Martes de la 2ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 23-28
Un sábado atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas.
Los fariseos le dijeron: Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está
permitido? El les respondió: ¿No habéis leído nunca lo que hizo David,
cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa
de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes
presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a
sus compañeros.
Y añadió: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el
sábado; así que el Hijo del Hombre es señor también del sábado.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los judíos vigilan y están alertas para criticar, para acusar... A veces
también nosotros somos así en la familia, con los amigos, en la
Iglesia... Lo pienso y pido perdón.
Jesús disculpa a sus discípulos, "da la cara" por ellos. Cuanto cuesta
dar la cara, sobre todo cuando te la pueden partir. Jesús no condena,
disculpa, comprende... Perdona hasta lo que le están matando
"Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen". Hay personas que dan la
cara por mí. Jesús mismo también da la cara por mí. Doy gracias y pido
fuerza para ser más parecido a Él.
La ley para las personas o las personas para la ley. La elección de
Jesús es clara: la ley al servicio de las personas. ¿Cómo suelo aplicar
las leyes a los que me caen bien? ¿y a los que me resultan antipáticos?
¿y a mí mismo?
¿Qué te dice Dios? ¿qué le dices?
Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para conducirnos por el camino de bien,
para construir la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza y voluntad para aceptarla y cumplirla
y acierto para mostrarla a los demás como camino de vida.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 16 de enero de 2024
Martes, 16 de enero de 2024
lunes, 15 de enero de 2024
Lunes, 15 de enero de 2024
Lunes de la 2ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 18-22
En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno.
Vinieron unos y le preguntaron a Jesús.
Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan.
¿Por qué los tuyos no? Jesús les contestó: ¿Es que pueden ayunar los
amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al
novio con ellos, no pueden ayunar.
Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque
la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los discípulos de Jesús no ayunaban como los de Juan y los de los
fariseos. ¡Cuánto cuesta abrirse a la novedad! Somos "animales de
costumbres", en una sociedad que cambia mucho por fuera y poco por
dentro. Dios nos invita a vivir la novedad de cada día, de cada momento,
de cada persona, de cada experiencia...
Señor, Tu sabes que me dejo llevar por las rutinas de siempre.
A veces confundo la fidelidad con el inmovilismo.
Suceda lo que suceda a mi lado, yo no cambio el paso, yo “a lo mío”.
Unos se quedaron en los años 60, otros en los 80, otros en el 2000.
¿En qué momento, Señor, mis pasos se detuvieron?
¿Cuándo deje de aprender cosas nuevas y de recorrer caminos desconocidos?
Sin embargo, la vida cambia continuamente, en todos los ámbitos.
Y Tú me recuerdas: “A vino nuevo, odres nuevos”.
No tengo que cambiarlo todo, pero tampoco puedo no cambiar nada.
Señor,
que abra los ojos a lo que sucede en mi familia, entre mis vecinos, en
la comunidad cristiana, en la política, entre la gente que más sufre…
Que
abra los ojos y sepa dar una respuesta adecuada y generosa, que lleve
alivio y esperanza a quienes me rodean y a las personas que más me
necesitan.
Que abra también los ojos a lo que sucede en mi vida, a lo que Tú construyes en mi corazón, a los proyectos que me inspiras…
Que
abra los ojos y sepa colaborar contigo, para que mi vida se renueve y
crezca en confianza, alegría, amor, entrega y esperanza. Amén.
Jesús es el vino nuevo de Dios. Y necesita odres nuevos, corazones
nuevos, vidas nuevas. Es un vino que transforma la cabeza, el corazón,
la mirada, la voluntad, el comportamiento... ¿Quiero dejarme cambiar por
Jesús? ¿tengo confianza en él? ¿o prefiero seguir con la rutina, los
agobios y la insatisfacción de cada día? ¿Estamos dispuestos a
reconfigurar la vida?
Reconfigurar la vida:
irse contigo siguiendo tus huellas,
no dar importancia a nuestros proyectos y cosas,
cargar con la cruz que nos venga
sin perder la dignidad y la sonrisa.
Reconfigurar la vida:
ponernos en tus manos humanas y divinas,
o al alcance de tu brisa que va y viene
por esos lugares de la historia
tan poco frecuentados y llenos de sorpresas.
Reconfigurar la vida:
aceptar los golpes, marcas y heridas,
pero no arrugarse ni detener el paso;
vibrar menos sin perder la música
y mantener fresca la memoria.
