Domingo de la 5ª semana de Pascua B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento
mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para
que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he
hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede
dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que
permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no
podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el
sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo
que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que
deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús es la Vid, es la Vida. Nosotros somos los sarmientos y por
nuestras venas corre la misma Vida de Jesús... si permanecemos unidos a
Él.
Permanecer no es estar a ratos, cuando me apetece, cuando lo
necesito, cuando no tengo más remedio... El verbo permanecer es amigo
del sustantivo fidelidad y del adverbio siempre.
A veces,
“permanecer en Jesús” nos suena a castigo, a imposición, a condena. Si
lo vivimos así, no conocemos todavía el corazón de Dios. Permanecer es
un regalo, un tesoro, el mejor tesoro, que Él nos ofrece
incondicionalmente para que demos fruto, para que nuestra vida tenga
sentido.
Con toda la buena voluntad del mundo comenzamos
compromisos, queremos mejorar nuestro mundo, participamos en grupos de
fe, en parroquias y movimientos, tratamos de ser cada día mejores...
Queremos cosas buenas y trabajamos por ellas, pero olvidamos lo
fundamental, lo imprescindible: estar unidos a Jesús. Sin Él no podemos
hacer nada.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Cuántas energías buscando el aplauso
que al terminar me deja vacío.
Años de esfuerzo para lograr títulos
que no cambian nada lo que soy.
Desvelos para preparar un proyecto
Pasa el proyecto, y siguen los desvelos.
Cuánto trabajo modelando una imagen
que no es más que fachada.
Nada, al final todo queda en nada
y en mí crece el vacío.
Tú sigues paciente, esperando,
con esa ternura sonriente.
Solo Tú, lo repito pero ¿lo creo?
Solo en Ti, lo aprendí pero ¿lo vivo?
Tendrá que derrumbarse todo
hasta que solo queden escombros
para que te devuelva la mirada
para que no me quede otro asidero
y vuelva a ser aquel niño indefenso
que no puede hacer nada
sólo llorar y dejarse abrazar.
Javier Montes, sj
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También podemos rezar con esta canción:
Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar;
tu grande eterno amor quiero gozar.
Llena mi pobre ser, limpia mi corazón;
hazme tu rostro ver en la aflicción.
Mi pobre corazón inquieto está,
por esta vida voy buscando paz.
Mas sólo Tú, Señor, la paz me puedes dar,
cerca de Ti, Señor, yo quiero estar.
Pasos inciertos doy, el sol se va;
mas, si contigo estoy, no temo ya.
Himnos de gratitud alegre cantaré,
y fiel a Ti, Señor, siempre seré.
Día feliz veré creyendo en Ti,
en que yo habitaré cerca de Ti.
Mi voz alabará tu santo Nombre allí,
y mi alma gozará cerca de ti.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 28 de abril de 2024
Domingo, 28 de abril de 2024
sábado, 27 de abril de 2024
Sábado, 27 de abril de 2024
Sábado de la 4ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 14,7-14
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto."
Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Jesús le
replica: "Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al
Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo
os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí,
hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no,
creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las
obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que
pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el
Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Si
me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre”. Nunca acabamos de
conocer a Jesús, nunca acabaremos de conocerlo. Su grandeza no cabe en
nuestra pequeña cabeza, pero podemos conocerlo cada día mejor.
Eres otra cosa, Jesús.
Eres otra cosa.
¿Quién ha dicho que Tú eres triste,
serio, aguafiestas y exigente?
¿Quién ha dicho que el Evangelio
está reñido con la alegría y la fiesta?
¿Quién ha dicho que la fe es una carga inútil
de normas y leyes que ya no rigen?
¿Quién ha dicho que tu mensaje es una cadena
con manto de rosas y promesas huecas?
Tanto tiempo contigo,
trabajando en tu viña,
hablando de nuestras vidas,
y no te entendemos.
