domingo, 28 de enero de 2024

Domingo, 28 de enero de 2024

  Domingo de la 4ª semana del t.o.B


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 1, 21-28

Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.
Jesús lo increpó: Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte salió.
Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo.
Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús acude a la sinagoga de Cafarnaún, donde enseña. Jesús no es un letrado, ni un sacerdote que oficiaba en el Templo, ni un rabino... Él no tiene poder. Sin embargo, tiene autoridad. El poder brota del dinero, de la posición social, de la fama ganada con las armas o las tretas, por eso no genera respeto, sino miedo. Jesús produce respeto. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Aparece un endemoniado, posiblemente poseído por alguna enfermedad mental como la epilepsia o la esquizofrenia. Entonces Jesús realiza el primer milagro: el poder de Dios reside en Jesús, por eso cura del dominio diabólico. Su autoridad no reside sólo en las palabras, sino en los hechos. No se salvará todo el que dice «Señor, Señor», sino quien cumple la voluntad de Dios. Obras son amores y no buenas razones. La credibilidad de nuestra fe quedará acreditada ante nuestros vecinos sólo si plantamos cara al diablo que atormenta a los hombres con la fascinación consumista, el deseo de poder y aparentar y, como no, con el abandono, la falta de medicamentos, la falta de desarrollo... ¡cuántos niños obligados a trabajar desde pequeños o incluso esclavizados pedirán mañana la curación de sus enfermedades de huesos, de su hambre, de su analfabetismo, de sus heridas de guerra!

Jesús increpa al mal: «cállate». Pero por boca del profeta Isaías sigue preguntándose: «¿a quién enviaré, quién irá por mí?». Pídele al Señor que te mueva siempre a la compasión ante el dolor de cada persona, viva cerca o lejos. Alegra el corazón conmovido de Dios respondiendo: «Aquí estoy, Señor, envíame a mí».

Señor, expulsa los espíritus inmundos de nuestro corazón: el espíritu del orgullo, que nos lleva a separarnos de Ti y de los hermanos, a construirnos aisladamente, sin contar con nadie, sin contar contigo; el espíritu de la comodidad, que nos invita a buscar la felicidad fácil, en la satisfacción inmediata de nuestros caprichos, en la búsqueda obsesiva del placer, del poder, del tener. Líbranos, Señor.

Expulsa también, Jesús, los espíritus inmundos del mundo. Aleja al espíritu de la indiferencia y la injusticia, para que luchemos por la vida de los que se ven obligados a vivir y dormir en la calle; de los jóvenes sin ilusión, sin trabajo, sin casa; de las mujeres maltratadas en sus propios hogares; de muchos inmigrantes que malviven a nuestro lado; de los niños a los que no se les permite nacer; de muchas personas que sufren hambre, guerras…

Gracias, Jesús, por contar conmigo, para luchar, a tu lado, contra el mal; para construir un mundo de hermanas y hermanos. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha. 

sábado, 27 de enero de 2024

Sábado, 27 de enero de 2024

  Sábado de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 35-40

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua.
El estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma.
El les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: ¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Evangelio de hoy es un reflejo de nuestra propia vida. ¿Cuántas veces hemos sufrido problemas que nos han turbado y quitado la paz mientras parecía que Dios estaba dormido? No pocas veces hemos gritado a Dios porque creíamos hundirnos. Pero miremos la reacción de Jesús: reprocha nuestra falta de fe. Lo contrario de la fe y del amor no es el odio, sino nuestra cobardía.
            “Jesús, tengo fe pero dudo, ayuda a mi pobre fe”

Jesús no nos deja de la mano, pero a veces parece que está dormido. Esto nos hace ser más fuertes, nos provoca para que andemos por nosotros mismos a la luz de la fe. Si no sentimos consuelo en la oración creemos que Dios está lejos de nosotros y nos echamos atrás. Sin embargo, Jesús es nuestro tesoro, y los tesoros están ocultos. Hay que pasar por los desiertos de la sequedad y monotonía en la oración. Hay que ser valientes en esas noches en las que no vemos ni sentimos nada. Muchos se desesperan y se cansan. Los valientes llegan hasta el final y Dios premia sus ansias y su amor, su fidelidad.

¿Me canso en la oración y creo que en vez de caminar hacia Dios estoy retrocediendo? Si es así es que vas en la barca con Jesús, que no tenga que reprochar nuestra cobardía. Da gracias porque viene con nosotros en medio de la tempestad y de la noche.

Señor, tanto si me respondes como si no,
quiero seguir invocándote,
invocándote sin cesar,
bajo las bóvedas de la asidua oración.

Tanto si vienes como si no vienes,
quiero seguir confiando en Ti:
sabiendo que entras en mi interior
a poco que abra el corazón a ti y al hermano.