Reconfigurar la vida:
admirar tus surcos y huellas
en nuestra carne vieja y correosa;
abrirse a tus sugerencias
aunque no lleguemos a entenderlas.
Reconfigurar la vida:
jugar al juego que tú jugaste,
partiéndonos en tiras, esquejes o estrellas,
y compartirse con dignidad
dándose en fraternidad.
Reconfigurar la vida:
aceptar como centro, eje y motor
tu Espíritu en nuestra vida;
poner todas las cruces bajo su presencia
y exponernos con esperanza a su brisa.
Reconfigurar la vida:
descubrirnos como flor florecida
-hermosa, perfumada y distinta-;
acercarnos a los otros dignamente
y hacer un jardín para los caminantes.
Reconfigurar la vida:
vivir siendo plenamente en la tierra
aunque la situación sea pasajera;
admirar a las personas
y agradecer la vida.
Reconfigurar la vida:
no malograrla en tonterías,
no conservarla escondida
sino compartirla, sin medida,
gratis y con alegría.
Florentino Ulibarri
El vino nuevo de Jesús necesita también un mundo nuevo, trae un mundo nuevo, nos da fuerza para trabajar por un mundo nuevo.
Deja por un momento tu mente calculadora e imagina. Imagina como sería
un mundo nuevo en Honduras, en Mozambique, en Asia... en tu país, en tu
pueblo o ciudad, en tu familia...
Dios quiere un mundo nuevo y para Él nada hay imposible.
"Señor, enséñanos a llevar el vino nuevo de la justicia y del amor a nuestro mundo"
"Perdona y cura nuestra falta de compromiso"
"Gracias por las personas que se dejar transformar por ti y contigo transforman un trocito de mundo".
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 14 de enero de 2024
Domingo, 14 de enero de 2024
Domingo de la 2ª semana del t.o. B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 1, 35‑42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: —«Este es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se
volvió y, al ver que lo segarían, les pregunta: —«¿Que buscáis?»
Ellos le contestaron: —«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
El les dijo: —«Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con el aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y
siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)» Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedo mirando y le dijo: —«Tu eres Simón, el hijo de Juan;
tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)».
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A. Los discípulos de Juan siguen a Jesús, porque el propio Juan les
indica el camino. Simón sigue a Jesús por la invitación de su hermano
Andrés. Dice el Evangelio: “lo llevo a Jesús”.
“Gracias, Señor, por todas las personas que me han acercado a ti”
“A veces quiero que me sigan e impido que te sigan. Perdóname, Señor”
“Dame Señor arrojo y tino para anunciar que Tú eres el camino”
B. ¿Qué buscáis? ¿Qué buscas? ¿Dónde buscas tu felicidad? ¿Dónde crees
que la vas a encontrar? ¿Vas por el camino acertado? ¿Buscas tu
felicidad en Dios, en el Evangelio? ¿Qué le dices a Jesús?
C. Venid y lo veréis. Jesús no responde a los discípulos de Juan con un
gran discurso. Los invita a vivir una experiencia. ¿Conocemos a Jesús de
oídas o hemos hecho la experiencia de estar con Jesús? ¿A qué
experiencias podemos invitar a las personas que buscan el sentido de su
vida? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor Jesús,
ser cristiano no es una teoría,
es una experiencia.
Es un encuentro contigo.
Es acoger el Amor del Padre.
Es dejarse llevar por el Espíritu.
Es vivir como hermanos.
Es seguir el camino de la entrega.
Es abrazar la cruz del amor.
Es gozar ya de la resurrección.
Por eso, Tú me invitas a vivir
contigo y como Tú: “Ven y verás”.
Señor, gracias por llamarme.
Aunque tenga pereza y miedo,
quiero seguirte y unir mi vida a la tuya,
porque he podido experimentar
que Tú no quitas nada y lo das todo.
Señor, gracias por contar conmigo
para decir a mis amigos,
a los que buscan felicidad,
a los que no te conocen,
a los que te necesitan;
para decir a todos:
“Ven y verás.
Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida”.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 13 de enero de 2024
Sábado, 13 de enero de 2024
Sabado de la 1ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían
un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús
y sus discípulos.