Tenemos que cambiar de pies a cabeza
nuestras glándulas resecas,
nuestros miembros sin juego,
nuestras arterias rotas,
nuestra mente cerrada,
nuestro corazón viejo.
Beber vino nuevo
y exponemos al viento de tu Espíritu
sólo con el manto que Tú nos has tejido.
Romper esquemas,
y adquirir estilo, forma y mentalidad nueva
para entenderte y gozarte.
Tanto tiempo contigo,
oyendo tus risas,
compartiendo tus fatigas,
y no te entendemos,
porque seguimos siendo fariseos,
ayunando de tu Evangelio,
y no nos atrevemos a emborrachamos contigo.
Eres otra cosa, Jesús.
Eres otra cosa.
Florentino Ulibarri
“Yo
estoy en el Padre y el Padre en mi”. Dios es un misterio de comunión,
de amor. El Padre está en corazón del Hijo y del Espíritu. El Hijo está
en el corazón del Padre y del Espíritu. El Espíritu está en el corazón
del Padre del Hijo. Nuestras palabras se quedan muy cortas para
describir el misterio de Dios.
Pero lo más importante no es tratar
de tratar de comprender desde fuera este misterio, lo más importante es
aceptar la invitación de Jesús nos a entrar dentro de este misterio de
comunión, de amor. También podemos decir a nuestro modo: “yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí”.
“Gracias Señor por abrirnos las puertas de tu intimidad”
“Gracias porque en tu corazón, yo estoy también presente”
“Señor, quiero acogerte en mí como tú me acoges”
“Señor, danos tu Espíritu
para que en nuestro corazón haya sitio para todos"
Quien te ve a ti, Jesús, ha visto a Dios Padre.
Tus palabras son las palabras creadoras del Padre.
Tus milagros reflejan el poder salvador del Padre.
Tus lágrimas brotan de los ojos compasivos del Padre.
Tu perdón nace del corazón misericordioso del Padre.
Tu muerte en la cruz revela el amor generoso del Padre,
que no se reserva lo más querido, que se entrega del todo.
Tu resurrección es un soplo de la vida del Padre,
que renueva a cada persona y al universo entero.
Gracias, Jesús, por derribar nuestras ideas de Dios,
tan cortas como nuestros miedos y deseos.
Gracias por revelarnos el verdadero rostro de Dios.
Gracias por salvarnos del miedo a Dios y al futuro.
Señor, transforma mis sentimientos,
pensamientos y comportamientos;
a fin de que, unido a ti, mi vida sea también
transparencia de las palabras, la fuerza,
el perdón y el amor del Padre.”
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 26 de abril de 2024
Viernes, 26 de abril de 2024. San Isidoro
San Isidoro
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra.
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco
se enciende una vela para ponerla debajo del celemín, sino para ponerla
en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesucristo
nos ha traído la mejor sal y la luz más clara: su Evangelio, su vida.
El Evangelio de Jesús da sabor de esperanza, de fraternidad, de fe al
mundo. La vida de Jesús ilumina nuestra existencia y nos ayuda a
descubrir cómo somos en realidad y cómo podríamos ser...
“Gracias Señor por ser la sal de mi vida”
“A veces no me dejo iluminar por ti. Perdóname”
“Que no me aparte nunca de tu luz, Señor”
Pero
la sal y la luz de Jesucristo no son sólo para nuestro disfrute
personal. Él nos dice: Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del
mundo. Tu parroquia ha de ser sal y luz en el barrio, tú tienes que ser
sal y luz en medio de tu familia, de tus amigos, como lo fue San Isidoro
en su tiempo.
Sin embargo, en muchas ocasiones nos
parece que no podemos ser sal y luz de nada. Nos paraliza nuestra
pequeñez, nuestros pecados... No da miedo ir en contra de la corriente,
en contra de una corriente muy fuerte. Jesús conoce nuestra debilidad y
sabe bien de la fuerza del mal, pero confía en nosotros y nos envía. Es
posible ser sal y luz desde la pequeñez. Si confiamos y nos apoyamos en
Él, su fuerza se manifestará en nuestra debilidad.