Tanto si me hablas como si no,
no permitas que me canse de invocarte.
Aunque no me des la respuesta que espero,
que no dude de que, de un modo u otro,
discretamente, te dirigirás a mí..

En la oscuridad
de mis oraciones más profundas,
sé que estás cerca, aunque no te sienta.

En medio de la danza de la vida,
de la enfermedad y de la muerte,
ayúdame a invocarte sin descanso,
sin caer en la desconfianza
por tu aparente silencio,
Dame una fe recia para esperar
tu palabra, tu presencia, tu paz.


Adaptación de un texto de PARAMAHANSA YOGANANDA

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Muchos dicen que en esta barca
vamos, más que nunca, a la deriva;
que es muy antigua y nada atractiva,
que ha perdido seguridad y rumbo,
que hace aguas por todas las esquinas
a pesar de sus arreglos y proclamas;
y que sus timoneles desconciertan
a quienes se acercan con fe y ganas.

Dicen que sólo ofrece palabras;
que coarta la libertad y la gracia;
que ata, en nombre de Dios, la esperanza
anunciándose servidora humana;
y que se cree tan verdadera y necesaria
que las personas honestas y sanas
acaban dejando que pase,

Y aunque se pase las noches bregando
no pesca nada en las aguas que surca
ni puede compartir con otras barcas
las fatigas y gozos de las grandes redadas.
Lo único que le queda en esta travesía,
antes de quedar varada en la orilla,
es remar mar adentro y echar las redes
siguiendo tu consejo y palabra.

Y, sin embargo, esta barca,
tan llena de miserias, tan humana,
tan poco atractiva y desfasada,
a la que ya pocos miran
y es objeto de risas y chanzas,
es la que me llevó por el mar de Galilea
y me enseñó a no temer tormentas
y a descubrirte, sereno, en la popa.

Esta barca a la que Tú te subiste,
para hacerme compañía y prometerme
ser pescador y entrar en tu cuadrilla,
todavía recibe ráfagas de brisa y vida
y es, aunque no lo comprenda,
mi casa, mi hogar, mi familia
para andar por los mares de la vida
a ritmo y sin hundirme, con la esperanza florecida.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 26 de enero de 2024

Viernes, 26 de enero de 2024. Santos Timoteo y Tito

 

 Viernes de la 3ª semana del t.o.


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.
El duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.
Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño. Hay que ser fieles en lo poco. En lo cotidiano estamos haciendo crecer la dinámica del amor que es el Reino de Dios. Nadie conoce las buenas consecuencias de una sonrisa, de una palabra de aliento, de un compromiso cuidado y constante. Se siembra una semilla pequeña, pero queda ahí y crece. ¿Qué siembro yo, inconstancias y discordias o ilusión por Jesucristo?

Tenemos la experiencia contraria: una mentira tiene repercusiones que quedan y crecen cada día sin que sepamos cómo. En cambio nos falta confianza en esta Palabra: el bien es difusivo, imparable.

También nosotros somos pequeños, como el grano de mostaza. Si te dejas cuidar y provocar por Dios, si dejas que él pruebe tu amor en la fragua de su Amor, entonces serás como un árbol frondoso en el que todos encontremos sombra, frescura, aliento y descanso.

Señor, tengo en el cuenco de mi mano un grano de mostaza
Es pequeño. Parece insignificante.
Descubierto en el suelo,
es más fácil pisarlo que admirarse,
más fácil despreciarlo que recogerlo como un pequeño tesoro.

Aquí está, en mi mano. Solo.
Sin embargo, bajo su piel tostada
encierra un secreto de vida.
En él hay un gran árbol dormido.

Si cada uno sembramos nuestro grano,
junto al del hermano…
tendremos muchos árboles,
que cobijarán y darán sombra a muchas personas.

Señor, ¿Y si este grano fuera el último que queda en el planeta,
y yo el único responsable de cuidarlo?
¿Y si éste fuese el último grano de mostaza que yo podré sembrar?
¿Qué voy a hacer con este grano?
¿Qué esperas de mí, Señor? ¡Di!

¿Lo encerraré en la urna de un museo?
¿Lo ofreceré como alimento a un pájaro o a una hormiga?
¿Lo sembraré?
Sí. Lo importante es sembrar.
Y confiar en la tierra que lo acoge y en Ti, Señor.
Sin que yo sepa cómo,
tu fuerza lo convertirá en un árbol frondoso.

