martes, 22 de diciembre de 2020

Martes 22 de diciembre

22 de diciembre

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1, 46‑56

En aquel tiempo, María dijo:
—«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

María canta agradecida. Puedes rezar con sus mismas palabras, recogidas en el Evangelio de hoy. También puede servirte esta oración.

Tengo necesidad de decirlo, porque lo siento dentro como una tormenta.
Tengo que proclamar bien fuerte lo que Tú, Señor, has hecho conmigo,
lo que haces en la historia de la humanidad.

Tú, Dios creador del cielos y la tierra,
me amaste, aún antes de que yo abriera los ojos a la luz de este mundo.
Cada Navidad y cada día te vistes de carne, para que te vea.
Me miraste con cariño, sonriendo, y me invitaste a seguirte,
a vivir contigo y como Tú.
Diste tu vida por mí, porque me amas, para que te ame.
Abriste tu corazón para que entrara;
me regalaste tu mismo Espíritu para que reviviera.

Contaré lo que Tú, Señor, has hecho conmigo.
Viniste un día a mí y te quedaste conmigo.
Me dijiste que me amabas y que contabas conmigo.
Me hablaste de mis hermanos, los hombres y mujeres
y me diste el deseo de entregarles mi cariño, mi tiempo, mi vida.
Me sedujiste y acepté el reto, un reto que se repite cada día,
una misión que da sentido a mi vida.

Contaré lo que Tú, Señor, haces en la historia del mundo.
Dispersas a los soberbios y enalteces a los humildes.
A los hambrientos los colmas de bienes y a los ricos los despides vacíos.
Auxilias con misericordia a los pequeños, a los pobres, a los que sufren.

Diré también lo que Tú, Señor, me pides: que ame, sólo eso,
Que te ame a ti y a mis hermanos y hermanas.
Me aseguras tu fidelidad, que nunca se aparta de mi vida,
porque aunque yo falle, Tú siempre estás conmigo.

Todo esto y mucho más has hecho, Señor.
Tenía necesidad de decirlo.
de alabarte y darte gracias, como lo hizo María de Nazaret, en su canto de alabanza:
PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DE TU AMOR. MIL GRACIAS, SEÑOR.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Lunes 21 de diciembre

21 de diciembre

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1,39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

María sirve. Corre para servir. No lo deja para mañana. Fue aprisa a la montaña. Su prima Isabel, ya mayor, espera un hijo.
            “Señor, perdona mi pereza y mi egoísmo”
            “Gracias por las personas que sirven, que me sirven”
            “Dame buena vista para descubrir las necesidades de los hermanos”

El encuentro de María e Isabel es un estallido de alegría. Se quieren y sobre todo saben que Dios está con ellas.
            “Señor, enséñanos a gozar de la amistad y a compartir la fe”
            “Gracias por estar siempre a nuestro lado”
            “Cura nuestra tristeza y desesperanza”

Antífona de la 0 de hoy:
        OH SOL,
        que naces de lo alto,
        Resplandor de la luz eterna,
        Sol de justicia,
        ven ahora a iluminar
        a los que viven en tinieblas
        y en sombra de muerte.

Señor, dame unos pies ligeros y unas manos abiertas,
para servir a quién lo necesite, como los María.
Que no deje para mañana el bien que pueda hacer hoy.

Gracias por las personas acogedoras, como Isabel.
Gracias por las personas que me aman y se alegran al verme.
Gracias por los que saben abrazarme, escucharme y hacerme sentir muy especial.
Gracias por las personas que confían en mí.

Señor, gracias por las personas con las que puedo compartir la fe,
con las que puedo comprobar que mi fe no es una locura,
con las que puedo apoyar mi fe pequeña y débil,
con las que puedo disfrutar la alegría de sentirnos tocados por tu amor. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Domingo 20 de diciembre

Domingo de la 4ª semana de Adviento B
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1, 26‑38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
‑«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Zacarías da gracias, bendice a Dios... Reza despacio con sus palabras. Dios sigue haciendo hoy las mismas maravillas que relata el padre de Juan Bautista. La Iglesia llama a esta oración de Zacarías "Benedictus".