¿Cómo eres y cómo podrías ser sal y luz? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
De San Isidoro es esta oración preciosa:
¡Aquí estamos, Señor, Espíritu Santo!
¡Aquí estamos, reunidos en tu presencia!
Limitados sí, por la malicia del pecado,
pero confiados al reunirnos en tu nombre.
Ven y quédate con nosotros:
dígnate infundirte en lo más íntimo de nuestros corazones.
Enséñanos en qué tenemos que ocuparnos,
hacia dónde hemos de dirigir nuestros esfuerzos,
haznos saber lo que debemos realizar;
para que con tu ayuda te podamos agradar en todo.
Sé tú sólo quien inspires
y lleves a feliz término nuestras decisiones;
Tú que sólo con Dios Padre y su Hijo
posees el nombre glorioso.
No permitas que seamos
perturbadores de la justicia,
Tú que amas, sobre todo la equidad
en sumo grado.
Que la ignorancia no nos arrastre al mal,
ni el aplauso nos desvíe,
ni nos corrompa el interés de lucro,
o la preferencia de personas;
antes bien, únenos a Ti de modo eficaz
por el don de tu sola gracia.
Que seamos uno en Ti
y en nada nos apartemos de la verdad.
Y por hallarnos reunidos en tu nombre,
podamos en todo mantener la justicia,
guiados por el amor filial, para que aquí y ahora
nuestro dictamen en nada disienta de Ti,
y en lo venidero consigamos la eterna recompensa
por haber actuado conforme a tus designios.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 25 de abril de 2024
Jueves, 25 de abril de 2024. San Marcos
San Marcos
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A
los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi
nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si
beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los
enfermos, y quedarán sanos.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
San
Marcos se dejo seducir por Cristo. El amor de Dios llenaba su corazón
de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que
ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con
sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma.
¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué
te dice Dios? ¿Qué le dices?
El que crea y se bautice
se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será
más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdona, para entregar su
vida…
“Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”
Echarán
demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas
nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. Cogerán serpientes y
beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará
daño.
Es fácil amar lo amable, rozar lo bello,
admirar brillos y fachadas,
agujero negro de miradas distraídas;
aplaudir lo exitoso,
jalear lo apuesto,
empujar aún más alto
lo que no toca techo.
Difícil es adentrarse en el caos
oculto tras el rostro cordial.
Deambular por las estancias
pobladas por demonios de dentro,
las memorias
que encadenan nuestro vuelo a derrotas pasadas,
los amores difíciles,
las batallas perdidas,
los gritos que, sin darlos,
martillean en cada rincón.
Difícil, pero posible.
Todos necesitamos,
alguna vez,
alguien
que toque, con ternura,
nuestras cicatrices.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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«Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas
palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que
contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos
amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices.
La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.
¿Dónde
nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a
todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen
más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También
para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos,
quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.
Señor,
no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como
Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé
hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a
Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No
tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por
delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos
acompañas siempre.
Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos
envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos
frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos
que pensábamos que no teníamos.
Nos envías para servir.
Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se
identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos,
tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida
de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir,
inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste,
como tú haces, Jesús.
Danos un corazón que sepa acoger la fuerza
que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para
destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio;
para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de
nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.
Inspirada en una homilía del Papa Francisco en la JMJ Rio de Janeiro 2013
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 24 de abril de 2024
Miércoles, 24 de abril de 2024
Miércoles de la 4ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12,44-50
En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús insiste: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado... Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado”. Viendo a Jesús, vemos al Padre; escuchando a Jesús, escuchamos al Padre. Por eso, cuando leemos el Evangelio, no sólo encontramos el modelo a seguir, estamos llamados a descubrir cuáles son los sentimientos de Dios respecto a las personas.