Señor, el grano de mostaza que acojo en el cuenco de mi mano
es mi vida, mi amor, mi trabajo, mi alegría, mi fe.
Señor, dame generosidad para sembrar, para sembrarme.
Dame paciencia, confianza y fe, para esperar el mejor fruto. Amén
.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha. 

jueves, 25 de enero de 2024

Jueves, 25 de enero de 2024. Conversión de San Pablo

 Conversión de San Pablo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy celebramos la fiesta de una conversión: la de San Pablo, un hombre que cambio radicalmente su vida. El perseguidor de cristianos se convierte en uno de los mejores servidores de Cristo. Todo lo que había vivido hasta entonces lo consideró basura, en comparación con el conocimiento de Jesús.
            “Señor, concédeme el don de la conversión”
            “Gracias por las personas que se dejan convertir por ti”
            “Perdona y cura mi dureza de corazón”

San Pablo se dejó seducir por Jesucristo. En todo momento sabía de quien se había fiado. Su vida tenía sentido en la medida de que Cristo vivía en Él. La fuerza de Dios se mostró perfecta en su debilidad. Le bastó la gracia de Dios para ser feliz.
            “Señor, seduce nuestro corazón”
            “Gracias por tu amor, por tu gracia”
            “Muestra tu fuerza, Señor, en nuestra debilidad”

San entendió enseguida que ser cristiano es ser evangelizador: fue al mundo entero y proclamó el Evangelio. Llevo el mensaje de Jesucristo más allá de las fronteras de Jerusalén, de Israel. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo,
a pesar de mi pequeñez y mi pecado.
Cuentas conmigo y me llamas,
como llamaste a Pablo,
un fariseo inteligente, fanático, intransigente,
que quería acabar con los que no pensaban como él.

Gracias a tu cercanía,
Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios
y descubrió que donde abundó el pecado,
sobreabundó tu amor;
que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad;
que nos podemos fiar de Ti completamente;
que Tú lo habías elegido para anunciar el Evangelio.

También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.
Que sepa acercarme cada día a Ti,
para que puedas acabar la obra
que has comenzado en mí
y yo sepa contagiar mejor
la luz, la alegría y la esperanza de nacen de la fe.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha. 

miércoles, 24 de enero de 2024

Miércoles, 24 de enero de 2024. San Francisco de Sales

 Miércoles de la 3ª semana del t.o.


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago.
Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y el gentío se quedó en la orilla.
Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.
Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron y no dio grano.
El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.
Y añadió: El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
El les dijo: A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone».
Y añadió: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra.
Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso, al escucharla la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la Palabra, enseguida sucumben.
Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la Palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la Palabra, y se queda estéril.
Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También el Sembrador sale hoy a sembrar, pero ¿soy yo tierra buena en la que la semilla de la Palabra da sus frutos? Dice San Agustín: «Cambiad, mientras os es posible; romped con el arado la dureza del terreno, quitad las piedras del campo, arrancad las zarzas de la tierra. No tengáis un corazón duro en el que muera pronto la palabra de Dios. No tengáis tan delgada capa de tierra, que la raíz de la caridad no pueda alcanzar profundidad. No ahoguéis con las preocupaciones y apetencias seculares la buena semilla que mi fatiga esparce en vosotros. Realmente quien siembra es el Señor, pero yo soy su bracero. Sed tierra buena»
                    
Jesús me invita a sembrar con él. El tiempo de sembrar es el tiempo de la Iglesia, de la misión de todos los cristianos. ¿Soy consciente de que en la educación de mis hijos, en mi trabajo, en mi compromiso parroquial, en el trato con los vecinos debo sembrar la Palabra?

Jesús garantiza el éxito: al final el Reino dará el ciento por uno. ¿Siembro con alegría y optimismo? ¿Hablo de Dios sin complejos, como quien ha descubierto un tesoro y da una buena noticia?
            “Dime Jesús, ¿qué debo cambiar en mi vida?”
            “¿Cómo te puedo ayudar a sembrar?

Señor, Jesús, Tú eres el sembrador.
Y yo la tierra en la que esparces la semilla de tu Palabra.
Gracias, Señor, por “perder tu tiempo” conmigo;
gracias por darme la oportunidad de acoger tu semilla,
de ser feliz, dando fruto abundante.

No permitas que mi corazón se endurezca,
como un camino.

No dejes que la vida me petrifique, Señor.
Que no me gane la partida la desconfianza y el escepticismo.

Señor, en ocasiones soy como terreno pedregoso,
Acojo con ilusión tu Palabra, pero no soy constante.
Me gusta probarlo todo, pero no doy la vida por nada.
Ayúdame a sacar las piedras de mi corazón,
para ser tierra buena, con hondura, que dé fruto.

