. Porque hay cosas que debes hacer
aquí. Solo aquí se puede creer, sufrir, sembrar, morir. Y es preciso que
ella esté muy metida en todo esto.
Es preciso que te hagas
consciente de lo que significa en tu vida la Madre de Dios, la Hija de
Dios, la Esposa de Dios, la Madre de la Iglesia, tu propia Madre, María.
Que te dejes amar y enseñar por ella, para que aprendas a vivir como
ella, la mujer consagrada, mi perfecta discípula y seguidora; para que
aprendas a vivir en plenitud la vocación a la que has sido llamado/a.
https://www.ciudadredonda.org/articulo/6-ahi-tienes-a-tu-madre
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 19 de mayo de 2024
Domingo, 19 de mayo de 2023. Pentecostés
Domingo de la 8ª semana de Pascua B
PENTECOSTÉS
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 19‑23.
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los
judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy es la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu. La alegría de la Pascua se hace más plena por el don del Espíritu.
Jesús quiere dar a nuestro pobre corazón el Espíritu del Amor, a nuestra
cabeza el Espíritu de Sabiduría, a nuestra débil voluntad, el Espíritu
de Fortaleza, y para liberarnos del miedo, el Espíritu de la valentía...
El Espíritu Santo es nuestro defensor, nos la paz, nos hace testigos de su misericordia y su perdón.
Demos gracias a Dios por el don que se nos ofrece y abramos de par en
par nuestra vida para que el Espíritu Santo penetre hasta lo más
profundo de nuestra existencia.
Ojos inquietos por verlo todo.
Oídos atentos a los lamentos,
los gritos, las llamadas,
Lengua dispuesta a hablar
verdad, pasión, justicia…
Cabeza que piensa,
para encontrar respuestas
y adivinar caminos,
para romper las noches
con brillos nuevos.
Manos gastadas de tanto bregar,
de tanto abrazar
de tanto acoger
de tanto repartir
pan, promesa y hogar.
Entrañas de misericordia
para llorar las vidas golpeadas
y celebrar las alegrías.
Los pies, siempre en marcha
hacia tierras abiertas
hacia lugares de encuentro.
Cicatrices que hablan
de luchas, de heridas,
de entregas,
de amor,
de resurrección.
Cuerpo de Cristo…
…Cuerpo nuestro.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
ORACIÓN AL ESPÍRITU
Secuencia de la fiesta de Pentecostés
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo
que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 18 de mayo de 2024
Sábado, 18 de mayo de 2024
Sábado de la 7ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 21,20-25
En
aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a
quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su
pecho y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?"
Al verlo, Pedro dice a Jesús: "Señor, y éste ¿qué?" Jesús le contesta:
"Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme."
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese
discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: "Si
quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?"
Éste es el
discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros
sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús.
Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en
todo el mundo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Muchas
veces, cuando descubrimos que alguien sigue un camino distinto al
nuestro, vacilamos, nos quejamos... Y Jesús nos tiene que repetir: ¿a ti
qué? Tú sígueme.
A cada uno el Señor nos marca un camino. No hay
ninguno igual, tampoco hay uno más importante que otro. Sólo es más
importante el camino que se recorre con más amor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque eres bueno
porque tu misericordia es infinita
Has puesto tu mirada en mí, Dios de amor.
¡Que puedo decirte si Tú me conoces del todo!
Me he quedado mudo ante tu presencia
porque soy poca cosa y, sin embargo, me amas.
Al más infiel de tus siervos
muestras tu mirada de amor
y le dices: ¡Levántate! ¡Sígueme!
Y yo, escuché tu voz y confié en ti.
Señor confío en ti, porque tú eres amor,
justicia y misericordia infinita.
El
Evangelio ha sido escrito para dar testimonio del amor de Dios Padre
que se ha manifestado en la vida, muerte y resurrección de Jesús, con el
don del Espíritu Santo.
Nuestra vida ha de ser como un libro
abierto donde todos puedan leer que tenemos un Padre con un corazón
lleno de amor, un Hermano que nos ha mostrado con su cruz y resurrección
el camino de la vida y una Fuerza para superar los obstáculos y avanzar
hacia el Padre.
Cuando la inquietud nos lleva una y otra vez
a las tareas de siempre con esperanza nueva,
a encarnarnos donde no se estila,
Tú estás con nosotros,
aunque te creamos ausente.
Cuando remamos a oscuras en medio de la noche,
y nos sentimos cansados y solos
al ver nuestras redes vacías,
Tú estás presente,
aunque nuestros ojos no sepan reconocerte.
De madrugada, cuando la luz vence a las tinieblas,
después de una jornada larga y monótona,
Tú estás en la orilla,
para iluminar nuestras sombras
y hacernos nuevas propuestas.
Cuando las redes se nos llenan .
y la vida llega en abundancia,
Tú estás abriendo nuestro horizonte;
somos capaces de reconocer tu presencia
y saltar al agua sin nada encima.
A la hora de comer,
preparada la mesa,
Tú bendices la comida
y, mientras compartimos y miramos,
todos sabemos que eres el amigo de siempre.
Cuando tomas la palabra y me preguntas,
en público o en privado, si te amo,
Tú sabes que te quiero;
y, aunque me lleves a donde no me gusta,
extiendo mis manos para agarrar las tuyas.
------------------------
Ven Espíritu de Gracia,
quebranta el corazón endurecido,
derriba las barreras de mi alma,
destierra las tormentas al olvido.
Desata los nudos que en mi vida
encadenan mis horas al pasado,
libera las sonrisas escondidas
y arranca de mi carne su pecado.
Suelta mi lengua para la alabanza,
extiende mi mente a tu memoria,
ensancha el corazón para que abra
las puertas de mi ser para tu Gloria.
Abre mis oídos a tu canto,
unge mis manos y mi frente,
fortalece mis piernas, Fuego Santo
para correr al lugar donde tu quieres.
¡Impúlsame! torbellino y arrebato
huracanado con tus siete dones
al mundo que adolece de tu encanto
y desata los carismas que en mi escondes.
Muéleme en el fragor de tu tormenta
e ilumina mis ojos por las noches;
toma en tus llamas mi vida toda entera
y quémala en el mar de tus fulgores.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.