Jueves Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la 
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que 
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el 
diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que 
lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus 
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se 
quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la 
jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con
 la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: 
"Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú
 no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: 
"No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no 
tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los 
pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha
 bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está 
limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía 
quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y 
les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me 
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si 
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros 
debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que
 yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este 
mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la 
enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor 
expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse 
desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder 
detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo 
de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los 
pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos 
estaban obligados a realizar).
            “Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
            “Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me 
lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el 
Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo,
 el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no 
utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste
 su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a 
Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los 
hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el 
Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el 
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis 
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he 
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
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Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 28 de marzo de 2024
Jueves, 28 de marzo de 2024. Jueves Santo
miércoles, 27 de marzo de 2024
Miércoles, 27 de marzo de 2024. Miércoles Santo
 Miércoles Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los 
sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo 
entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces 
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le 
preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El 
contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento 
está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la 
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, 
dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos 
consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, 
Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me 
va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay
 del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber 
nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo 
acaso, Maestro? El respondió: Así es.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:
- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las 
cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una 
máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a 
Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano 
acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el 
colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia 
así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras
 cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, 
pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de 
superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una 
importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un 
millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres,
 hombres y niños que son engañados y transportados a lugares 
desconocidos.
Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por 
la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más 
débiles de la sociedad.
Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.
Ilumina
 a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus 
decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la 
gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la
 dignidad de todo ser humano.
Señor de la Vida, ayuda, sobre 
todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y
 la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.
Señor,
 Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar 
contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra 
todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del 
valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia 
de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 26 de marzo de 2024
Martes, 26 de marzo de 2024. Martes Santo
 Martes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién 
lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su 
derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo 
decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: 
¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y 
untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del
 pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que 
hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba
 la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario 
para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. 
Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios 
es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo 
glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo 
voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro 
replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por 
ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no 
cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos 
conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los 
niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación 
adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
  y a hacer realidad tus mismas opciones”
La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras 
ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no 
debemos, lo que no queremos.
            “Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
            “Gracias por tu amor, a prueba de traición”
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:
Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud 
quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de 
nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que 
todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
Tú,
 sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi 
debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu 
dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, 
mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi 
cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
Ayúdame
 a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu 
misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; 
en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad 
de comprender a los demás.
Señor, aunque me cueste, quiero apoyar
 mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad 
como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de 
los que me rodean, de los que más me necesitan.
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 25 de marzo de 2024
Lunes, 25 de marzo de 2024. Lunes Santo
 Lunes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a
 quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una 
cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la 
mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a
 Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de 
la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: 
¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para 
dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres,
 sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban 
echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi 
sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no 
siempre me tenéis.
Una muchedumbre de judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo 
por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de 
entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a 
Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en 
Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!
Marcelo A. Murúa
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A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.
Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...
Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.
Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.
Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.
Florentino Ulibarri
María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas 
escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su
 presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un
 perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el 
amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón, 
hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de 
María.
            “Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
            “Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son 
como una nube negra en un cielo azul.  Cuando no nos ponemos en lugar 
del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que 
callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 24 de marzo de 2024
Domingo, 24 de marzo de 2024. Domingo de Ramos.
Domingo de Ramos B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Marcos
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el corazón.
- En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia. Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente incómodo, tratando de que los otros asuman la responsabilidad.
Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la palabra, los milagros y la amistad de Jesús.
Cuando te sientas identificado con estos personajes, pide perdón.
- En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo, la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver cómo muere Jesús... En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño, confiando en Dios Padre. Da gracias a Dios por las ocasiones en las que sigues el ejemplo de ellos, por las personas que viven así.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
En esta Semana Santa…
Señor, déjame ir contigo; sólo quiero caminar detrás,
pisar donde tú pisas, hasta llegar a la cruz.
Quiero escuchar tu palabra, simple y preñada de Dios,
que, aunque a muchos incomode, a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa, comer del pan compartido
que con tus manos repartes a todos los que se acercan.
Que de tanto ir junto a ti, pueda conocerte más,
tú seas mi único amor y te siga hasta morir.
(Adaptación de una plegaria de Javi Montes SJ)
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¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes...
Y de gestos proféticos nada se sabe.
Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.
Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.
Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.
Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.
Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia...
¡Estamos huérfanos.!
Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.
¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.
El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.
¡Hosanna, Señor, Hosanna!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 23 de marzo de 2024
Sábado, 23 de marzo de 2024
 Sábado de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver
 lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los 
fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y
 los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este 
hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y 
vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de
 ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no
 entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por 
el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por 
propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló 
proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no 
sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios 
dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba 
públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al 
desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los 
discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella 
región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. 
Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os 
parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían 
mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para 
prenderlo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las 
posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los 
jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos 
creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se 
tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!
Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El 
Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el 
pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se 
desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.
La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos 
para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar 
sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir 
creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en 
ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué
 hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia 
social...? Nadie está libre de pecado.
            ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 22 de marzo de 2024
Viernes, 22 de marzo de 2024
 Viernes de la 5ª semana de Cuaresma
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él 
les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi 
Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No 
te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, 
siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito 
en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a
 aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la 
Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros 
que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi
 Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a
 las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo 
en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se 
marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había 
bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan 
no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y 
muchos creyeron en él allí.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron 
Jesús y sus discípulos antes de aquel primer viernes santo. La 
hostilidad se podía cortar, el enfrentamiento era cada vez más espeso. 
Los amigos del Maestro casi no se atreven a hablar, sus miradas no se 
atreven a levantarse, bajo el peso de la preocupación, la tristeza, el 
desconcierto...
Jesús se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido 
quedarse Jesús allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro 
que no faltó alguien que le aconsejó tomar ese camino.
¡Cuánto pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que 
el camino de la misión se adentraba en los territorios sombríos de la 
muerte. No era fácil. Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la 
humanidad, fiel a ti y a mí, fiel al que le ama y al que le aborrece.
Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.
Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.