Sol que naces de lo alto
sin querer quedarte arriba.
Luz que brillas en el cielo
para hacer crecer la vida.
Vuelve a nuestro mundo soñoliento
la paz que le es robada sin saberlo,
la sed del que marcha hacia una meta
y el hambre insaci
María es la mujer del Adviento, la mujer que espera a Dios, acoge a Dios, se deja transformar por Dios... Le pedimos que nos ayude a esperar todo de Dios, a acogerlo en todo momento, a dejarnos transformar por sus designios.

María es la mujer que se fía. No sabe cómo será eso que le anuncia el ángel. Tampoco sabe cómo vendrá a ella la fuerza del Altísimo, cómo va a ser la madre del Hijo de Dios. Pero se fía. Dios sabrá. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Podemos rezar repitiendo las palabras finales de este Evangelio: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Gracias, Señor, porque cuentas con personas pequeñas y humildes, por fijarte y llamar a María, por contar conmigo.

Gracias porque jamás avasallas; propusiste, no impusiste a María la misión de ser Madre de Jesús y esperaste su respuesta.

También a mí me muestras una misión y esperas, a veces muchos años, mi aceptación.

Gracias, Señor, porque tú haces posible lo imposible, en María, en mí y en todas las personas que se fían de ti y cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor, por tu Espíritu Santo, el Espíritu creador de vida, en el alma y en el cuerpo de María, en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo.

Gracias, María; por enseñarnos a preguntar a Dios lo que no entendemos; por fiarte de Él; por ayudarnos a decir contigo y como tú: "Hágase en mi según tu palabra".

--------------------- 

Esperar bien despiertos, pero no desvelados.
Esperar caminando, pero no adelantándonos.
Esperar embarazados, pero no adueñándonos.
Esperar expuestos, pero no a cualquier viento.
Esperar sedientos, pero no yermos.

Esperar entre niebla, pero no perdidos en esta tierra.
Esperar con velas encendidas, pero no consumidos.
Esperar ofreciéndonos, pero no vendiéndonos.
Esperar preparando tu camino, pero no encorvándonos.
Esperar en silencio, pero cantando a lo que va viniendo.

Esperar gestando, no abortando.
Esperar acogiendo, no reteniendo.
Esperar dándonos, no reclamando.
Esperar en silencio, no alborotando.
Esperar compartiendo y disfrutando.

Esperar aunque sea de noche
y no veamos signos en el horizonte.
Esperar a cualquier hora del día,
aunque nos quedemos solos y se rían.
Esperar en soledad... ¡y en compañía!

Esperar con mucha paz, pero pellizcados por los hermanos.
Esperar anhelando, pero mecidos en su regazo.
Esperar mirando a lo alto, pero con los pies asentados.
Esperar refrescándonos en tus manantiales vivos y claros.
Esperar encarnados y ya naciendo a tu Reino.

Esperar en este tiempo de crisis y recortes.
Esperar con el Evangelio en la mano.
Esperar con los que vienen y con los que se van.
Esperar disfrutando lo que se nos ha dado.
Esperar viviendo y amándonos.

Esperar trabajando y profetizando.
Esperar sufriendo, pero enamorándonos.
Esperar pregonando lo que nos has dado.
Esperar con las entrañas listas para la acogida.
Esperar, para que no pases de largo.

Esperar con mucho gozo y osadía.
Esperar con humildad atentos a toda brisa.
Esperar que el Espíritu fecunde nuestra vida,
Esperar el milagro de tu presencia viva.
Esperar tu encarnación definitiva en esta tierra.

¡Esperar como María!

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Sábado 19 de diciembre

19 de diciembre

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1, 5‑25

     En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
—«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel:
—«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó:
—«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo:
—«Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. "Tu ruego ha sido escuchado". Dios siempre escucha nuestras oraciones y cumple sus promesas, aunque sea en edad avanzada. Nos da en cada momento lo que necesitamos. Pero muchas veces creemos que nadie nos oye, que se ha olvidado de nosotros, que nos castiga... En el fondo nos falta confianza en Dios, creemos que Dios no sabe hacer su oficio, que nosotros lo haríamos mejor.