Algunos letrados fariseos, al ver que comía con recaudadores y otra
gente de mala fama, les dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con
recaudadores y pecadores! Jesús lo oyó y les dijo: No necesitan médico
los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar justos, sino pecadores
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
De nuevo Jesús se acerca a nuestra vida y nos dice «sígueme». Hasta el
endemoniado de Cafarnaún se preguntaba «¿qué quieres de nosotros, Jesús
Nazareno?». Y tú, ¿te preguntas cada día qué quiere Dios de ti?
Leví (Mateo) era un cobrador de impuestos y un pecador público, un
publicano, es decir, un judío puesto al servicio de Roma para
extorsionar a su pueblo y ganar dinero usando de la estafa y la usura,
prohibida por la Ley. Jesús lo mira lleno de ternura y con su amor lo
dignifica. Jesús pone en él su confianza y lo hace un discípulo suyo.
Mateo «se levantó», quizás porque Jesús lo sacó de aquella vida
arrastrada. Un hombre en pié es alguien con dignidad, o al menos con
orgullo. Mateo se alegra de saber que alguien puede amarle a pesar de
todo. Así es Jesús y así hemos de ser también nosotros. Aquel feliz
encuentro acaba en fiesta, en cena. La comida implica compartir la vida.
Nadie sienta a su mesa a alguien con quien no comparte absolutamente
nada o a quien desprecia. Mateo y Jesús cenan juntos y, con ellos, los
discípulos de Jesús y un buen grupo de pecadores acusados por la
ortodoxia judía (fariseos). Los buenos oficiales no entran a cenar con
pecadores públicos, sino que se quedan fuera criticando. Dios sí que
comparte y prepara su mesa para los pecadores. Jesús viene a curar a los
enfermos, no a los sanos, por eso busca a todos los excluidos sociales,
también a los pecadores públicos. ¿Y tú, eres de los que entras a cenar
con pecadores o te quedas fuera criticando? A los cristianos nos falta
con frecuencia abrazar el mundo con sus luces y sus sombras, con su
dolor y su pecado, con la misma ternura que lo abrazaba Jesús. ¿Y en tu
vida, sobran sentencias y falta misericordia? Pide perdón por tus
condenas y críticas. Da gracias porque Jesús nos ama siempre, a pesar de
nuestro pecado.
Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.
Era un recaudador, un pecador, un indeseable...
pero su corazón buscaba una vida más auténtica
y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.
Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa,
Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo.
Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.
Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo,
al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona
y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén
Jesús está cerca de los enfermos, de los marginados, de las mujeres de los niños. Para eso ha venido.
Si me llamas,
te seguiré sin dudar
aunque el camino sea desconocido y duro.
Si me hablas,
callaré y creeré en Ti
aunque tu voz destroce mis planes y sueños.
Si quieres podarme,
me dejaré podar
aunque mi savia se desparrame en tierra sin nombre.
Si me acrisolas al fuego,
me dejaré purificar
aunque pulverices mis deseos y posesiones.
Si me invitas,
entraré en tu casa y en tu corazón
aunque sea pobre y mendigo.
Si me quieres contigo,
iré a donde quieras,
aunque no me gusten leyes y obediencias.
Y si me miras con amor,
intentaré acoger tus anhelos
aunque los mimbres de mi ser no sirvan para ello.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 12 de enero de 2024
viernes, 12 de enero de 2024
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta.
El les proponía la Palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el
gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un
boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados.
Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? Blasfema.
¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios? Jesús se dio cuenta de lo
que pensaban y les dijo: ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil:
decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle
«levántate, coge la camilla y echa a andar» ? Pues, para que veáis que
el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...
entonces le dijo al paralítico: Contigo hablo: Levántate, coge tu
camilla y vete a tu casa.
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: Nunca hemos visto una cosa igual.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Somos muchos los que buscamos a Jesús, pero Él ¿qué nos propone?: «Él
les proponía la Palabra». A veces hacemos de la vida espiritual una
estantería en la que colocamos anécdotas, viajes con la parroquia,
charlas y retiros. ¿Estamos pasando el tiempo en vano o vivimos un
proceso de conocimiento y conversión a la Palabra? La Palabra es Jesús y
su anuncio del Reino de Dios, Reino de paz y justicia. Es una auténtica
revolución, una inversión de nuestras prioridades: bienaventurados los
pobres, los perseguidos, los pacíficos... una revolución social.
¿Vivimos la novedad del Evangelio y sentimos su desafío? ¿Respondemos a
su provocación convirtiendo nuestras vidas?
