Sábado de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: "No hay árbol sano que dé
fruto dañoso, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce
por su fruto: porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian
racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su
corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal,
porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por que me llamáis
"Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha
mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se
parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos
sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no
pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y
no pone por obra, se parece a uno que edificó una casa sobre tierra,
sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó
desplomándose".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día nos acercamos al Evangelio, escuchamos la voz del Señor,
rezamos... Pero con esto no basta. El que escucha la palabra de Jesús y
nos las pone en práctica se parece a uno que edifico su caso sobre
tierra.
Tenemos que reconocer que en muchas ocasiones nos contentamos con
escuchar y no movemos un dedo para llevar a la práctica. Pedimos perdón y
fuerza para convertirnos.
Sin embargo, también es cierto que a veces nos esforzamos por cumplir la palabra de Jesús.
¿Cuál es tu experiencia? Da gracias a Dios. Él muestra el camino y ofrece fuerza para poder avanzar por él.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Qué será de la palabra sin los gestos
que la en-carnan, y la en-huesan, y la en-sangran,
y al mostrarla viva en un espaciotiempo,
la confirman, verifican y consagran?
¿Qué será de mi cantar si no atestigua
lo que lucha por gestarse en mi sustancia?
Algo injusto, que promete y no realiza.
Algo absurdo, o infantil, o hasta canalla,
¡Dios de gestos (de Belén hasta la Pascua),
Dios-Palabra que pronuncias lo que actúas,
Esplendor de la verdad, Palabra actuante,
que resuenas y convences y aseguras.
Cohesióname en un cruce de coherencias,
reconcilia mi vida descoyuntada,
balbucea en mí un idioma
hecho de gestos...
Repronuncia en mis gestos tu Palabra!
La palabra, si es semilla de los gestos,
germinando corrobora su nobleza.
Si es palabra que es fiel nombre de los hechos
esos hechos la reafirman y resiembran.
Sólo el gesto hace creíble nuestro anuncio.
La verdad solo es verdad en cuerpo y alma.
Y si el sólo hablar nunca es buena noticia,
nuestro actuar, en cambio, puede ser proclama.
Oh Dios, Cristo es tu Verbo y es tu Gesto,
y su gesta dice y hace «Vida» y «Gracia».
Nuestra historia es el lugar de tu coherencia:
Verdad que a la vez es hecha y pronunciada.
Lo que haces es igual a lo que dices.
Lo que dices, al decirlo, queda hecho.
En tu Espíritu es posible la coherencia,
de gestospalabras y palabrasgestos.
¡Pobrecita la palabra sin el gesto!
¡Qué desnuda, estéril y debilitada!
Algo es hueco, irresponsable y deshonesto,
si mi gesto no acompaña a mi palabra.
Es preciso hablar sólo lo necesario.
Decir sólo lo que sangra en mi latido.
Necesito más y más ser de una pieza.
Siempre ser -intentar ser- uno y el mismo.
Me conmueve el dolor de los caídos
pero sé que con mi canto no me alcanza;
necesito inclinarme con mi vida...
-silente poesía de hombros y de espalda.
Pero ya que nos regalas el milagro
de cantar, comunicándonos las almas,
que el servir le dé coherencia a estas canciones
que el amar le dé coherencia a estas palabras.
Eduardo Meana
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 11 de septiembre de 2021
Sábado, 11 de septiembre de 2021
viernes, 10 de septiembre de 2021
Viernes, 10 de septiembre de 2021
Viernes de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 39-42
En aquel tiempo ponía Jesús a sus discípulos esta comparación: "¿Acaso
puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un
discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su
aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que
tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el
tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque
la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?
¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro
para sacar la mota del ojo de tu hermano".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los ejemplos de este Evangelio son claros. Son fáciles de comprender. A
nosotros nos toca aplicarlos a nuestra vida: ¿Cuáles son las vigas que
llevamos en los ojos? ¿Que tendríamos que cuidar en nosotros mismos,
antes de intentar ayudar a los demás? Cuidarnos es, además de una
obligación moral, una exigencia del amor al prójimo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Jesús nos previene también contra la hipocresía: a veces tenemos vista
de lince para descubrir los fallos de los demás y de topillo para
descubrir nuestros errores. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver a los
otros y a nosotros mismos con la máxima objetividad. Tampoco sería
bueno destacar sólo los pecados propios y las virtudes ajenas.