B. ¿Cómo estaré seguro de eso? Queremos estar seguros, demasiado seguros… ¿Te fías de Dios? ¿Qué le dices?

"Tu ruego ha sido escuchado" nos dices.
Sin embargo, muchas veces creemos que nadie nos oye, que te has olvidado de nosotros, que nos castigas...

Nosotros, como Zacarías, también te decimos: "¿Cómo estaré seguro de eso?"
Queremos estar seguros, seguros del todo.
Aunque presumamos de aventureros, lo cierto es que nos cuesta el riesgo.

Danos sabiduría para aceptar que en las decisiones más importantes de la vida
nunca tenemos plena seguridad.
Cuando Tú nos llamas, nunca podemos tener todo controlado.
Para poder vivir, para poder avanzar en la vida, como personas y como cristianos,
necesitamos confianza.
Sin confianza, sin riesgo, no puede haber avances.

Señor, nos falta confianza en Ti, creemos que no sabes hacer tu oficio de Dios.
Perdona y cura nuestras impaciencias y desconfianzas.
Aumenta nuestra fe en Ti, porque sólo Tú escuchas siempre nuestras oraciones,
cumples todas tus promesas y nos das en cada momento lo que más nos conviene.


C. Antífona de la O de hoy:
    Oh renuevo del tronco de Jesé,
    que te alzas como un signo por los pueblos,
    ante quien los reyes enmudecen
    y cuyo auxilio imploran las naciones,
    ven a librarnos, no tardes más.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 18 de diciembre de 2020

Viernes 18 de diciembre

18 de diciembre

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1, 18‑24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
—«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios‑con‑nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Antes de vivir juntos María esperaba un hijo. ¡Cómo son los planes de Dios! Nos descoloca continuamente. Dice Isaías 55,8 "no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos". Nos cuesta comprender su voluntad y cumplirla. Queremos domesticar los planes de Dios, suavizar las cuestas y curvas de su camino, controlar sus sorpresas...

Calma nuestras impaciencias;
que aprendamos, como José,
a dejar que las cosas sucedan
sin perder el equilibrio,
sin bloquearnos por la protesta,
sin rechazar al diferente,
sin juzgar con dureza.

Danos la sabiduría de José,
para pensar bien de la gente,
para dejar obrar a Dios,
y para apostar por la bondad del otro.

Haznos generosos como María,
para darte el sí,
para estar disponibles siempre
aunque no entendamos.

Ayúdanos a cuidar nuestra familia,
a mantener viva la comunicación,
a generar ternuras y detalles
y a estar atentos a lo que necesita el otro.


B. Antífona O de hoy:
     "Oh Señor, Pastor de la casa de Israel,
    que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
    y en el Sinaí le diste tu ley,
    ven a librarnos con el poder de tu brazo"

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 17 de diciembre de 2020

Jueves 17 de diciembre

17 de diciembre

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1, 1‑17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zara, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manases, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendro a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendro a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matan, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. ¿Qué nos quiere decir la Palabra de Dios con esta lista de nombres? El Evangelista quiere que caigamos en la cuenta de que el nacimiento de Jesús no ocurre en un momento cualquiera de la historia. Dios ha ido preparando a lo largo de muchos siglos este acontecimiento. Dios fue educando con paciencia el corazón de la humanidad hasta que pudiera acoger a su mismo Hijo. Así nos lo explica la carta a los hebreos: "En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo".
     "Señor, gracias por preparar el corazón del mundo para recibir a tu Hijo"
     "Enséñanos también a nosotros a acogerlo en esta Navidad"
     "Ayúdanos a ser pacientes, como tú eres paciente con nosotros"