Gracias, Señor y Dios nuestro,
porque en el momento elegido por Ti,
tu Palabra se hizo luz entre nosotros
e iluminó a todos los hombres de buena voluntad.
En el solemne momento de su investidura,
siendo testigo Juan el Bautista,
fue breve y conciso tu discurso:
"Es mi hijo amado, escuchadle".
Y Jesús de Nazaret, ungido por tu espíritu,
proclamó buenas noticias para los pobres.
De tu parte anunció la libertad para los oprimidos,
abrió los ojos a los que no podían ver
y nos comunicó a todos los humanos
un mensaje de vida plena.
Nos habló siempre en tu nombre,
sus palabras eran tus palabras,
por eso sentimos que hablaba con autoridad.
Pero usó siempre palabras sencillas, claras,
apoyadas con parábolas,
para que todos le pudiéramos entender.
Recordamos sus palabras en la cena de despedida,
y sus últimas siete palabras en la cruz,
cuando resumió en ellas
toda su trayectoria de entrega y servicio.
Y nos alegramos al acoger sus palabras,
después de vencer al pecado y a la muerte,
palabras que nos animan y nos envían
a construir tu Reino de justicia y paz.
Gracias, Señor, por ofrecernos tu Palabra.
Hicieron descender un paralítico en su camilla desde el techo hasta los
pies de Jesús. Los judíos asociaban la enfermedad al pecado. Jesús mira a
aquel hombre y perdona sus pecados. El Hijo de Dios tiene potestad para
perdonar pecados, por eso confirma su autoridad haciendo de aquel
impedido un hombre que recobra sus capacidades. Cuando pedimos perdón
por nuestros pecados recobramos el estado de gracia que nos hace capaces
de seguir al Señor. El pecado acaba postrándonos.
Muchos dicen que sólo deben decirle los pecados a Dios, de forma
directa. Pero Jesús hace partícipes de su potestad a los apóstoles: «id y
perdonad los pecados». No debemos confesar sólo para poder comulgar,
sino para reconciliarnos con Dios y con la Iglesia. Cuando pecamos no
amamos. Cuando no amamos, estamos perjudicando a los demás y dejando de
aportar amor a la comunidad creyente, por eso hay que reconciliarse
también con la Iglesia. Dios ha puesto este tesoro en manos de la
Iglesia para reconciliar a los hombres con Él y para que así le sigamos
con renovadas fuerzas.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 11 de enero de 2024
Jueves, 11 de enero de 2024
Jueves de la 1ª semana del t. ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: quiero: queda limpio.
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
El lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero
para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes
ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en
ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él
de todas partes.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En tiempos de Jesús, los leprosos eran marginados sociales que debían
vivir fuera de lugares habitados y no podían acercarse a los caminos. El
contagio acarreaba también la impureza religiosa, por lo que eran
excluidos en el sentido pleno de la palabra. Pues bien, un leproso se
acercó a Jesús pidiendo su curación con gran fe y confianza: «si
quieres, puedes limpiarme». Todo es obra de Dios, nosotros debemos
dejarnos hacer por su voluntad: «quiero: queda limpio». ¿Qué sentimiento
domina tu relación con Dios? ¿Se dan la confianza, la gratitud, la
alabanza, el abandono o tal vez existe aún el miedo, la superstición, la
desconfianza, la incredulidad? ¿Es tu oración un poner tu vida
confiadamente en manos del Señor?
Jesús amaba también a aquel leproso y lo curó. Hoy sigue habiendo
marginados sociales: drogadictos, discapacitados, presidiarios,
mendigos, inmigrantes, etc. A veces lo mismos creyentes son/somos
ridiculizados. También nosotros podemos excluir a quienes no piensan
como nosotros, a los que vemos diferentes. Sin embargo, el amor no
margina a nadie: «ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo que mandó Moisés». Jesús siente lástima y extiende la
mano a todos, como a aquel leproso. Cuando nosotros tendemos la mano a
los demás ayudamos a que se integren mejor y salgan de su marginación.
¿A quién podría yo tender la mano personalmente? ¿A qué excluidos
podríamos dirigir la mirada como parroquia, como comunidad de creyentes?
De rodillas solo ante ti,
Señor de la vida.
No ante fugaces promesas
o imposibles tesoros.
No ante los dioses de barro.
De rodillas,
sin aspavientos
ni exigencias.