“Señor, ayúdanos a ver claro”
“Danos fuerza para cambiar”
“Perdona nuestra hipocresía”.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
con la luz de tu Verdad y de tu Amor,
para que yo me haga cada día más sensible al mal que hay en mí,
y que se esconde de mil maneras distintas, para que no lo descubra.
Sensible a la injusticia que me aleja de Ti y de tu bondad
para con todos los hombres y mujeres del mundo.
Sensible a los odios y rencores
que me separan de aquellos a quienes debería amar y servir.
Sensible a la mentira, a la hipocresía, a la envidia, al orgullo,
a la idolatría, a la impureza, a la desconfianza,
para que pueda rechazarlos con todas mis fuerzas
y sacarlos de mi vida y de mi obrar.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que yo me haga cada día más sencillo,
más sincero, más justo, más servicial,
más amable en mis palabras y en mis acciones.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que Tú seas cada día con más fuerza,
el dueño de mis pensamientos, de mis palabras y de mis actos;
para que todo en mi vida gire en torno a Ti;
para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito,
de tu bondad infinita,
de tu misericordia y tu compasión.
Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante.
Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre,
hasta el último instante de mi vida en el mundo,
para luego resucitar Contigo a la Vida eterna. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 9 de septiembre de 2021
Jueves, 9 de septiembre de 2021
Jueves de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me escucháis os
digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian,
bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te
pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa,
déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo
tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os
traten.
Pues, si amáis
sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a
los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué
mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando
esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
otros pecadores con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros
enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: tendréis un gran
premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y
desgraciados. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo; no
juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados;
perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; os verterán una medida
generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán
con vosotros.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Las palabras de este Evangelio son tan fáciles de entender como
difíciles de vivir. Creo que a todos nos parecen preciosas, pero quizá
irrealizables. Sin embargo, no las pronunció Jesús para que se
escribiera una de las páginas más bonitas del Evangelio. Jesús las
predicó y, más aún, las vivió, para que también nosotros las vivamos.
"Señor, haznos parecidos a ti"
"Perdona nuestras revanchas y violencias"
"Danos tu Espíritu de paz"
¿Por qué tenemos que vivir de esta manera? Jesús nos da la razón más
profunda: Dios es compasivo con todos, hace salir el sol para buenos y
malos. Y nosotros, creados a su imagen, estamos llamados a ser y a vivir
de la misma forma. Si Dios te ama cuando te conviertes en su enemigo,
si presenta mil veces la mejilla, si te da todo lo suyo... ¿qué motivos
tenemos para no hacer lo mismo con los hermanos?
Señor, ayúdanos a amar a los enemigos,
a hacer el bien a los que nos odian,
como tú nos amas a nosotros, cuando no lo merecemos.
Señor, enséñanos a bendecir a los que nos maldicen
y a orar por los que nos injurian,
como tú nos bendices y acompañas cuando nos alejamos de ti.
Que la generosidad con la que tú nos tratas transforme nuestro egoísmo,
para tratar a los demás, no como merecen, sino como necesitan;
no como ellos nos tratan, sino como tú nos tratas.
Señor, que seamos compasivos como tú, Padre nuestro,
eres compasivo con nosotros y con todos tus hijos. Amén.
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Fuera de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de la circunstancia
ni he gemido ni he gritado.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
es inminente el horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
William Ernest Henley
Rezada por Nelsón Mandela.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 8 de septiembre de 2021
Miércoles, 8 de septiembre de 2021
Natividad de Santa María
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,1-16.18-23
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba
desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no
quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había
tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que
le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará
a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que
había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a
luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios con
nosotros"."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María. No podemos leer el
Evangelio correspondiente a ese momento de su vida, sencillamente porque
no existe. Es significativo: la mujer que Dios eligió y preparó para
ser la madre de su Hijo no es una princesa, ni siquiera la hija de un
personaje famoso, es una mujer sencilla, desconocida, humilde.
Aprovechamos esta fiesta del cumpleaños de María para felicitarla:
¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento.
Felicidades, Madre, porque creciste en el oscuro camino de la fe.
Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad.
Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres...
naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo.