“Gracias Padre por desnudar tu corazón lleno de ternura”
“Gracias Jesús por darnos todo lo que el Padre te dio”
“Perdona y cura nuestra falta de fe”
Cada cristiano está llamado a decir con verdad: “El que me ve a mí, ve al que me ha enviado”:
Sólo con la fuerza del Espíritu, nuestra vida podrá ser el espejo donde se refleje la vida de Dios.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Quien te ve a ti, Jesús, ha visto a Dios Padre.
Tus palabras son las palabras creadoras del Padre.
Tus milagros reflejan el poder salvador del Padre.
Tus lágrimas brotan de los ojos compasivos del Padre.
Tu perdón nace del corazón misericordioso del Padre.
Tu muerte en la cruz revela el amor generoso del Padre,
que no se reserva lo más querido, que se entrega del todo.
Tu resurrección es un soplo de la vida del Padre,
que renueva a cada persona y al universo entero.
Gracias, Jesús, por derribar nuestras ideas de Dios,
tan cortas como nuestros miedos y deseos.
Gracias por revelarnos el verdadero rostro de Dios.
Gracias por salvarnos del miedo a Dios y al futuro.
Señor, transforma mis sentimientos,
pensamientos y comportamientos;
a fin de que, unido a ti, mi vida sea también
transparencia de las palabras, la fuerza,
el perdón y el amor del Padre.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 23 de abril de 2024
Martes, 23 de abril 2024. San Jorge
Martes de la 4ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,22-30
Se
celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era
invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los
judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les
respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre
de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque
no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y
ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre,
y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera
a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre
somos uno."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Os
lo he dicho y no me creéis”. Cuántas veces repitió Jesús estas palabras
a los judíos y cuántas veces nos las dirige a nosotros.
“Señor danos fe para creer en ti, para creer en tu Palabra”
“No te canses de repetirnos tu Palabra. No cuesta comprender”
“Danos paciencia para comprender al que le cuesta creer”
“No
me creéis, porque no sois ovejas mías”. Creemos muy seguros que
pertenecemos al rebaño de Jesús, pero en muchas ocasiones escuchamos más
y seguimos con más devoción a otros pastores (políticos, periodistas,
pensadores, eclesiásticos...)
¿A qué pastores escuchas y sigues?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
“Mis
ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen”. Para
conocer la voz de Jesús hay que escucharla muchas veces. Su voz de no es
estridente, es suave y necesita silencio para poder ser escuchada. Su
voz se oye con más fuerza en el camino del seguimiento.
¿Qué haces para escuchar la voz del Señor? ¿Qué podrías hacer?
¿Qué te dices Dios? ¿Qué le dices?
Pastor de tu pueblo,
Tú nos guiaste por mesetas, montes y cañadas,
con paciencia, ternura y sabiduría,
como los viejos pastores guían sus rebaños.
Hoy estamos desorientados y sin sueños.
¿Por qué no vienes a estar con nosotros un rato?
¿Por qué no nos sacas de estos apriscos vanos?
¿Por qué sigues sentado en tu trono de nubes?
Andamos errantes por campos agostados
sorbiendo el polvo y nuestro llanto;
nos flaquean el ánimo y las fuerza
y no encontramos un lugar de descanso.
Hemos perdido el horizonte que nos señalaste
y somos víctimas de nuestros miedos,
de nuestros anhelos frustrados en el camino,
de nuestros egoísmos y laberintos diarios.
Tú, que eres buen pastor, con entrañas y corazón...
Tú, que conoces a los tuyos por su nombre...
Tú, que los defiendes de lobos y otros peligros...
Tú, que prometiste darnos vida siempre...
¡Sílbanos tus alegres canciones que motivan,
llévanos por tus caminos preferidos,
condúcenos a los pastos que alimentan
y a las fuentes refrescantes que Tú conoces.