B. Dice el teólogo navarro Cabodebilla: "Los escritores bíblicos no ocultan que Cristo desciende de bastardos". En efecto, en la lista aparece Farés, hijo incestuoso de Judá, y Salomón, hijo adulterino de David. Los evangelistas no ocultan siquiera la presencia de una prostituta. Y en esta historia de virtud y de pecado, Dios permanece fiel en su amor y conduce al mundo a la salvación, es decir, a Jesucristo.   
    "Dame Señor verdad para reconocer la bondad y la maldad de mí mismo"
     "Gracias Señor porque respondes con fidelidad a nuestras infidelidades"
     "Danos luz para descubrir tu presencia en las sombras del mundo"

Señor, te damos gracias porque, al hacerte humano, asumiste la historia de tu pueblo, la historia de la humanidad, una historia cuajada de nombres, nombres de héroes y villanos, de prostitutas y de santos, de gente mediocre como yo.

Gracias por amarnos, con nuestras luces y sombras, con nuestras coherencias y contradicciones. Gracias por dar la vida por personas que no lo merecemos.

Jesús, tú nos enseñas el camino de la Encarnación. Contigo podemos amar historias heridas, la historia de nuestro pueblo y de nuestra iglesia, la historia de nuestra familia y de nuestro grupo de fe.

Señor, haznos generosos para servir a todos, también a los pecadores, a los desagradecidos. Danos tu Espíritu para encarnarnos, amar, servir, entregarnos y morir, a fin de que nuestra historia se acerque más a Ti, a la corriente de amor y perdón que brota de tu corazón. Amén,


C. A partir de hoy la preparación del Adviento se intensifica, porque dentro de una semana nace Jesús. Y en la liturgia se rezan las antífonas O, llamadas así porque comienzan la exclamación "Oh". Pueden ser útiles para nuestra oración. Ésta es la de hoy:
    Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
    abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad,
    ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Miércoles 16 de diciembre

Miércoles de la 3ª semana de Adviento

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 7, 19‑23

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:
—«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
—«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"»
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Después contestó a los enviados:
—«Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dichoso el que no se escandalice de mí. Dichoso el que no pierda su confianza en mí. Jesús sabe que con mucha facilidad nos llega la duda: ¿tiene sentido ser cristiano? ¿Dios me ayuda o no? y la más radical ¿existe Dios o es un invento mío? Y en esos momentos podemos hacer fundamentalmente dos cosas:
-     Acercarnos a Dios para expresar nuestra confusión, nuestras dudas, nuestro enfado. Así lo hizo Juan, mandando a sus discípulos a que preguntaran a Jesús.
-    Alejarnos de Dios. Y dejar que se pudran en nuestro interior las confusiones, dudas y enfados.
¿Cuál es tu actitud en estos casos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Convierte mi mirada, Señor,
para que sepa ver el amor escondido,
para que descubra las heridas de
quienes me rodean, y quiera curarlas,
para que vea más problemas reales
y menos figurados; para que perciba
las lágrimas ajenas.

Transforma mi mirada, Señor,
para que intuya las posibilidades de paz,
de concordia, de justicia, de amor.

Convierte mi mirada, Señor.
Convertirse es comprometerse
un poco más, un poco mejor.

Hazme alguien comprometido
con mi mundo, Señor.
Ayúdame a luchar por mi familia.
Dame coraje para perseverar
cuando el camino se haga difícil.
Dame paciencia para sobrellevar
los obstáculos sin rendirme.

Dame ilusión para seguir creyendo
cuando me quede sin apoyos.
Dame fuerza para complicarme
en batallas buenas.
Dame manos para acariciar,
pies para caminar, palabra para cantar,
siempre a favor de un mundo bueno.

Hazme alguien comprometido
con mi mundo, Señor.


Cuando desde nuestras dudas y enfados nos abrimos al Señor, nuestra fe crece, se purifica, madura. Si no nos abrimos al Señor, corremos el riesgo de perder la fe. Los malos momentos pueden convertirse en los mejores, en los más fecundos para nuestra vida y nuestra fe
            “Señor, que no pierda tu confianza en ti”
            “Dame Señor esperanza para asumir la cruz de cada día”
            “Perdona mi falta de confianza en tu amor”.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.