Felicidades, por estar siempre atenta ala palabra del Señor.
Felicidades porque tu vida fue un Si a la voluntad de Dios.
Felicidades, María, porque eres la Madre de Dios.
Feliz soy yo también por tenerte como madre.
(Adaptación de un texto de iglesia.org)
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Como tú, María, quiero decir "aquí estoy", ante el proyecto de amor,
que Dios me propone en el hoy de mi vida.
Entro en este proyecto unida a tantos hermanos y hermanas
que, con Cristo, tu hijo, luchan por construir fraternidad,
dignidad para todos, unidad entre pueblos, razas, generaciones…
Como tú María, quiero caminar por calles y plazas, montes y llanos
cantando las maravillas del Señor,
que triunfa en los pobres, sencillos y humildes.
Desde ellos, me pides sencillez, humildad, solidaridad.
Como tú María, quiero profundizar el misterio de Belén,
Palabra hecha carne, Dios entre nosotras, don para el mundo,
compromiso en la causa de una humanidad liberada, según el sueño del Padre.
Como tú, María, quiero gozar con el que goza,
ser sensible ante la necesidad o dolor, pasar por al vida haciendo el bien, sencillamente,
decididamente asociada a todos los grupos que son testimonio solidario.
Como tú María, quiero estar en pie, unida a tu Hijo, en la cruz concreta de mi vida.
En mi caminar, me uno a todos los sufrientes de la humanidad
y a los que se entregan para que "la justicia y la paz se abracen".
Como tú, María, quiero participar del gozo del Resucitado.
Hoy Cristo resucita en todo lo bello, lo noble, lo auténtico.
Que mi vida sea espejo de la liberación que El ha regalado al mundo.
Como tú, María, quiero orar con mis hermanos y hermanas,
y recibir cada día , en Iglesia, la venida del Espíritu.
El colma los corazones de sus dones, nos renueva, nos sana.
El nos envía a anunciar en el mundo,
la Buena Nueva del Evangelio de tu hijo, Jesús.
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Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 7 de septiembre de 2021
Martes, 7 de septiembre de 2021
Martes de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 12-19
Por entonces subió Jesús a la montaña a orar y
pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus
discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al
que puso el nombre de Pedro; y Andrés, su hermano; Santiago, Juan,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón apodado el
Zelotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Bajó
Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande
de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de
la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus
enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y
la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los
curaba a todos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús ora, pasó toda la noche orando.
¿Cuánto tiempo dedicas a la oración? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Llama
a cada uno por su nombre. Llama a los que quiere para darles la misión
que quiere, llama porque quiere, porque nos quiere. Hemos de estar
atentos para escuchar las llamadas de Dios.
Jesús: Tú eres siempre una sorpresa,
eres el amigo que se encuentra sin esperarlo
Y yo te he encontrado.
No esperaba conocerte tan de cerca.
Pero llegaste, como a la Samaritana,
y me has dicho: "Dame de beber".
Como a Zaqueo, elevaste los ojos
hasta el árbol en que estaba,
y me dijiste: "Baja,
que quiero hospedarme en tu casa".
Sabes que te necesito,
y llegas sin que te llame.
Permíteme acompañarte en el camino.
Tú me conoces y sabes lo que quiero,
lo mismo mis proyectos que mis debilidades.
No puedo ocultarte nada, Jesús.
Quisiera dejar de pensar en mí,
y dedicarte todo mi tiempo.
Quisiera entregarme por entero a ti.
Quisiera seguirte a donde quiera que vayas.
Pero ni esto me atrevo a decirte,
porque soy débil.
Esto lo sabes mejor que yo.
Sabes de qué barro estoy hecho,
tan frágil e inconstante.
Por eso mismo te necesito aún más,
para que tu me guíes sin cesar,
para que seas mi apoyo y mi descanso.
¡Gracias por tu amistad, Jesús!
La
gente venía de lejos para escuchar a Jesús, para que Jesús los curase.
Hoy Jesús sigue hablándonos y sigue curándonos. ¿Qué hacemos por
acercarnos a Él? ¿Qué podríamos hacer? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 6 de septiembre de 2021
Lunes, 6 de septiembre de 2021
Lunes de la 23ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre
que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos
estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué
acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo
paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio".