¡Muéstranos tu rostro alegre y luminoso,
como el sol nos ofrece generoso el suyo!
¡Guíanos, en estos tiempos de duda e incertidumbre,
con paciencia, ternura y sabiduría!
¡Reúnenos,
cúranos,
defiéndenos
y danos tu Espíritu!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 22 de abril de 2024
Lunes, 22 de abril de 2024
Lunes de la 4ª semana de Pascua B y C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Juan 10, 1‑10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
—«Os
aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas,
sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y
las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus
ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina
delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un
extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
—«Os
aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido
antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Yo
soy la puerta”. A través de Cristo-puerta, el Dios invisible y
omnipotente, se hace cercano y amoroso par ti. A través de Cristo-puerta
nos encontramos con Dios.
Señor, todos queremos ser felices, plenamente felices.
Tú has puesto en nuestro corazón el deseo de una felicidad infinita.
Pero no siempre acertamos a entrar por la puerta que conduce a esa felicidad, a esa salvación.
Y, a veces, llegamos a pensar que no existe esa puerta,
que nunca podremos disfrutar una felicidad a la medida de nuestro corazón.
Pero tú, Jesús, nos dices que existe una puerta que nos hace entrar en la familia del Padre, en el calor de su casa.
Tú, Jesús, eres la puerta, el paso hacia la salvación, hacia la felicidad que colmará todos nuestros deseos.
Eres la puerta que nunca está cerrada, ni tiene aduanas
que está abierta siempre y a todos, sin exclusiones, sin privilegios;
puerta abierta para entrar y para salir. No quieres que tus hijos te amemos a la fuerza.
Tú eres una puerta abierta, también y de forma especial a los que nos sentimos pecadores.
Tú nos esperas para abrazarnos, para perdonarnos, para curarnos,
para transformar y renovar nuestra vida, para llenarla de alegría plena y duradera.
Entrar
por Cristo-puerta significa hacerse como él, adquirir sus modos de
actuar, sus sentimientos, sus actitudes; es dejarse transformar por
Cristo: cristificarse. San Pablo lo expresó así: “no vivo yo, sino que
es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
Para ser pastor del hermano, hemos de entrar por
la puerta (por Jesús), tenemos que amar con él, con generosidad,
gratuitamente, con cercanía, estando dispuestos a entregar la vida.
Pedimos al Señor por los que de una manera especial están llamados a ser
pastores de los demás, por los gobernantes de todos los pueblos, por
los Obispos y los sacerdotes, pastores del Pueblo de Dios.
Nos llamas por nuestro nombre
y nos reconoces por mil gestos y detalles
que llevas grabados en tus pupilas.
Dispuesto a dar la cara y la vida
por nosotros, a pesar de nuestras tonterías,
tus palabras son nuestra seguridad.
Tú eres el buen pastor.
Pastor enérgico que nos sacas del aprisco
y nos pones en camino contigo
en búsqueda de otros pastos y fuentes.
Nos haces repudiar las doctrinas enlatadas,
los ritos repetidos y sin sentido;
y nos dices: Id donde el corazón os lleve.
Tú eres el buen pastor.
Andábamos despistados por ahí,
cada uno en su casa, para sí y a lo suyo,
cuando Tú nos llamaste a tu comunidad.
En tu compañía, al caminar juntos,
hemos abierto los ojos y el corazón
a nuevos y refrescantes horizontes.
Tú eres el buen pastor.
Contigo pasamos de la sumisión
a la fe gozosa y personal,
del gregarismo a la comunión,
del miedo a la libertad,
del individualismo a la solidaridad,
del temor a la filiación.
Tú eres el buen pastor.
Contigo hemos roto el silencio
y nos atrevemos a levantar la voz,
a la denuncia y a la contestación;
y también al canto y a la alabanza
porque bulle la vida en nuestras entrañas
y late de esperanza nuestro corazón.
Tú eres el buen pastor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.