Lunes de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; 
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los 
discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: 
"Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los 
pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos 
que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la 
ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, 
reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados
 una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de 
noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a 
oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de 
apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones.
 Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
A lo largo del tiempo de Pascua, las lecturas evangélicas nos narran las
 apariciones del Señor a sus discípulos. El encuentro con Jesús 
resucitado es un estallido de alegría.
            “Señor, gracias porque también quieres encontrarte conmigo”
            “Señor, yo también quiero encontrarme contigo”
            “Contágiame la alegría de la Pascua”
Del encuentro con el Resucitado nace la misión: “Id a decir a mis 
hermanos...”. Jesús mismo envía. Nos envía para anunciar su 
resurrección, para que también otros puedan encontrarse con él y 
llenarse de alegría
            “Señor, ¿A dónde me envías? ¿cuál es mi misión?”
            “Señor, aquí estoy, envíame, estoy dispuesto”
            “Perdona mi pecado contra la alegría de la Pascua”
La fuerza de la resurrección puede resucitar a un muerto, pero no puede 
dar la fe a quien no la quiere, no puede abrir el corazón de aquellos 
que quieren estar cerrados. Ésta es la historia de los sumos sacerdotes.
 Y es también nuestra historia. Muchas veces no nos dejamos resucitar 
por el Resucitado, no abrimos el corazón.
            “En esta Pascua, Señor, te abro el corazón de par en par”
            “Perdona mi cerrazón y mi falta de fe”
Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en las manos la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,
sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.
Gracias por este gozo,
gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar inauguraste
la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,
este milagro de ser hombres y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.
José Luis Martín Descalzo
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Pasar de nuestros refugios a la plaza,
del silencio a la denuncia,
del miedo a la valentía,
de la mentira a la verdad,
de la seguridad a la intemperie,
del sueño a la vigilia,
de la estupidez a la sabiduría,
de la cerrazón a la apertura,
de la petición a la alabanza,
de la ley al Evangelio...
Pasar de nuestro mundo a la aldea de enfrente
de la indiferencia al compromiso,
de la cobardía al coraje,
del odio al perdón,
de la tristeza a la alegría,
del rencor a la reconciliación,
del ruido al silencio,
del desarraigo al arraigo,
de la posesión al compartir,
de la esclavitud a la libertad...
Pasar de nuestros dominios al reverso de la historia,
del agobio a la paz,
de la injusticia a la justicia,
de la indeferencia a la solicitud,
del egoísmo al amor,
del poder al servicio,
de la oscuridad a la luz,
del temor al gozo
de la sorpresa al seguimiento,
del desaliento a la esperanza...
Pasar de nuestro mundo a tu regazo,
de nuestra soledad a tu compañía...
¡Soltar lastre!
y preparar así tu pascua,
para pasar de la muerte a la vida.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 10 de abril de 2023
Lunes, 10 de abril de 2023
domingo, 9 de abril de 2023
Domingo, 9 de abril de 2023. Pascua de Resurrección.
 Domingo de la 1ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
 cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a 
quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al 
Señor y no sabemos dónde lo han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían 
juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó
 primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo;
pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las 
vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no
 por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Simón Pedro y el otro discípulo ven el sepulcro abierto, las vendas en 
el suelo y el sudario enrollado en un sitio aparte. Ven y creen. Y 
comprenden entonces la Escritura: que Jesús había de resucitar de entre 
los muertos.
¡Cuánto cuesta creer en la resurrección! En el Calvario muchos fueron 
los testigos de la muerte de Jesús. En la oscuridad del sepulcro nadie 
pudo dar fe de la resurrección, sólo Dios. Hace falta fe para creer en 
la Resurrección. Hace falta fiarse de Dios para resucitar con Cristo 
resucitado.
Cuando estamos sumergidos en la oscuridad de la vida, parece que ya no 
vendrá más el día. Cuando sufrimos de verdad, la alegría se convierte en
 un espejismo. Cuando Dios calla, creemos que no volverá a hablar jamás.
            “Señor, ayúdanos a asumir la cruz con esperanza
             danos fe para creer en la resurrección,
             convierte nuestra mirada para descubrir los signos de la vida,
             y contágianos la alegría de Cristo resucitado”
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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También podemos rezar con esta canción preciosa de la Hermana Glenda:https://www.youtube.com/watch?v=bwJdlmjTNNQ
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De mano en mano,
a través de muchos años
y generaciones de cristianos,
me ha llegado la Buena Noticia,
cubierta de polvo,
como un regalo inesperado.
Ella me anima a vivir
y a unirme a esa brisa
que ha recorrido valles y cumbres,
desiertos y praderas
a través de generaciones de apóstoles
dando vida a tantos corazones.
Hoy, para celebrarlo,
lo cuento y comparto,
extiendo mis brazos,
me siento agarrado y agarro,
sumo mis manos, y salgo
para que esta brisa
llegue a donde todavía no ha llegado.