El se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una
pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal,
salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos,
le dijo al hombre: "Extiende el brazo". El lo hizo, y el brazo quedó
restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer
con Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes o sábado. Los
fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen
furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en
sábado. Para Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima
de la ley.
También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que hacen nuestros
“adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los compañeros
si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para superar
la envidia:
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que deseamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
"De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para agradecer las personas que nos quieren,
los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesito
y compartir con generosidad lo que tengo. Amén.
Jesús predica y cura. Y así manifiesta a todos el amor misericordioso
del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida corra peligro.
¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o sólo
ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 5 de septiembre de 2021
Domingo, 5 de septiembre de 2021
Domingo de la 23ª semana del t.o.B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron
un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga
las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en
los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua
y hablaba sin dificultad. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero,
cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Bueno sería que en este domingo nos pusiéramos el traje de otorrino y
nos hiciésemos un chequeo de oído, o mejor aún, un chequeo de escucha.
¿Escuchas a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros de estudio o
trabajo? ¿y a los que no piensan como tú? ¿y a los que te piden ayuda?
Pídele a Jesús que cure tu sordera, con fe.
Y ya que estás en faena ¿por qué no haces otro chequeo a tu oído
interior? Dios habla, susurra, grita... a través de las personas, de los
acontecimientos, de su Palabra, de tus sentimientos...
"Gracias Señor por tu Palabra"
"Perdona mi falta de escucha"No
te quites aún tu traje de otorrino. Hay mucha gente sorda por ahí. A
algunos hay que descubrirles la sordera, a otros, hay que ayudarles a
superarla. Es tan importante escuchar a las personas y a Dios. Es tan
triste estar incomunicado. Dios pide tu colaboración. ¿Qué le dices?
Que los sordos dejen de hacerse los sordos,
que se limpien los oídos a fondo
y salgan a las plazas y caminos,
que se atrevan a oír lo que tienen que oír:
el grito y el llanto, la súplica y el silencio
de las personas que ya no aguantan su situación.
Que los mudos tomen la palabra
y hablen clara y libremente
en esta sociedad confusa y cerrada,
que se quiten miedos y mordazas
y se atrevan a pronunciar las palabras
que todos tienen derecho a oír:
las que nombran, se entienden y no engañan.
¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!
Que nadie deje de oír el clamor de los silenciados,
ni se quede sin palabra ante tantos enmudecidos.
Sed, para los que no oyen, tímpanos que se conmuevan;
palabras vivas para los que no hablan;
micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros
para pronunciar la vida y susurrar la esperanza,
en todos los que caminan y buscan.
¡Que los sordos oigan y los mudos hablen!
Que se rompan las barreras
de la incomunicación humana
en personas, familias, pueblos y culturas.
Que todos tengamos voz cercana y clara
y seamos oyentes de la Palabra en las palabras.
Que construyamos redes firmes
para el diálogo, el encuentro y el crecimiento
en diversidad y tolerancia.
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Que se nos destrabe la lengua
y salga de la boca la Palabra inspirada.
Que se nos abran los oídos para recibir,
la Palabra salvadora, ya pronunciada,
en lo más hondo de nuestras entrañas.
Que se haga el milagro en los sentidos
de nuestra condición humana
para recobrar la dignidad y la esperanza.
Para el grito y la plegaria,
para el canto y la alabanza,
para la música y el silencio,
para el monólogo y le diálogo,
para la brisa y el viento,
para escuchar y pronunciar tus palabras
aquí y ahora, en esta sociedad incomunicada,
Tú que haces oír a sordos y hablar a mudos...
¡Danos oídos atentos y lenguas desatadas!
Florentino Ulibarri
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Hace oír a los sordos,
y hablar a los mudos.
Hace soñar a los escépticos
y aterrizar a los ingenuos.
Hace amar a los indiferentes
y resistir a los frágiles.
Hace ver a los ciegos
y caminar a los paralíticos.
Hace dudar a los intransigentes
y ayuda a encontrar a los que buscan.
Hace reír a los que lloran
y llorar a los que matan.
Hace vibrar a los fríos
y arriesgarse a los cobardes.
Hace estremecerse a los crueles
y pone un canto de esperanza en los corazones tristes.
Hace resucitar a los que mueren.
Y allá donde pone su mano,
deja una huella de vida.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.