Señor, te doy gracias, por ser tierra buena,
tierra que sería fecunda...
si no estuviera llena de espinas.
Acojo la semilla de tu Palabra en un rincón del corazón,
pero a veces recibo y dedico más tiempo a otras plantas
que asfixian los brotes que nacen de tu semilla.
Señor, dame valor para renunciar a todo lo que me separe de Ti.

Señor, gracias por todas las personas que son buena tierra,
en las que tu palabra crece y fructifica, ahonda y se multiplica.
Gracias por los santos, que producen el ciento por uno.
Gracias porque también yo, con tu ayuda, doy fruto abundante,
frutos de ternura y solidaridad, de justicia y paz.
Señor, gracias por elegirme para ser sembrador.
Gracias por enseñarme que, a pesar de los obstáculos,
todas las semillas, tarde o temprano, producen su fruto.

Ayúdame a sembrar con una mano
y ayudar, con la otra, a que las tierras se conviertan en fecundas.
Dame generosidad para ser como el grano de trigo,
dispuesto a enterrarse y a morir,
para que la tierra del mundo dé los mejores frutos. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha. 

martes, 23 de enero de 2024

Martes, 23 de enero de 2024. San Ildefonso

 Martes de la 3ª semana del t.o.


1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También yo estoy en ese grupo de personas que escuchaban a Jesús. Él me mira y me dice: ¿Quienes son mi madre y mis hermanos? Todo el que hace la voluntad de Dios.
Yo soy de la familia de Jesús, no soy ajeno a él. Para Jesús soy alguien entrañable, de la familia. Escucho con el corazón estas palabras de Jesús ¿qué siento? ¿qué le digo?

¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ¿Hasta donde llega nuestro amor? ¿se cierra en los muros de la familia, de los amigos, de los que son y piensan como yo?
    "Dame Señor una mirada y un corazón abiertos"
    "No permitas que me encierre en mi, en los míos"

No es suficiente con ser de la familia de sangre de Jesús, tampoco se trata sólo de pertenecer al grupo que lo acompaña. Se trata de cumplir la voluntad de Dios. Por eso, podemos decir que María es madre de Jesús por doble motivo: porque lo dio a luz y porque ninguna criatura cumplió la voluntad de Dios como ella.
    "María enséñanos a cumplir la voluntad de Dios"

Señor, has dicho: Mi madre y mis hermanos son éstos:
los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.

Gracias por considerarnos miembros de tu familia,
porque quieres ser nuestro hermano,
por darnos como madre a María.

Gracias por ser de la familia de San Francisco,
Santa Teresa, la madre Teresa de Calcuta
y el arzobispo Romero.

Gracias por ser de la familia
de todas las personas que hoy han comenzado
a trabajar por sus hijos, por su barrio,
por su comunidad, por la gente más necesitada.

Dame unos oídos bien abiertos
para escuchar tu palabra en la Biblia,
en la conciencia, en los pobres...
y una voluntad decidida para ponerla por obra.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 22 de enero de 2024

Lunes, 22 de enero de 2024. San Vicente

 Lunes de la 3ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3,22-30

Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Está poseído por Beelzebul” y “por el príncipe de los demonios expulsa los demonios”.
El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: ”¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear  su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno. »
Es que decían: “Está poseído por un espíritu inmundo”.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Tienen el corazón cerrado a cal y canto. No aceptan ni siquiera los milagros que maravillan a las personas sin prejuicios. Lo llama príncipe de los demonios, porque expulsa demonios. ¿Cómo le llamarían si en vez de expulsar demonios los fuera multiplicando. ¿Tienes esta actitud cerrada ante alguna persona? Piénsalo despacio. Pide perdón y fuerza para superar la cerrazón.

Señor, abre mi corazón
a tu palabra y a tu amor.

Estar abierto es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.

Estar abierto es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.

Estar abierto es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.

Estar abierto no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
acoger a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
escuchar nuevas ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.

Señor, abre mi corazón
a tus hijos, mis hermanos,
atu palabra y a tu amor.

Jesús vuelve a explicarles con paciencia. Aunque parece que no tienen remedio sus acusadores, Jesús con su palabra trata de abrir un poco las mentes y los corazones de sus enemigos. No se da por vencido fácilmente.
Da gracias porque Dios no se deja vencer por nuestra cerrazón, por nuestro pecado.
Agradece a Dios el don de las personas que saben esperar nuestra conversión y la apoyan.

Jesús advierte con claridad: “el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca”. El fuego nunca podrá calentar al que se aleje de él, Un padre no podrá alimentar a su hijo, si éste se marcha de casa. Dios no nos salvará a la fuerza, pedirá nuestra colaboración, aunque sea pequeña. Pecar contra el Espíritu es cerrarse a la acción de Dios.
            “No dejes, Señor, que mi corazón se cierre a ti”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.