De mano en mano...
me ha llegado la Buena Noticia,
y no la retengo en mi regazo,
sino que dejo mi refugio
y voy a las plazas, rincones y caminos,
pues anhelo que llegue y meza
nuevos campos aunque no los conozca.
Hoy me siento agraciado
y hondamente agradecido
al sentirme enviado
para ser testigo
de lo que Tú nos has dicho
y nosotros hemos visto
del Dios abierto y compartido.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 8 de abril de 2023
Sábado, 8 de abril de 2023
 Vigilia Pascual A
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 28, 1‑10
En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, 
fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto
 tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del 
cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era 
de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron
 de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
—Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No, está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio 
donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de 
entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo 
veréis.» Mirad, os lo he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—Alegraos.
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por 
las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la 
multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
            Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, 
RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la 
noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las 
mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha 
llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las 
cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. 
Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios 
gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos 
resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
Jesús Resucitado se encuentra contigo como se encontró con las mujeres. 
Deja que resuenen en tu corazón sus palabras: “Alégrate”, “No tengáis 
miedo”.
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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¡Cristo vive! ¡Cristo reina!
Hay que correr la noticia,
no con la voz solamente
sino con la propia vida.
Cristianos resucitados,
el mundo nos necesita
para creer en el milagro
sobre el que la fe se finca.
Pobres o ricos, enfermos
o con la salud cumplida,
sea clara contraseña
nuestra pascual alegría.
Contagiemos a las almas
que languidecen de asfixia
el gozo de Jesucristo
fraterno en nuestra sonrisa.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 7 de abril de 2023
Viernes, 7 de abril de 2023. Viernes Santo.
Viernes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Juan. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese 
tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin 
ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros, 
dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios, 
deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el 
corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los 
pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que 
movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar 
sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que 
no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le 
faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le
 quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser 
verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad 
futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás
 y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera, 
el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo,
 el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín 
Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando 
hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos 
estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor 
Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más 
hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es 
también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra, 
queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa. 
Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios 
mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la 
impotencia?  ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la 
mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te 
damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más 
humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu 
parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión 
de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y 
fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a
 fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú
 viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge 
satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús, 
en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras
 vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las 
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y 
de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que 
resucita.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.  
jueves, 6 de abril de 2023
Jueves, 6 de abril de 2023. Jueves Santo.
 Jueves Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado", 
     "Ayúdame a sentir tu cercanía", 
     "Quiero estar contigo, Jesús". 
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la 
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que 
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el 
diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que 
lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus 
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se 
quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la 
jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con
 la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: 
"Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú
 no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: 
"No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no 
tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los 
pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha
 bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está 
limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía 
quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y 
les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me 
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si 
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros 
debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que
 yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este 
mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la 
enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor 
expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse 
desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder 
detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo 
de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los 
pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos 
estaban obligados a realizar).
            “Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
            “Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me 
lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el 
Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo,
 el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no 
utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste
 su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a 
Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los 
hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el 
Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el 
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis 
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he 
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
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Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 5 de abril de 2023
Miércoles, 5 de abril de 2023
Miércoles Santo
 1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado", 
     "Ayúdame a sentir tu cercanía", 
     "Quiero estar contigo, Jesús". 
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los 
sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo 
entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces 
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le 
preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El 
contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento 
está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la 
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, 
dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos 
consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, 
Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me 
va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay
 del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber 
nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo 
acaso, Maestro? El respondió: Así es.
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 
Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:
- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las 
cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una 
máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a 
Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano 
acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el 
colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia 
así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras
 cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, 
pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de 
superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una 
importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un 
millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres,
 hombres y niños que son engañados y transportados a lugares 
desconocidos.
Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por 
la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más 
débiles de la sociedad.
Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.
Ilumina
 a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus 
decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la 
gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la
 dignidad de todo ser humano.
Señor de la Vida, ayuda, sobre 
todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y
 la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.
Señor,
 Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar 
contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra 
todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del 
valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia 
de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.  
martes, 4 de abril de 2023
Martes, 4 de abril de 2023
Martes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado", 
     "Ayúdame a sentir tu cercanía", 
     "Quiero estar contigo, Jesús". 
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién 
lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su 
derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo 
decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: 
¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y 
untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del
 pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que 
hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba
 la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario 
para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. 
Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios 
es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo 
glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo 
voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro 
replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por 
ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no 
cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 
El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos 
conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los 
niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación 
adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
  y a hacer realidad tus mismas opciones”
La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras 
ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no 
debemos, lo que no queremos.
            “Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
            “Gracias por tu amor, a prueba de traición”
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
            “Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:
Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud 
quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de 
nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que 
todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
Tú,
 sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi 
debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu 
dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, 
mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi 
cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
Ayúdame
 a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu 
misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; 
en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad 
de comprender a los demás.
Señor, aunque me cueste, quiero apoyar
 mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad 
como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de 
los que me rodean, de los que más me necesitan.
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente
4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.  
 