No hay mérito
ni medalla
que garantice respuesta.
No hay contrato
o regateo
para atraparte.
Es más fácil.
Pedirte ayuda,
abrir los brazos,
y murmurar, confiado,
“si quieres, puedes…”
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Señor Jesús, al hacerte humano tocas, abrazas y besas la pobreza de
nuestra naturaleza, la debilidad de nuestra carne y de nuestro corazón.
Gracias, Jesús, por tocarme, abrazarme y besarme.
En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó
derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste
que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más
contagioso y horrible. Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.
Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es
curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras
relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre,
como hermanos de todas las personas. Gracias, Jesús, por curarme, por
purificarme, por perdonarme.
Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en
«leproso», para que nosotros fuéramos purificados. Gracias por asumir
el dolor y la muerte para darnos la salud.
Señor, que tengamos el
corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para
abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.
Oración inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 10 de enero de 2024
Miércoles, 10 de enero de 2024
Miércoles de la 1ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron.
Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó.
Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos.
La población entera se agolpaba a la puerta.
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: Todo el mundo te busca.
El les respondió: Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús tuvo su residencia en Cafarnaún la mayor parte de su vida pública.
Allí tuvo una intensa actividad y, junto al Mar de Galilea, llamó a sus
primeros discípulos. Ahora aparece curando a la suegra de Pedro. Es
curioso: Jesús nos cura de nuestras dolencias físicas o morales no para
adornar nuestras vidas con su gracia, sino para que sirvamos a los
demás. Por eso a la suegra de Pedro «se le pasó la fiebre y se puso a
servirles», porque amor con amor se paga. ¿Quién no es lo
suficientemente agradecido para perdonar a los demás si Dios nos perdona
tanto a nosotros? ¿Quién no podría amar a los demás si Jesús mismo se
arrodilla y te sirve, sale a tu encuentro cada mañana, se regala en los
sacramentos, te infunde fortaleza y confianza, si te muestra tu propia
verdad y cura tus heridas con su amor? Ahora pregúntate, ¿respondo yo al
amor de Dios como debo o soy descuidado y olvidadizo? ¿Cómo agradecer
todo el bien recibido con actos de amor y compromisos concretos?
Te doy gracias de todo corazón,
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida. Sálvame. Confío en ti.
Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí. Dame fuerza.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.
Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.
La compasión y la solidaridad ante el dolor de la gente es un distintivo
de Jesús. ¡Cuánto sufre la gente! Detrás de cada puerta hay una
historia marcada por el dolor, no se salva ninguna casa. Compartir el
sufrimiento de los demás pone mucha luz y profundidad en nuestras vidas
marcadas por la prisa y la superficialidad. Para ello es necesario vivir
en oración. Sólo un corazón apasionado por Dios puede amar con libertad
y verdad a los hombres según el mandamiento nuevo. Jesús no se deja
absorber por el bullicio ni el activismo, sino que acude a la oración:
lo primero es vivirnos desde Dios. San Juan de Ávila decía que «más
imprime una palabra después de haber estado en oración que diez sin
ella» y «no hagas cosa que primero no encomiendes a Dios, pues va tanto
en ello o acertar o errar». Sin mística no puede haber acción en nombre
de Dios. ¿Pongo a Dios en el primer lugar y lo amo sobre todas las
cosas? ¿Se nota eso en el tiempo que le dedico a la oración y en el
interés que pongo a la hora de cuidar mis encuentros con el Señor en la
Misa dominical y en la lectura diaria del Evangelio?
Vámonos a otra parte. Jesús no se deja retener por los éxitos.
No es bueno dormirse en los laureles
ni asentarse allí donde nos reconocen.
No es bueno mantener nuestro puesto y estatus
mientras otros son marginados y expulsados.
Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.
No es bueno ser el centro del encuentro
mientras hay quienes se quedan fuera, al margen.
No es bueno vivir con abundancia y confort
mientras otros carecen de lo básico y necesario.
Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.
No es bueno que a uno le atienda y sirvan
mientras a otros se les esconde y olvida.
No es bueno tener tanta calidad de vida
mientras hay quienes luchan por ella cada día.
Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.
No es bueno creer que estamos en lo cierto
mientras hay tantos hermanos perdidos.
No es bueno quedarse donde hemos llegado
habiendo tantos caminos que no hemos recorrido.
Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.
¡Vámonos a otra parte!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.